Trasversales

Beatriz Gimeno

La basura no está en la calle

Revista Trasversales número 30, noviembre 2013 (web)

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Apoyo la huelga de los trabajadores y trabajadoras de limpieza de Madrid. Por supuesto que me asquea la suciedad, me repugna el mal olor y reconozco que cada mañana llego a la puerta de mi trabajo conteniendo las náuseas, que sólo se me pasan cuando traspaso la puerta. Y sin embargo no estoy deseando que la huelga acabe sin más, estoy deseando que acabe con una vitoria para los trabajadores; si la empresa no cede, entonces prefiero que la basura nos ahogue hasta que tengan que ceder. Cuanto más insoportable sea la situación, más posibilidades hay de que el conflicto se resuelva de manera más justa para los trabajadores. Las huelgas tienen que ser así, se hacen para eso, para obligar a la empresa a negociar y a ceder al menos en parte. Las pretensiones de la empresa son las de ganar más dinero a costa de bajar los salarios y recortar derechos; salarios que nunca se bajan, derechos que nunca se recortan –como bien sabemos- a las personas con salarios altos (que cada vez son más altos) sino a los que ganan menos. Cuando los trabajadores/as de cualquier sector hacen una huelga y la ganan ganamos todos y todas los que vivimos exclusivamente de nuestro trabajo; por tanto solidarizarnos con las huelgas debería ser lo normal.

El ataque a los derechos de los trabajadores incluye el descrédito constante que sufren las huelgas, descredito que comienza por la imagen que se ofrece en la mayoría de los medios de comunicación, incluso en aquellos que consideramos de izquierdas. Viendo la televisión hace un par de días pude comprobar lo mucho que se parecían todas las (des)informaciones ofrecidas acerca de este conflicto. Muchas tomas de las calles llenas de basura, muchos vecinos opinando y todos en contra de la huelga, informadores explicando que cada vez hay más basura y llevándonos a sitios en los que la situación es ya insostenible etc. Todas las informaciones recogían también las opiniones del Ayuntamiento y de la patronal hablando de “guerrilla urbana” o “vándalos descontrolados”, pero no las opiniones de los trabajadores afectados. Tampoco escuché entre las opiniones anónimas ninguna que fuera favorable a las reivindicaciones de los trabajadores (les aseguro que las hay), nada de las brutales condiciones de trabajo que quiere imponer la empresa, nada de las rebajas de salarios, (de hasta el 43%). ¿Le gustaría a usted, vecino tan partidario de la limpieza, que le rebajen un 43% el sueldo? Los trabajadores/as de la limpieza están luchando por “el derecho a poder comer”, como manifestó ayer un barrendero en una emisora de radio.

Se ha limitado y dificultado el derecho de huelga de tal manera, se han desarrollado tales campañas de desinformación sobre un derecho esencial que la gente ha olvidado lo que es una huelga. Parecen haber olvidado que los huelguistas no cobran cuando no trabajan y que muy a menudo hablamos de gente para la que un día sin cobrar supone un verdadero sacrificio, así que jamás se hace a la ligera, sino sólo cuando verdaderamente no hay más remedio; parecen haber olvidado que la gente que hace huelga lo hace en defensa de cosas tan básicas como un salario digno, no ser despedidos, derechos laborales elementales…cuestiones que todo el mundo quiere para sí. El poder político lleva tanto tiempo “domesticando” las huelgas que hemos olvidado que si éstas no molestan, si apenas se notan, no sirven de nada. El concepto de “servicios mínimos” pensado para servicios absolutamente básicos (como las urgencias hospitalarias o los bomberos) ha sido pervertido de tal manera por los políticos (especialmente por los del Partido Popular) que ahora, cuando los trabajadores de RENFE están de huelga ésta apenas se nota excepto por retrasos de 10 minutos a los que la gente se acostumbra enseguida. Es complicado que una empresa ceda en nada si casi resulta indiferente que los trabajadores hagan huelga. En muchos casos incluso ocurre justo al contrario: hay veces que a la empresa le viene bien una pequeña huelga controlada porque se ahorran salarios o dan salida al stock acumulado.

Las huelgas tienen que ser tan incómodas que fuercen a las empresas negociar y a ceder y cuánto antes mejor. Para ello las molestias o las pérdidas tienen que ser grandes, es el único medio de presión que tienen los trabajadores. Cuanta más basura haya, cuánto peor huela, más posibilidades hay de que los trabajadores y trabajadoras consigan negociar en condiciones más favorables, habrá menos despidos, conseguirán condiciones laborales más dignas. Lo que los trabajadores de la limpieza de Madrid están reivindicando es absolutamente justo; lo que está en juego es nada menos que poder vivir de su salario o malvivir, trabajar o quedarse sin trabajo. Así que me solidarizo con su huelga, la apoyo y me gustaría que tuviéramos en cuenta que lo importante no es la basura que hay ahora en las calles de Madrid (que sin duda se barrerá dentro de poco), sino los salarios basura, el trabajo basura y la política basura que estamos aceptando casi sin rechistar.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)

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