Trasversales
Marthe Bigot

La igualdad salarial [entre mujeres y hombres]


Revista Trasversales número 30 enero 2015 (web)

Artículo de Marthe Bigot publicado en La Révolution prolétarienne n° 15, marzo 1926

Marthe Bigot (1878-1962) fue sindicalista de la enseñanza, feminista y activista socialista, que se rebeló contra el "socialpatriotismo" que arrastró a los partidos socialistas en la I Guerra Mundial, comunista, que se rebeló contra el estalinismo, y sindicalista revolucionaria implicada en la revista La Révolution prolétarienne, fundada por Pierre Monatte en 1925 y que aún se publica

Traducción realizada a partir de la versión publicada en La Bataille Socialiste

La situación descrita respecto a la discriminación salarial en la Francia de finales del XIX y comienzos del XX no es ajena a la que existe en la España de 2014, aunque los mecanismos de la diferencia sean otros, ya que, aunque no se especifiquen salarios diferentes para hombres y mujeres en los mismos puestos de trabajo, se logra un efecto similar, pero más encubierto, a través de la relegación de las mujeres a puestos más subordinados y menos retribuidos, así como por medio de la feminización del trabajo a tiempo parcial. Según el INE, en 2010 el salario medio bruto de los hombres era un 29% mayor que el de las mujeres, y un 16% mayor en cuanto al salario por hora, que se eleva a un 22% si consideramos el salario por hora en los contratos a tiempo parcial. En 2012 la pensión de jubilación contributiva media de los hombres era un 67% mayor que la de las mujeres. Y ante las reivindicaciones igualitarias tendentes a lograr una verdadera corresponsabilidad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida social se contesta con frecuencia que "con la que está cayendo, no es una prioridad", incluso desde ámbitos de "la izquierda" política o sindical.


La agitación que se produce entre el personal femenino de Correos, Telégrafos y Teléfonos (PTT, Postes, Télégraphes et Téléphones) pone en primer plano un tema que ya ha dado lugar a muchos discursos y ha hecho correr ríos de tinta: la igualdad salarial entre ambos sexos.

En el caso de las maestras, esta cuestión se resolvió a su favor durante el año anterior a la primera guerra mundial, aunque no se hizo plena realidad hasta 1919. Reconstruir la historia de esa lucha permite mostrar una vez más, a la clase obrera y a las trabajadoras en particular, que para que un principio triunfe en la práctica no basta con que sea justo, pues es necesario añadir además la acción firme y coordinada de aquellos a quienes ese principio beneficia.

La igualdad salarial entre maestras y maestros se discutió primero en los círculos gubernamentales y parlamentarios, pues el personal educativo carecía aún de organización y de vida profesional colectiva. Apenas liberado del yugo clerical, aún estaba sometido a una vigilancia disimulada o descarada de los clérigos.

El 7 de febrero de 1882 Paul Bert [zoólogo francés, laicista, que fue ministro de Educación durante dos meses y medio] presentó en el Parlamento una proposición de ley "sobre la organización de la educación primaria y los sueldos de los maestros", en la que adoptaba claramente el principio de igualdad salarial entre ambos sexos: "Teniendo los mismo títulos y responsabilidades que los maestros, nos ha parecido que no era posible ni justo mantener más tiempo a las maestras en una situación inferior; en esto hay un interés social y una razón de equidad que a ustedes no se les escapará y que les llevará a aprobar con su voto nuestras propuestas".

El 16 de febrero el Gobierno presentó a su vez un proyecto de ley que establecía una diferencia salarial de 100 francos entre maestros y maestras al inicio de sus carreras, pero que se iba ampliando hasta alcanzar, al final, 300 francos. Con el apoyo de una comisión especial de la Cámara, Paul Bert batalló contra los planes del Gobierno y defendió su propuesta original que establecía la igualdad: "No podemos admitir esta desigualdad, sólo justificada por los viejos prejuicios sobre la inferioridad social de la mujer. A las maestras se les exige el mismo grado que a los maestros, se les imponen el mismo trabajo y las mismas fatigas, así que se les debe la misma remuneración (...) No pueden hacer frente a este razonamiento incontestable. Pero alegan que habitualmente se paga menos a las mujeres y tratan de excusar la iniquidad de un tratamiento diferente invocando el espíritu austero de las mujeres, el menor coste de su mantenimiento o los escasos gastos de las maestras, frecuentemente solteras, comparados con los de un maestro padre de familia".

Algún tiempo después, Paul Bert presentó un segundo informe en la misma dirección y, al año siguiente, un informe suplementario.

Llegamos así a 1884, año en el que Jules Roche, ponente de la Comisión de Presupuestos, combate, en acuerdo con el Gobierno, la igualdad salarial. Insiste sobre "la imposibilidad de votar, salvo creación de nuevos impuestos, a favor de las disposiciones del proyecto de ley dadas sus consecuencias financieras, y la imposibilidad, sin causar graves inconvenientes, de cargar al país con nuevos impuestos en el momento actual".desigualdad salarial

No fue la primera vez, ni tampoco la última como hemos comprobado recientemente, en que un gobierno se refugió tras razones presupuestarias para rechazar una reforma que no le convenía. Paul Bert volvió a la carga sin éxito.

Fallières, Ministro de Educación pública, intervino a su vez y comenzó declarándose de acuerdo con el principio de igualdad: "Al igual que la Comisión, pensamos que no habría que hacer ninguna diferencia entre maestros y maestras y que allá donde se exige el mismo esfuerzo, los mismos servicios y los mismos conocimientos, también sería necesario establecer la igualdad salarial".

Pese a este acuerdo en cuanto al principio mismo, se pospuso su puesta en práctica tras un largo debate en el que Jules Ferry tuvo que intervenir varias veces en torno al tema de las retribuciones del personal.

Si he dado tantos detalles sobre esas primeras luchas se debe que permiten juzgar hasta que punto sólo es verdaderamente fecunda la acción de los personas afectadas.

Si he dado tantos detalles sobre la historia de estas primeras luchas es porque permiten juzgar hasta que punto sólo es verdaderamente fructífera la acción de las personas afectadas. No hay duda de la buena disposición o de la tenacidad de Paul Bert. ¿Qué faltó en ese momento para conseguir la reforma? Sólo faltó la fuerza organizada de las trabajadoras para reclamar lo que les correspondía.

Estos aplazamientos se repitieron cada vez que salían a relucir los salarios del personal docente.

En 1887, la Cámara votó a favor de la igualdad salarial, pero ésta fue rechazada por el Senado. Estos debates desembocaron en la ley de julio de 1889, en la que sólo se estableció la igualdad para las dos clases magisteriales inferiores, aumentando sin embargo la diferencia en las clases mejor retribuidas.

La ley de 1889 fue revisada en 1893 y de nuevo fueron utilizadas las necesidades presupuestarias contra las maestras, pese a una importante intervención de Alexandre Lefèvre, senador por la Seine, a favor de la igualdad.

Sin embargo, en esa época estaba entrando en juego un nuevo factor: el profesorado empezaba a comprender la importancia del agrupamiento profesional como órgano reivindicativo. El carácter de sus asociaciones cambiaba. Originalmente, eran una especie de agrupamientos semioficiales, en los que algunos maestros prestigiosos daban una amable réplica a los prefectos y a los directores departamentales de la enseñanza primaria. Pero, con los años, surgieron asociaciones (amicales) más independientes y sindicatos que hicieron que se escuchase, con más nitidez, la voz del personal. Naturalmente, uno de los primeros temas planteados por la Fédération des Amicales fue el de las retribuciones, incluyendo el asunto de la igualdad.

Hubo un aumento de las retribuciones a través de lo que se ha denominado la "ley Simyan", que en realidad es el artículo 52 de la Ley presupuestaria de 1905. Sin embargo, las maestras fueron discriminadas una vez más y pudieron constatar en ese momento que su reivindicación no siempre era respaldada con mucha energía por parte de algunos maestros y que incluso era cruelmente combatida por otros.

En 1907, una comisión extraparlamentaria, a propuesta de Louis Liard, emitió una propuesta por la igualdad salarial, que sólo quedó en una manifestación platónica.

Así, las maestras, que, con constancia, habían creído en las promesas parlamentarias o gubernamentales y que habían confiado en la acción de sus organizaciones mixtas, sintieron la necesidad de organizarse para conseguir que avanzase la reforma tanto tiempo esperada.

Una maestra de Nancy, Marie Guérin, lanzó la idea de una Federación feminista en el seno de los grupos profesionales para informar a las maestras y para preparar el estudio de temas que afectasen especialmente a las mujeres, en particular el de la igualdad salarial.

El trabajo de las maestras agrupadas pronto se hizo sentir en los congresos de la Fédération des Amicales. El Congreso de Clermont de 1907 incorporó la igualdad salarial en la tabla de reivindicaciones del personal docente, y el Congreso de Nancy, en 1909, colocó la reivindicación al frente de esa tabla.

Sin embargo, muchos maestros no asumieron bien esta decisión. En tanto que la igualdad salarial fuese sólo una fórmula, no les molestaba mucho, pero eso cambió cuando la propuesta paso a ocupar el primer lugar entre las reivindicaciones. ¡Menudo alboroto se montó! La Federación Feminista fue atacada con dureza. "¡Hacéis separatismo!", gritaban a Marie Guérin, que era objeto de ataques llegados desde todos los lados por más que se esforzase en defenderse e ir a todos los congresos de las amicales y de los sindicatos.

Cuando más se tensaba la acción en el Parlamento y ante el Gobierno, más se intensificaba en el seno de las organizaciones y más áspera se hacia la lucha.

En 1910, Ferdinand Buisson había hecho votar en la Cámara un proyecto a favor de la igualdad salarial. En 1911-1912 , Louis Marin presentó un proyecto de ley para lograr esa equiparación en el ámbito educativo.

Las maestras se manifestaron. En las elecciones para el Consejo departamental muchas de ellas entregaron sus papeletas de voto con un sólo texto: "Igualdad salarial". Por otro lado, defendían sin descanso su reivindicación frente a sus adversarios dentro de la organización.

Los ridículamente bajos salarios de los maestros necesitaban un aumento significativo. La contratación de nuevo personal docente se hacía difícil. El Gobierno se encontraba ante la necesidad de nombrar maestras en las escuelas mixtas y de cubrir con mujeres algunas plazas en las escuelas para chicos.

Los maestros más lúcidos comprendieron que al cabo de unos años el mantenimiento de bajos salarios para las maestras expulsaría a los maestros de la profesión docente. Por tanto, apoyaron con todas sus fuerzas la reivindicación de igualdad salarial. Por el contrario, otros temían que la igualdad salarial perjudicase al necesario aumento general de retribuciones.

Todavía recuerdo cómo en el Congreso de la Federación Nacional de Sindicatos de Maestros de 1912, realizado en Chambery, uno de nuestros buenos camaradas se opuso a la igualdad salarial por esa razón. Nos dijo: "Maestras, ganaréis más con el aumento que con la igualdad. Si mantenéis vuestra reivindicación, perjudicaréis el aumento salarial general". Y obtuvo eco al presentar el dilema "O igualdad o aumento", concluyendo que era preferible la subida general de retribuciones. Marie Guillot replicó: "La pregunta está mal planteada. ¡Queremos igualdad y aumento!". Finalmente, prevaleció la tesis de las maestras.

Por su parte, las maestras integradas en las amicales habían logrado un éxito en el congreso de la Fédération des Amicales, hecho en Nantes, pues, al concertar sus fuerzas, habían logrado que entrase un fuerte grupo de activistas en la Comisión permanente de la Federación.

Siguieron dando pasos hacia adelante. Organizaron reuniones públicas. Las delegadas de las maestras acudieron a defender su causa ante los presidentes de la Comisión de Educación y de la Comisión de Finanzas.

Pidieron, según las fluctuaciones de la vida parlamentaria, la aprobación de la propuesta Marin o la incorporación de la reforma en la Ley de Presupuestos.

Afirmaron la identidad de su trabajo con el de los maestros, aportaron datos sobre el número de alumnos hacinados en las clases asignadas a ellas, demostraron, con ejemplos precisos, qué cargas se podrían imponer a las maestras solteras. Combatieron los prejuicios que no dejaban de reaparecer, como el que, en boca del ponente de los presupuestos, decía que "La moral requiere que el hombre alimente a la mujer, así que es normal que ella sólo reciba un salario de apoyo".

Las maestros activistas apoyaron a sus compañeras en esta lucha e implicaron en esa batalla la fuerza de las agrupaciones profesionales. Pero, por otra parte, algunas retrogradas asociaciones de de enseñantes intervinieron ladinamente contra la igualdad salarial exigiendo que se diera prioridad a un mayor aumento general. Algunos maestros, electores influyentes, emplearon esa influencia sobre los electos para desacreditar la reivindicación de sus colegas mujeres.

Entre los adversarios de las maestras estuvo incluso una delegación de patrones de la industria que argumentaron que la igualdad salarial de las maestras podría tener consecuencias sobre los salarios de su propio personal femenino.

Sin embargo, la Cámara de diputados no votó la propuesta de Louis Marin, que habría dado reconocimiento oficial a la igualdad económica de ambos sexos. La igualdad salarial entró por la puerta de atrás, es decir, por la Ley de presupuestos y a realizar en cinco años. Esta vez el Senado no se opuso.

En la reciente reunión celebrada en el Hôtel des Sociétés savantes por nuestras camaradas PTT, comprometidas ahora en una lucha similar, encontramos la atmósfera que vivimos hace una veintena de años. Hemos visto, con alegría, que nuestras camaradas tienden a organizarse para la conquista de la igualdad salarial, pero que están firmemente decididas a hacerlo en el seno mismo de las organizaciones sindicales. Este método, en efecto, da cohesión a las demandas de las mujeres sin disgregar las fuerzas del sector.

Y ya que estoy hablando de esta hermosa y animada reunión, de la que por cierto Le Quotidien y Le Peuple han informado de manera tan tendenciosa, querría comentar la intervención de Maria Vérone, en la que explicó a las camaradas de Correos, con razón, cuanto perjudicaba a la vida cotidiana de las mujeres su inferioridad en lo que se refiere a la situación civil y política, pero creo que se equivocaba al decir a las asistentes: "Cuando hace unos años os hablamos de vuestros derechos, no nos escuchasteis. Pero ahora, cuando está en juego vuestro monedero, vemos que os alzáis con fuerza".

Sin ánimo de ofender a Maria Vérone, tengo la impresión de que se podría sacar una impresión mucho mejor de este hermoso evento. Al reclamar la equiparación de las dames-employées con los commis des Postes, esto es, con los empleados masculinos, las trabajadoras no defendían sólo "su monedero".

Lo que resaltaba en todas sus intervenciones es que las trabajadoras de Correos tienen conciencia, por encima de todo, del valor de su trabajo. Eso es lo que defendieron con especial vigor.

Han adquirido una clara percepción del valor social del trabajo que llevan a cabo. Quieren que eso se respete y que ese respeto se materialice por su equiparación salarial con los empleados masculinos.

Esta conciencia obrera es muy superior a los vagas ideas de Derecho y Justicia (con mayúsculas), lo que se manifestó, con más vehemencia que corrección en la exclamación de una de mis vecinas mientras la señorita Thomas hablaba del salario de las maestras: "Paso del salario de las maestras. Hago el mismo trabajo que un empleado y quiero ser pagada como un empleado".

Esperamos que nuestras camaradas de Correos, mejor armadas para la lucha que las maestras y pudiéndose beneficiar además del ejemplo que éstas, no tendrán que esperar tanto tiempo para que su trabajo reciba el mismo aprecio que el de sus colegas masculinos, y que, tras ellas, otras categorías de explotadas entrarán también en la vía de la emancipación económica.