Trasversales
José Luis Redondo

Luchas y alternativas ecologistas

Revista Trasversales número 30, octubre 2013-  enero 2014

Textos del autor
en Trasversales

En torno a

El ecologismo de los pobres. J. Martínez Alier. Ed. Icaria. 5ª edición




Ante la crisis que recorre el mundo y que nos afecta profundamente se manejan dos propuestas de salida. Por una parte, la Unión Europea y el gobierno del Partido Popular insisten en recortes, deterioro de salarios y de condiciones de vida, esperando que se recupere la competitividad y se vuelva a crecer: ésa es la receta neoliberal. Por otra parte, los economistas keynesianos proponen estímulos económicos que provengan del Estado y de la UE para poder crecer. Ambas propuestas sólo pueden pensar el futuro a través del crecimiento de la producción y del consumo. No tienen en cuenta los límites de la Tierra y presuponen que es posible un crecimiento ilimitado sobre un planeta con recursos limitados.

Parece evidente, aunque se quieran cerrar los ojos ante ello, que sólo es aceptable un futuro de mayor armonía ecológica. Hay que tener en cuenta los movimientos que propugnan un mayor acuerdo con el planeta, los que hacen propuestas que obliguen a los países desarrollados a que decrezcan en el consumo y en la producción para que otros puedan crecer, de otra forma iremos a un futuro a lo Mad Max, de luchas de todos contra todos para conseguir recursos en proceso de agotamiento.

La obra de Martínez Alier recoge y testifica sobre un gran número de luchas ecologistas, aunque no se hagan con ese cartel.

En el capítulo I recoge las tres corrientes del ecologismo. El culto a la vida silvestre, desde la extensión de reservas naturales a la consideración como sagrada de la naturaleza. En segundo lugar, las dirigidas a la ecoeficiencia, propugnando recursos renovables y reciclaje, presentes sobre todo en los países desarrollados. En tercer lugar, las de justicia ambiental y el ecologismo de los pobres, en la que se sitúa el autor.

En el capítulo II expone los orígenes de la economía ecológica, que considera el sistema económico como un sistema abierto a la naturaleza, de donde se extraen los materiales, la agricultura, las fuentes de energía y los minerales. Para poder tener en cuenta a la naturaleza ofrece índices de (in)sustentabilidad que deberían considerarse, del tipo de la huella ecológica. El precio de un producto debería incluir su limitación, así el petróleo no tiene en cuenta que no es renovable y se terminará, pero también hay valores que no pueden reducirse a precios, como las condiciones de vida de las personas afectadas en una extracción minera, que dan lugar a luchas de los pueblos autóctonos. Propone que en todo proyecto puede hacerse una matriz de los valores afectados, que no son monetizables. La preeminencia de unos sobre otros proviene del poder que valora y por eso los afectados deben participar en la decisión. Esto conduce al ecologismo político, de reciente desarrollo, que estudia los conflictos ecológicos distributivos. Así, estudia las luchas de defensa de los manglares frente a los camaroneros, la oposición a extracciones de oro y petróleo que desalojan a los pueblos indígenas, así como las de defensa de los ríos y de los bosques.

En el capítulo VII analiza el desarrollo urbano, que está produciendo ciudades inhabitables, no solamente el modelo norteamericano, sino también las aglomeraciones chabolistas o en extensión lineal de los países en desarrollo. Ciudades que obligan a la motorización, que producen contaminación local y gases de efecto invernadero, convirtiendo en muy penosa la vida cotidiana.

La obra examina ejemplos de conflictos por la justicia ambiental y el papel del Estado, protector en general de las prácticas depredadoras. Para el autor la luchas de los pueblos y de las gentes de América, Asia y África por mantener una agricultura propia, por asegurar sus condiciones de vida, son luchas dispersas pero que apuntan a otro tipo de sociedad diferente a la capitalista.

Son luchas semejantes a las del movimiento obrero, que aún sin un horizonte común, cambiaron el capitalismo del siglo XIX al modelo de capitalismo del bienestar, con protecciones del trabajo, jubilaciones y cobertura de la educación y de la sanidad, conquistas que hoy comienzan a desmontarse. Las luchas por la justicia ambiental tienen éxito más fácilmente, cuando combinan las de los "pobres" con el apoyo de ONG de los países desarrollados, tanto ante los tribunales como frente a las multinacionales. Uno de los elementos que resalta es el concepto de deuda ecológica , que tienen las sociedades de los países desarrollados debido a la extracción que han realizado de materiales de otros países, así como por la emisión de gases de efecto invernadero. Deuda difícilmente computable, pero que tendría que tenerse en cuenta en las relaciones comerciales, poniendo impuestos a la exportación por parte de los países donde se realiza la extracción.

Martínez Alier señala que no debe tenerse solamente en cuenta valores monetizables y que el peso que se les dé depende de la correlación de fuerzas presentes en cada conflicto. El capitalismo reinante y un cierto ecologismo sólo tienen en cuenta el valor de cambio de las mercancías, desde los productos agrícolas hasta los minerales no renovables. También insiste en que la economía mundial no está desmaterializándose pues cada vez se consumen más materiales. Siendo esto cierto, no tiene en cuenta que los sectores ahora dominantes son los financieros y de las nuevas tecnologías, que son los que acumulan mayor plusvalor y absorben beneficios de otros sectores.

Igualmente puede pensarse que a veces defiende posiciones conservadoras, puesto que toda transformación de las condiciones de vida de los “pobres” aparece en su análisis como mala.

Me parece importante señalar que no todas las luchas ecologistas tienen la misma importancia para conseguir una transformación hacia otro modelo social. Todas aquellas que tienen que ver con la energía y el efecto invernadero tienen una mayor urgencia para evitar próximos males, así como para aumentar el uso de fuentes renovables de producción eléctrica y la transformación desde un transporte basado en el petróleo a uno eléctrico. Igualmente todas las luchas que limiten el crecimiento demográfico y contribuyan a la alimentación para todos, así como que todas las poblaciones tengan acceso al agua y a condiciones mínimas de salubridad.

En un momento histórico en el que no hay ninguna perspectiva de un futuro mejor, es importante la "utopía" ecologista. Cuando solamente se nos predica la pérdida de condiciones de vida últimamente conquistadas, para volver a repetir el ciclo de crecimiento y depresión habituales en el capitalismo.

Cuando los problemas globales no se quieren abordar, ni la limitación de las fuentes de energía, ni el calentamiento global, ni la pobreza de grandes sectores de la humanidad...

Se trataría de poner en primer plano la "utopía" de una gran transformación, la adaptación de la humanidad a los límites del planeta, el reparto de los bienes necesarios para la salud y la dignidad humana, garantizando el trabajo para todos y una renta básica. Este horizonte sólo lo pone la visión ecologista, que habría que completar con formas de democracia participativa, con el uso de las nuevas tecnologías para el desarrollo de la capacidad de decidir.

Es evidente que para avanzar en esta dirección pueden utilizarse las instituciones, desde los diversos niveles de los Estados, poniendo impuestos a las fuentes y materiales no renovables, impulsando la transformación energética, la renovación de las ciudades para hacerlas más habitables, impulsando el consumo de los productos locales frente a los lejanos, la transformación de la agricultura y el impulso de valores culturales no consumistas. Para esto hay que conseguir poder, las luchas de los movimientos pueden favorecer esta transformación pero no bastan. El movimiento obrero de los pasados siglos construyó los partidos socialistas y comunistas que aún aceptando el sistema capitalista han conseguido transformaciones importantes. Sin embargo los movimientos ecologistas apenas han producido partidos verdes que tengan un peso importante salvo en Alemania, aunque están influyendo en otras fuerzas de izquierda para que incorporen algunas de sus propuestas.

Es el momento de la crisis cuando pueden calar en la población propuestas para otra sociedad alternativa, que haga posible un futuro digno para la humanidad.



Trasversales