Trasversales
Francisco Javier Vivas

La ventaja de Artur Mas

Revista Trasversales número 30 octubre 2013-enero 2014

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Francisco Javier Vivas es colaborador habitual de Trasversales


Uno de los fenómenos más representativos de la profunda crisis política que atraviesa este país es el mutismo de los dirigentes sobre el futuro. Preocupante es el silencio del Gobierno, para el que no existe el largo plazo, pero también el del principal partido de la oposición.

Mientras recomienda paciencia y aplica la tijera a los presupuestos, la táctica del Ejecutivo es sembrar la confusión y dejar pasar los días con la esperanza de que los casos de corrupción que le afectan, administrando silencios y mentiras y contando con la lentitud de la justicia, se puedan mantener en un nivel controlable de cara a la opinión pública y de que la economía de la eurozona, y en particular la alemana, tiren de la maltrecha economía española.


Ante un incipiente remonte de la recesión y la aprobación de la ley de transparencia como bálsamo contra la corrupción, gente poco exigente puede olvidar lo sucedido en toda la legislatura. Sin liderazgo y sin relato, pero con un uso autoritario de los resortes del poder, la estrategia de Rajoy es aguantar como sea hasta las elecciones.

En el PSOE, ideológicamente confusos, vacíos de programa y perdidos en la oposición, lo fían todo a la celebración de la próxima conferencia política. Pero la mayoría de los ciudadanos, que ve empeorar cada día sus condiciones de vida y trabajo, se pregunta por lo que viene después y si tiene algún sentido tanto sacrificio. Y ante un porvenir muy incierto, se pregunta si hay un después, si existe algún recorrido entre el destrozo de hoy y lo que venga mañana; si tenemos alguna meta a alcanzar como país; si alguien tiene un boceto sobre lo que debería ser España de aquí a diez años, dentro o fuera de la eurozona, y si, en vez de suprimir vías de desarrollo, algún estratega es capaz de trazar unas tenues líneas maestras, económicas y políticas, de cara al futuro.

De poco sirven las patrioteras declamaciones -España es un gran país (pero lleno de pobres y de parados)- de la contradictoria propaganda gubernamental, que muestra España como un país dirigido desde fuera -como el FMI y la Unión Europea mandan, el Gobierno está exento de responsabilidad- y a continuación exalta el resultado de tan antipatriótica subordinación -España, asombro del mundo -.

Falta un relato verosímil sobre lo que somos al día de hoy y lo que, en consecuencia, podemos ser el día de mañana. Su ausencia señala el abismo que separa la España oficial de la España real, pues, en un país en una situación dramática, en un continente en declive, revela la orientación que la ciudadanía demanda y que la clase política es incapaz de ofrecer.

La carencia de un relato que vincule el oscuro presente con alguna certeza sobre el futuro es aún más perceptible, porque, desde hace décadas, hemos vivido obnubilados por un discurso triunfalista, en versión socialdemócrata y en versión conservadora, que se ha deslucido en muy poco tiempo.

Artur Mas tiene un relato

Poco antes de celebrarse la última Diada, Artur Mas dijo que tenía un sueño. Y es cierto; tiene un sueño sobre un proyecto político ciclópeo, pero carece de un plan claro para llevarlo a cabo. Seguido remisamente por su socio de coalición, Unió Democrática de Cataluña, presionado por sus aliados, ERC y CUP, especialmente por ERC, y sobre todo por sus adversarios, casi a diario se corrige, avanza una forma o retira otra, pasa de la ruptura unilateral con España a sugerir una negociación con el Gobierno central, establece una fecha para celebrar el referéndum o la cambia, si conviene.

En ocasiones parece ir arrastrado por el movimiento suscitado por él y en otras, que corre delante para no ser arrollado. Sin embargo, eso no reduce la ventaja sobre sus principales oponentes, porque dispone de algo mucho más valioso. Mas tiene un relato que señala un objetivo político muy claro: la independencia de Cataluña. Lo cual representa un cambio notable respecto a la situación actual, porque ha sabido transmitir a un número creciente de catalanes el sueño de compartir un destino común, si no mejor, al menos distinto del insatisfactorio presente.

Mas ofrece una salida política a los catalanes, en un país en el que la recesión económica, la crisis de las instituciones, el deterioro de la clase política y la desafección de los ciudadanos exigen una reforma profunda, pero que está empantanado por el inmovilismo del Partido Popular y la debilidad del PSOE, que son los que, por ahora, podrían acometerla.

El régimen político salido de los pactos de la Transición hace tiempo que está agotado; es más, por falta de decisión para reformarlo se está pudriendo, hiede. Y ante la parálisis de los dos grandes partidos y la deriva autoritaria del Gobierno, los nacionalistas catalanes han decidido no esperar más.

Mientras España está económica hundida e institucionalmente paralizada, Cataluña ha echado a andar, incluso, impelida por los nacionalistas, se ha puesto a correr hacia un objetivo político que muchos ciudadanos catalanes ven verosímil.

El relato de Mas propone a los catalanes una estrategia política que actúa sobre resortes racionales y emocionales. En primer lugar se trata de un llamamiento con carácter urgente. Supone que Cataluña se encuentra en una situación de emergencia, que obliga a actuar rápidamente, de ahí lo perentorio de los plazos y la fijación de un objetivo que puede estar a la vuelta de la esquina. La independencia es un objetivo que está a la vista, que casi se palpa.

Ante una España con un futuro incierto y una crisis a la que no se le ve fin, Cataluña como nación puede decidir su propio futuro en una fecha cercana.

La independencia se propone como la única solución posible a la crisis económica e institucional, ante la ausencia de otras soluciones por parte del Gobierno español.

Ante la pasividad del Ejecutivo central, que deja pasar el tiempo esperando instrucciones de Bruselas, Mas apela a movilizar a los ciudadanos catalanes para buscar una salida propia. Es un remedio a la crisis desde la perspectiva interna, nacional.

España carece de soluciones ante la crisis, pero Cataluña por lo menos intenta hacer algo. El derecho a decidir de los catalanes aparece como la consecuencia lógica a la actitud del gobierno español, que no decide ni dejar decidir.

El relato de Mas es una apelación al inconformismo, a la rebeldía contra un poder que se presenta como despótico y lejano. Es una vacuna contra la espera a que vengan tiempos mejores, contra la resignación y el desánimo que predica el Partido Popular; una llamada a sumarse a la emoción colectiva de construir una nación. Es un objetivo que implica ilusión y grandeza.

La propuesta de lograr la independencia para Cataluña es una operación audaz y ambiciosa por sus consecuencias geopolíticas, pues no se trata solamente de producir profundos cambios en Cataluña, que afectarían también a España, sino de que podría generar una conmoción dentro de la Unión Europea y en la propia Europa, al alentar a otros movimientos secesionistas. Quizá por esas razones, el sueño de Mas puede despertar un redoblado interés entre los sectores más intransigentes del nacionalismo catalán, al conferirles el papel de pioneros en la reconfiguración del continente.

Artur Mas puede finalmente hallar una salida negociada con el Gobierno central que evite la ruptura unilateral inicialmente apuntada, pero tal solución puede frustrar las expectativas de mucha gente que ha asumido como propio el sueño de la independencia y que no se conforme con un sucedáneo. Y cuando un movimiento de masas, que está alentado por emociones colectivas, no alcanza los objetivos previstos se puede volver contra sus promotores.

Mas tiene un relato, es cierto; pero también es cierto que en algunos de sus pasajes se parece al cuento de la lechera. Y en el viaje, el cántaro se puede romper.



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