Trasversales
Naomí Ramírez Díaz

La revolución de la dignidad


Naomí Ramírez Díaz es arabista, doctoranda en la UAM y especializada en Siria, donde pasó un año estudiando árabe y aprendiendo sobre el país y la sociedad, autora del blog Traducciones de la Revolución Siria y coautora del blog Hermanos Musulmanes: un observatorio de la organización islámica. Ha publicado varios artículos académicos sobre la revolución y ha asistido a congresos nacionales e internacionales para presentar su trabajo.

http://traduccionsiria.blogspot.com.es/


Revista Trasversales número 30 octubre-enero 2013


Hemos encontrado muchas dificultades, más entre el activismo "politizado" que entre el resto de la población, para convencer de que el levantamiento sirio era una verdadera revolución popular desde abajo. Incluso hemos encontrado quienes afirman que todo fue obra de conspiradores extranjeros. Tú conoces muy bien esta revolución, ¿podrías situar el origen de la sublevación civil y las formas de lucha que adoptó?

Lo primero que puedo decir es que la revolución siria nos sorprendió a todos, analistas, políticos y a los propios sirios en el exterior e interior, pues a diferencia de Túnez o Egipto donde la actividad sindical había tenido experiencias previas y, por tanto, la lucha social tenía unas bases de las que partir y un ligero bagaje, en el caso de Siria, tras la cruenta represión de la insurrección de finales de los 70 y principios de los 80, liderada por islamistas, pero no exclusivamente integrada por ellos, toda opción de oposición había quedado eliminada. El miedo a la repetición de ese escenario, más el temor al mero hecho de hablar de política incluso en el entorno familiar, eran suficientes para no atreverse a chistarle al “líder”.

Dicho esto, no deja de sorprender cómo se produjo la primera manifestación, teniendo en cuenta que las llamadas en las redes sociales a un “día de la ira” fueron infructuosas y que lo máximo que se había logrado habían sido sentadas de protesta por la represión en Libia. En un zoco damasceno, a mediados de febrero de 2011, un grupo de personas rodeó una escena en la que un policía acababa de hablar de forma humillante a un comerciante y gritó al unísono: “al pueblo sirio no se le humilla” y “la muerte antes que la humillación”, gritos que se repetirían un mes después en Daraa, al sur del país.

Allí, unos adolescentes pintaron en las paredes los eslóganes que oían en la televisión en la plaza de Tahrir: “te ha llegado el turno, Bashar” “el pueblo quiere derrocar al régimen” etc. Esos jóvenes fueron detenidos y torturados y cuando sus padres fueron a recuperarlos se les dio una contestación que atentaba contra el honor tan presente en una zona tribal. Ello detonó manifestaciones de rechazo contra las que el régimen no dudó en disparar y cercar la ciudad, provocando la solidaridad de otras ciudades del territorio sirio con Daraa: “estamos contigo Daraa”, “romped el bloqueo a Daraa” etc.

Todas estas manifestaciones tenían algo en común: el grito de silmiyya (pacífica). Y en ellas se enfatizaba la unidad del pueblo contra la humillación y la falta de libertad: “el pueblo sirio es uno” Las llamadas al derrocamiento del régimen vendrían después, por eso la revolución siria ha sido llamada la revolución de la dignidad.


¿Cuál fue la respuesta del régimen a ello? ¿Cuál es la magnitud de la masacre? ¿Qué apoyos exteriores encontró?


Como decía, el régimen fue poco inteligente. No son pocos los que creen que de haber entregado a los niños a salvo y haber abierto la veda de las libertades y la competición política real, Bashar se habría mantenido sin despeinarse. Sin embargo, la violencia contra manifestantes desarmados fue la política que se siguió.

No sólo eso, para lo que el régimen ha contado con la inestimable ayuda de las armas rusas (que se entregan “según acuerdos firmados anteriormente” tal y como dicen las declaraciones oficiales), los milicianos del Hezbollah libanés (que su propio líder ha reconocido) y la ayuda en materia de inteligencia (para espiar la actividad informática en la red e identificar a activistas) y la provisión de miembros de la Guardia Revolucionaria de Irán. Ésta es la intervención que se ha dado desde las primeras semanas en Siria y que hoy sigue en marcha.

Además, el régimen se ha valido de grupos paramilitares de carácter sectario para provocar masacres que inciten al odio sectario y provoquen la división, como se sospecha que sucede con la rama siria del PKK turco, el PYD, para enrarecer las relaciones entre árabes y kurdos en Siria.

Existen además rumores de las relaciones del régimen con Jabhat al-Nusra, que inicialmente podrían haber sido ciertas, debido a que el núcleo de este grupo se formó a partir de algunos de los presos liberados por el régimen en sus amnistías, y con el Estado Islámico de Iraq y Siria, dado que éste se ha convertido en un verdadero obstáculo para la revolución, para los periodistas que cubren la situación y para los principios básicos por los que se salió: libertad y dignidad.

Finalmente, el régimen ha contado con un magnífico aparato de propaganda mediática liderado por canales llamados alternativos por parte de ciertos sectores de la izquierda que siguen viendo el mundo en términos maniqueos según los cuales es progresista todo lo que se erige como antiimperialista (contra el imperialismo estadounidense, no el ruso, por ejemplo) o contrario a Israel (el régimen sirio, en nombre de la incapacidad de lograr la paridad estratégica con su vecino ocupante, no ha hecho nada por recuperar el Golán, entre otras cosas) y que además se dice socialista. En este sentido, aunque la retórica de EEUU son meras palabras, como el reciente episodio de las armas químicas ha demostrado a las claras, si EEUU se posiciona verbalmente contra las masacres del régimen contra el pueblo entonces eso es malo y solo busca excusas para intervenir en Siria, como pieza del Eje del Mal. Este aparato propagandístico que ha negado sistemáticamente las matanzas, los muertos y la realidad de un régimen despótico ha servido a los Asad para alimentar su imagen de garante de la estabilidad contra “desestabilizadores” que buscan debilitar a Siria, según su retórica.

Lo cierto e innegable es que Siria suma ya más de 100.000 muertos, dos millones de desplazados, miles de detenidos y desaparecidos y parece que el mundo sólo lo ha visto al llegar la falsa amenaza de intervención. El nivel de la masacre es inabarcable, y a ello han de unirse las necesidades de los desplazados y refugiados, especialmente los niños, muchos de ellos en riesgo real de desnutrición.


En las muchas concentraciones que se han realizado en el bulevar del paseo del Prado ante la embajada "siria" uno de los gritos más frecuentes era "Asad matando y Europa (o España o el mundo) mirando". Se notaba una fuerte indignación ante la comunidad internacional y en particular frente a los Estados que dicen ser "amigos" de la revolución. Por el contrario, los partidarios de Al Asad, ya sea entre algunos sectores de izquierda o en la extrema derecha, aseguran que todo está montado por EEUU. ¿Cómo lo ves tú, realmente la revolución siria ha sido apoyada o ha sido abandonada a su suerte por "Occidente", Arabia Saudí, Israel, etc.?


Como se deduce de lo anterior, los “amigos de Siria” son sus peores enemigos, pues por un lado alimentan la propaganda anti-intervencionista y pro genocidio, y por otro lado dan falsas esperanzas a quienes se ven solos. Desde el principio, los sirios pidieron un bloqueo aéreo al ver que la fuerza del régimen residía en su potencial aéreo tras el comienzo de las deserciones de los soldados de a pie que se negaban a matar a manifestantes pacíficos y desarmados. También pedían el establecimiento de corredores humanitarios. Nunca se ha concedido. También se pidió una intervención durante un tiempo, sí, pero pronto se desencantaron y pidieron que se armara al Ejército Sirio Libre para poder derrocar al régimen ellos mismos con armas que pudieran enfrentar sus capacidades. Tampoco se hizo: las armas que han llegado no sirven para frenar los bombardeos desde el aire, por ejemplo, y quienes disponen de mejores armas son los yihadistas, patrocinados por Estados que no quieren ayudar a la revolución, sino expandir su propia visión retrógrada del islam.

Con este panorama, nada se puede esperar de los “amigos de Siria” Recordemos que España, por ejemplo, envió a Bernardino León a intentar llegar a un acuerdo con Asad, lo que demuestra que, aunque España es un país secundario en este tema de política internacional, no había ningún deseo de que la revolución triunfara ni de que Asad cayera. EEUU no quiere tener que buscar una alternativa a su perro guardián que tan celosamente ha mantenido tranquila la frontera del Golán, Rusia quiere mantener su influencia en Siria, algo que puede descartar si el régimen cae dada su implicación directa, Israel no ha tenido problema en reconocer que la caída de Asad no le beneficiaría (aunque algunos grupos políticos no lo ven tan claro), ¿por qué ayudar a la revolución entonces? Es más cómodo mantener una sangría interna en Siria en la que ninguna de las partes gane, pero en la que ninguna se debilite hasta el punto de suponer una amenaza para los intereses de alguno de los jugadores internacionales.


Recientemente han surgido también voces críticas para las que la revolución ha cambiado de signo por la militarización de la resistencia y por el protagonismo de los grupos armados yihadistas; también dicen algunos que la rebelión civil ha desaparecido. Nuestra impresión es otra, nos parece que la militarización, siempre peligrosa, fue impuesta por las circunstancias de la militarizada y feroz represión de las necesidades de autodefensa, que la revolución civil sigue viva y que no ha sido fagocitada por el yihadismo reaccionario sino que tiende a chocar con él de forma cada vez más clara, pero son impresiones desde muy lejos. Nos gustaría conocer tu punto de vista, mucho más informado y comprometido, sobre esos tres aspectos y sus vínculos: militarización, presencia armada de grupos en el entorno de Al Qaeda o similares y situación de la oposición civil.


En primer lugar, no debemos olvidar que el núcleo de la revolución, su génesis y esencia, es la resistencia civil, que comenzó espontáneamente, pero que no tardó en buscar maneras de organizarse en los llamados comités de coordinación local para poder convocar manifestaciones en puntos más o menos seguros, llamar a huelgas generales que debilitaran al régimen económicamente, asistir a los heridos en hospitales de campaña clandestinos, pedir donaciones de sangre y un sinfín de actividades que desde aquí se nos pueden escapar. A día de hoy, en las llamadas zonas liberadas, donde la presencia del régimen es nula salvo por los bombardeos aéreos, que han llegado a ser con barriles de dinamita y misiles SCUD, esta oposición civil, espíritu original de la revolución, se organiza en consejos locales encargados de dirigir los asuntos administrativos, desde el gobierno local al establecimiento de escuelas para que los niños no pierdan el colegio. Además, se encargan de coordinar los temas de seguridad con las brigadas locales (no sin tensiones, sobre todo al inicio) adscritas al ESL.

Existen, además, otras brigadas que no se inscriben en el paraguas del ESL, como algunas brigadas kurdas que protegen las zonas donde esa comunidad es mayoritaria, y algunas islamistas que no se adscriben a los principios más tendentes al laicismo del ESL, aunque también hay brigadas kurdas e islamistas en el ESL.

Finalmente, tenemos a los yihadistas, que no diré que son un cáncer, porque son exógenos al tejido sirio, pero que sí constituyen un verdadero obstáculo a la continuación de la actividad civil (todo activista o médico es amenazado o incluso asesinado) y a la consecución de los objetivos revolucionarios, pues sus postulados intransigentes no son compatibles ni con la sociedad ni con sus aspiraciones. Más aún, su objetivo es crear su propio emirato. En una pared podía leerse: “El califato islámico o quemamos el mundo” emulando las inscripciones de los milicianos y mercenarios del régimen que versan: “Al-Asad o quemamos el país” Así, han dejado de conquistar territorio y luchar contra el régimen para dedicarse a sus propios proyectos de instauración de un gobierno medieval.

No sólo los comités y los civiles han condenado su presencia y actuaciones, sino que incluso el principal cuerpo de la oposición política en el exterior –siempre a remolque de lo que sucede dentro , la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria, ha negado que el Estado Islámico de Iraq y Siria sea parte de la revolución o esté en la línea de sus aspiraciones, y ha condenado sus prácticas.


Quienes sentimos la urgencia de la solidaridad con el pueblo sirio debemos esforzarnos en encontrar y crear vías para ejercerla, es parte de nuestras obligaciones, pero quizá tú puedas indicarnos algunos de los caminos que podríamos seguir para ello, qué asociaciones podrían canalizar la ayuda, etc.


Sin duda existen varios mecanismos, siempre que no sean los oficiales de la ONU que se canalizan a través del régimen sirio y, por tanto, no llegan a quien de veras lo necesita, además de mantenerle como parte legítima en el conflicto. En España, por ejemplo, la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio es una ONG sin vocación política que se dedica a organizar envíos de ayuda humanitaria: material médico y sanitario, ropa, mantas, alimentos infantiles y que precisa de donaciones en especie pero también económicas para sufragar los envíos. Por su parte, Corriente Roja ha mostrado su disposición a hacer llegar ayudas económicas a los comités y consejos locales para que la actividad civil no muera por falta de recursos.


Dado tu amplio conocimiento sobre el Norte de África y Oriente Medio, nos gustaría conocer tu opinión sobre un aspecto de las revoluciones que han recorrido la región que nos interesa mucho, su carácter transnacional. Algunos consideran que algunos de los levantamientos eran dignos de apoyo, como los de Egipto o Túnez, pero que otros son contrarrevolucionarios, como los de Siria o Libia. Nuestra impresión es que todos ellos, tanto da que ocurriesen en Siria o en Bahréin, han sido levantamientos movidos por sentimientos de dignidad, libertad y justicia, contra regímenes odiosos, se llevasen éstos bien o mal con los gobernantes de EEUU, de Israel o de Arabia Saudí. Sin duda, todos han tenido un fuerte arraigo en las condiciones de cada Estado, ¿pero pueden o no pueden considerarse a la vez como un acontecimiento con una importante dimensión transnacional, regional si se quiere pero con influencia en países como España, Turquía o Brasil, o incluso en EEUU (Occupy)?

Me gustaría matizar que lo contrarrevolucionario es negar las revoluciones, intervenir para pararlas, no sólo como hacen Irán, Rusia y Hezbollah en Siria, sino también como hizo Arabia Saudí en Bahréin y, aunque parezca paradójico, como hizo la OTAN en Libia. La manera de deslegitimar estos levantamientos era intervenir y convertirse en ejército de uno de ellos (obviando el tema de los contratos del petróleo), a sabiendas además de que esto supondría un claro revés para la revolución en Siria, pieza central del cambio en Oriente Medio por sus particulares alianzas. Con esto no digo que la revolución libia no fuera tal y que no fuera legítima, que no se me malinterprete, sino que el uso que se hizo de ella fue negativo.

Contrarrevolucionario también es apoyar a unos u otros grupos según los propios intereses o dar la imagen que más conviene de las revoluciones, como han hecho algunos medios. Contrarrevolucionario es dar un golpe militar contra un gobierno elegido, con mil y un fallos, pero elegido como símbolo del cambio.

Desde mi punto de vista, no se ha aprendido lo suficiente de las movilizaciones en el mundo árabe. Se ha puesto énfasis en el uso de las redes sociales, pero se han escapado los detalles, los sentimientos y las vibraciones que desde allí llegaban y llegan.

Quiero pensar que las concentraciones del 15-M en Sol se inspiraron, por ejemplo, en Tahrir (de hecho ví un cartel en su momento que decía: de Tahrir a Sol, que literalmente traducido sería “desde la liberación al sol”, y que lo mismo sucedió en otros puntos del mundo, como el famoso Occupy Wall Street, pero creo que las fuerzas contrarrevolucionarias ganaron la batalla y estos modelos de movilización popular dejaron de ser ejemplo para muchos. A día de hoy, muchos han dejado de apoyar la revolución en Siria, porque “es una guerra” y yo siempre matizo, “es una revolución que el régimen convirtió en guerra, una guerra contra el pueblo”