Trasversales
José Luis Redondo

Todavía Europa

Revista Trasversales número 31,  febrero 2013

Textos del autor
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Las próximas elecciones de mayo al Parlamento europeo obligan a repensar la situación de la Unión Europea y cómo nos afecta.

El deterioro de las condiciones de vida que estamos sufriendo tiene su origen en las decisiones de la Unión, aunque aumentadas por las actuaciones del gobierno de Rajoy.

La crisis del sistema capitalista, que necesita aumentar la tasa de ganancia, se intenta resolver reduciendo el coste de la mano de obra, deteriorando las condiciones de vida de los trabajadores, es decir, del 99% de la población. Sin embargo, las políticas a que esta crisis ha dado lugar en el mundo desarrollado han sido diferentes, así en EEUU se ha intervenido desde el Gobierno y la Reserva Federal consiguiendo reducir el paro y relanzando la economía, aunque con un aumento de la desigualdad. En la UE se ha reforzado el estancamiento económico y empeorado gravemente la situación de los países del área mediterránea, llegando a afectar a uno de los motores de Europa como es Francia.

La política neoliberal de la Unión es más radical y fundamentalista que la del mismo FMI. Han impuesto medidas de reducción acelerada del déficit de países como España, basadas en la disminución del gasto público y en la desregulación de las condiciones del trabajo. Medidas que están llevando a disminuir el coste de la fuerza del trabajo (como sin duda pretendían) pero también a la caída del consumo, que es el principal motor del sistema. Medidas que están aumentando la pobreza y la pérdida de los derechos conseguidos con el débil Estado del bienestar, deterioro de la sanidad y de la educación y de otras ayudas sociales. Más del 26% de parados, incluida la mitad de los jóvenes, 37% de los desemplea­dos sin prestaciones, disminución de los salarios reales, 27% de la población en riego de pobreza, al tiempo que aumenta la desigualdad a mayor ritmo que entre los países de la Unión. En realidad sólo se está disminuyendo el déficit a costa de aumentar la deuda pública, es decir, las obligaciones de las generaciones futuras.

La existencia del euro, que se celebró como un éxito, ha empeorado las cosas. Es conocido que el Banco Central Europeo no es un banco que emita bonos y que permita la existencia de una deuda, como la que es posible para una economía del tamaño de la UE, con una producción mayor que la de EEUU, el 20% del comercio mundial, aunque 2/3 entre países de la Unión. Se ha ido avanzando a remolque de los acontecimientos y retrasando las soluciones, como la constitución de un Fondo monetario o de la unión bancaria. Se ha combinado el interés de los grandes bancos con el de países como Alemania convertida en su defensora. Los primeros han prestado fondos durante la expansión y ahora pretenden cobrar las deudas caiga quien caiga. Además Alemania se ha beneficiado del diferencial de la prima de riesgo consiguiendo préstamos en el mercado a intereses negativos. El papel hegemónico que ha conseguido Alemania, en el Consejo Europeo y en la Comisión, se ha traducido en medidas austericidas, dictadas por el interés y por la ideología de los políticos alemanes y de la Sra. Merkel, temerosos de la inflación (recuerdos de la crisis de los 30) y herederos de la tradición protestante y de los hábitos de la Alemania del Este.

Esta política económica ha conducido al estancamiento de la economía de la Unión y a la depresión de los países del arco mediterráneo. Una política inmune a los hechos, que sólo será corregida cuando afecte a las ex­portaciones alemanas y a los países del norte y del centro. Hay que ver si el reciente gobierno de concentración alemán va a cambiarla o más bien a moderarla.

La articulación de esta ofensiva de clase se hace en los Consejos, las reuniones de jefes de Estado y de ministros del ramo. La Comisión, de ideología neoliberal, se ha convertido en marioneta de un programa interestatal, en beneficio de los intereses de los grupos económicos y de los países más poderosos.

Cada uno de los Estados víctimas, como España, ha luchado contra su déficit disminuyendo el gasto público en los sectores que afectan a la mayoría de la población, ha suprimido trabas legales para que los empresarios puedan despedir fácilmente, reducir el poder sindical y así poder disminuir los salarios. El dinero que viene del Banco Central y de la UE ha servido para sanear a la banca, en España sobre todo a las cajas de ahorro, sin que aumente el crédito y descargando la deuda en toda la población. Máxima muestra es el caso de Caja Madrid y su conversión en Bankia. De paso, en nuestro país se están demoliendo las conquistas anteriores, seguridad social para todos, becas de estudio, jubilación, apoyo a dependientes... Unido a leyes como las que vienen sobre el aborto o la seguridad, estamos retrocediendo hasta los tiempos del franquismo. La Constitución se está reformando de hecho, limitando los aspectos progresistas y con una democracia cada vez más limitada.

Las luchas sociales de resistencia en los lugares de trabajo se hacen muy difíciles, pero aún así se han registrado, como la de sanidad y las protestas en las calles. Igual­mente ha habido grandes protestas y huelgas generales en Portugal y Grecia. Es evidente que estas luchas no han conseguido parar la ofensiva conservadora, aunque haya aumentado la conciencia política de los ciudadanos. Movimientos como el 15M o las mareas han situado el instrumento de cambio en la multitud, no en organizaciones políticas o sindicales, han abierto un proceso constituyente desde abajo que carece de cauce para concretarse. Igual­mente se han desarrollado experiencias de apoyo mutuo, de autonomía, de gestión de lo común, que todavía permanecen aisladas. Todo esto sitúa en primer plano la necesidad de instrumentos políticos para pasar de las reivindicaciones al poder y además nos indica dónde apuntar, dónde está el foco.

El instrumento desde donde se articula esta ofensiva no son los gobiernos de los Estados sino los órganos de la Unión. Hay que apuntar al Consejo y a la Comisión, hay que desarrollar luchas sectoriales y globales a escala europea. Iniciativas coordinadas, como buscar quitas de las deudas o legislación europea que ampare a los ciudadanos por encima de la de sus Estados, hay que impulsar medidas que globalicen las demandas. Hay países como Grecia que o sale del euro o necesita una quita enorme de su deuda, no están claras las consecuencias de su salida, pero en cualquier caso exige la solidaridad de los miembros de la Unión, que también es imprescindible para todos los países con problemas.

Hay quién piensa que puesto que la UE está siendo destructiva debe de ser abandonada, pero las consecuencias serían el agravamiento de la situación de estos países sin que haya soluciones desde cada uno de los Estados. La batalla por cambiar la correlación de fuerzas, de construir otra hegemonía de las gentes y de otros Estados está sobre todo en la escala europea. La UE es una economía lo bastante autónoma como para actuar como sujeto mundial y tener soluciones propias, como ya ha hecho EEUU.

Los esfuerzos para parar la ofensiva y luego cambiarla en sentido contrario deben darse en todos los niveles. Desde los centros de trabajo o de vida hay que desarrollar autonomía, hay que reunir los experimentos pero también hay que regular el poder desde abajo, de forma radicalmente democrática, en municipios, comunidades autónomas, Estado central y la UE. Hay que introducir reformas progresivas que democraticen el poder.

Es en este marco donde las elecciones al Parlamento europeo son un paso más. No votar es lo que nos pide el cuerpo, pero sólo puede servir para reforzar el peso ultraderechista y xenófobo que ya está creciendo en Europa. Los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, se merecen un gran correctivo, puede ser que les sirva para corregir algo su rumbo, pero las gentes de izquierda deberíamos apoyar a fuerzas que pretendan realizar un giro en la UE, otra política de más Europa con impulso económico, solidaridad entre países, grandes iniciativas de I+D, mayor apoyo a los inmigrantes y mayor democracia. Aunque el Parlamento europeo no ha contado mucho, ha sido donde se han dado las únicas reacciones a la política actual en el marco de la Unión, la entrada en 2014 del poder de codecisión puede permitirle parar leyes nefastas y tener una mayor influencia. Ningún esfuerzo es desdeñable para cambiar, iniciativas de lucha y construcción desde abajo junto a iniciativas electorales sobre las distintas instancias del poder.

Enero 2014



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