La
votación de la Ley Orgánica de Abdicación ha puesto de
manifiesto, una vez más, uno de los males endémicos
del sistema político y de los partidos políticos: la
falta de libertad de voto de los diputados.
Las amenazas y advertencias de la dirección del PSOE a
Odón Elorza y a Guillem García Gasulla (desde aquí un
reconocimiento a sus convicciones democráticas) para
que no voten de acuerdo a sus convicciones es
expresión de un sistema que limita no sólo la libertad
de los diputados sino incluso la relación misma con la
sociedad.
Ya se ha vivido esto en diversas ocasiones. ¿Dónde
está la oposición a las medidas de recortes de mayo de
2010?, ¿dónde está la oposición a la reforma express
del artículo 135 de la Constitución? Sólo Antonio
Gutiérrez se opuso y los diputados de IS se
ausentaron.
¿Cómo es posible que la PAH no lograse la firma de
ningún diputado del PSOE para impulsar su recurso al
Constitucional?
Y que se pidiese a las mujeres del PP que no apoyasen
la Ley de Gallardón suena a cinismo si no fuese
patético.
El sistema de sometimiento del diputado y la
aceptación del mismo de esta sumisión, hace perder
credibilidad al conjunto del Partido, a la clase
política y a la misma tarea parlamentaria. Al final,
con que negocien las direcciones de los partidos y los
grupos el resto sobra, el resto brazos de madera.
Pero esto no es así ni en otros parlamentos, ni en la
historia parlamentaria de la socialdemocracia. Desde
el lejano y mítico diciembre de 1914 donde Karl
Liebknecht votó en contra de los créditos de guerra en
oposición al SPD, a los 41 diputados socialistas
franceses que votaron en contra de las medidas de
austeridad planteadas por Manuel Valls salvando
la dignidad del socialismo francés.
En todos los países de nuestro entorno asistimos a una
libertad de los diputados, recordemos incluso las
dificultades de Cameron con los diputados
conservadores, para no hablar del laborismo inglés y
las veces que Tony Benn se opuso a las medidas contra
los trabajadores; en Alemania, en Italia… esto es
parte de la práctica parlamentaria común, para no
hablar de Estados Unidos donde las negociaciones en la
Cámara de Representantes y el Senado son continuas
tanto en los republicanos como en los demócratas.
Un oscuro islote se produce en nuestro Parlamento,
donde asistimos a un sistema cuestionado, entre
otras razones por una concepción partidaria de
monolitismo, miedos, ordeno y mando. Donde el
parlamentarismo es sustituido por la partidocracia. Y
luego se quejan de la desafección política.