Trasversales
Camille Boudjak

Después de los atentados terroristas de París

Revista Trasversales número 34 febrero 2015

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Publicado en Communisme-ouvrier, Bulletin de l’nitiative communiste-ouvrière, N° 51, Février 2015




El atentado contra la sede de Charlie Hebdo causó doce muertos el 7 de enero: los dibujantes Cabu, Charb, Honoré, Tignous y Wolinsky, los periodistas Elsa Cayat y Bernard Maris, Michel Renaud -invitado de la redacción-, el obrero de mantenimiento Frédéric Boisseau, los policías Franck Brinsolaro y Ahmed Merabet y el corrector Mustapha Ourrad. Después, el 8 de enero, es asesinada la policia municipal Clarissa Jean-Philippe, a lo que siguió el asesinato de los clientes del supermercado casher de la Porte de Vincennes en París, Philippe Braham, Yohan Cohen, Yoav Hattab y François-Michel Saada, matados por ser judíos. Al horror de una matanza motivada por el oscurantismo religioso y el racismo, se añade una emoción tanto más fuerte entre las personas progresistas porque Charb, Cabu, Honoré, Tignous y Wolinsky se comprometieron repetidas veces con los trabajadores en lucha y con los sin papeles. Muchos de sus dibujos ilustraron y continuarán ilustrando carteles, octavillas, boletines y artículos relacionados con los combates sindicales, antimilitaristas, antirracistas o feministas.

Pero más allá de las opiniones políticas, repetimos una vez más nuestro apego a la libertad de expresión, que incluye el derecho a la blasfemia y el derecho a burlarse de los "valores sagrados" de las religiones y de la patria, de los libros sagrados y de los himnos nacionales, de los profetas, los generales, los papas, los jefes de Estado, etc.

Cientos de miles, millones de personas, en Francia y en el extranjero, se alzaron y manifestaron en respuesta a las matanzas, indignadas por los homicidios, por el oscurantismo y el antisemitismo. Hay que resaltar que las primeras manifestaciones, desde el 7 de enero, fueron convocadas por organizaciones de defensa de los derechos humanos, por asociaciones antirracistas y por sindicatos, a menudo a la iniciativa de secciones sindicales de la prensa o por sus estructuras interprofesionales. Cualesquiera que hayan sido las manipulaciones politiqueras que han venido después, conviene recordar que los periodistas y los dibujantes asesinados luchaban a su manera contra el orden social actual o por lo menos contra algunos de sus aspectos, como el clericalismo, el militarismo, los ataques patronales o la extrema derecha. De forma clara, el atentado del 7 de enero fue un atentado cometido por oscurantistas religiosos, en nombre de una ideología de extrema derecha, contra un periódico de izquierda. En cuanto a la matanza del 9 de enero, fue claramente un crimen antisemita.

Si la misma tarde condenamos el atentado, si nuestros camaradas de Irán y Kurdistán, que luchan desde hace décadas contra el oscurantismo religioso, han testimonado su apoyo, también hemos denunciado inmediatamente los llamamientos a la "unidad nacional" del Gobierno y de los políticos de izquierda y derecha. Un solo ejemplo muestra cuán ilusoria es "la unidad nacional", qué ingenuo y suicida sería pensar que en un momento u otro ya no habría más oposición de clases entre explotados y explotadores: el almacen Aldi situado en Dammartin-en-Goële. Los asalariados que allí trabajan fueron evacuados por el Grupo de Intervención de la Gendarmería Na­cional el 9 de enero de 2015. Pues bien, si no hubiera sido por una intervención sindical con impacto mediático, la dirección de Aldi habría forzado a estos trabajadores a recuperar las horas de ausencia causadas por la evacuación. Cualquiera que sea el pretexto, la "unidad nacional" consiste siempre en que los obreros curren cerrando la boca... a mayor beneficio patronal. Y desde las altas instancias del Estado se ha promovido algo peor que una unidad nacional, han promovido una unidad hipócrita de todo lo que este mundo capitalista produce, como asesinos, militaristas, dictadores y reaccionarios. En la "marcha republicana" de París veíamos no sólo a Hollande, Valls y a un Sarkozy que brincaba para salir en las fotos, sino también a Netanyahu, uno de los responsables de los criminales bombardeos de este verano sobre la Franja de Gaza. Por la "libertad de prensa" encontrábamos al jefe de la diplomacia rusa Sergueï Lavrov, representando al régimen que hizo asesinar a la periodista Anna Politkovskaïa. Y los representantes de Estados como Egipto, Rusia, Turquía, Argelia y los Emiratos Árabes Unidos desfilaron por la "libertad de expresión" cuando ocupan respectivamente los puestos 159, 148, 154, 121 y 118 sobre 180 en la clasificación mun­dial de la libertad de prensa. Viktor Orban, el jefe de Estado húngaro, también estaba entre los invitados mientras que su régimen restringe la libertad de expresión y lanza a las milicias fascistas del Jobbik [Movimiento por una Hungría mejor] contra los gitanos. El dictador gabonés Ali Bongo también estaba allí. Y quizá Petro Porochenko, presidente ucraniano, haya aprovechado para parlotear con el representante del Estado ruso y comentar, como otros comentan un partido de fútbol, las matanzas cometidas en nombre de sus Estados respectivos por las bandas nacionalistas en el Este de Ucrania. Sin miramientos, encontrábamos también, "contra el terrorismo", al primer ministro turco Ahmet Davutoglu, representante de un Estado cómplice en Kurdistán con Daesh ["Estado islámico"]. Había incluso un re­presentante de la diplomacia saudí, el Es­tado más oscurantista del mundo donde el bloguero Raïf Badaoui ha sido condenado a 1000 latigazos en público por sus críticas al régimen reaccionario de los Saud. Sólo faltaban Al-Assad, Kim Jong-Un y Jamenei para que todos los regímenes más represivos y liberticidas del planeta estuvieran invitados por el Estado francés a una "marcha de la libertad de expresión".

Y, como los reaccionarios se alimentan mutuamente, a los crímenes de los simpatizantes de Daesh y Al-Qaeda responden las incitaciones al crimen de la extrema derecha ra­­cista y nacionalista europea. El 12 de ene­ro de 2015 la prensa informaba de una cincuentena de actos racistas, ataques contra mezquitas, kebabs o personas "consideradas como musulmanas", incluido ataques con explosivos, y debemos a la suerte que cuando escribo estas líneas aún no tengamos que lamentar en Francia muertos o heridos graves causados por estas agresiones, agravando el balance de lo ocurrido los días 7, 8 y 9 de enero. Los asesinatos co­me­tidos por el NSU en Alemania o las ma­tanzas de Breivik en Noruega nos recuerdan que en materia de crímenes, de asesinatos y de terrorismo la extrema derecha racista y nacionalista europea no es mejor que la extrema derecha islamista.

Racistas e islamistas tienen el mismo programa, ante todo el de dividir la humanidad bajo las falsas identidades "nacionales" o "religiosas". Ya se trate de simpatizantes de Daesh o de neonazis, de identitarios o de talibanes, de partidarios de la República Is­lámica de Irán o de los de Marine Le Pen, los partidarios de la "Liga de Defensa Ju­día", los nostálgicos de Pétain o los admiradores de Hamás, nada es más detestable para los reaccionarios que las "parejas mixtas", a nada odian más que a la unidad de las trabajadoras y los trabajadores, de los seres humanos en general, más allá de las falsas barreras racistas, nacionalistas o religiosas.

Esto mismo es lo que está escrito, con pelos y señales, tanto en las libretas de formación de los identitarios como en los textos teóricos de los yihadistas. Justo después del atentado, Sarkozy declaró que en materia de terrorismo la inmigración "complica las cosas", aunque empezó por declarar que no quería hacer una "amalgama", de la misma manera que antes de decir una ignominia los xenófobos a menudo comienzan diciendo "no soy racista, pero...".

Señalemos al respecto que una web neonazi, tras haber catalogado detalladamente los orígenes y opiniones de las víctimas del atentado (parientes "extranjeros", personas de piel negra, orígenes judíos, "izquierdistas"...) según los criterios de control racista, sólo concedió el título de "buen francés" a una de las 17 víctimas.

Recordemos también que sin el coraje de Lassana Bathily, asalariado del almacén y con nacionalidad malí en el momento de los hechos (después obtuvo la nacionalidad francesa) y antiguo "sin papeles", el balance de la toma de rehenes en el supermercado casher podría haber sido mucho peor. Lassana Bathily había estado a punto de ser expulsado al alcanzar la mayoría de edad y sólo logró quedarse en Francia gracias a la movilización de la Réseau Education Sans Frontières.

Frente a los reaccionarios, frente a los racistas, frente a los oscurantistas, frente a las políticas de caza a las personas sin papeles, frente a los que proponen el choque de civilizaciones y frente a los que in­tentan hacernos creer que el Bósforo o el Mediterráneo dividirían el mundo, es necesario más que nunca reafirmar contra la barbarie de este mundo, el mundo capitalista de hoy, nuestros principios, los de la universalidad de los derechos humanos, de la emancipación humana, del socialismo.

Más que nunca, debemos luchar contra el racismo y el oscurantismo religioso. Debe­mos también recordar que las primeras y principales víctimas del integrismo islamista son precisamente las poblaciones de África, de Oriente Medio o del subcontinente indio. En Nigeria, por ejemplo, posiblemente sean unas 2000 personas las masacradas por las bandas armadas reaccio­narias de Boko Haram a principios de enero de 2015. En Siria y en Iraq, en la zona controlada por EI, las minorías religiosas, las mujeres, la personas progresistas y el conjunto de la población sufre una atrocidad genocida. En diciembre, un ataque de los talibanes contra una escuela en Paquistán causó una centena de muertos, de los cuales 80 eran niños. Podríamos mul­tiplicar los ejemplos, en Argelia, en Afganistán, en Irán, en Sudán, en Somalia o en otros lugares. Y recordar, por fin, que los grupos, partidos y regímenes oscurantistas no cayeron del cielo. Fue con el sostén de la burguesía iraní, pero también de

la BBC y de muchos gobiernos occidentales, como Jomeini pudo tomar el poder en Irán para liquidar las aspiraciones a la libertad y a la igualdad de pueblo rebelado contra la dictadura del Sha. Los talibanes, y luego Al-Qaeda, han sido durante mucho tiempo financiados, armados y entrenados por la CIA y por los servicios secretos paquista­níes que necesitaban una banda armada durante la guerra contra la URSS en Afganistán. La guerra, la ocupación y la política de "federalización" en tres zonas (chiíta, sunnita y kurda) de Iraq favoreció la implantación de bandas armadas sectarias. Daesh ha gozado del sostén financiero de multimillonarios saudíes, de los Emiratos Árabes Unidos o de Qatar, así como de la complicidad del régimen de Erdogan.

Para sus intereses económicos, geopolíticos y estratégicos, los diferentes Estados se enfrentan en guerras sangrientas a través del mundo, bombardeando ciudades y pueblos de un modo no menos mortífero y bárbaro que los atentados terroristas, o favoreciendo a tal o cual banda armada.

Para terminar con grupos terroristas como Daesh o Al-Qaeda no podemos contar con intervenciones militares, muy por el contrario, sino con la población de los países de África, del subcontinente indio y de Oriente Medio, que, como nosotras y noso­tros en Europa, aspiran al bienestar, a la libertad y a la igualdad. En todos los rincones de esos países, las trabajadoras y los trabajadores luchan por sus salarios, por sus condiciones de trabajo y sus libertades sindicales. Las mujeres se rebelan contra la misoginia de los integristas y las viejas tradiciones patriarcales, y están, como en Ko­ba­ne o Nigeria, en primera línea y armas en mano contra los fanáticos religiosos. En Arabia Saudita luchan por su derecho a con­ducir, en Irán rechazan el velo de la opresión. Por todas partes, incluso en los regímenes más oscurantistas, como Arabia Saudita o Irán, jóvenes y menos jóvenes, mujeres y hombres, se levantan para reivindicar su derecho al bienestar, a la libertad y a la igualdad.

Poco después de los atentados del 11 de septiembre, Mansoor Hekmat decía "Poner fin al terrorismo es nuestra tarea. Es nuestra tarea, porque luchamos por la igualdad, los derechos y la dignidad de la gente. El terrorismo de Estado bajará la guardía ante los Estados terroristas. El terrorismo no estatal será erradicado poniendo fin a las experiencias de discriminación, de explotación y de privación que llevan a la gente a la desesperación y la convierten en presa de organizaciones reaccionarias e inhumanas. Puede ser erradicado denunciando la religión, el etnicismo, el racismo y todas las ideologías reaccionarias, que no tienen ningún respeto a la gente. Nuestra respuesta es luchar por una sociedad libre, abierta e igualitaria, en la cual se valore a la gente, su vida, su dignidad y su bienestar".

Desarrollar este combate es también desa­rrollar las luchas necesarias a partir de hoy en Europa frente a los ataques antiobreros del MEDEF [la "CEOE" francesa] y del Gobierno, y es también rechazar las restricciones de nuestros derechos y libertades en nombre de la lucha contra el terrorismo.