Trasversales
Sandro Mezzadra y Toni Negri

Para una política de las luchas: Syriza, Podemos y nosotr@s

Traducido a partir de la versión en italiano


Revista Trasversales número 34 febrero 2015

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2014 se ha cerrado con el fracaso de la elección presidencial y con la convocatoria de eleccio­nes legislativas anticipadas en Grecia. Se trata de un momento político decisivo de crucial importancia, que marcará un año que, en Europa, concluirá con las elecciones generales en España, precedidas en mayo por las elecciones municipales y autonómicas. Es evidente que las elecciones griegas no serán simplemente elecciones "nacionales": las graves ingerencias del Gobierno alemán y de la Comisión Europea, que se intensificarán en las próximas semanas, demuestran claramente que lo que realmente está en juego es el equilibrio general de las instituciones europeas, un equilibrio que ha sido redefinido en los últimos años a través de la gestión de la crisis.

La reacción de la Bolsa de Atenas, que cayó más de un 12% ante la convocatoria de eleccio­nes presidenciales anticipadas hecha por Samaras el 9 de diciembre, permitió comprender perfectamente el papel que otro sujeto fundamental, el capital financiero, iba a jugar, por supuesto.

En estas condiciones, es evidente que la partida que Syriza se dispone a jugar es complicada. Las posturas que, desde el seno de la izquierda europea y en nombre de un supuesto realismo político, proponen escenarios lineales de superación del neoliberalismo y de la austeridad por medio de un retorno a la soberanía nacional nos parecen francamente ingenuas.

Por el contrario, pensamos que lo que está en juego en los próximos hitos electorales en Grecia y en España, sobre todo todo si se les toma en consideración mancomunadamente, es la posibilidad fundamental de una apertura de nuevos espacios políticos en Europa. Y que, por tanto, es necesario apoyar hoy plenamente y sin reservas la apuesta hecha por Syriza, intentando entender cómo su posible afirmación electoral puede evitar transformarse inmediatamente, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la "izquierda", en un anquilosamiento o en un bloqueo, y cómo este triunfo podría, por el contrario, dar lugar a un movimiento expansivo y, tendencialmente, de naturaleza constituyente.

Siempre hemos pensado y practicado la política más allá de los momentos electorales, interesándonos principalmente por los movimientos y las luchas de todos los sujetos que se baten contra la dominación y la explotación. Seguimos haciéndolo. Pero esto no nos impide comprender la relevancia que determinados procesos electorales pueden tener desde la perspectiva de la lucha de clases.

Esto es lo que ocurrió en muchos países de América Latina durante la última década, y esto es precisamente lo que puede suceder también en Grecia y España, y por lo tanto en Europa, en 2015. La oportunidad que se presenta hoy es la ruptura del "bipolarismo" entre el Partido Popular y el Partido Socialista Europeo, la ruptura de la dominación del pensamiento único o, mejor dicho, de ese "extremismo de centro" que representa desde hace años el marco político para la gestión de la crisis en Europa.

En este marco, han emergido algunos escenarios de estabilización neoconservadores, que profundizaron el neoliberalismo y que eran radicalmente hostiles a la posibilidad de nuevos espacios de libertad e igualdad. El ataque simultáneo contra las condiciones de vida, cooperación y trabajo, ha sido particularmente violento, sobre todo en los países del sur de Europa. Y el "extremismo de centro" ha terminado pariendo un gemelo suyo mucho menos presentable en sociedad: una plétora de derechas "nacionales", a menudo abiertamente fascistas, que ya introducen en el tejido social elementos de disciplinamiento violento y de una nueva jerarquización.

Estos procesos y tendencias están fuertemente arraigados en las sociedades europeas. Para bloquerlos no bastará con celebrar unas elecciones. Sin embargo, la secuencia de las elecciones en Grecia y España puede abrir una brecha en su continuidad y determinar esa brusca bifurcación que necesitamos para que las luchas de los últimos años contra la austeridad salgan finalmente de una dimensión puramente "resistencialista" y sean capaces de producir un verdadero programa constituyente en el que puedan articularse las tensiones que apuntan hacia la reapropiación de la riqueza y la construcción de nuevas formas de organización, tal como se expresan en las luchas.

En realidad, ese no es el objetivo de fuerzas políticas como Syriza y Podemos, y sería un error medir su acción desde esa perspectiva. Syriza y Podemos, que siguen siendo fuerzas absolutamente diferentes tanto por su cultura política como por su historia o por la relación que tienen con los movimientos, hablan explícitamente de la necesidad de reconstruir una hipótesis "socialdemócrata". En otras palabras: su objetivo es definir un proyecto reformista capaz de hacer frente a la crisis, hoy definitiva, de la socialdemocracia histórica, y de examinar minuciosamente las profundas transformaciones que atraviesen al capital y al trabajo.

Una experiencia similar está en marcha en Alemania, con la entrada de Die Linke junto al SPD y los Verdes en el gobierno del estado de Turingia. Eso no nos escandaliza: la ruptura del "extremismo de centro" plantea inevitablemente el problema de la construcción de una nueva red de mediaciones y también el de la apertura de nuevos espacios en los que vivir y cooperar sea simplemente menos duro, menos doloroso, menos penoso.

A menudo hemos hecho hincapié en las dificultades estructurales que tal proyecto encontrará ante las lógicas financieras y "extractivas" del capitalismo contemporáneo. Pero el que eso se haya hecho explícito, en la estela de las grandes luchas que han impulsado ese proyecto en Grecia y en España, nos parece que tiene gran importancia en sí mismo. Este hecho puede en efecto determinar las condiciones para la emergencia de nuevos movimientos y contribuir a calificar las luchas en términos más avanzados, es decir, a plantear de forma explícita la cuestión de una "política de las luchas ". Es posible y en torno a esto se está hoy jugando la batalla más importante.

En las últimas semanas, en el debate europeo, se ha dicho muchas veces que se trata de superar el miedo y "empezar a ganar". Nosotros también estamos convencidos de ello, a condición de que "ganar" no se reduzca a la afirmación electoral de una fuerza de la "izquierda", en el caso de Syriza, o a una fuerza "populista" en el sentido de Ernest Laclau en el caso de Podemos. Ya hemos resaltado la importancia que damos a los resultados de las próximas elecciones en Grecia y España. Y Syriza y Podemos representan una novedad significativa en la medida que han sido capaces de abrir (repitámoslo, bajo la presión de grandes luchas) espacios políticos sin precedentes, irreductibles a las antiguas y trilladas nomenclaturas.

Ahora bien, ese mismo renovado realismo político nos impide creer que un resultado electoral pueda configurar en sí mismo una "victoria". No vamos a repetir aquí todos los análisis que han surgido en los últimos años sobre la crisis de la representación política, los procesos de financiarización, las transformaciones del Estado dentro de la globalización, pero sí diremos que los límites actuales a la acción gubernamental son evidentes, más aún en el seno de la UE. Y los dirigentes de Syriza y Podemos más previsores son perfectamente conscientes de ello.

Estas limitaciones no pueden ser superadas por un partido, sea el que sea, y menos aún con la mera afirmación de la "soberanía nacional". La tendencia hacia el anquilosamiento y el hermetismo que algunos de­nun­cian respecto a Syriza o a Podemos, po­dría ser incluso comprensible si se tiene en cuenta las urgencias y necesidades de las citas electorales. Pero si se consolidase se­ría absolutamente catastrófico. Lo que necesitamos es más bien una actitud "experimental", de apertura a la construcción y consolidación de una nueva trama de contrapoderes, de nuevas instituciones, de experiencias maduras de autoorganización social. Al mismo tiempo, es necesario que todos y todas adquiramos conciencia de que la confrontación se va a jugar a partir de ahora en el ámbito europeo: incluso una acción gubernamental "anti-austeridad" llevada a cabo a escala nacional necesitará darse como objetivo la ruptura de los equilibrios consolidados de la gestión de la crisis por parte de las instituciones europeas, así como abrir nuevos espacios políticos que permitan el surgimiento de movimientos sociales radicales a escala europea, por ejemplo a partir de una negociación intransigente sobre la deuda.

La acción de fuerzas políticas como Syriza y Podemos podrá ser evaluada en los próximos meses precisamente a partir de esa doble capacidad de apertura, hacia los movimientos sociales capaces de producir formas propias de institucionalidad y hacia la dimensión europea.

Sólo actuando también en esta doble dimensión podrán los propios movimientos hacer una contribución esencial a la definición de un programa y a la apertura de un proceso constituyente.

Estos temas también se plantean en Italia de forma urgente, sobre todo a raíz de la experiencia y del desarrollo de la "huelga social": habrá que volver sobre ello muy pronto. Un programa constituyente puede ser la oportunidad para establecer un nuevo terreno político y el medio para superar los llamamientos a la indignación o las expresiones de rabia que, siendo perfectamente comprensibles, corren el riesgo de ser sobre todo el reflejo de una simple impotencia política.

2015 será para Europa un buen año si podemos crear nuevas condiciones, más avanzadas, para afrontar en una perspectiva constituyente problemas ya muy viejos, como la relación entre partidos, sindicatos y movimientos, el internacionalismo o la relación entre reforma y revolución. Todos estos problemas se representan hoy bajo una forma radicalmente nueva. Una política de las luchas sabe reconocer los problemas sin resolver y si los retoma es para renovar toda su trama. ¿No es esto exactamente lo que está pasando en Europa en la actualidad?

enero 2015


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