Trasversales
Ana Vega

Salud sexual: no sólo cuestión de prevención, también de respeto por la salud propia y ajena


Revista Trasversales  número 35 julio 2015 (web)

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Dos millones de mujeres están infectadas por el virus del papiloma humano. 2000 casos nuevos al año. El virus del papiloma humano es la causa del cáncer de cuello de útero y está presente en el 80% de los tumores de ano y de vagina, en el 40% de los de vulva y pene, y en el 23% de los de faringe.

La información exige responsabilidad y la información sin responsabilidad de poco o nada sirve. Posiblemente nunca hemos tenido tanta información y hemos mostrado una ineptitud mayor al utilizarla, o más bien no hacerlo, al obviar aquellas claves que podrían mejorar o incluso salvar nuestras vidas. Hablo, por ejemplo, de las enfermedades de transmisión sexual. Cuántas personas conocemos que realmente tomen conciencia y actúen en consecuencia sobre su vida sexual. Cuántas que realicen de forma periódica pruebas de valoración de dicha salud mostrando así respeto hacia sí mismos y hacia quien tienen enfrente. Cuántas personas conocen el significado del VPH o Virus del Papiloma Humano, cuántas personas se protegen frente a este contagio, cuántas prefieren mirar hacia otro lado pues si no sé lo que ocurre el hecho mismo deja de existir o surgir siquiera y cuántas de todas esas personas caminan tranquilamente y viven su sexualidad practicando un contagio múltiple originado en la cobardía misma o absoluta falta de respeto. No estamos hablando de adolescentes, hablamos de personas adultas que eligen contagiar pues deciden sentenciar a otras personas. Disculpa, ninguna. Existen medios, existen unidades especializadas en cada región, en muchas ciudades, recursos, pero no excusas. Querer o amarse implica desear la salud de quien comparte la cercanía del cuerpo, poco o ningún respeto existe en quien decide maltratar esa entrega y provocar el daño, pues sí, es provocado por omisión, daño de todos modos.

Ahora bien, por qué a lo largo de la historia la mujer ha de ser no sólo objeto sino también recipiente o cuerpo de metal sobre el cual aplicar todo procedimiento quirúrgico, por qué el cuerpo de la mujer ha de ser atravesado de un modo invasivo y dañado y herido por sufrir la irresponsabilidad ajena. Bien parecería ser que el sistema capitalista o patriarcal – el orden de los sumandos no altera el producto- prepara y afila la maquinaria para proteger el cuerpo-objeto y las molestias que se derivan de su uso, no se plantea en modo alguno provocar al hombre, obligarle a adoptar las medidas oportunas que eviten el daño posterior en el cuerpo de la mujer que abre sus piernas al mundo. La mujer sigue mostrando su bondad y esa ingenuidad de intentar salvarse, de respeto hacia la naturaleza que le obliga a sincerarse con ella misma y asumir el dolor. Curioso que no exista una prueba estandarizada –aunque los mismos profesionales no parecen aclararse sobre este tema- sobre un mismo problema que afecta a dos partes, hombre y mujer pero que, curiosamente, sólo la mujer conoce. La mujer es diagnosticada, se le dice que posee el gen del VPH, la tipología -16 y 18 pésima suerte-, y las pruebas a las que será sometida tras el diagnóstico, los controles, revisiones y posible conización, se convierte todo ello en algo común, lenguaje común de la mujer hoy en día. Aumentando los casos, el contagio, el drama… Este tema no existe sin embargo en el hombre, existe el papiloma que surge en el pie tras la piscina o incluso en el servicio militar de entonces, nunca nada interior, todo externo, por exceso de actividad, movimiento, ocio… Fíjense en las diferencias. Qué nos encontramos al preguntar directamente a nuestras parejas: yo estoy sano, a mí no me ocurre nada… Preguntamos de nuevo sobre la certidumbre de dichas afirmaciones: lo sé y punto. Y las preguntas se vuelven hacia nosotras, nosotras decimos la verdad, no hay miedo, hay respeto y ante esta verdad surge el abandono o la siempre útil acusación y disyuntiva de la mujer pecadora o la santa. Como pecadoras, pues existimos pues amamos, he aquí el castigo a nuestros cuerpos que también existen y dan fe de ello con la patología que el patriarcado y el capital –también farmacéutico- nos impone y marca a sangre. Siempre la culpa de este lado, no desde el otro, curiosamente de donde surge el contagio. Atrévanse, corten esta cadena y este contagio de la vergüenza, sean hombres o mujeres. Ya basta.



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