Trasversales
Lois Valsa

Cuando se unen la moral y la experiencia de vida
Homenaje al 15m en su cuarto año de aprendizaje

Revista Trasversales número 35, julio 2015

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Era extraño, no servían de nada la cultura ni los libros leídos, ni las películas vistas, ni la filosofía, ni los casos parecidos, ni aquella vez que-estuvo-a-punto de suceder algo parecido, ni siquiera le servía su antigua experiencia del desamor, no servía de nada ningún tipo de información acumulada fuera de la naturaleza que fuera, tenía la sensación de que estaba obligado a comenzar aquel aprendizaje de una manera penosa, desde cero

Andrés Barba, En presencia de un payaso, Barcelona, Anagrama, 2014, 178 páginas

Personaje Marcos Trelles, página 38 de la novela


Andrés Barba (Madrid, 1975), autor de esta importante y muy recomendable novela, ya había sido elegido por la revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español, y su obra traducida a doce idiomas por prestigiosas editoriales internacionales. Se había dado a conocer en 2001 con La hermana de Katia (finalista del Premio Herralde de Novela y llevada a la gran pantalla por Mijke de Jong). Otra obra suya, La recta intención, un excelente libro de nouvelles, reafirmó una trayectoria que continuó con otras cuatro novelas, una de ellas, Versiones de Teresa, Premio Torrente Ballester; y, luego, con Ha dejado de llover, otra novela de nouvelles. Además, junto a Javier Montes, recibió el Premio Anagrama de Ensayo por La ceremonia del porno. También obtuvo, con Muerte de un caballo, el Premio Juan March. Finalmente, en colaboración con el pintor Pablo Angulo, escribió Libro de las caídas y Lista de desaparecidos. Ahora, con esta última novela que reseño, confirma esa brillante trayectoria que abarca diferentes géneros literarios. Según nuestro gran escritor, Rafael Chirbes, “Barba se ha vuelto un escritor imprescindible” (Letra Internacional). Otros renombrados escritores como Vargas Llosa han elogiado su maestría literaria a edad tan temprana. ¡Un escritor, pues, muy a tener en cuenta a la hora de decidir nuestras preferencias literarias!

Esta novela, que se sitúa en 2006, dos años antes del estallido de la crisis económica, abarca a dos generaciones, padres e hijos de dos familias, los Trelles y los Cotta, y tiene como protagonista principal a Mar­cos, un físico de 43 años a quien una prestigiosa revista científica (Review of Modern Physics) va a publicar, por vez primera, un artículo sobre la curvatura de na­no­partículas por refracción lumínica. Dicha revista le pide que, para poner justo antes de su texto teórico, además de sus datos bancarios para cobrar sus honorarios, les mande un autorretrato informal (An informal selfportrait), una especie de retrato "literario" en prosa, en verso y hasta en forma dialogada sobre la vida del científico. Le adjuntan dos ejemplos autobiográficos para componerlo en quince días. La composición de este corto texto va a ser ensayada de diferentes maneras, a cual más simpática y creativa, a lo largo de la novela; e incluso, en un primer momento, le provoca contradicciones morales al no haber puesto el nombre de Marta, la joven becaria gracias a la cual logró su éxito investigador. Esta situación parece quedar pronto compensada en un breve encuentro en Madrid (el laboratorio de investigación está en Barcelona) en que ella le comunica que se va a trabajar a EEUU. Tampoco ella le había advertido antes de que iba a dejar el laboratorio por otro estupendo trabajo.

Alrededor de Marcos y la redacción de su difícil texto ("¿Quién es capaz de resumir su vida en trescientas palabras?") se tejen unas complejas relaciones familiares que el autor articula muy bien moviéndose con gran desenvoltura en esos territorios íntimos. En este entramado familiar, en un espacio que se asienta la mayor parte del tiempo en la vivienda de la fallecida madre de Nuria, Marisa, en la sierra de Madrid para celebrar la Navidad, Barba con gran maestría en esa distancia corta, va desplazando el foco de un personaje a otro sucesivamente. Enfoca primero a Marcos (y a la becaria), y la relación con Nuria, su mujer, en Madrid; luego a sus padres en Toledo y, ya en la sierra, a Marisa; y por último, la relación con Abel, el hermano de Nuria. Así nos va mostrando, con gran fluidez de su prosa narrativa, a veces un poco repetitiva en su léxico, los secretos familiares que esconden estos personajes, cual microcosmos bergmaniano, los pliegues ocultos de sus rutinarias vidas. Nos describe muy bien, con buena precisión psicológica, sus tensiones comunicativas ("El silencio fue tan denso que cambió por completo la luz de la cocina"). Logra colorear esta trama en gran parte a través de imágenes muy visuales: "una mano redonda como una cría de paloma de la que salía un bolígrafo de publicidad de zumos".

El personaje de Nuria, "una belleza común con un punto exótico que seguramente le venía de un lejano ascendiente italiano lombardo", ocupa un lugar importante en la narración. Nuria, de "una sexualidad envolvente y avasalladora", le ha confesado a Marcos su aventura con un compañero de instituto, Francesco Mauratto: esta relación sexual de su mujer que ha durado dos semanas le asalta continuamente hasta el final de la novela y no logra quitarla de su cerebro. Duda si empezar su texto por ahí, ironizando sobre sí mismo al mostrar sus cuernos. Pero pronto vuelve a recordar su infancia y su adolescencia en Toledo, un capítulo para mí importante del libro, en el que habla de las relaciones con sus padres.

La relación con su madre, acorazada tras el televisor, está presidida por la distancia, el rechazo y el silencio; y la relación con su padre, encerrado en su tienda, le provoca vergüenza ajena por su afeminamiento y que "treinta años después se empeña en no salir del armario". Ensaya, pues, de nuevo su texto con su infancia. Una infancia trágicamente aburrida, un aburrimiento que "solo parecían poder emanar las calles medievales de Toledo", en un Toledo de los años ochenta en el que no se veía con buenos ojos a los homosexuales. De sus padres no se volverá a hablar hasta el final de la novela cuando su padre le haga una llamada urgente.

En esa generación de los padres, la que sí ocupa un lugar importante es la sombra de la madre de Nuria y Abel, Marisa, una pintora marginal y poco reconocida, muerta un año antes al romperse la cabeza por una caída. Marcos comienza a rememorar su imagen camino de la sierra, "un viaje que había hecho un millón de veces", y luego dentro de su estrambótica casa, "la perfecta representación espacial del carácter de Marisa"; igual que un busto que había hecho de sí misma en madera de roble a sus cuarenta y cinco años. Para Marcos "eran los objetos de la casa los que provocaban el recuerdo más que los corazones o la inteligencia". Muestra "su complicidad con Marcos frente a la bicefalia Nuria-Abel"; y señala su "particular mal gusto para los amantes", como novios fugaces que se­guían un mismo patrón. A Nuria, tan liberal, curiosamente no le gusta la promiscuidad de su madre. Marcos también aprovecha para ensayar su texto con un retrato informal de Marisa, sobre todo con sus certeras frases que era lo que sobre todo le había quedado de ella; y con un cuadro que Marisa le había hecho, muy alabado por Nuria: "¿Por qué no le mandas directamente una foto de ese cuadro a la revista?". Pero para Marisa, gran soporte de su hijo Abel, "un payaso nunca sería un artista. Ni siquiera un buen payaso sería como un mal artista".

En la generación de los hijos es sobre todo el personaje del famoso payaso, Abel Cotta, como contrapunto del personaje de Marcos, el que hace que éste se cuestione aspectos de su vida. El tema de fondo de esta obra es el del verdadero descubrimiento del otro: el de la identidad que pone en cuestión el payaso. Abel, años antes, había abandonado España por haber criticado el sistema político, y ahora ha vuelto a Madrid desde Colombia, acompañado por Mina, su joven esposa, para repartir la herencia familiar. Mina le va a ampliar a Marcos su información sobre Abel. Este payaso, "un humorista evidentemente español", tuvo la genialidad de entender que "España era en realidad un país fundamentalmente cómico, pero no porque tuviese una noción muy desarrollada del sentido del humor sino más bien por todo lo contrario: porque no lo tenía y sí tenía, sin embargo, un extraordinario miedo al ridículo". El payaso más célebre del país, con sus risas e ironías, y al final con su personaje femenino muy politizado, y curiosamente costumbrista, de "Lola Perpetua", había corroído, cual Beppe Grillo de hoy, la rigidez del medio ambiente pretencioso del país al pretender sentar en el Parlamento a un maniquí. Según Marcos, "una mezcla de héroe de clase obrera y suicida político", que quería averiguar hasta dónde se le iba a permitir reír y acabó siendo censurado por el gobierno por incluir a la familia real. Le hace ensayar también su texto e incluso llegar a pensar que no escribiría nunca ni una sola línea.

Por último, será ya en el epílogo cuando el autor nos haga una aclaración sobre el título de la novela, lo cual no aporta nada a la historia y por ello nada desvelo, de que su origen está en una película de Ingmar Bergman, con el mismo título, rodada en 1997 para la televisión, que, curiosamente, él no llegó a ver ni va a ver. Lo que sí tiene más enjundia es que imágenes del cine en general recorren la obra, "a una velocidad frenética, con el speed motion del cine en blanco y negro".




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