Trasversales
Ana Vega

La poesía de la consciencia o cómo afrontar el vértigo de la verdad


Revista Trasversales  número 36 octubre 2015

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Otros textos de la autora


Las campanas de Etiopía. Los que viven conmigo. Cuaderno 1. David González, Editorial Origami, 2015, 124 páginas

Los lectores habituales del poeta David González comprobamos una vez más que el hombre y el poeta aún pueden sorprendernos. En un sentido estrictamente literario la construcción de este libro obedece a la evolución exacta de un escritor que no defrauda, sino todo lo contrario, insta al lector a seguir leyendo, a mantenerse fiel pues una vez más, éste no ha sido decepcionado: quien escribe trabaja con toda su voluntad, tiempo y esfuerzo en hacer del oficio maestría. Oficio que bien conoce tal y como demuestra no sólo este libro sino a través de toda su trayectoria, poética -compromiso más ética, en este caso- que no defrauda en su búsqueda incesante de la transcripción exacta de la realidad y de esa verdad, por tanto, que resulta transformadora. Una verdad cruda, sin paliativos, reordenada por el oficio y el instinto de un escritor de raza, pero que se nos ofrece con la misma naturalidad con la que el ser humano provoca la devastación en cualquier otro ser humano o especie. Esa capacidad innata de crueldad pero también de redención. Demonio o ángel, en nuestras manos. "Dios es/ según mi abuelo/ la conciencia/ de cada cuál:/ eso explicaría/ por qué hay/ tan poca fe/ y tan poca conciencia", dice el poema y también el hombre, al igual que un niño pregunta por la muerte. La verdad tal cual, aunque nos ofenda, aunque duela. El poema se cierra siempre con una llave a modo de cita, en este caso la de Serguei Esenin: "El hombre negro me impide dormir por las noches".

La sociedad necesita imponer marcas, categorías, catalogar todo lo que ve y se encuentra, por eso esta poesía desnuda y salvaje, escandalosa por este ofrecimiento casi caníbal de verdad y este tensar las cuerdas hasta el extremo, ha sido definida como realismo sucio, poesía de la conciencia crítica pero es justo ahora cuando encuentra su acomodo perfecto a través del término de "poeta de la consciencia", acuñado recientemente por Natalia Salmerón en su trabajo Aquello que conservamos después del naufragio: un acercamiento a la poética de la consciencia de David González. Término que se adapta fielmente a esta concepción global de compromiso poético y respeto por la palabra, propia y ajena, tal y como demuestra su activismo literario ferviente en su blog y redes sociales.

David González es ante todo un lector voraz. Su obra es tan amplia como insuficiente para el animal lector que también lleva dentro quien devora sus libros. Leer al poeta gijonés (San Andrés de los Tacones, 1964) es siempre un pulso entre dos. Pero también un acercamiento a uno mismo, cierta introspección y descenso al infierno. Quizá sea necesaria aplicarnos una lección de humildad: "Si en una familia de cuatro/ no nos ponemos de acuerdo: / cómo confiar entonces/ en que lo haga el mundo" (El poema concluye con la cita de Varlam Shalámov: "Vuestra constitución es el código penal"). La mejor descripción posible de lo que encontraremos en este libro y estos poemas es la que abre dicha lectura bajo la cita de Hunter S. Thompson: "Y supongo que ése es uno de los auténticos objetivos de escribir, exponer las cosas o la vida tal y como son y por este camino descubrir la verdad que hay en el caos". También cierta obstinación a lo largo de todos estos años de libros y versos: "Caminas por las calles/ y da señales/ de ti mismo". Si es que algo queda…. Repican estas campanas en nuestro interior más allá de esta lectura, de este libro y de esta consciencia desgarradora.



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