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Jesús Jaén

¿Ganar en las urnas sin ganar en las calles?

Revista Trasversales número 36 especial 20 PDF diciembre 2016 (web)

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No hace tanto que los dirigentes de Podemos anunciaban el cambio rápido. A los cuatro vientos proclamaron: "No hemos venido para ser segundos. Estamos aquí para ganar". La situación ha cambiado desde la aparición de Podemos y ya no digamos desde el movimiento 15M

¿Qué es lo que ha cambiado?

- Las políticas de ajustes se han hecho más suaves. No hay rescates financieros. El ciclo de la economía puede estar cambiando una vez que se han hechos las devaluaciones salariales, se aprobaron las leyes más anti-sociales de la historia creando un clima de confianza en los mercados financieros y los capitales vuelven a invertir en España. Al contrario de lo que prometieron al inicio de la crisis, el capitalismo no sólo no se ha regulado sino que se ha liberalizado más de lo que estaba antes de 2007.

- El ciclo de movilizaciones iniciado con las huelgas, el 15M y las Mareas, culminó aproximadamente a comienzos de 2014 con las marchas de la Dignidad. Tras ese periodo se abrió una etapa de estancamiento de las luchas. Esto posibilitó que de nuevo las clases dominantes retomarán la iniciativa política (ya que la iniciativa económica nunca la han perdido desde 1978). El riesgo más inmediato es que el régimen político logre cerrar en los próximos meses la onda larga del 15M.

- Lo que está ocurriendo en Cataluña tiene efectos contradictorios. Por un lado introduce un elemento de crisis en el régimen político importante; pero por el otro desvía el centro de atención principal que, en nuestra opinión, debería apuntar no solo hacia las formas políticas del Estado sino a las clases dominantes que están en el poder. El escenario catalán tiene varias lecturas pero puede darse la peor de todas: una derrota simultanea de las clases trabajadoras y populares del Estado español, unido a otra de las clases medias y la pequeña burguesía catalana.

En resumidas cuentas...

Como decía Marco Ravelli en su libro o Warren Buffett a los accionistas de Berkshire Hathaway: "Sí, en Norteamérica se está librando una guerra de la que mi clase es clara vencedora". Esto que se dijo a nivel de Estados Unidos vale perfectamente para la Unión Europea. Como diría David Harvey en una reciente entrevista: "El poder político ha dominado a los movimientos sociales".

La capitulación de Tsipras en Grecia ha marcado también un hito. Como lo fue su victoria en enero del 2015. Mientras algunos comparábamos su triunfo al de Allende en 1970 con la Unidad Popular, su derrota ha seguido otros mecanismos pero con resultados igualmente catastróficos. No fueron los tanques ni los aviones los que acabaron con el gobierno de Syriza, ni siquiera hizo falta derrocar al gobierno, bastó con apretar las tuercas hasta un punto que provocó la quiebra de sus políticas. Las consecuencias en la conciencia de los trabajadores a nivel internacional han sido devastadoras.

Pero también las clases en el poder se vieron obligadas a hacer concesiones. Era tal el grado de crisis y descrédito del régimen (corrupción, desigualdades sociales, desahucios, recortes sanitarios, en educación o ayudas sociales), que en su brutal embestida perdieron peones o incluso reyes. La dimisión de Juan Carlos, la crisis del bipartidismo, el ascenso del independentismo, la reinvención de Ciudadanos, etc., todo eso, son datos de la profundidad de la crisis política y social que ha tenido el Estado español desde 2008 hasta 2014.

En este nuevo escenario, marcado por la ofensiva de las clases dominantes y las fisuras del viejo régimen político, se celebran las elecciones generales el 20 de diciembre. Hace un año, los dirigentes de Podemos proclamaron el cambio rápido. Hoy, la contraofensiva de las viejas élites políticas y económicas ha restablecido -parcialmente- el "pateamiento" del tablero. Estamos de conjunto más a la defensiva que hace un año. En parte por las superiores fuerzas del enemigo pero en parte también por errores propios.

Podemos ha retrocedido negándose a sí mismo. Podemos era el partido del cambio rápido pero radical. Podemos era un cuestionamiento global a este sistema de partidos y de desigualdades sociales. Pero la metamorfosis llevada a cabo a todos los niveles (no es el tema de este artículo) le ha ido situando más y más a la defensiva. Los dirigentes quisieron sortear los puntos comprometidos (pago de la deuda, independencia de Cataluña, sucesión dinástica, permanencia en la zona euro, etc.) haciendo concesiones que les pueden costar mucho más caras. Todas las cuestiones que hemos ido señalando más arriba se resumen en una causa central: no es posible un gran cambio si no viene acompañado de una poderosa movilización social. No es posible aspirar a cambiar el gobierno si no hay un cambio en la relación de fuerzas desde abajo. Incluso Tsipras, que contaba con un amplio respaldo popular, no fue capaz de romper con la lógica de la inviolabilidad institucional representada por la intocable zona euro.

La vieja idea de que no es lo mismo tener el gobierno que tener el poder es -si cabe- más actual que nunca. Las clases dominantes tienen resortes y lobbies lo suficientemente fuertes como para tumbar un gobierno que no se someta a sus voluntades. Por eso mismo hay que derrotarlas en el único escenario posible: las luchas de clases.

Creo que mucha gente está confundida porque no se ha parado a reflexionar sobre los nuevos datos de coyuntura política y en que medida afectarían a los ciclos o períodos más largos que se establecieron hace unos cuatro años. Siguen pensando en términos de hace un par de años. La situación está cambiando y por eso no se refleja el mismo entusiasmo que en las elecciones europeas de mayo de 2014. Pero nada está escrito de antemano.

Las batallas hay que darlas, se ganen o se pierdan. Recordemos que el PP tenía en sus manos la victoria en marzo del 2004 pero el brutal atentado del 11M y la repulsiva respuesta de Aznar les hizo perder las elecciones.


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