Trasversales
Enrique del Olmo

La culpa fue del Cha, Cha, Cha...

Revista Trasversales número 37  abril 2016 web

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Así sonaba y cantaba Gabinete Caligari para explicar un inexplicable encuentro amoroso en la arena del night club. Así buscan unos y otros las culpas del desencuentro que lleva, con una relativa seguridad, a nuevas elecciones. A pesar de las llamadas de Pablo Iglesias desde el púlpito parlamentario al encuentro del beso con Sánchez, este flechazo al final parece que no ha surgido.

Gentes ilusionadas con el cambio que propiciaban los resultados del 20-D, arrastran ahora su desilusión, buscando por un lado rehacerse de la frustración sufrida, mientras las direcciones de los partidos buscan que sea otro el que lleve la carga de la culpa. Recuperándonos de la ducha escocesa con la que hemos transitado todos estos meses: hoy era posible, mañana no, pasado de nuevo se abrían las posibilidades, para cerrar la semana con algún portazo que otro, llega un momento de reflexionar un poco más calmadamente.

¿Por qué no hay un gobierno de izquierdas y de progreso en estos momentos?

Quién ha asumido esa responsabilidad es el PSOE y Pedro Sánchez. Es la dirección socialista, azuzada por sus poderes fácticos internos, los que ataron su destino a la piedra de granito del pacto con Ciudadanos. Esta es la opción política por lo que se ha trabajado, eso es incuestionable y no se puede ocultar que ese ha sido el rumbo en el que se trabajó: antes de la apertura oficial de negociaciones ya se estaba hablando, el equipo negociador fue hecho para la sintonía Sevilla-Garicano, la firma solemne del acuerdo, el situarlo como base de toda futura negociación, a la vez que Rivera negaba una y otra vez flexibilidad al acuerdo, la aparición en la ronda de negociaciones de la mano de Cs, considerar que los otros tenían que sumar a los 130 pero nunca a la inversa, es decir, a partir del acuerdo con Rivera la alternativa siempre fue: “esto son lentejas si quieres las tomas y si no…”

El resto son cantos de sirena y cortinas de humo, la misma resolución del Federal de diciembre con las famosas líneas rojas respecto a los independentistas es un ejemplo contradictorio: decir a la vez que hay que volver a abrir el cauce de dialogo con Cataluña, que Rajoy irresponsablemente ha cerrado, mientras se consideran votos “contaminados” los de los nacionalistas.

Frente a los que dicen que los números del gobierno de progreso no daban, la aritmética de la opción de Gobierno de progreso presidido por Pedro Sánchez es categórica: 161 votos positivos de entrada y 26 votos más entre los que tendrían salir 4 más, obviamente con PNV era suficiente, pero además estaban ERC y DL. Sin embargo con Cs sólo se podía llegar con el acuerdo del PP o la retirada de Podemos, y es a eso a lo que apostó la dirección del PSOE, un auténtico trágala.

Que la opción POLÍTICA de que no haya gobierno de la izquierda es del PSOE me parece absolutamente demostrado, no ha explorado seriamente en ningún momento la posibilidad de otro gobierno a la izquierda con Podemos, cuando ni el Comité Federal ni los barones hubiesen podido parar el proceso, ya que si el resultado era que el PSOE gobernaba, toda la oposición interna se diluía al día siguiente de tener Sánchez el BOE en sus manos.

Que Podemos en este marco ha cometido un cúmulo importante de errores no hay duda. Tantos como que ha logrado aparecer ante la sociedad como responsable del bloqueo, de las nuevas elecciones y de la imposibilidad del gobierno de cambio. Ese es el resultado de una gestión política profundamente equivocada

En primer lugar, desde mi punto de vista ha cometido un serio error de perspectiva, echando todo el resto en la investidura y en su presencia en el gobierno y no en las oportunidades que abría la legislatura. Habiendo valorado, como hizo Iñigo Errejon, que el resultado del 20 D era un empate estratégico entre el cambio y el inmovilismo, se debería haber jugado en un escenario más amplio y flexible, utilizando a fondo un hecho nuevo en la historia de la democracia española: que el centro del poder estaba en el Parlamento y no en el Ejecutivo. Es decir, estar en el gobierno era una decisión valida pero no la única posible y mucho menos excluyente de otras, y además posiblemente no la más favorable. Aún más, la presentación de la voluntad de gobernar como una mera composición de gobierno debilito la imagen de partido nuevo de Podemos.

El segundo gran error es no haber situado el programa, los puntos básicos del acuerdo, como centro de la discusión con el PSOE y con Ciudadanos, se daba un rechazo ideológico en lugar de centrarse cara a la opinión pública en por qué no se restauraban los derechos sociales, por qué se encubría el neomachismo de Ciudadanos, por qué no se eliminaba la reforma laboral, por qué se subía el SMI sólo un 1%, por qué se supeditaba todo al placet de Bruselas. Si se hubiese actuado así, buscando a la vez la complicidad con los agentes y organizaciones sociales, Cs hubiese mostrado su verdadera cara y el PSOE hubiese mostrado la diferencia importantísima entre su programa electoral y el acuerdo con Cs.

En ningún caso fue ésta la senda elegida e impidió dejar claro en la opinión pública las diferencias que no sólo en lo ideológico sino sobre todo en la agenda social (del Pacto Cs-Psoe) existían. El mismo tema de Cataluña a partir de la irrupción de Xabier Domenech tomó un rumbo que abría la puerta de la negociación.

Las variables para la formación morada eran múltiples: acuerdo bilateral con Pedro Sánchez alrededor de puntos sociales sin entrar al gobierno y que él lo negociase con Ciudadanos; pacto a la portuguesa con gobierno del PSOE; pacto parlamentario; mera abstención ante un gobierno PSOE en solitario, etc. Lo determinante era no abocar ni a la continuidad del PP ni a las nuevas elecciones.

Lo estratégico y responsable era no pisar las dos líneas rojas que el 20-D había mandatado: no al gobierno del PP y no a las nuevas elecciones. La realización de ñéstas es un fracaso claro, por más que la responsabilidad no sea equidistante como he señalado anteriormente, aunque todo ha ayudado. Permanentemente ambas formaciones han estado con un ojo en su situación interna, los dos referéndum tuvieron como principal objetivo reforzar a la dirección y no dar respuesta a la demanda ciudadana, sin entender que a veces hay batallas que no se deben dar todas a la vez, y profundizar el cambio exige tiempo y movilización. Un amigo mío me señalaba que esto es como si una empresa decide abrir una sucursal y encarga a una serie de personas que la abran (y les da 200 millones) y desarrollen el negocio y vuelven a los cuatro meses con las manos vacías, la sucursal sin abrir y piden que se haga con cargo a la empresa una campaña publicitaria (elecciones) y luego se les dé otros cuatro meses para negociar de nuevo la apertura del mercado.

Mientras, ya veremos una campaña electoral donde se tirarán los trastos sobre las responsabilidades y no sobre los acuerdos que hay que fraguar ya y que ayuden a recuperar la iniciativa de cambio que nos aleje del Gobierno de la derecha.