Trasversales
Nagua Alba

¿Qué pasó en Euskadi?

Revista Trasversales número 37, febrero 2016

Nagua Alba es diputada de Podemos por Gipuzkoa




A veces, las cosas suceden y no terminas de comprenderlas hasta horas, días o incluso meses después. Ahora, pasados dos meses de las elecciones generales podemos analizar con más calma qué fue lo que pasó en Euskadi el 20 de diciembre. Dejamos aquí algunas de las claves, aunque ni mucho menos todas, del éxito de Podemos Euskadi en los últimos comicios.

Las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 arrojaron unos resultados fuera de lo común en Euskadi, situándose Podemos como la fuerza más votada, ganando en G­i­puzkoa con un 25,3% y Araba con un 27% y siendo segunda en Bizkaia, con un 26,1%, a un punto del Partido Nacionalista Vasco. Y no sólo eso, sino que multiplicó el número de votos recibidos en los anteriores comicios posicionándose en primer lugar en municipios tan dispares como Eibar, Irun, Ortuella, Basauri, Llodio, Arrasate o Astigarraga. Fue primera fuerza en dos de las tres capitales vascas, Vitoria-Gasteiz y Donostia, y segunda fuerza en un feudo del PNV como Bilbao por apenas 4.000 votos. Podemos ganó las elecciones al Partido Socialista de Euskadi en todos sus feudos, tanto en la margen izquierda vizcaína como en el cinturón industrial de Donostia, tornándose todos ellos morados a excepción de uno, Zumarraga. Además, el porcentaje de voto fue sorprendentemente ho­mogéneo en los tres territorios, entre un 25,3% y un 27%. Se consiguió así enviar a cinco diputados y diputadas vascas de Podemos al Congreso, situándonos ante un mapa vasco sin precedentes.

Pero, ¿cómo se explica que una fuerza de ámbito estatal, recién nacida, con candidatos y candidatas que distaban bastante de los que nos encontramos en la política vasca "al uso", jóvenes y sin experiencia en las instituciones, haya puesto patas arriba un mapa político que parecía inamovible?

Sin restar importancia al tipo de campaña que hicimos, sin pedir un euro a los bancos, cercana, abierta a la improvisación y a pie de calle, hay dos cuestiones aquí que son clave y lo seguirán siendo en los próximos meses, especialmente cuando este año nos encontramos ante una convocatoria de elecciones autonómicas.

Por un lado, se ha roto el relato que el PNV ha construido, con la ayuda de un PSE que ha sido muleta suya en la mayoría de los municipios, Juntas Generales y Parlamento Vasco, según el cual las instituciones vascas sí habían protegido a la ciudadanía de la crisis y "en Euskadi todo va siempre muy bien". Ya nadie puede ignorar que la crisis también nos ha golpeado a los vascos y vascas, especialmente a los más jóvenes, a las mujeres y a los mayores. Y también a nuestras zonas industriales, como Donostialdea o la margen izquierda, con las que las instituciones vascas tienen una deuda histórica, claro ejemplo de ello es el reciente cierre "temporal e indefinido" de Arcelor. Las políticas de recortes y austeridad aplicadas por el Partido Popular durante los últimos cuatro años, siguiendo la senda ya marcada por el anterior Gobierno del PSOE, han atacado duramente a los vascos y vascas, que han apostado por quienes defendíamos que las conquistas de nuestros padres, madres, abuelos y abuelas eran irrenunciables, que había que protegerlas constitucionalmente y que no podían ser moneda de cambio en Bruselas; y no por un PNV y un PSE que se peleaban en los mítines mientras pactaban en Vitoria-Gasteiz unos presupuestos que cuadraron dejando fuera a la mayoría de los vascos.

Por otro lado, la política vasca tiene sus pro­pios ritmos, su propio lenguaje y sus pro­pios temas, y, por primera vez, una fuerza de ámbito estatal ha sabido entender el es­cenario vasco y presentarse como un agen­te de convivencia que habla a una ciudadanía cansada del conflicto y que está dando grandes pasos hacia su resolución, dejando, en muchos casos, a los partidos políticos atrás. Al ser Podemos una fuerza nacida tras el cese de la violencia de ETA en 2011, donde conviven distintas sensibilidades y personas que vienen de diferentes experiencias del conflicto, pero a las que une la voluntad de dar pasos y avanzar, tenemos la oportunidad de desempeñar un papel decisivo a la hora de construir un marco estable de paz y convivencia en Euskadi.

En este sentido, y por primera vez también, una fuerza de ámbito estatal hace una apuesta clara por la plurinacionalidad del Estado y defiende en Euskadi el autogobierno, nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra identidad. Frente al inmovilismo del resto de partidos estatales, Podemos apuesta por el derecho a decidir. En un lugar como la CAV, donde según datos del Sociómetro Vasco la cifra de independentismo es la más baja desde 1992 -situándose en un 21%-, la mayoría de los vascos y vascas han optado por una fuerza que hace una clara apuesta a favor del derecho a decidir como forma de avanzar hacia un futuro de superación del conflicto. Pero sin olvidar que el derecho a decidir no se circunscribe a la cuestión territorial. Forma parte de una propuesta mucho más amplia que aspira a potenciar la participación y a democratizar la vida social e institucional: decidir también sobre las privatizaciones de los servicios públicos como la sanidad o la educación, o sobre la conveniencia de algunos macroproyectos de costes millonarios.


Y ahora, ¿qué?

Si bien el voto en Euskadi es muy cambiante y muy dependiente del ámbito territorial de cada uno de los comicios y hacer extrapolaciones de los resultados del 20D a los resultados autonómicos sería como poco tramposo, está claro que Podemos se ha consolidado como fuerza decisiva y protagónica en Euskadi, que ha roto con un mapa político que parecía grabado en piedra y nos hemos salido del eje que dividía las fuerzas vascas de las estatales ("españolas"), haciendo una clara apuesta por la defensa de la especificidad vasca, de su cultura y de su identidad, pero al mismo tiempo exigiendo el blindaje de los derechos sociales. Ahora nos vemos a las puertas de unas elecciones vascas que nada tendrán que ver con todas las vividas hasta el momento, donde existe una oportunidad real de acabar con la hegemonía de un Partido Nacionalista Vasco que se había apropiado de lo que era ser vasco. En contraposición a esta identidad, hemos construido una forma alternativa de ser vascos y vascas, una identidad en la que muchos ciudadanos se han sentido cómodos por primera vez, como ilustra el llamativo aumento de la participación de más de tres puntos de media -4 en Gipuzkoa, 4 en Araba y 3 en Bizkaia-, una identidad que entiende que defender los intereses de Euskadi es defender los intereses de su gente trabajadora, de sus autónomos y pequeños comerciantes, de sus jóvenes y de sus mujeres, y no los de sus élites económicas y políticas. Esto lo ejemplificó muy acertadamente Iñigo Erre­jón cuando llegó a Donostia y le preguntaron su opinión sobre el concierto vas­co y respondió "la desigualdad no se da entre territorios, sino entre los de arriba y los de abajo".