Trasversales
Ana Vega

El exterminio de la diferencia


Revista Trasversales número 38 julio 2016

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Es necesario realizar una revisión del concepto y tratamiento de la salud mental hasta ampliar el concepto hacia una realidad más sincera, con mayor verdad: algo que no sólo alcanza a las personas diagnosticadas con algún tipo de problemática, sus familiares y entorno, sino más bien aquello que nos toca o tocará a todos y todas en mayor o menor medida en algún momento de nuestra vida de un modo u otro. La diferencia ha sido exterminada, analizada, amputada, maltratada por un abuso sistemático en la forma y el fondo, miles de cuerpos mutilados por diagnósticos y pruebas que tan sólo se servían del alma humana como rata de laboratorio o incluso mucho peor. Si la humanidad ha perdido toda su dignidad, en gran parte lo ha hecho en este territorio que nos resulta tan ajeno, y, sin embargo, está más cerca de lo que creemos. Ni víctimas ni locura, experiencias y sufrimiento o procesos de vida que no toda sensibilidad vive y atraviesa del mismo modo. Sobrevivir no es sólo salvarse y como bien decía Ernesto Sábato las “heridas de los hombres nos reclaman”. Éste ha de ser nuestro compromiso fundamental y tener muy claro, lo que tan bien define a su vez este autor en una de sus obras clave, La resistencia: “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”. Tampoco contra esa mujer. Ahí, radica la fuerza y el poder, no en la facilidad extrema de quien juzga sin conocer siquiera el objeto o situación por el que teme ser alcanzado.

Es necesario afrontar esta reestructuración o comprensión, y principalmente empatía, hacia el concepto de salud mental, tratamiento y servicios, desde el conocimiento, la información y la experiencia (a nivel comunitario) cuyo excelente trabajo demuestran redes como los llamados Consejos Asesores de Pacientes Expertos o asociaciones altamente involucradas de forma muy activa en una nueva educación y cambio, que se convierten en agentes de transformación activa y real, red de apoyo y reivindicación. Asociaciones como Hierbabuena en Asturias o Activament desde Barcelona, cuyo trabajo hace posible realidades tan necesarias como la elaboración y puesta en marcha de la Carta de derechos y deberes de las personas usuarias de los servicios de salud mental elaborada a través de grupos de trabajo de los que formaron parte los propios usuarios y usarías y familiares. En ésta se recuerdan derechos básicos como el respeto a la dignidad humana, el reconocimiento de la personalidad jurídica y capacidad, el derecho a decidir libremente, a la protección de la intimidad, a dar o denegar nuestro consentimiento después de recibir información adecuada y precisa ante toda actuación en el ámbito de su salud, y principalmente a que se respete nuestra voluntad. Debemos exigir nuestros derechos y abandonar una actitud pasiva ante una parte fundamental de nuestras vidas como es la salud, algo que engloba cuerpo y mente, ligados de forma indisoluble y que exigen una mirada más amplia de cuidado, una ética hacia el propio cuerpo que no sólo implica un individualismo cada vez más exacerbado sino una visión comunitaria de nuestra propia salud, como un ejercicio de respeto propio y ajeno; una promoción y atención de la salud integral que obedece a valores casi olvidados como el respeto, la empatía, la solidaridad, la dignidad y la comprensión. En las sabias palabras de José Antonio Marina: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Conocer y exigir nuestros derechos y provocar el cambio a modo conjunto, desde lo individual hasta lo colectivo. Ése es el reto.



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