Trasversales
Javier Cordón

Yo, Daniel Blake: solos frente al capitalismo voraz


Revista Trasversales número 38, noviembre 2016 web

Otros textos del autor


A mi padre, que fue niño yuntero, aparcero y soldador

Muchas de las personas que ven la película “Yo, Daniel Blake” salen llorando. No es para menos: Ken Loach, el director, Paul Laverty, el guionista, y los actores retratan al Estado como una máquina inmisericorde que empuja a los parados, a los enfermos y a los necesitados hacia la exclusión, la desesperación y la muerte.

El mismo Estado, que salva bancos y libra a los grandes consorcios de pagar impuestos, trabaja para impedir vivir con dignidad a los más desfavorecidos: rehabilita los negocios de unos pocos a costa de romper multitud de vidas.

Ese proceder tan injusto y clasista, favorable a grandes empresarios y banqueros, necesita ser disimulado como impersonal, neutro y objetivo. Para ello los afectados, los que buscan empleo o esperan un valoración de su incapacidad son obligados a tratar con máquinas (contestadores, ordenadores…) y con funcionarios forzados a ser inhumanos (1), insensibles ante la variedad de circunstancias y padecimientos personales.

Paul Laverty, ateniéndose a los efectos reales de esta manera de actuar, afirma que “El Estado siempre ha tenido una vena malvada a la hora de tratar a los más vulnerables”. Y cita una frase del Reverendo Joseph Townsend, un vicario del siglo XVIII: “El hambre domesticará a los animales más feroces. Enseñará decencia y civismo, obediencia y sometimiento… Sólo el hambre puede espolear y animar a los pobres a trabajar” (1).


Desvalidos

Sea como sea, la película muestra que la prioridad que estados y gobiernos dan a los negocios sobre las personas se refuerza tratando a las personas como cosas; como si no tuviesen necesidades, dolor o dignidad. Seguramente por eso, junto a la contemplación de las carencias y las humillaciones ajenas, la película transmite también algo que una mayoría comparte con los que las sufren: la impotencia frente a la arbitrariedad injusta del Estado Capitalista.

El capitalismo neoliberal produce desigualdad e injusticia, y también soledad y aislamiento. En la película nadie puede ayudar a nadie. Cuando lo intentan fracasan. Por más dolor que unos sientan por lo que les pasa a los otros; por más que comprendan que son víctimas gemelas que necesitan apoyo mutuo, sus acciones apenas dan resultado: llegan tarde, no pueden, son muy pocos…. Los intentos no pasan de ser simbólicos (el “vagabundo” que abraza a Daniel cuando hace la pintada, o el grupo que aplaude y jalea desde la otra acera) o son fallidos, como le pasa a Daniel a lo largo de la película con la joven y sus hijos, o viceversa.

Sobre ello también habla Paul Laverty: “Durante estos años ha habido un retroceso increíble en el sistema de bienestar británico. Pero mientras eso se convierte en algo estructural, las grandes corporaciones tienen cada día más poder. Y nosotros menos capacidad para combatirlo” (3).

Esa impotencia que sentimos frente a las grandes empresas, a los gobiernos, a la UE, a los resultados electorales, a los “medios de comunicación”, a las humillaciones constantes en el trabajo, a los desahucios o al declive que avanza y no parece acabar, no es algo accidental. Es un logro de las elites, fruto de una política consciente, como muy bien explica Owen Jones en su libro Chavs: la demonización de la clase obrera (4).

En la Introducción de esta obra expone la situación: "Esta forma de odio de clase se ha convertido en parte integral y respetable de la cultura británica actual… hay un intento de ocultar la realidad de la mayoría de la clase trabajadora. Ahora somos de clase media, reza el mantra generalizado". Más adelante explica: “En la raíz de la demonización de la gente trabajadora está el legado de una autentica lucha de clase británica. El ascenso al poder de Margaret Thatcher en 1979 marcó el comienzo de un asalto total a los pilares de la clase trabajadora británica. Sus instituciones, como los sindicatos y las viviendas de protección oficial, fueron desmanteladas; se liquidaron sus industrias, de las manufacturas a la minería: sus comunidades quedaron, en algunos casos, destrozadas y nunca más se recuperaron; y sus valores, como la solidaridad y la aspiración colectiva, fueron barridos en aras de un férreo individualismo. Despojada de su poder y ya no vista como una orgullosa identidad, la clase trabajadora fue cada vez más ridiculizada, menospreciada y utilizada como chivo expiatorio. Estas ideas se han impuesto, en parte, por la expulsión de la gente de clase trabajadora del mundo de la política y los medios de comunicación”.

Ese ninguneo de la clase trabajadora, con los matices e intensidades propios de cada país, es algo generalizado. Aquí se propició con la reconversión industrial, los EREs y las reformas laborales, la institucionalización de los grandes sindicatos y gran parte de la izquierda.

La película Yo, Daniel Blake nos pone frente al espejo. Si las trabajadoras y trabajadores no queremos seguir hundiéndonos en el sufrimiento, la humillación y avanzando hacia el desastre, estamos obligados a buscar las formas que nos permitan actuar juntos para defendernos.

Eso sería un paso, pero es necesario mirar más lejos. Existe riqueza suficiente en el mundo para construir una sociedad en la que “cada uno dé según su capacidad y reciba según sus necesidades”. Los principales obstáculos que se interponen en ese camino son una clase dominante parasitaria y depredadora que nos lleva hacia el caos y que defenderá su posición con todos las armas a su alcance; y la falta de confianza de los de abajo en las propias fuerzas. Las elites dominantes pretenderán que elijamos entre un capitalismo globalizado y cosmopolita y un capitalismo nacionalista y xenófobo. La clase trabajadora que hace funcionar la sociedad con su trabajo, en alianza con otros sectores sociales, tiene la capacidad de organizar un mundo diferente, que no tenga el beneficio económico como prioridad, sino la felicidad de todas las personas y el respeto por la naturaleza. Sólo hace falta que los millones de trabajadoras y trabajadores seamos conscientes de estas capacidades y comencemos a andar juntos ese camino.


Notas

1.- “Esto nos llevó a otro grupo muy importante de personas que arriesgaron sus puestos de trabajo para ayudarnos. Los trabajadores del Ministerio de Trabajo y Pensiones que nos hablaron de forma anónima estaban muy enfadados porque les obligaban a aplicar sanciones”. Paul Laverty se explica: "Lo que hay de cierto detrás de Yo, Daniel Blake".

3.- “Paul Laverty, el obrero cinematográfico que ganó dos Palmas de Oro. es. 27 de octubre de 2016.

4.- Owen Jones. Chavs: La demonización de la clase obrera. Capitán Swings. Pgs. 15 y 19.


Trasversales