Trasversales
Jesús Jaén

Dimensión europea y cambio de régimen

Revista Trasversales número 38 julio 2016 web

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Históricamente se puede considerar que hay dos grandes cambios de régimen que lo definen (al proceso europeo). El primero tuvo lugar a principios de los años 80, con la llegada al poder de Thatcher y Reagan, la posterior liberalización de los mercados financieros y la privatización de las industrias y servicios en Occidente. El segundo, a principios de los noventa, fue la caída del comunismo en el Bloque Soviético , que vino seguida de la ampliación del liberalismo hacia el Este”

Perry Anderson, “El Nuevo Viejo mundo”

I

Estando de acuerdo con Perry Anderson, pienso, que hay un tercer cambio de régimen. A partir del 1 de enero de 2000 con el inicio del milenio y del nuevo siglo, cuando se concreta definitivamente el proyecto de la Unión Monetaria del Euro. De ahí, surge un nuevo marco económico y político, así como los nuevos poderes y centros de decisión, que darían lugar a un cambio de régimen. A ello, creo también, habría que sumarle el estallido de la gran recesión mundial desde 2007-2008 que afectaría cualitativamente al conjunto de la UE, pero muy en particular a los países periféricos del sur de Europa (Portugal, España, Grecia e Italia; además de Irlanda) mediante los mecanismos de la conversión de la deuda bancaria en deuda pública, la aplicación de unas políticas de ajuste social que llevarían al hundimiento económico de estos países,y, al desmantelamiento de los niveles anteriores del llamado Estado del bienestar social.

Estos grandes cambios han sacudido al conjunto de Europa, tanto a nivel de las instituciones centrales como de los países o Estados nacionales. La grave crisis económica ha desembocado en una gravísima crisis social que, a su vez, es una fuente constante de cambios. En los últimos años hemos vivido acontecimientos y fenómenos singulares: la llegada al poder de Syriza y su posterior derrota a manos de la Troika, el triunfo del Brexit en el Reino Unido, el golpe y contragolpe bonapartista de Erdogán en Turquía, la oleada de atentados terroristas, la descomunal crisis de los refugiados o el ascenso de fuerzas políticas ultranacionalistas y también fascistas en numerosos países como Polonia, Hungría, Austria, pero también en Francia o Alemania.

Las fuerzas sociales desatadas tras la crisis y la respuesta capitalista a la misma están dando lugar a un retroceso de décadas y, al mismo tiempo, al surgimiento de fenómenos reaccionarios como los movimientos ultranacionalistas y a veces también fascistas que actúan empujando y presionando a los poderes públicos hacia la derecha. Ya no se puede seguir mirando de perfil esta situación. El capital financiero sigue apostando hacia viejas formas de dominación política, pero no está excluida (como ya ocurriera en otras épocas) la hipótesis de que, en medio de esta crisis social, las clases dominantes (o un sector significativo de ellas) decidan apoyar a estas fuerzas políticas ultrarreaccionarias.

Otro factor que actúa bajo estos mismos parámetros es el vuelco que dio la situación en los países del norte de Africa y del Golfo. De la Primavera árabe hemos pasado a la contrarrevolución violenta en la que se hayan envuelto algunos países como Siria, Egipto o Libia. El ascenso de ISIS y sus numerosos atentados en estos países y en Europa reflejan también el crecimiento de una corriente reaccionaria que no duda en atacar a la población con métodos de barbarie y fascistas. Es el correlato en el mundo árabe del ultranacionalismo europeo o americano que aquí se reivindica garante y heredero de la civilización judeo-cristiana, pero allí con una seña de identidad islamista y feudal.

A toda esta situación no son ajenas las formas de dominación política del capitalismo. La crisis económica y social ha roto las viejas fórmulas basadas en un consenso o contrato social que garantizaba unos servicios mínimos a la mayoría de la población europea. Por esa razón están entrando en crisis los viejos partidos y sindicatos. En una palabra, el régimen y los regímenes están cambiando por el impacto de la lucha de las clases. Esto es lo que queremos analizar aquí.

Como introducción trataremos de plantear el problema teórico desde las premisas, categorías o conceptos que queremos abordar.


II

(Sobre el Estado, régimen y gobierno, algunas consideraciones teóricas e históricas)

De la misma forma que la sociología política diferencia los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), los movimientos políticos que bebieron de las fuentes de los distintos marxismos establecen una diferencia entre la función de un Estado y un régimen (dejando de lado al gobierno que es bastante obvio).

Para muchos marxistas el Estado se definiría por las relaciones de clase y propiedad que existe en un país; por ejemplo, si ese país era feudal o capitalista o socialista. Por supuesto que, dentro de esa definición general cabrían muchos matices (que no vienen al caso plantear aquí).

El régimen político, por el contrario, vendría a definirse por las formas de dominación política que la clase (clases o grupos sociales) que tienen el poder del Estado ejercen contra o a favor de otras clases, ya sean subalternas, o dentro de unas mismas élites dominantes. Estas formas, en términos gramscianos, pueden ser la más pura dominación, la hegemonía o una combinación de ambas. Lo trascendente es que con ellas se crean instituciones que pueden ser de muy distinto signo: democráticas basadas en el sufragio, antidemocráticas basadas en las fuerzas armadas, el partido único, la burocracia estatal, etc. De la combinación de estas instituciones con las clases sociales (y de la relación de ellas entre sí ), así como del punto o centro de gravedad donde reside la base del poder en tal o cual Estado... surge lo que se define como régimen.

En mi opinión, existen dos extraordinarias referencias teóricas para estudiar estos temas que son los escritos de K. Marx en un folleto titulado “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” y en el siglo XX los escritos de León Trotsky recogidos en un libro titulado “La lucha contra el fascismo en Alemania”, en donde hace una portentosa definición de lo que son los regímenes políticos bajo el capitalismo en descomposición de entre guerras. En estos trabajos teóricos Trotsky analiza los distintos tipos de regímenes: el fascismo de Mussolini o Hitler; el bonapartismo alemán antes de la llegada al poder del nazismo; la crisis de los regímenes parlamentarios que reflejaban el ascenso del capitalismo, o también, el surgimiento de los llamados regímenes de frente popular o kerenskistas (Kerenski fue el primer ministro en la Rusia anterior a la revolución de octubre) en los momentos de crisis revolucionaria como en la España de 1936 o el gobierno de León Blum en Francia.

Sin entrar en más detalles, que alargaría en exceso este artículo, añadiremos que las definiciones de regímenes no son estáticas, ni normativas, ni están basadas en compartimentos estancos. Nosotros entendemos que un régimen, al ser una forma política de dominación, es una superestructura cambiante que se modifica por los distintos acontecimientos de la realidad, tanto por revoluciones y contrarrevoluciones, como por otros factores de menos profundidad social. Se trataría de sujetos vivos y en permanente construcción o deconstrucción.

También nos gustaría hacer notar que no creemos en formas de dominación puras. Como muy bien analizó Trotsky en el período que va desde comienzo de los años treinta hasta la llegada al poder de Hitler en marzo de 1933, se van a suceder en Alemania distintas combinaciones políticas con jefes de gobierno bonapartista como el de Brüning, o el de Frank Von Papen con la participación de tres ministros del partido nazi, hasta la victoria definitiva de Hitler y la disolución del régimen parlamentario clásico. Un régimen bonapartista puede convivir perfectamente con rasgos o instituciones de tipo fascista o al revés: un régimen parlamentario clásico puede hibridarse con formas bonapartistas como con la presencia de unas fuerzas armadas golpistas o, por el contrario, con formas de doble poder revolucionario.

Por último, también me gustaría destacar dentro de estas consideraciones histórico-teóricas los trabajos de Antonio Gramsci. Los “Cuaderni del carcere”, aunque escritos bajo unas condiciones de represión infames, son un conjunto de reflexiones teóricas e históricas un tanto desordenadas pero llenas de profundidad. Se trata de conceptos que utilizaremos parcialmente en este artículo como “hegemonía y dominación”, “coerción y consentimiento” o la importancia del concepto de “cultura popular”. En mi opinión aunque discutibles algunas de las conclusiones de Gramsci, se trata de uno de los estudios más lúcidos del marxismo del siglo XX, en particular a lo referido a las relaciones de poder y de clases.


III

Una de las cuestiones menos estudiadas por los anticapitalistas hoy (posiblemente porque no se le ha dado relevancia) es la modificación que está teniendo lugar en el régimen del Estado nacional en su nueva relación con la Unión Europea. Tanto en el Estado español como, me atrevería también a afirmar, en otros países de la periferia del sur como Grecia o Portugal. Creo que se está viviendo un cambio de régimen político. Determinado por dos aspectos: en primer lugar, la entrada de los países en la moneda única (euro) en enero del 2000; y en segundo lugar, el impacto que ha tenido en Europa (y particularmente en el sur) la grave recesión mundial que ya dura ocho años.

Lo que aquí llamo la nueva dimensión europea significa que se están produciendo cambios pero en una dirección muy concreta: los equilibrios de poder se vienen desplazando desde Madrid a Berlín y Bruselas respectivamente. Los últimos gobiernos de Zapatero y Rajoy lo han vivido de una forma descarnada a través de los rescates, la imposición presupuestaria y el techo del gasto, la contención del déficit público en el 3%, la amenaza de sanciones (perdonadas por Angela Merkel), la modificación del artículo 135 de la Constitución, la adecuación del mercado laboral a las reformas a gusto de Bruselas y, sin lugar a dudas, a las necesidades del Capital para rentabilizar sus inversiones; las reformas de las pensiones en todos los países del sur de la UE, la exigencia de nuevos recortes presupuestarios por un monto de 10.000 millones de euros entre los años 2017 y 2018. Y tampoco se puede olvidar la nueva vuelta de tuerca que podría suponer la aprobación de los Tratados que negocian en Bruselas y Estados Unidos o Canada respecto al TTIP o TISA (que afectaría a una modificación de las leyes laborales, medioambientales, libre comercio, sanitarias, etc).

En términos institucionales el centro de gravedad se ha venido desplazando desde el parlamento y gobierno de Madrid hacia los poderes emergentes en los últimos años: la Comisión europea que encabeza Jean Claude Juncker junto a otros 18 comisarios de la eurozona; el Banco Central Europeo que ejecuta las políticas financieras y que dirige Mario Draghi; y, el epicentro o núcleo donde se deciden las cuestiones de mayor calado (como por ejemplo la negociación que llevó la UE con Grecia en el año 2015), dirigidas por el gobierno de Angela Merkel y de su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble.

Creo por lo tanto, que se está produciendo un cambio cualitativo, en donde el Estado nación no pierde todas sus competencias (ejército, policía, un parlamento y un gobierno devaluados), pero que poco a poco cede, en beneficio de unos poderes supranacionales representados en la Troika, de los poderosos grupos económicos y del Estado alemán. Lo que estamos viviendo es una transmisión del poder de forma gradual de unas élites e instituciones en donde los grandes grupos económicos autóctonos (Ibex 35), lejos de perder fuerza, se han alineado claramente con la Troika a costa del hundimiento social de las clases trabajadoras, un sector muy amplio de las clases medias urbanas, y la pequeña burguesía agraria; e incluso, de sectores medios de la burguesía que se ven arrastrados por la concentración-acumulación de capital en base a una competitividad imposible.

Si esta hipótesis fuera correcta creo que pone en cuestión otros análisis. Para Anticapitalistas el régimen político actual es el que nació de la Transición (llamado popularmente como régimen del 78). Esa caracterización política sitúa el centro estratégico del partido en plantear “Proceso o procesos constituyentes para los pueblos del Estado español” y la consigna de “Ruptura democrática”.

Como he venido señalando en numerosas ocasiones, esa orientación conlleva una subestimación de la cuestión europea y más concretamente de la lucha contra la austeridad. Así mismo, el partido va perdiendo la perspectiva del conflicto social o, lo que es igual, de la lucha entre las clases trabajadoras y las élites económicas o políticas. En su lugar, se reemplaza esa perspectiva por un discurso abstracto como constituyente o la consigna “Poder Popular”, que no se corresponde con el análisis del período en el que estamos, ni con las características del nuevo régimen.


IV

Si hay un país en donde esta hipótesis de cambio de régimen es mucho más clara ese es Grecia. El conflicto que enfrenta al gobierno de Syriza desde febrero de 2015 hasta julio de ese mismo año en que se celebra el referendum (victoria del NO con más del 62% frente a un 38% del SÍ), es el fiel reflejo de la crisis en que están los regímenes o gobierno de la democracia parlamentaria frente al nuevo poder emergente representado por la Troika (Comisión Europea, Banco Central y FMI) y sobre todo por el gobierno de Alemania.

El resultado de la batalla que tuvo lugar es de sobra conocido, ante el brutal chantaje del Ministro de Finanzas alemán Schäuble y de la Comisión al ministro de economía griego Varoufakis (éste lo ha contando con pelos y señales), el gobierno de Syriza gana el referendum, pero posteriormente decide capitular sin condiciones, restructurar el gobierno y convocar nuevas elecciones.

Sin entrar hoy al debate concreto de si Tsipras se equivocó o no durante los seis meses que negoció y en la decisión final, lo que sí nos parece importante es analizar dos cosas y extraer algunas conclusiones. En primer lugar ha cambiado el contenido del mensaje. Hoy, no es necesario sacar los tanques de la OTAN para acabar con la democracia y la soberanía de un pueblo, basta con dejar sin fondos los bancos y organizar una fuga de capitales que deje al país paralizado. En segundo lugar, esto situaría los verdaderos centros de poder (grupos financieros) y la decisión final (Bundesbank y BCE) en manos de los que verdaderamente la detentan. No podemos seguir cerrando los ojos a la realidad. Cuanto antes comprendamos que los enemigos han cambiado, mucho antes seremos capaces de articular nuevas estrategias y nuevas vías de emancipación social.


Si la derrota de Salvador Allende y la Unidad Popular en el Chile de 1973 a manos de la burguesía, las fuerzas armadas y el imperialismo americano, dio lugar a un apasionado debate entre la izquierda mundial (Partido Comunista Italiano y la estrategia del Compromiso Histórico con la Democracia Cristiana), o por el contrario, la vía revolucionaria al socialismo (Mandel: “Crítica al Eurocomunismo”. Editorial Fontamara); ¿cómo no debería producir un gran debate el análisis de la experiencia de Syriza que será enormemente productivo para Podemos en España o para El Bloco en Portugal?


V

Hace unas semanas el Reino Unido decidía salirse de la UE. Las diferencias entre Grecia y Reino Unido son totales. Pero marca una tendencia a la crisis de la UE aunque las explicaciones son muy diferentes.

El Reino Unido no pertenece a la zona euro lo que le permitirá un margen de maniobra con la libra que no tenía el gobierno de Syriza. No obstante, es posible que esta crisis aboque al Reino Unido a una recesión e incluso arrastre a una parte de la economía mundial (ver un buen articulo del economista argentino Rolando Astarita titulado Brexit, una salida reaccionaria)

Decimos que este caso es lo contrario que Grecia porque es un sector de la oligarquía tradicional tory la que hace presión sobre el partido conservador para exigir el referéndum y pedir la salida del Reino Unido de la UE. Son personajes como Nigel Farage líder del ultranacionalista UKIP o el ex-alcalde de Londres los que se han puesto a la cabeza de un movimiento nacional que engloba a sectores de la clase obrera que tradicionalmente votaba a Labour Party, o a sectores de la clase media en los distritos más rurales de Inglaterra y Gales.

Las conclusiones que se pueden extraer del Brexit en el Reino Unido son varias:

1.- Que el Proyecto de la UE está en crisis. 2.- Que existe un giro a posiciones nacionalistas reaccionarias de sectores de la clase obrera y de las clases medias. 3.- Que el viejo parlamentarismo, incluso en la cuna donde nació que es Inglaterra, está atravesando una crisis importante. 4.- Que a diferencia de la Europa meridional, un Estado nación como el Reino Unido tiene todavía capacidad para mantener su soberanía por encima de las presiones de la eurocracia y de Alemania. Y 5.- Que esto llevará a una crisis interna del Estado británico pues el resultado del referendum animaría a Irlanda o Escocia a negociar por su cuenta su continuidad con la Comisión Europa.


VI

Turquía ahora está en el centro de la escena mundial a raíz del golpe y contragolpe de Estado que ha protagonizado el presidente Erdogán. Lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Turquía encaja bastante bien con la definición clásica que veíamos antes de un Régimen bonapartista. Un hipotético golpe de un sector del ejército es aplastado por un golpe contrarrevolucionario aún más fuerte, que provoca una purga de setenta y cinco mil funcionarios, maestros, policías, militares de baja y alta graduación, jueces, etcétera.

En un ejemplo clásico de “bonaparte”, el presidente islamista Erdogán se erige como juez y árbitro de las distintas fracciones o clanes del ejército y del aparato del Estado, con el objetivo de aplastar a sus adversarios políticos entre los que hay otro sector del islamismo. Pero, sobre todo, lo que busca es acabar con cualquier posibilidad de revolución democrática y laica, y de los restos de anteriores clanes militares dentro de los aparatos del Estado. Para ello situará al frente del Estado a su partido de ascendencia islamista: el AKP (Partido de la Justicia y Desarrollo).

La reacción bonapartista está en marcha con el beneplácito de las grandes potencias occidentales que no se arriesgan a una mayor inestabilidad en la región. Habiendo aprendido de Siria o Egipto, las potencias prefieren la dictadura bonapartista de Bashar al Asad, Hosni Mubarack, Abdelftah Al-Sisi y Taiyir Erdogán, que los riesgos de una nueva Primavera árabe, la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes o de partidos al estilo de Hezbolá o Hamás; y por supuesto, al terrorismo de ISIS.


VII

(Ultranacionalismos). Dice Rolando Astarita en su análisis sobre el Brexit: “Tengamos presente también que el triunfo del Leave se inscribe en el ascenso de una peligrosa ola nacionalista y de derecha: en Austria, el Partido de la Libertad (FPO); en Alemania, Alternativa para Alemania (AfD); en Francia el Frente Nacional; en Dinamarca el Partido Popular; en Finlandia, los Verdaderos Fineses; en Suecia, los Demócratas de Suecia; en Holanda el Partido por la Libertad (PVV); en Noruega el Partido del Progreso; en Grecia Amanecer Dorado; todas estas fuerzas han realizado avances. Agreguemos, en Polonia está en el gobierno el partido Ley y Justicia promoviendo medidas retrógadas y xenófobas. En Hungría la derecha nacionalista y xenófoba también está en el gobierno con Unión Cívica, flanqueada por otra fuerza todavía más de derecha. En Ucrania forma parte del gobierno el neonazi Partido de la Libertad. En Letonia la Alianza Nacional. El ascenso en EU de Donald Trump también puede considerarse parte de este fenómeno”.

El ascenso de los partidos ultranacionalistas con una base de apoyo popular no se ha dado en España de forma ostensible por dos motivos. Por un lado el PP cubre sociológica e históricamente el espacio del nacionalismo españolista; pero también gracias al surgimiento de Podemos que seguramente pudo evitar la creación de partidos de extrema derecha que, mediante la demagogia y retórica patriotera, hubieran tenido influencia de masas.

Este nacionalismo xenófobo se nutre especialmente de grupos económicos muy depauperados, pero también de la clase obrera tradicional que antes votaba a la izquierda y de las clases medias arrastradas por la crisis económica. Lo que diferencia a los movimientos ultranacionalistas de un fascismo como el de Mussolini o Hitler es que no tienen como principal enemigo a la clase obrera organizada política o sindicalmente (socialdemócratas y comunistas), ni a los judíos (como en el caso nazi), sino a los inmigrantes, a los eurócratas de Bruselas que deciden por “el pueblo” o incluso culpan al capitalismo por su decadencia moral (al estilo de ISIS). Pero lo que no está descartado es que el capital financiero pueda usar en un momento de crisis las opciones ultranacionalistas o incluso las directamente fascistas. Todo dependerá del curso de la crisis económica y de las respuestas que puedan darse tanto por parte de las clases trabajadoras y clases medias, como por parte de las élites financieras y políticas.


VIII

Este artículo se ha centrado en la parte analítica y dentro de ella en aspectos concretos que tienen que ver con los nuevos fenómenos. Hemos planteado varias hipótesis. ¿Hay cambios de régimen en algunos Estados de la UE producto de la creación de la zona euro, la crisis y las nuevas relaciones de poder? ¿Estamos asistiendo a cambios de “etapa o ciclo histórico” a partir de la crisis y de las derrotas de los procesos revolucionarios en los países árabes, los movimientos anti-neoliberales en Latinoamérica y de la movilizaciones en el sur de Europa? ¿Están surgiendo nuevas fuerzas emergentes en Europa -ante la crisis de los viejos partidos- que con la excepción del sur- representan programas e ideologías ultrarreaccionarias? ¿Tienen estos análisis repercusiones en la construcción de los partidos y organizaciones políticas?

Para finalizar, considero que hay dos grandes líneas para avanzar. Una tiene que ver con la acción; y se trataría de construir un movimiento real (al estilo del Plan B o los movimientos contra el TTIP); pero también hay que seguir esforzándonos por sacar a las poblaciones de la apatía, mientras millones de refugiados son rechazados y estigmatizados brutalmente; mientras la democracia social y política va perdiendo posiciones en favor de opciones bonapartistas, ultranacionalistas, fascistas o el fanatismo religioso.

Hay que hacer que la gente tome conciencia que la lucha contra la austeridad y la defensa de los servicios públicos es la misma que la defensa del medio ambiente, de la democracia y de toda discriminación por razones de raza o género.

Todo esto puede debatirse en el marco de la acción, pero también en el debate estratégico de qué hacer con una UE que está marcando el paso hacia un capitalismo más salvaje y nos está arrebatando derechos y conquistas.

En segundo lugar, creo que la experiencia de la derrota en Grecia en julio de 2015 puede ser equiparable (en el sur de Europa) a la derrota de la Unidad Popular chilena en 1973. Creo necesaria una reflexión a fondo. No se puede despachar ese tema con frivolidad. Sigo pensando lo mismo que hace un año. Creo que Tsipras y Syriza se equivocaron, y como dijo Perry Anderson en un artículo de la New Leif Review titulado “El error de Tsipras”:

Esto solo cambiará cuando la rabia sea más fuerte que el miedo. De momento, quienes viven del miedo –la clase política a la que ahora también pertenecen Tsipras y sus colegas–pueden estar tranquilos"

Mientras tanto a nosotros nos queda la preocupación por el curso de los acontecimientos, pero también la convicción de que, además de la reflexión, no se debe abandonar el puesto de combate cuando la guerra ya nos ha sido declarada.