“Históricamente se puede considerar que
hay dos grandes cambios de régimen que lo definen
(al proceso europeo). El primero tuvo lugar a
principios de los años 80, con la llegada al poder
de Thatcher y Reagan, la posterior liberalización
de los mercados financieros y la privatización de
las industrias y servicios en Occidente. El
segundo, a principios de los noventa, fue la caída
del comunismo en el Bloque Soviético , que vino
seguida de la ampliación del liberalismo hacia el
Este”
Perry Anderson, “El Nuevo
Viejo mundo”
I
Estando de acuerdo con Perry Anderson,
pienso, que hay un tercer cambio de régimen. A
partir del 1 de enero de 2000 con el inicio del
milenio y del nuevo siglo, cuando se concreta
definitivamente el proyecto de la Unión Monetaria
del Euro. De ahí, surge un nuevo marco económico y
político, así como los nuevos poderes y centros de
decisión, que darían lugar a un cambio de régimen. A
ello, creo también, habría que sumarle el estallido
de la gran recesión mundial desde 2007-2008 que
afectaría cualitativamente al conjunto de la UE,
pero muy en particular a los países periféricos del
sur de Europa (Portugal, España, Grecia e Italia;
además de Irlanda) mediante los mecanismos de la
conversión de la deuda bancaria en deuda pública, la
aplicación de unas políticas de ajuste social que
llevarían al hundimiento económico de estos
países,y, al desmantelamiento de los niveles
anteriores del llamado Estado del bienestar social.
Estos grandes cambios han sacudido al
conjunto de Europa, tanto a nivel de las
instituciones centrales como de los países o Estados
nacionales. La grave crisis económica ha desembocado
en una gravísima crisis social que, a su vez, es una
fuente constante de cambios. En los últimos años
hemos vivido acontecimientos y fenómenos singulares:
la llegada al poder de Syriza y su posterior derrota
a manos de la Troika, el triunfo del Brexit en el
Reino Unido, el golpe y contragolpe bonapartista de
Erdogán en Turquía, la oleada de atentados
terroristas, la descomunal crisis de los refugiados
o el ascenso de fuerzas políticas ultranacionalistas
y también fascistas en numerosos países como
Polonia, Hungría, Austria, pero también en Francia o
Alemania.
Las fuerzas sociales desatadas tras la
crisis y la respuesta capitalista a la misma están
dando lugar a un retroceso de décadas y, al mismo
tiempo, al surgimiento de fenómenos reaccionarios
como los movimientos ultranacionalistas y a veces
también fascistas que actúan empujando y presionando
a los poderes públicos hacia la derecha. Ya no se
puede seguir mirando de perfil esta situación. El
capital financiero sigue apostando hacia viejas
formas de dominación política, pero no está excluida
(como ya ocurriera en otras épocas) la hipótesis de
que, en medio de esta crisis social, las clases
dominantes (o un sector significativo de ellas)
decidan apoyar a estas fuerzas políticas
ultrarreaccionarias.
Otro factor que actúa bajo estos mismos
parámetros es el vuelco que dio la situación en los
países del norte de Africa y del Golfo. De la
Primavera árabe hemos pasado a la contrarrevolución
violenta en la que se hayan envuelto algunos países
como Siria, Egipto o Libia. El ascenso de ISIS y sus
numerosos atentados en estos países y en Europa
reflejan también el crecimiento de una corriente
reaccionaria que no duda en atacar a la población
con métodos de barbarie y fascistas. Es el correlato
en el mundo árabe del ultranacionalismo europeo o
americano que aquí se reivindica garante y heredero
de la civilización judeo-cristiana, pero allí con
una seña de identidad islamista y feudal.
A toda esta situación no son ajenas las
formas de dominación política del capitalismo. La
crisis económica y social ha roto las viejas
fórmulas basadas en un consenso o contrato social
que garantizaba unos servicios mínimos a la mayoría
de la población europea. Por esa razón están
entrando en crisis los viejos partidos y sindicatos.
En una palabra, el régimen y los regímenes están
cambiando por el impacto de la lucha de las clases.
Esto es lo que queremos analizar aquí.
Como introducción trataremos de plantear el
problema teórico desde las premisas, categorías o
conceptos que queremos abordar.
II
(Sobre el Estado, régimen y gobierno,
algunas consideraciones teóricas e históricas)
De la misma forma que la sociología
política diferencia los tres poderes (legislativo,
ejecutivo y judicial), los movimientos políticos que
bebieron de las fuentes de los distintos marxismos
establecen una diferencia entre la función de un
Estado y un régimen (dejando de lado al gobierno que
es bastante obvio).
Para muchos marxistas el Estado se
definiría por las relaciones de clase y propiedad
que existe en un país; por ejemplo, si ese país era
feudal o capitalista o socialista. Por supuesto que,
dentro de esa definición general cabrían muchos
matices (que no vienen al caso plantear aquí).
El régimen político, por el contrario,
vendría a definirse por las formas de
dominación política que la clase
(clases o grupos sociales) que tienen el poder del
Estado ejercen contra o a favor de otras clases, ya
sean subalternas, o dentro de unas mismas élites
dominantes. Estas formas, en términos gramscianos,
pueden ser la más pura dominación, la hegemonía o
una combinación de ambas. Lo trascendente es que con
ellas se crean instituciones que pueden ser de muy
distinto signo: democráticas basadas en el sufragio,
antidemocráticas basadas en las fuerzas armadas, el
partido único, la burocracia estatal, etc. De la
combinación de estas instituciones con las clases
sociales (y de la relación de ellas entre sí ), así
como del punto o
centro
de gravedad donde reside la base del poder en tal o cual
Estado... surge lo que se define como régimen.
En mi opinión, existen dos extraordinarias
referencias teóricas para estudiar estos temas que
son los escritos de K. Marx en un folleto titulado “El
18 Brumario de Luis Bonaparte” y en el siglo
XX los escritos de León Trotsky recogidos en un
libro titulado “La lucha contra el fascismo en
Alemania”, en donde hace una portentosa
definición de lo que son los regímenes políticos
bajo el capitalismo en descomposición de entre
guerras. En estos trabajos teóricos Trotsky analiza
los distintos tipos de regímenes: el fascismo de
Mussolini o Hitler; el bonapartismo alemán antes de
la llegada al poder del nazismo; la crisis de los
regímenes parlamentarios que reflejaban el ascenso
del capitalismo, o también, el surgimiento de los
llamados regímenes de frente popular o kerenskistas
(Kerenski fue el primer ministro en la Rusia
anterior a la revolución de octubre) en los momentos
de crisis revolucionaria como en la España de 1936 o
el gobierno de León Blum en Francia.
Sin entrar en más detalles, que alargaría
en exceso este artículo, añadiremos que las
definiciones de regímenes no son estáticas, ni
normativas, ni están basadas en compartimentos
estancos. Nosotros entendemos que un régimen, al ser
una forma política de dominación, es una
superestructura cambiante que se modifica por los
distintos acontecimientos de la realidad, tanto por
revoluciones y contrarrevoluciones, como por otros
factores de menos profundidad social. Se trataría de
sujetos vivos y en permanente construcción o
deconstrucción.
También nos gustaría hacer notar que no
creemos en formas de dominación puras. Como muy bien
analizó Trotsky en el período que va desde comienzo
de los años treinta hasta la llegada al poder de
Hitler en marzo de 1933, se van a suceder en
Alemania distintas combinaciones políticas con jefes
de gobierno bonapartista como el de Brüning, o el de
Frank Von Papen con la participación de tres
ministros del partido nazi, hasta la victoria
definitiva de Hitler y la disolución del régimen
parlamentario clásico. Un régimen bonapartista puede
convivir perfectamente con rasgos o instituciones de
tipo fascista o al revés: un régimen parlamentario
clásico puede hibridarse con formas bonapartistas
como con la presencia de unas fuerzas armadas
golpistas o, por el contrario, con formas de doble
poder revolucionario.
Por último, también me gustaría destacar
dentro de estas consideraciones histórico-teóricas
los trabajos de Antonio Gramsci. Los “Cuaderni
del carcere”, aunque escritos bajo unas condiciones de
represión infames, son un conjunto de reflexiones
teóricas e históricas un tanto desordenadas pero
llenas de profundidad. Se trata de conceptos que
utilizaremos parcialmente en este artículo como
“hegemonía y dominación”, “coerción y
consentimiento” o la importancia del concepto de
“cultura popular”. En mi opinión aunque
discutibles algunas de las conclusiones de
Gramsci, se trata de uno de los estudios más
lúcidos del marxismo del siglo XX, en particular a
lo referido a las relaciones de poder y de clases.
III
Una de las cuestiones menos estudiadas por
los anticapitalistas hoy (posiblemente porque no se
le ha dado relevancia) es la modificación que está
teniendo lugar en el régimen del Estado nacional en
su nueva relación con la Unión Europea. Tanto en el
Estado español como, me atrevería también a afirmar,
en otros países de la periferia del sur como Grecia
o Portugal. Creo que se está viviendo un cambio de
régimen político. Determinado por dos aspectos: en
primer lugar, la entrada de los países en la moneda
única (euro) en enero del 2000; y en segundo lugar,
el impacto que ha tenido en Europa (y
particularmente en el sur) la grave recesión mundial
que ya dura ocho años.
Lo que aquí llamo la nueva dimensión
europea significa que se están produciendo cambios
pero en una dirección muy concreta: los equilibrios
de poder se vienen desplazando desde Madrid a Berlín
y Bruselas respectivamente. Los últimos gobiernos de
Zapatero y Rajoy lo han vivido de una forma
descarnada a través de los rescates, la imposición
presupuestaria y el techo del gasto, la contención
del déficit público en el 3%, la amenaza de
sanciones (perdonadas por Angela Merkel), la
modificación del artículo 135 de la Constitución, la
adecuación del mercado laboral a las reformas a
gusto de Bruselas y, sin lugar a dudas, a las
necesidades del Capital para rentabilizar sus
inversiones; las reformas de las pensiones en todos
los países del sur de la UE, la exigencia de nuevos
recortes presupuestarios por un monto de 10.000
millones de euros entre los años 2017 y 2018. Y
tampoco se puede olvidar la nueva vuelta de tuerca
que podría suponer la aprobación de los Tratados que
negocian en Bruselas y Estados Unidos o Canada
respecto al TTIP o TISA (que afectaría a una
modificación de las leyes laborales,
medioambientales, libre comercio, sanitarias, etc).
En términos institucionales el centro de
gravedad se ha venido desplazando desde el
parlamento y gobierno de Madrid hacia los poderes
emergentes en los últimos años: la Comisión europea
que encabeza Jean Claude Juncker junto a otros 18
comisarios de la eurozona; el Banco Central Europeo
que ejecuta las políticas financieras y que dirige
Mario Draghi; y, el epicentro o núcleo donde se
deciden las cuestiones de mayor calado (como por
ejemplo la negociación que llevó la UE con Grecia en
el año 2015), dirigidas por el gobierno de Angela
Merkel y de su ministro de Finanzas Wolfgang
Schäuble.
Creo por lo tanto, que se está produciendo un
cambio cualitativo, en donde el Estado
nación no pierde todas sus competencias (ejército,
policía, un parlamento y un gobierno devaluados),
pero que poco a poco cede, en beneficio de unos
poderes supranacionales representados en la Troika,
de los poderosos grupos económicos y del Estado
alemán. Lo que estamos viviendo es una transmisión
del poder de forma gradual de unas élites e
instituciones en donde los grandes grupos económicos
autóctonos (Ibex 35), lejos de perder fuerza, se han
alineado claramente con la Troika a costa del
hundimiento social de las clases trabajadoras, un
sector muy amplio de las clases medias urbanas, y la
pequeña burguesía agraria; e incluso, de sectores
medios de la burguesía que se ven arrastrados por la
concentración-acumulación de capital en base a una
competitividad imposible.
Si esta hipótesis fuera correcta creo que
pone en cuestión otros análisis. Para
Anticapitalistas el régimen político actual es el
que nació de la Transición (llamado popularmente
como régimen del 78). Esa caracterización política
sitúa el centro estratégico del partido en plantear
“Proceso o procesos constituyentes para los pueblos
del Estado español” y la consigna de “Ruptura
democrática”.
Como he venido señalando en numerosas
ocasiones, esa orientación conlleva una
subestimación de la cuestión europea y más
concretamente de la lucha contra la austeridad. Así
mismo, el partido va perdiendo la perspectiva del
conflicto social o, lo que es igual, de la lucha
entre las clases trabajadoras y las élites
económicas o políticas. En su lugar, se reemplaza
esa perspectiva por un discurso abstracto como
constituyente o la consigna “Poder Popular”, que no
se corresponde con el análisis del período en el que
estamos, ni con las características del nuevo
régimen.
IV
Si hay un país en donde esta hipótesis de
cambio de régimen es mucho más clara ese es Grecia.
El conflicto que enfrenta al gobierno de Syriza
desde febrero de 2015 hasta julio de ese mismo año
en que se celebra el referendum (victoria del NO con
más del 62% frente a un 38% del SÍ), es el fiel
reflejo de la crisis en que están los regímenes o
gobierno de la democracia parlamentaria frente al
nuevo poder emergente representado por la Troika
(Comisión Europea, Banco Central y FMI) y sobre todo
por el gobierno de Alemania.
El resultado de la batalla que tuvo lugar
es de sobra conocido, ante el brutal chantaje del
Ministro de Finanzas alemán Schäuble y de la
Comisión al ministro de economía griego Varoufakis
(éste lo ha contando con pelos y señales), el
gobierno de Syriza gana el referendum, pero
posteriormente decide capitular sin condiciones,
restructurar el gobierno y convocar nuevas
elecciones.
Sin entrar hoy al debate concreto de si
Tsipras se equivocó o no durante los seis meses que
negoció y en la decisión final, lo que sí nos parece
importante es analizar dos cosas y extraer algunas
conclusiones. En primer lugar ha cambiado el
contenido del mensaje. Hoy, no es necesario sacar
los tanques de la OTAN para acabar con la democracia
y la soberanía de un pueblo, basta con dejar sin
fondos los bancos y organizar una fuga de capitales
que deje al país paralizado. En segundo lugar, esto
situaría los verdaderos centros de poder (grupos
financieros) y la decisión final (Bundesbank y BCE)
en manos de los que verdaderamente la detentan. No
podemos seguir cerrando los ojos a la realidad.
Cuanto antes comprendamos que los enemigos han
cambiado, mucho antes seremos capaces de articular
nuevas estrategias y nuevas vías de emancipación
social.
Si la derrota de Salvador Allende y la
Unidad Popular en el Chile de 1973 a manos de la
burguesía, las fuerzas armadas y el imperialismo
americano, dio lugar a un apasionado debate entre la
izquierda mundial (Partido Comunista Italiano y la
estrategia del Compromiso Histórico con la
Democracia Cristiana), o por el contrario, la vía
revolucionaria al socialismo (Mandel: “Crítica al
Eurocomunismo”. Editorial Fontamara); ¿cómo no debería
producir un gran debate el análisis de la
experiencia de Syriza que será enormemente
productivo para Podemos en España o para El Bloco
en Portugal?
V
Hace unas semanas el Reino Unido decidía
salirse de la UE. Las diferencias entre Grecia y
Reino Unido son totales. Pero marca una tendencia a
la crisis de la UE aunque las explicaciones son muy
diferentes.
El Reino Unido no pertenece a la zona euro
lo que le permitirá un margen de maniobra con la
libra que no tenía el gobierno de Syriza. No
obstante, es posible que esta crisis aboque al Reino
Unido a una recesión e incluso arrastre a una parte
de la economía mundial (ver un buen articulo del
economista argentino Rolando Astarita titulado “Brexit, una salida
reaccionaria”)
Decimos que este caso es lo contrario que
Grecia porque es un sector de la oligarquía
tradicional tory la que hace presión sobre el
partido conservador para exigir el referéndum y
pedir la salida del Reino Unido de la UE. Son
personajes como Nigel Farage líder del
ultranacionalista UKIP o el ex-alcalde de Londres
los que se han puesto a la cabeza de un movimiento
nacional que engloba a sectores de la clase obrera
que tradicionalmente votaba a Labour Party, o a
sectores de la clase media en los distritos más
rurales de Inglaterra y Gales.
Las conclusiones que se pueden extraer del
Brexit en el Reino Unido son varias:
1.- Que el Proyecto de la UE está en
crisis. 2.- Que existe un giro a posiciones
nacionalistas reaccionarias de sectores de la clase
obrera y de las clases medias. 3.- Que el viejo
parlamentarismo, incluso en la cuna donde nació que
es Inglaterra, está atravesando una crisis
importante. 4.- Que a diferencia de la Europa
meridional, un Estado nación como el Reino Unido
tiene todavía capacidad para mantener su soberanía
por encima de las presiones de la eurocracia y de
Alemania. Y 5.- Que esto llevará a una crisis
interna del Estado británico pues el resultado del
referendum animaría a Irlanda o Escocia a negociar
por su cuenta su continuidad con la Comisión Europa.
VI
Turquía ahora está en el centro de la
escena mundial a raíz del golpe y contragolpe de
Estado que ha protagonizado el presidente Erdogán.
Lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Turquía
encaja bastante bien con la definición clásica que
veíamos antes de un Régimen bonapartista. Un
hipotético golpe de un sector del ejército es
aplastado por un golpe contrarrevolucionario aún más
fuerte, que provoca una purga de setenta y cinco mil
funcionarios, maestros, policías, militares de baja
y alta graduación, jueces, etcétera.
En un ejemplo clásico de “bonaparte”, el
presidente islamista Erdogán se erige como juez y
árbitro de las distintas fracciones o clanes del
ejército y del aparato del Estado, con el objetivo
de aplastar a sus adversarios políticos entre los
que hay otro sector del islamismo. Pero, sobre todo,
lo que busca es acabar con cualquier posibilidad de
revolución democrática y laica, y de los restos de
anteriores clanes militares dentro de los aparatos
del Estado. Para ello situará al frente del Estado a
su partido de ascendencia islamista: el AKP (Partido
de la Justicia y Desarrollo).
La reacción bonapartista está en marcha con
el beneplácito de las grandes potencias occidentales
que no se arriesgan a una mayor inestabilidad en la
región. Habiendo aprendido de Siria o Egipto, las
potencias prefieren la dictadura bonapartista de
Bashar al Asad, Hosni Mubarack, Abdelftah Al-Sisi y
Taiyir Erdogán, que los riesgos de una nueva
Primavera árabe, la llegada al poder de los Hermanos
Musulmanes o de partidos al estilo de Hezbolá o
Hamás; y por supuesto, al terrorismo de ISIS.
VII
(Ultranacionalismos). Dice Rolando
Astarita en su análisis sobre el Brexit: “Tengamos presente
también que el triunfo del Leave se inscribe en
el ascenso de una peligrosa ola nacionalista y
de derecha: en Austria, el Partido de la
Libertad (FPO); en Alemania, Alternativa para
Alemania (AfD); en Francia el Frente Nacional;
en Dinamarca el Partido Popular; en Finlandia,
los Verdaderos Fineses; en Suecia, los
Demócratas de Suecia; en Holanda el Partido por
la Libertad (PVV); en Noruega el Partido del
Progreso; en Grecia Amanecer Dorado; todas estas
fuerzas han realizado avances. Agreguemos, en
Polonia está en el gobierno el partido Ley y
Justicia promoviendo medidas retrógadas y
xenófobas. En Hungría la derecha nacionalista y
xenófoba también está en el gobierno con Unión
Cívica, flanqueada por otra fuerza todavía más
de derecha. En Ucrania forma parte del gobierno
el neonazi Partido de la Libertad. En Letonia la
Alianza Nacional. El ascenso en EU de Donald
Trump también puede considerarse parte de este
fenómeno”.
El ascenso de los
partidos ultranacionalistas con una base de
apoyo popular no se ha dado en España de forma
ostensible por dos motivos. Por un lado el PP
cubre sociológica e históricamente el espacio
del nacionalismo españolista; pero también
gracias al surgimiento de Podemos que
seguramente pudo evitar la creación de partidos
de extrema derecha que, mediante la demagogia y
retórica patriotera, hubieran tenido influencia
de masas.
Este nacionalismo xenófobo se nutre
especialmente de grupos económicos muy depauperados,
pero también de la clase obrera tradicional que
antes votaba a la izquierda y de las clases medias
arrastradas por la crisis económica. Lo que
diferencia a los movimientos ultranacionalistas de
un fascismo como el de Mussolini o Hitler es que no
tienen como principal enemigo a la clase obrera
organizada política o sindicalmente
(socialdemócratas y comunistas), ni a los judíos
(como en el caso nazi), sino a los inmigrantes, a
los eurócratas de Bruselas que deciden por “el
pueblo” o incluso culpan al capitalismo por su
decadencia moral (al estilo de ISIS). Pero lo que no
está descartado es que el capital financiero pueda
usar en un momento de crisis las opciones
ultranacionalistas o incluso las directamente
fascistas. Todo dependerá del curso de la crisis
económica y de las respuestas que puedan darse tanto
por parte de las clases trabajadoras y clases
medias, como por parte de las élites financieras y
políticas.
VIII
Este
artículo se ha centrado en la parte analítica y
dentro de ella en aspectos concretos que tienen que
ver con los nuevos fenómenos. Hemos planteado varias
hipótesis. ¿Hay cambios de régimen en algunos
Estados de la UE producto de la creación de la zona
euro, la crisis y las nuevas relaciones de poder?
¿Estamos asistiendo a cambios de “etapa o ciclo
histórico” a partir de la crisis y de las derrotas
de los procesos revolucionarios en los países
árabes, los movimientos anti-neoliberales en
Latinoamérica y de la movilizaciones en el sur de
Europa? ¿Están surgiendo nuevas fuerzas emergentes
en Europa -ante la crisis de los viejos partidos-
que con la excepción del sur- representan programas
e ideologías ultrarreaccionarias? ¿Tienen estos
análisis repercusiones en la construcción de los
partidos y organizaciones políticas?
Para
finalizar, considero que hay dos grandes
líneas para avanzar. Una tiene que ver con la
acción; y se trataría de construir un movimiento
real (al estilo del Plan B o los movimientos contra
el TTIP); pero también hay que seguir esforzándonos
por sacar a las poblaciones de la apatía, mientras
millones de refugiados son rechazados y
estigmatizados brutalmente; mientras la democracia
social y política va perdiendo posiciones en favor
de opciones bonapartistas, ultranacionalistas,
fascistas o el fanatismo religioso.
Hay que hacer que la gente tome conciencia
que la lucha contra la austeridad y la defensa de
los servicios públicos es la misma que la defensa
del medio ambiente, de la democracia y de toda
discriminación por razones de raza o género.
Todo esto puede debatirse en el marco de la
acción, pero también en el debate estratégico de qué
hacer con una UE que está marcando el paso hacia un
capitalismo más salvaje y nos está arrebatando
derechos y conquistas.
En segundo lugar, creo que la experiencia
de la derrota en Grecia en julio de 2015 puede ser
equiparable (en el sur de Europa) a la derrota de
la Unidad Popular chilena en 1973. Creo necesaria
una reflexión a fondo. No se puede despachar ese
tema con frivolidad. Sigo pensando lo mismo que hace
un año. Creo que Tsipras y Syriza se equivocaron, y
como dijo Perry Anderson en un artículo de la New
Leif Review titulado “El error de Tsipras”:
“Esto solo cambiará cuando la rabia sea
más fuerte que el miedo. De momento, quienes viven
del miedo –la clase política a la que ahora
también pertenecen Tsipras y sus colegas–pueden
estar tranquilos"
Mientras tanto a nosotros nos queda la
preocupación por el curso de los acontecimientos,
pero también la convicción de que, además de la
reflexión, no se debe abandonar el puesto de combate
cuando la guerra ya nos ha sido declarada.