Trasversales
Miquel Monserrat

Encierro del Pilón:¿accidente?

Revista Trasversales número 38,  agosto 2016 web

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Vaya por delante mi condolencia por la muerte de una mujer de 53 años que cayó por el barranco que bordea el recorrido del "encierro del Pilón" en la localidad navarra de Falces, y con las vecinas y vecinos de ese pueblo, para las que fue sin duda un "mal trago". Estoy en contra de los festejos en que se maltrata a animales, pero, por descontado, la vida humana es para mí es una prioridad. De hecho, en esta nota no voy a criticar el encierro del Pilón desde el punto de vista de nuestras obligaciones éticas hacia los animales -y podría hacerse, aunque en este caso el maltrato sea mucho menor al de otras fiestas verdaderamente siniestras - sino desde el punto de vista de la seguridad para las personas. Para las vaquillas, pero más aún para las personas, este encierro es muy peligroso. Veamos como una web del propio Gobierno de Navarra describe este evento, declarado en 2011 fiesta de interés turístico:

"Vaquillas, mozos y el monte se convierten en protagonistas de una de las citas taurinas más curiosas de Navarra. Una singular carrera de 800 metros que discurre por un estrecho y escarpado recorrido cuesta abajo. A un lado, el muro de la montaña. Al otro lado, el barranco. El resultado, un escenario que añade espectacularidad y emoción al evento (...) A pesar de la peligrosidad del recorrido, siempre ha sido el mismo salvo contadas ocasiones en que se ensayaron diferentes caminos. A veces, las vacas deciden cambiar el recorrido, improvisar y lanzarse hacia arriba por el monte o hacia abajo por el barranco, con el consiguiente pánico entre el público asistente".

De entrada, choca que una institución pública incite a participar, en tanto que "espectáculo único digno de admirar" ,en un evento en el que se produce "pánico entre el público asistente". ¿No son conscientes del alto grado de peligro que implica el pánico entre un amplio grupo de personas, corredoras o espectadoras, apiñadas en un estrecho camino en cuesta que a un lado tiene la montaña y al otro, en gran parte del recorrido sin barandilla protectora, un barranco, con varias vaquillas asustadas y desorientadas corriendo por medio? Incluso el vídeo promocional de este "festejo", encargado por el propio Ayuntamiento de Falces, da muestra de estos riesgos, pudiéndose ver, por ejemplo, como un hombre ya colocado en la ladera del barranco, agarrado a vegetación, es lanzado barranco abajo por una vaquilla.

Al comentar el trágico hecho ocurrido a consecuencia de la caída de una mujer durante el segundo encierro del Pilón de 2016, las autoridades locales y otros fans de este encierro no han parado de decir "ha sido un accidente", como si la palabra mágica "accidente" liberase de responsabilidades y permitiese seguir eludiendo una reflexión sobre tan arriesgada costumbre. Uno de los vecinos entrevistados en una televisión llevó esa teoría del accidente a su forma más mística, declarando "es el destino". El destino es una mera superstición. En todo caso podríamos hablar del azar, la casualidad, el accidente si se quiere. Pero en este caso no. Era previsible. Las condiciones del peligro son construidas intencionadamente, pues en ellas se quiere que resida el "atractivo" del evento. De hecho, el "atractivo turístico" que se vende es eso, el peligro.

Según varios medios de comunicación, más de cincuenta personas terminaron en el hospital a la largo de los encierros del Pilón de 2016. Algunos de los vecinos se pusieron por la televisión en plan "profesional" y empezaron a decir que lo que pasaba es que iba gente que no está preparada para ello, que no iba vestida adecuadamente, que incluso iba "con zapato de tacón" (¡ay, las mujeres metiéndose en las cosas de "hombres"!). Vamos, que la culpa es de la gente que "se accidenta". En realidad, en uno de los encierros de este año tuvo una caída similar un joven muy experto, nada más y nada menos que el "jefe de pastores", aunque no se mató, posiblemente por la vegetación de la ladera. Pero si se trata de algo tan arriesgado, de tanta "peligrosidad", que genera "pánico", en lo que sólo deben participar "profesionales del Pilón", ¿por qué se presenta como una fiesta de interés turístico y se intenta atraer al mayor número de espectadores?

Vamos a ver: en un local cerrado se establecen límites de aforo, y si no se respetan pueden ocurrir graves tragedias, a las que no puede definirse como "accidentes". Pensemos ahora en el encierro del Pilón. ¿Les parece razonable dejar que traten de meterse tantas personas como quieran en una carrera descendente a través de un estrecho camino, más algunas rocas adyacentes, bordeado por un barranco, junto a varias vaquillas asustadas? En caso de que se siguiese haciendo así, ¿no haría falta establecer también un aforo? ¿Podemos admitir que se desarrollen y fomenten actividades públicas de alto riesgo con el único pretexto de que quienes van ya saben a qué van? En ese sentido, ni siquiera es comparable a los "sanfermines", fiestas que incluyen otras muchas actividades más allá de los encierros. En los encierros del Pilón ni siquiera es posible ser espectador sin riesgos.

Pero, en fin, creo que en realidad lo que habría que hacer es no someter a las personas -ni a las vaquillas- a esos riesgos. Y podría hacerse muy bien, recuperando tradiciones lugareñas que fueron transformadas por el empeño de algunos mozos en competir en un derroche de "valor y coraje". La ruta del encierro era parte del camino por el que se transportaba ganado al pueblo, cuyos habitantes iban a esperarle con pan, chorizo, bacalao y vino. Recuperar esa tradición en torno a la "llegada del ganado" podría dar lugar a una fiesta muy agradable, cooperativa y sin riesgos. Incluso, limitando el número de corredores y organizando varias "series" y tomando algunas medidas de precaución, podrían organizarse carreras de montaña, sin vaquillas, claro.

Ya sé que se alzarán voces contra "las prohibiciones", casi siempre de los mismos que están en contra de que se prohiba fumar en espacios públicos cerrados, en contra de los controles de velocidad y de alcoholemia en las carreteras, en contra de que se prohiba el mal trato a los animales, en contra de que se prohiba la separación educativa de niñas y niños. Personas que, curiosamente, en un alto porcentaje, aunque no todas, sí están a favor de prohibir el aborto, de prohibir las bodas entre personas del mismo sexo, de prohibir el uso y venta de sustancias psicoactivas (menos algunas como el alcohol, el tabaco o el café, que también son "drogas" pero bien vistas por cierta "cultura"), de prohibir la libre circulación de personas, de prohibir las huelgas "molestas", de prohibir que en Cataluña se haga una consulta, de prohibir la libre elección del momento de la muerte propia, de prohibir las manifestaciones que no se hagan en lejanos descampados, de prohibir ciertos espectáculos de títeres y un largo etcétera. Todo esto no tiene nada que ver con "las prohibiciones" en abstracto, creo que no existe nadie que quiera prohibir todo o que quiera que no se prohiba nada, tiene que ver con el tipo de sociedad en la que queremos vivir, de donde deriva aquello que queremos que se prohiba y aquello que queremos se pueda hacer en libertad.

Y que conste que no he pedido que se prohiban los encierros del Pilón. Por ahora, sólo he dicho que se impone una reflexión y que sería muy conveniente una reconversión alegre y cooperativa de esas fiestas navarras. Y también digo que alguien debería decir a los jóvenes de Falces, desde la escuela, que no son mejores porque se pongan en riesgo y pongan en riesgo a otras personas, que eso no aumenta su valía y que ni eso les hace "más hombres" ni vale para nada esa absurda idea de ser "más hombre", que suele conducir a ser, al menos a ratos, más estúpido, más brutal o más insensato.

Entiendo que se practiquen deportes de riesgo, con precauciones, pues en ello el riesgo es individual. No me tiraría en paracaídas, porque me da miedo, pero entiendo que es una actividad deportiva legítima, en la que quienes la practican asumen un riesgo razonable, presente en muchas actividades de la vida. Pero desde luego no permitiría, si estuviese en mis manos, una "fiesta del paracaídas" en la que se diese oportunidad de saltar a cualquiera que lo pidiese y donde los paracaidistas tuvieran que caer en una zona abarrotada de gente sin espacios libres en los que "aterrizar". En ese sentido, creo que los encierros del Pilón pertenecen a un tipo de "fiestas" con momentos de pánico en las que se genera un riesgo colectivo que excede el riesgo asumido individualmente en ciertas actividades deportivas. Creo que su incitación desde las instituciones públicas es una grave irresponsabilidad.

No hay ningún destino positivo que nos proteja ni ningún destino negativo que nos libere de precauciones porque "pasará lo que tenga que pasar, si no es la vaquilla me caerá un meteorito encima cuando llegue mi hora". La vida es muy valiosa y hay que cuidarla, que es breve e irrepetible. Y, sí, aunque no es el tema de esta nota, creo que tampoco tenemos derecho a someter a unas vaquillas a esa situación, no tanto porque ellas tengan derechos como porque nosotros tenemos obligaciones.

Por lo demás, no dudo de que las vecinas y vecinos de Falces son buena gente, amable y solidaria. Pero sus fiestas del Pilón serían mucho más agradables y cooperativas si se reconvirtieran y recuperasen simbólicamente algunas de las viejas tradiciones de acogida a quienes transportaban el ganado.



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