Trasversales
José Luis Mateos

No ser un tigre de papel


Revista Trasversales número 39, enero 2017 web

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José Luis Mateos es patrono de la Fundación Andreu Nin y miembro de la CEAQUA, Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina


Tigre de papel: expresión utilizada para designar algo que aparenta ser una amenaza pero que en realidad resulta inofensivo

Desactivar la amenaza de cambio

Siempre ha sido una preocupación de los poderosos, de las élites o de los grupos sociales dominantes evitar cualquier posibilidad de cambio, desactivar el potencial transformador de otros grupos sociales, clases, movimientos o partidos. No es extraño, por tanto, que desde la irrupción del 15-M los poderes públicos se hayan esforzado por desautorizar primero y deslegitimar después las iniciativas o propuestas que cuestionan al poder considerado legal. A ello van a dedicar copiosos esfuerzos ideológicos, políticos y materiales.

Cuando el 15-M decide dedicarse a la política o, dicho de otra manera, proyectar su fuerza social a las instituciones locales, territoriales o estatales, cuestión trascendental en su desarrollo, se encuentra con que este asunto, no puede efectuarse como 15-M. Así se facilitaba, en consecuencia, la aparición y legitimidad de PODEMOS, siendo la señal de que el cambio social y político deja de ser una posibilidad para convertirse en amenaza real e inmediata. Desactivar ese potencial de cambio se eleva a asunto central, estratégico para las élites. El aparato de Estado toma nota, los medios de comunicación se ponen al servicio de la mentira, de la difamación y de cuanto sea necesario, la legislación coactiva se aplica sin miramientos ni delicadeza alguna, los partidos del régimen se aprestan a dar cobertura política, las instituciones representativas crean “cordones sanitarios”: ¡Nada con PODEMOS! ¡Todos contra PODEMOS! Y así, hasta crear un PODEMOS de derechas (o de arriba, según los gustos), pero que también formaba parte de las fuerzas emergentes (el PODEMOS de los ricos), a su vez en conflicto con las fuerzas políticas del bipartidismo. Todo muy retorcido.

Que las élites persiguiesen ese objetivo resultaba razonable, a pesar de la torpeza y bestialidad de las élites españolas, pero… ¿qué hicieron quienes estaban obligados a desmontar sus aviesos proyectos? El caso es que las expectativas de cambio fueron desactivadas en diferentes fases y con desigual intensidad a lo largo de 2016. En gran medida lo lograron y su éxito constituye el mayor demérito de PODEMOS y de sus jóvenes dirigentes.

En fin, no tenemos el gobierno que nos merecemos (¡qué estupidez pensar que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen!). Nunca nos merecimos a Franco y salvando las distancias, hoy no nos merecemos a Rajoy. En paralelo a esta idea, lo que sin duda no nos merecemos es convertir en inofensivo lo que tanto esfuerzo y sacrificios ha costado levantar.


Vestir la impotencia con ropas atractivas

Todo un reflejo de la impotencia política de quien, aparentemente, dispone de un inmenso arsenal de ideas, iniciativas y proyectos. Qué fatalidad que dicho “arsenal” devenga en una agotadora lectura de textos, repletos de lugares comunes, frases vacías o iniciativas huecas, inoperativas para la acción política, ilusiones por aquí y emociones por allá. El debate sobre (“quién da más o menos miedo”, “quién es más radical o más moderado”, “duros o blandos”, “subalternidad o no respecto del PSOE”)…, empieza a agotarme, pero aún queda (asaltar los cielos, maquinaria de guerra electoral, PODEMOS de la protesta o PODEMOS de la gestión, PODEMOS de la resistencia o de la ofensiva, fuerzas emergentes o fuerzas bipartidistas, movilización o institución, izquierda o transversalidad, guerra de movimientos y guerra de posiciones, pueblo y patria, populismo o clase social, las gentes como categoría social, hegemonía, bloque histórico, empoderamiento, poder popular...). Parece que la modernidad de la acción política se reduce a ideas inconsistentes y las nuevas formas de la política son viejos resabios del más rancio partidismo. Todo ello ingredientes de una inmensa “sopa cósmica” en la que todo cabe sin contradicción alguna. Tanto del “Plan 2020: ganar al PP, gobernar España” como de “Recuperar la ilusión”, resulta complicado extraer consecuencias estratégicas o iniciativas tácticas dignas de mención, son ideas vaporosas que como la niebla ocultan los diferentes caminos posibles y que conducen a destinos diferenciados.

En un debate de modos, de estilos, de formas… el contenido parece secundario. Es, por tanto, natural, que se ponga en boca de Iglesias o Errejón aquello que Iglesias o Errejón no dicen pero que sí creemos que dicen o queremos que digan. Un ejemplo: se presenta como dilema excluyente la cuestión de la importancia de la movilización social (protagonismo de la sociedad civil) y la acción institucional (primacía de las instituciones sobre la sociedad); pues bien, entiendo que tal dilema no existe pues ambos elementos son complementarios y no necesariamente excluyentes. La subordinación de la movilización social a la acción institucional no conduce, inevitablemente, a la subordinación de la sociedad civil y esto ocurre, por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con la conformación de un Gobierno de cambio (la mayoría social quiere y desea el cambio y presiona para que desde la institucionalidad se haga posible). Otro tanto podríamos afirmar del supuesto antagonismo entre izquierda (que por cierto, siempre fue transversal) y la transversalidad.


Las razones de PODEMOS

PODEMOS nace como resultado del fracaso político del 15-M, aquello que el 15-M no podía hacer sin neutralizarse a sí mismo. Fue una construcción exterior pero no ajena, no surgió como creación directa de las asambleas populares, plataformas o mareas, sino de la necesidad de las mismas. Lo que no contábamos es que ese protagonismo social terminaría diluyéndose, esperemos que sea temporal y no estructural.

Ya no servía aquello de ¡Vamos despacio porque vamos lejos!, lema recurrente durante largo tiempo promovido por el 15-M. Sin embargo, se aceleró la presión por el cambio, era urgente acabar con el “austericidio” y sus costes sociales, ambientales y humanos, insoportables para la “mayoría social”. Una realidad convulsa que no concedía plazos a PODEMOS, había prisa por derrotar a las élites y sus políticas criminales. Una prisa que mostraba sensibilidad y compromiso con las víctimas de esa políticas. Tres años después, las expectativas no son las mismas y PODEMOS nos ofrece la perspectiva de que en los próximos procesos electorales, ¿2020?, el “gobierno del cambio” será posible.

Por aquél entonces (2014-2015) era una evidencia de que las formas políticas a través de las cuáles se expresan los grupos sociales subalternos eran, en el mejor de los casos, insuficientes (insuficiencia política, social y sindical). La izquierda convencional no nos servía (¡No nos representan!) y así hubiese seguido ocurriendo si PODEMOS no irrumpe para alterar el escenario. Pero lo nuevo debe convivir con lo viejo, sobre todo cuando las nuevas herramientas no sustituyen la necesidad y vigencia de las viejas (lo que especialmente se aprecia en el sindicalismo).

Por último, la necesidad de transformar la movilización social en poder político. Convertir la capacidad de protesta en capacidad para influir en la toma de decisiones, que, a fin de cuentas, deciden el futuro de todas y todos. Hay, en definitiva, muchas formas de decirlo pero se trata de que la “mayoría social” devenga en “mayoría política”. Que las luchas y las movilizaciones sociales puedan traducirse en soluciones políticas diferentes de las soluciones que nos ofrecen desde la Constitución, desde el sistema de partidos, desde el déficit democrático actualmente imperante… Pero PODEMOS debía considerar –y no lo consideró- que esa “mayoría social” en el terreno de la política no se expresa de forma uniforme, es plural, diversa y no sólo se proyecta en PODEMOS. No entender esto es tanto como pensar que para dirigir el país debemos esperar a una mayoría absoluta de PODEMOS. En fin, seguimos teniendo prisa, mucha prisa por cambiar el estado de cosas.


PODEMOS: Es la hora de la política

Efectivamente, sobra la ”riquísima” vida interna de la que disfruta PODEMOS, cantera y escuela de los que hablan de sus cosas, de su empoderamiento, de sus modos de vida. Lo digo de memoria pero no es extraño escuchar de algún dirigente “perlas” de sublime antología: “… PODEMOS no sólo debe representar a las clases desfavorecidas, debemos interpelar a todos las clases sociales, lo que es necesario para construir la unidad popular…, un ejemplo de ello lo tenemos en la subida de las tarifas eléctricas que no solo afecta a las clases populares, también nos afecta a las clases medias”, o, “debemos tener cuidado con la construcción o desarrollo de los movimientos sociales si no los controlamos…, no puede ocurrir que formemos gobierno y se sitúen contra nosotros”. En cualquier caso, no importa charlar sobre la vigencia del conflicto entre arriba y abajo y negarlo a continuación si de construir la unidad popular se trata. Es imposible sustraerse a ese regusto aristocrático tan al uso de los dirigentes de PODEMOS. No me equivoco si digo que a muchos nos irrita.

En cambio, será difícil encontrar alguna seducción en cuanto a ideas y orientación política: la política y situación internacional más allá de los brochazos de rigor muestra una profunda indefinición en torno al nuevo proceso de realineamiento internacional de las grandes potencias, lo que con la irrupción de Trump está produciendo una novedosa inquietud que oscurece la dura realidad de Siria o la crisis de los refugiados. El caso es que la globalización capitalista no ha concluido pero nos adentramos en la fase política de la misma. Como quiera que la globalización no fue acompañada de democracia, derechos humanos o políticas de igualdad, el dominio de la globalización solo puede efectuarse bajo formas neofascistas, compatibles con un cierto repliegue nacional. Desde ahora neo-liberalismo y neo-fascismo serán compañeros de viaje. Este asunto no se puede aplazar a una supuesta hegemonía de PODEMOS en el ámbito de la política estatal.

El debate sobre el periodo se centra en la cuestión sobre si la “ventana de oportunidad” para el cambio sigue abierta o más bien, nos encontramos ante nuevo ciclo con un nuevo gobierno reaccionario, en que las expectativas de cambio han resultado frustradas. Afortunadamente no es un gobierno con mayoría absoluta, pero no es débil ni rehén del parlamento, todo lo más ha de moverse entre la necesidad de continuar con las reformas-recortes y, simultáneamente, conceder un cierto respiro a sus aliados (éstos sí son rehenes) necesitados de legitimación. Como en todo hay grados, poner al mismo nivel crisis de gobierno, crisis de régimen o crisis de Estado es poco menos que irrelevante. Ni la debacle del bipartidismo, ni el derecho a decidir, ni la indiferencia ante la Monarquía, ni la descomposición de la UE conducen, en este momento, a situaciones catastróficas; tarea que solo un poderoso bloque social de los de abajo, con las clases subalternas podría llevar a efecto. Ese es su alivio, el del Gobierno, el del régimen y el del Estado.

Por otra parte, pensar que una de las preocupaciones de las élites consiste en la recuperación del bipartidismo, constituye una quimera, tanto si enfrente existiese un PODEMOS fiero como un PODEMOS transformado en “tigre de papel”. En ningún caso las formas de la representación política –sistema de partidos- volverá a ser el de tiempos pasados. Tampoco es posible la restauración del régimen de 1978 tal y como lo hemos conocido, con una Constitución garantista y unas clases subalternas integradas en el sistema. El régimen avanza, a todo vapor, hacia la involución de sus formas y contenidos (oligarquización). Precisamente lo que más ha contribuido a la alteración de los equilibrios sociales, ha sido la expulsión de la mayoría social de la Constitución. La conspiración de las élites contra los derechos de la ciudadanía tiene un amplio recorrido, por tanto, no debe sorprender la pérdida de base social del sistema. Es por ello que, cuando se habla de la recuperación de la soberanía (¡volver a 2008!) indirectamente, se estaría apostando por una u otra forma de repliegue nacional.

Estamos obligados a definir qué poderosas fuerzas sociales son responsables de las políticas austericidas, los generadores del sufrimiento social. ¿Quiénes conforman esa alianza de las élites? ¿Son los mercados un ente abstracto o un conjunto de fuerzas sociales definidas? Podemos utilizar el término de “poder financiero” u “oligarquía” para definir a ese sector social minoritario pero decisivo a la hora de determinar la actuación de los poderes públicos. Junto al poder financiero hay que incluir al empresariado español, fielmente representado por la CEOE y aunque más vinculado a la llamada “economía real” constituye, en todos los órdenes, el principal aliado del poder financiero, pues no en vano le corresponde someter al mundo del trabajo a las exigencias de las políticas neo-liberales. En nuestro país es necesario resaltar el protagonismo ejercido por la Iglesia Católica por su función legitimadora del orden social, auténtico monstruo misógino-satánico. En este sentido conviene no olvidar a los “grupos mediáticos”, en su totalidad vinculados al poder financiero y a la gran patronal, capaces de desacreditar cualquier aspiración de cambio social o de presentar como incuestionables y necesarias las dinámicas políticas más involucionistas. Por último, señalar al aparato de Estado, heredado del franquismo y especialmente a la Justicia, habitualmente encargada de sancionar la impunidad como norma jurídica del Estado. No sin fricciones ,esta es la alianza social dominante en nuestro país, la que decide, sin control democrático alguno, sobre el presente y el futuro de sus habitantes.

Durante años, esa “alianza de las élites” ha dirigido el país bien con el PP (sin excluir a las clases subalternas) o bien con el PSOE (integrando a las clases subalternas). Pero el margen de maniobra se ha reducido, ya no puede recurrir a una u otra opción. Necesita de ambas y de forma simultánea. Es lo que llamamos “gran coalición”, conforme o no un gobierno de coalición, o se limite a un acuerdo de legislatura. De la misma forma que un “gobierno de la mayoría social” sería la forma política del “bloque social histórico”, la “gran coalición” es la forma política que adopta, en este momento, la “alianza de las élites”.

Por nuestra parte, el llamado “bloque social histórico” no constituye un horizonte ni una función relevante de un supuesto gobierno del cambio, es una tarea inmediata, una construcción consciente, transversal y conflictiva, pero necesaria e indispensable. Una garantía para el porvenir de las clases subalternas, pues el presente y el futuro de varias generaciones están en juego… Tanto como el trabajo político por destruir la “gran coalición”, pues no en vano, un “gobierno de la mayoría social” sería impensable sin la previa debacle de lo que hoy es la “gran coalición”. Desde ahora, no hay mayor objetivo que echar a Rajoy y a su gobierno.

Un futuro incierto, con presagios de tormenta, es lo que tenemos por delante. Ante ello, disponemos de altas dosis de paciencia, ilusión y confianza para que, en 2019 o 2020 PODEMOS efectúe el asalto de los cielos. De echar a Rajoy antes de ese momento, nada de nada. Si la esperanza se sitúa en un año mágico, ¿para qué movilizaciones ni luchas defensivas u ofensivas? Entonces ¿debemos depositar nuestro futuro en la habilidad parlamentaria de nuestros representantes? La sociedad civil dejará de desempeñar protagonismo alguno para ser espectadora pasiva de ritos y liturgias institucionales, la Justicia seguirá su curso, protegiendo los pestilentes residuos franquistas, la policía aplicando la legislación antidemocrática, el miedo sin cambiar de bando y la pobreza extendiendo su manto gris sobre la mayoría de la población. Al fondo, un creciente riesgo de fascistización de la sociedad española. Si así actuásemos el futuro dejará de ser incierto para tornarse negro. ¡Qué alegría para los grupos dominantes, liberados de la pesadilla que para ellos significó PODEMOS!

Madrid, 24 de enero de 2017