Ganó el
príncipe destronado. Así se puede interpretar, en las
elecciones primarias del PSOE celebradas ayer, la
rotunda victoria de Pedro Sánchez con una diferencia
de 10 puntos sobre la candidatura de Susana Díaz y
muchos más sobre la de Patxi López.
En una aburrida campaña electoral en clave interna,
carente de ideas políticas de interés para el resto de
los ciudadanos, Sánchez ha basado su discurso en la
indirecta acusación de falta de legitimidad de la
gestora y en reclamar sus derechos de príncipe
destronado por una conjura palaciega apelando al poder
de las bases del partido.
Eso y la crítica al apoyo a la investidura de Rajoy
–“No es no”- han bastado para vencer a Susana Díaz, su
rival más peligrosa, que representa a los aparatchiks
del partido, a los boyardos y a la envejecida y rancia
vieja guardia de la etapa felipista, que debería
jubilarse definitivamente y retirarse a sus cuarteles
de invierno o a los consejos de administración donde
pernocta.
Pero el apoyo de tan cuestionables apoyos no ha podido
salvar a Díaz, la cual con un discurso vacío de
contenido, plagado de reiteradas invocaciones a la
unidad, a un PSOE ganador, a un PSOE de siempre y a
sus ganas de ganar, ha alcanzado cotas sublimes de
populismo garbancero, que no han bastado para
conservar los apoyos logrados con la firma de avales y
han frustrado sus inmoderadas pretensiones de verse no
sólo como la reinona de Ferraz sino de presidenta en
la mismísima Moncloa.
Puede entenderse la victoria de Sánchez como el
repudio de las bases del partido al “golpe de los
chusqueros” de octubre y a la gestión de la comisión
gestora, que, en realidad no ha sido otra cosa que la
continuación de la inútil “oposición responsable” de
Rubalcaba, que heredó Pedro Sánchez, sobre el que
Susana Díaz ha achacado en exclusiva un retroceso del
PSOE -“el problema eres tú, cariño”- que viene de muy
atrás y se acelera en los años finales de Zapatero. La
decisión de las bases ha sido restauradora; volver a
octubre y dar una nueva oportunidad al príncipe
destronado.
Aparece, o reaparece fortalecido, un nuevo dirigente
de izquierda en la escena política, dispuesto a
disputarle el poder no sólo a Rajoy sino a arrinconar
a Podemos, cuyos dirigentes deben atender a los signos
que llegan de la calle (el fracaso de la concentración
del día 20 en Madrid para hacer sombra al PSOE ha sido
histórico) y tentarse la ropa antes de seguir haciendo
tonterías, una vez que el “Tramabus” se va a “encerrar
a cocheras”, como los viejos tranvías.
El apoyo dado por el PNV y los canarios a los
Presupuestos Generales permite suponer que Rajoy
apuesta por una legislatura larga o que, al menos por
ahora, descarta convocar nuevas elecciones, lo cual
deja margen de maniobra a Pedro Sánchez para que el
PSOE haga una oposición que merezca tal nombre y no un
simulacro para apuntalar el régimen, que era la única
intención de Rubalcaba. Sánchez parece haber percibido
el sentir de la ciudadanía de que hay que acometer
cambios de cierta envergadura, más cuando Rajoy no ha
cambiado de manera de pensar y que sigue oliendo a
podrido mucho más acá de Dinamarca.
22/5/2017