Trasversales
Luis M. Sáenz

Sánchez y la larga sombra del 15M

Revista Trasversales número 40 mayo 2017 (web)

Textos del autor en Trasversales



Los movimientos de la sociedad o de franjas de ellas deben ser mirados, primero, por lo que representan y reflejan en tanto que acción de miles y miles de personas. Sólo después de hacerlo cobra sentido evaluar lo que con (o contra) esos movimientos pueden hacer élites y "dirigentes".

El "movimiento" interno al PSOE, reflejando también un malestar social más amplio, que dio la victoria a Pedro Sánchez estuvo precedido por un turbulento agitar en las mentalidades y sentipensamientos de la base del PSOE y es un hecho político, e incluso más social que político, muy importante y muy positivo. Importante y positivo gestione como gestione Pedro Sánchez la oportunidad que le han dado, aunque la gestión que haga, junto a otros factores, podrá amplificar o reducir las consecuencias positivas de esa rebelión.

Las y los miembros del PSOE, que venía de una vida interna más o menos muerta y asfixiada por el enorme peso de la franja cuyo empleo depende directa o indirectamente del aparato del partido, han protagonizado una rebelión que bebe tanto del recuerdo orgulloso de su mejor pasado (así hay que entender, en positivo, el canto de la Internacional y los puños alzados, que, paradójicamente, en Podemos reflejan más bien una involución respecto al proyecto inicial) como del duradero y complejo impacto que el "acontecimiento 15M" ha tenido en toda la sociedad, tras el que nada volverá a ser igual.

Sí, con una participación muy grande (80%), los 75 mil votantes de Sánchez (50%), e incluso los 14 mil votantes de López (10%), se han rebelado contra los santones (desde González y Guerra hasta Rubalcaba y Zapatero), contra los barones territoriales, contra los grandes medios de comunicación, contra toda la "alta sociedad", contra el miedo, contra la incertidumbre creada en torno al futuro apocalíptico del PSOE si ganaba Sánchez, contra el que por décadas fue el periódico de cabecera de muchísmos socialistas del PSOE e incluso contra "Al rojo vivo" de Ferreras (tan beligerante a favor de la operación contra Sánchez). Entre los dos candidatos que habían defendido el NO a Rajoy en su momento -aunque López se sometiera a la abstención- han sumando un 60%. Sánchez sólo ha bajado del 40% en Andalucía, donde obtuvo un 31,7%, su peor resultado. Díaz sólo ha pasado del 40% en Andalucía, Aragón, Madrid, Extremadura, Madrid y Murcia. Sánchez ha pasado del 60% en Cataluña, Baleares, País Valenciano, Navarra, La Rioja, Cantabria, Galicia, Ceuta y Melilla; Díaz sólo ha pasado del 50% en Andalucía, y en algunos lugares, como País Vasco (7,5%), Cataluña (11,7%), Cantabria (14,4%) o Navarra (16,6%), no ha llegado ni a un 20% de apoyo. Una de las cosas que esos resultados demuestran es que Susana Díaz y la gente de la Gestora no estaban en condiciones de cohesionar al PSOE a lo largo y ancho de España, entre otras cosas por haber caído en la tentación lerrouxista de oponer Andalucía a Cataluña y otras comunidades.

Hay que ir más lejos de las caracterizaciones triviales que se hacen ahora sobre Sánchez ("no está contra el capitalismo", ¡gran descubrimiento!) y entender el movimiento de las gentes. Como ha escrito Pepe Gutierrez Álvarez en una nota en facebook, "Hay que mirar hacia abajo, esto no habría sido posible sin una movilización de las bases que se han enfrentado al aparto y han ganado. Algo así nunca había pasado aquí desde Largo Caballero que había sido el más posibilista de todos los socialistas hasta 1933... Ahora todo se moverá. El escenario se hace distinto a todos los niveles".

Nada está decidido, ni si Sánchez afianzará su hegemonía en el próximo Congreso o si, a través del clientelar proceso de elección de delegados, los barones tratarán de volver a desdecir lo dicho por el voto directo, ni si Sánchez trazará -dentro de los límites de lo que es el PSOE- una orientación de confrontación con el PP y sus políticas o si tras recuperar la secretaria general volverá al redil, ni si PSOE y Podemos podrán alcanzar ciertos acuerdos o desperdiciarán sus oportunidades en una mediocre carrera por ser "el primero a la izquierda".

Nada está decidido, pero la reacción de la base del PSOE ha mejorado la situación, ha actualizado las oportunidades de cambio. Y lo ha hecho desde el sentido común, desde el convencimiento de que no es admisible que, por activa o por pasiva, se dé respaldo a Rajoy y desde la intuición de que tanto el PSOE como Podemos dejaron pasar una excepcional oportunidad de echar del gobierno al PP pero que aún no todo está perdido, porque el gobierno de Rajoy es un gobierno débil y desacreditado cuya única fuerza es la extrema debilidad estratégica, política, de sus adversarios, tanto el PSOE como Podemos, cuyo Comité Federal y cuya Asamblea Ciudadana, respectivamente, optaron por las líneas menos propicias socialmente y menos atinadas, a mi entender.

El resultado de las primarias del PSOE son una buena noticia. Y deberían serlo también para los dirigentes y las bases de Podemos, entre las que me cuento. En estas últimas semanas no he logrado entender a algunos compañeros que pensaban que la victoria de Díaz sería una extraordinaria oportunidad para Podemos o que consideraban indiferentes los resultados que se produjesen el 20 de mayo porque "todos son lo mismo". Esa forma de pensar, que aunque lo ignoren tiene sus raíces en algunas de las tradiciones de los partidos comunistas de obediencia estalinista, es extraordinariamente burocrática, pues entiende la dinámica social como choque entre aparatos y carácter de personalidades, y no como conflicto social. Cualquier sindicalista con un poco de experiencia sabe que, por ejemplo, perder una huelga, aunque tu sindicato gane alguna afiliación coyunturalmente, tiene consecuencias mucho peores que el que se gane, aunque sea parcialmente, bajo la dirección de un sindicato rival, lo que fortalece al movimiento obrero. Si Podemos es aquello para lo que nació, cada victoria parcial de los sectores más avanzados, más críticos, en el seno de cualquier franja social o política, incluso en el seno de otros partidos, fortalecerá a Podemos. A quienes ahora creen que la victoria de Sánchez implicará un retroceso de Podemos y una reducción de las oportunidades de este partido les diría que eso sólo pasará si Podemos se equivoca en su actuación, si no se da cuenta de que los hechos han desmentido el núcleo esencial de las tesis políticas aprobadas en la Asamblea Ciudadana, y en particular la tesis de que estábamos ante un gobierno fuerte y estable -en el marco de un régimen débil- cuya permanencia sólo podría cuestionarse en 2020 y sólo desde Unidos Podemos, sin más acuerdos.

Podemos tiene ahora una extraordinaria oportunidad de recuperar parte de la confianza perdida a partir de ese lamentable 22 de enero de 2016 en que las urgencias sociales quedaron ocultadas por las reinvindicaciones ministeriales. Una extraordinaria oportunidad si entiende que lo ocurrido en las primarias del PSOE es reflejo de una potencia social y de un sentimiento de que la situación exige algún tipo de entendimientos entre PSOE y Podemos, sin que eso signifique ahogar las diferencias ni olvidar que lo principal está ocurriendo en nuestros barrios y municipios, en los procesos de construcción popular, en las luchas sociales y en los esfuerzos de millones de personas para salir adelante. Un sentimiento que es compartido por muchas y muchos votantes de Podemos.

Efectivamente, los últimos acontecimientos, la espectaculizarización de la corrupción vinculada al PP y el lenguaje mafioso de varias de las conversaciones grabadas, la evidencia del saqueo sufrido, la opción por parte de Podemos de impulsar mociones de censura en Madrid y España (correcta aunque muy mal llevada a cabo) y la movilización de la base del PSOE contra la unión sagrada entre PP y PSOE reflejan una potencia social de cambio, son consecuencia de cambios subterráneos y fomentan nuevos cambios.

La hipótesis de la élite del PSOE más vinculada a la oligarquía, según la cual era el momento de dar estabilidad al gobierno del PP para proteger los intereses de las élites, proclamar una y mil veces "no hay alternativa", ir lamiéndose las heridas y dinamitar a Podemos, marcado como enemigo principal, ha sido desacreditada por su propia base. Pero también ha mostrado su extrema debilidad la hipótesis del "Plan 2020" aprobado por la Asamblea Ciudadana de Podemos, basada en la idea de "Un régimen débil y un Gobierno no tan débil" (en realidad el régimen es bastante más fuerte que el gobierno de Rajoy) y en un horizonte definido por los procesos electorales de 2019 y 2020 y por la idea obsesiva -heredada de otros tiempos- de que un mayor protagonismo de Podemos y su capacidad de desafiar al PP sólo podría obtenerse sobre las ruinas del PSOE.

Hipótesis, por otra parte, en cierta medida vinculada a otra menos explícita, que es la de la terminación del "ciclo 15M", con la que no concuerdo de ninguna manera. Si el "ciclo 15M" hubiera términado, Podemos, con los errores cometidos, estaría ya barrido en los sondeos electorales y Sánchez habría sido aplastado por el aparato del PSOE. No estoy diciendo que Iglesias o Sánchez expresen el 15M, estoy diciendo que el 15M fue y es ante todo un cambio de mentalidades muy profundo, muy extendido, que impregna a gran parte de la sociedad y marca todos los ámbitos de la vida social. Un cambio de mentalidades que da soporte a la persistencia de Podemos como herramienta política útil pese a sus errores y la mala manera de zanjar su polémica interna, y que da soporte a la victoria de quien, pese a sus errores, oscilaciones y contradicciones, se mantuvo finalmente en el NoEsNo y se atrevió a dar una oportunidad a la base de su partido para que ésta exigiese el final de la "luna de miel" con Rajoy.

El desgaste del PP es mucho mayor que el que indican los sondeos. Es un gobierno débil, sin duda. Pero no caerá "por su propio peso". Es posible, aunque no deseable, que llegue 2020 y aún siga Rajoy gobernando. Pero entender el periodo político actual como un "mientras tanto" preparatorio de 2019 y 2020 sería un error fatal. Dar como legítimo que Rajoy siga gobernando hasta 2020 sería un error fatal. Pretender derrotar a Rajoy sin disputarle el apoyo social con que cuenta y sin romper indiferencias o decepciones, apostando, desde el PSOE o desde Podemos, a una mutua "competición de suma cero" (yo subo lo que tu pierdas) es suicida. Visión mediocre a la que, precisamente, se oponía la inicial identidad transversal, abajo contra arriba, con la nació Podemos.

Las gentes que llenaron la Puerta del Sol convocadas por Podemos, pese a no haberse hecho bien y pese al sectarismo interno en la elección de los (demasiados) oradores, y las y los 75 mil socialistas que votaron a Pedro Sánchez, pese a la gran parte de responsabilidad que incumbe a éste en la desastrosa gestión de los votos del 20 de diciembre de 2015, esas gentes, junto a amplisimas franjas de votantes de PSOE y de Podemos, constituyen un gran espacio social que comparte muchas cosas, que necesita encontrarse sin ahogar sus diferencias, que necesita volver a actuar unida y que no podrá hacerlo si para ello es necesaria la "rendición" de una parte a la otra. Para ello harán falta acuerdos sobre la base de un "suelo" común... que no ponga "techo" a las aspiraciones de nadie.

Frente a los planes "2019-2020", creo que Podemos e incluso el "nuevo PSOE" -si es que llega a surgir- deberían darse una estrategia "2017-2018", en parte común, en parte diferente e incluso contradictoria, ya que hay diferencias considerables que sería iluso pensar que van a desaparecer. Y aunque ni Podemos ni PSOE lo hagan, creo que el activismo social deberíamos trabajar con esa perspectiva, sin ilusiones en las futuras urnas, sin despreciarlas pero dando prioridad absoluta al presente.

Prioridad del presente porque la situación en la franja más empobrecida de la población, ya muy amplia, formada por millones de personas, es desesperada para muchas y muy complicada para el resto. Para esa franja de población no hay recuperación: las cosas van cada vez peor. Y lo que no entienden ni quienes piden paciencia ante la lentitud institucional ni quienes sólo se centran en reivindicaciones maximalistas "rupturistas" es que las gentes sin casa, sin comida, sin luz, no pueden esperar ni 24 horas. Hay desesperación. Y nuestros gobiernos, a los que votamos, los ayuntamientos o las comunidades del cambio, deben entender que son responsables de cumplir lo prometido en sus programas y de dar soluciones dignas e inmediatas a las situaciones de emergencia social. Cueste lo que cueste, incluso desde la desobediencia civil ante leyes no respetables, cuidándose no obstante de dar pasos irresponsables que nos lleven a perder esas herramientas. Y si, como nos ha pasado en alguna zona de Madrid por ejemplo, empiezan a decir que "estáis pidiendo trato de favor" cuando los colectivos de apoyo mutuo acompañan a las personas en esas situaciones ante los servicios sociales y presionan por soluciones, les tendremos que decir que esa lógica es la misma que la de los neoliberales que acusan a los sindicatos de distorsionar el mercado del trabajo y generar corporativismo al interferir en la relación entre empresa y trabajador; y les vamos a decir que nos encantaría no tener que acudir porque resolvierán las emergencias de todas las personas, y que nos van a tener frente a ellos cada vez que no resuelvan una de estas emergencias, al igual que nos tendrán a su lado frente a los chantajes de Montoro y Cifuentes si se deciden a plantear una batalla política en defensa de la autonomía municipal y la política social. No para hacer daño a Ahora Madrid: si alguien hace daño a Ahora Madrid son quienes prometieron mucho, como si esto fuera jauja, y ahora eluden su responsabilidad. Así que un gran plan 2017-2018 para Podemos o para el PSOE sería meter las manos en esa masa y dar prioridad absoluta a dar respuesta a esas situaciones, antes de que el sistema de servicios sociales, las agencias de vivienda pública y la indignación social estallen por los aires. Por cierto, ese plan sería la mejor manera de preparar 2019-2020.

Prioridad del presente, porque ahora el gobierno del PP en España y algunos otros, como el gobierno de Cifuentes en Madrid, están en una situación de fuerte debilidad atrapados en un oceáno de corrupción. Y no es seguro que si soportan hasta 2019 o 2020 estén en la misma o mayor debilidad, porque si la situación social sigue degradándose y si Podemos y PSOE no son capaces de demostrar que votarles fue útil, pueden hacerse realidad los augurios de estabilidad de Rajoy y los suyos. Este es el momento de poner la fuerza institucional al servicio de las gentes, con ellas, pie a tierra, estando más tiempo en barrios y municipios que en los despachos -aunque también haya que estar en ellos-, de buscar acuerdos que aumenten la posibilidad de ganar batallas parciales. Y también es el momento de plantear expresamente el objetivo político de echar a Cifuentes o Rajoy a corto plazo. De hecho creo que ese momento ya llegó hace varios meses, y de hecho algunas gentes ya lo propusimos en las fases previas de las asambleas ciudadanas de Podemos en Madrid y en la estatal, cosa que no asumieron ninguna de las tres grandes corrientes que se dibujaron entonces, creo que dos por convencimiento de que "con el PSOE ni agua" y una por miedo a tensar demasiado la cuerda (de poco la valió).

Pero eso hay que hacerlo bien. Y más ahora, tras lo ocurrido en las primarias del PSOE. El anuncio por parte de Podemos de su disposición a retirar su moción de censura a Rajoy si el PSOE se compromete a presentar una es un paso adelante. Pero no es bastante. Detrás hay un pasado que ha causado grandes desconfianzas, no entre los dirigentes, que es lo de menos, sino entre las bases de Podemos y PSOE. Hay que hacer propuestas muy claras y que evidencien que tienen por objetivo principal derrotar a Rajoy y no desenmascarar al presunto socio.

En mi opinión, políticamente es imprescindible presentar mociones de censura contra Rajoy y Cifuentes. Decirlo, sin duda alguna. Y hacerlo, pero manejando los tiempos y modos. La excusa que está dando el PSOE, "sin Ciudadanos no sumamos", no basta: la presentación de mociones de censura apoyadas por PSOE y Podemos proponiendo las candidaturas de Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo sería un hecho político fundamental, capaz de ejercer una fuerte presión sobre Ciudadanos, y, en el peor de los casos, aún derrotadas, serían una victoria política que preparase el camino y quitase iniciativa al PP, como la del PSOE en 1980 abrió el camino a su victoria en 1982.

Pero a la vez hay que cuidar las maneras. En primer lugar los tiempos, salvo que la propuesta sólo se quiera hacer para demostrar que el PSOE no quiere. Ahora mismo, es materialmente imposible que Sánchez tome una iniciativa de ese alcance antes de que se realice el Congreso de los días 16, 17 y 18 de junio de 2017 y de que, sobre la base de sus resultados, pueda reorganizar los equipos dirigentes. Así que ahora hay que hacer la propuesta, pero con un calendario relativamente abierto, aunque dejando claro que si el PSOE rechaza definitivamente presentar las mociones de censura, lo hará Podemos, pero que el objetivo de Podemos no es hacerlo sólo ni presentar a Pablo o Lorena, sino alcanzar un acuerdo con el PSOE y dar la investidura a Sánchez y Gabilondo por disponer de más votos y escaños que Podemos.

En cuanto al contenido, debe primar el realismo. Las diferencias políticas entre PSOE y Podemos son bastante grandes en asuntos estratégicos muy importantes. Sería un error volver de nuevo a fijar como irrenunciable la formación de gobiernos de coalición.

En lo que se refiere al gobierno de España creo que un gobierno de coalición sería altamente inestable. Las diferencias en ese ámbito son demasiadas. En mi opinión se debería proponer al PSOE directamente una moción de censura con Sánchez como candidato para la formación de un gobierno con miembros del PSOE o independientes y Podemos en la oposición tras apoyar esa investidura.

En lo que se refiere al gobierno de la CM manejaría una propuesta similar, aunque en este caso creo que, partiendo de que el apoyo a Gabilondo no dependería de la entrada de Podemos en el gobierno, no habría que dar por descontada la imposibilidad de un gobierno de coalición para abordar batallas cruciales para recuperar la Sanidad y la Educación Pública o el sistema de servicios sociales y la vivienda pública.

¿Ilusión? No, porque sé perfectamente que es muy posible que, pese a que Podemos lo haga todo a la perfección -cosa difícil-, el PSOE rechace esas vías. Lo que hago son propuestas, no profecías sobre lo que ocurrirá. Pero propuestas que, aunque no encuentren socio en Ferraz, pondrán sobre la mesa que se ha abierto de nuevo un camino, que si no se avanza por él no es por culpa de Podemos y que conectarán con el espíritu de gran parte de la población. Sin despreciar las instituciones, sabiendo que no da lo mismo quien gobierne y que no podemos posponer cambios sustanciales en espera de que Podemos gane elecciones por mayoría absoluta (hipótesis nada verosimil), pero también sin el "cretinismo parlamentario" versión "izquierdista" de quienes creen que mientras no gobiernen ellos sin necesidad de alianzas sólo cabe esperar a que lleguen nuevas elecciones.