Trasversales
Luis M. Sáenz

Ilusión-Desilusión: romper el bucle, aprovechar las oportunidades

Revista Trasversales número 41 junio 2017  (web)

Textos del autor en Trasversales



El ciclo electoral 2015-2016 se abrió con optimismo por la expulsión del PP del gobierno de algunas comunidades autónomas y de muchos e importantes ayuntamientos; los resultados del 20D2015 moderaron ese optimismo pero mantuvieron una expectativa racional de cambio político limitado que se desinfló ante la nefasta gestión de los resultados hecha por PSOE y Podemos. Y en las elecciones del 26J2016 el PP mejoró su posición, Unid@s Podemos perdió un millón de votos y el PSOE cien mil.

Después, con la Gestora al mando del PSOE, dando el gobierno a Rajoy y proponiéndose como objetivo principal la destrucción de Podemos en connivencia con la oligarquía, y con el artificioso e irreal Plan 2020 aprobado por Podemos en su II Asamblea Ciudadana parecía que todos los puentes quedaban rotos, ya para las elecciones de 2020, ya para una moción de censura o ante una crisis política que forzarse elecciones anticipadas. Todo parecía anunciar una cómoda travesía para el PP y un "duelo a muerte" entre PSOE y Podemos por el papel de primer actor de reparto.

En ese escenario, desde las últimas grandes movilizaciones libradas en 2014, la marcha por la dignidad y la respuesta de las mujeres contra el "proyecto Gallardón", una gran parte de la población ha oscilado entre la ilusión en las posibilidades electorales y la desilusión sobre la capacidad de un cambio político. De repente, la cuestión de los acuerdos entre PSOE y Podemos y de las condiciones de posibilidad de una opción de gobierno alternativa a Rajoy ha vuelto como "tema político". Ya sea para contemplar su posibilidad, ya para rechazarla, se vuelve a hablar de ello. ¿Por qué? Señalaría cuatro factores:

- Lenta y subterráneamente levanta la cabeza la movilización y la indignación social, y crece la conciencia, aún insuficiente, de la gravedad de la degradación social que sufre España y del escandaloso crecimiento de la pobreza.

- La visibilización de la profunda y esencial corrupción de las redes tendidas en torno y a partir del poder político ocupado por PP y lo que fue CiU, de la mano del manejo de las instituciones del Estado para proteger esa corrupción y perseguir a la oposición.

- La rebelión de la base del PSOE, armada de su papeleta de voto directo, enfrentándose y derrotando no sólo al sector pro-oligárquico de su partido sino también a la oligarquía y las fuerzas mediáticas y económicas que aglutina.

- La reconducción implícita del análisis y del discurso oficial de Podemos, a través de Montero e Iglesias, entrando en vías no previstas en la estrategia del Plan 2020 como la moción de censura contra Rajoy y las nuevas propuestas de entendimiento al PSOE.

Estos cambios son positivos, aunque de resultados aún inciertos. Pueden ayudar a un reanimamiento de los procesos de construcción popular y apoyo mutuo y de nuevas movilizaciones en torno a temas vitales (pobreza, sanidad pública, violencia machista y desigualdad, etc.), y ponen sobre el tapete que son viables alternativas de gobierno de las que quizá no debamos esperar demasiado y, desde luego, a las que no debemos esperar para movilizarnos y agruparnos en espacios de cooperación social, pero mejores a lo que venimos padeciendo.

Ahora bien, hay un riesgo, el de que de nuevo se pase de la desilusión a una ilusión cuyo destino volvería a ser la desilusión. El riesgo es que los pasos adelante dados por Podemos y PSOE, positivos pero que aún no han fructificado en logros y compromisos, nos desactiven y nos hagan olvidar que nadie puede representarnos y que sin la acción autónoma de la población no habrá cambios sustanciales. Empujar para se materialice una perspectiva realista de cambio en La Moncloa es necesario, pero quedarse esperando a que se produzca sería un suicidio social. La soluciones fáciles (llegaron unos que nos salvarán) no son más realistas que las complejas (nadie nos salvará si no nos unimos y organizamos para ello).

No sé si la nueva dirección del PSOE volverá a las andadas, a la capitulación ante los intereses de la "alta sociedad", cuando no a la integración en ella como han hecho algunos de sus más famosos ex-dirigentes, o si, sin dejar de ser un partido pro-sistema, tratará de ocupar un lugar reformador en su seno. Tampoco sé si las ofertas de Montero e Iglesias al PSOE son sinceras, un giro político real, o una táctica tras la que persiste el mediocre objetivo del "surpasso"; desde luego, ya veo muy difícil recuperar la potencia inicial del proyecto Podemos en cuanto herramienta política al servicio del "abajo" social y alejada de anacrónicos doctrinarismos y de hiperliderazgos. Pero se pueden apoyar y empujar los pasos adelante sin depositar confianza ciega en nadie; con decisión, sin ilusiones, con realismo crítico, sin desilusiones. Sin efímeros "militantismo", con una persistente paciencia. Y sin jugarse todo al juego partidista e institucional, cuya función, en el mejor de los casos, sería subsidario respecto al esfuerzo social colectivo.

Ahora nos debe mover una voluntad de encuentro. No entre Iglesias y Sánchez, cuya voluntad podemos influenciar pero no controlar, sino de encuentro social, no sólo entre la gente de "izquierda", sino "abajo", en barrios, en empresas, en todo tipo de espacios sociales, recuperando el vínculo que fomentó el 15M, fomentando la expansión y coordinación de un "sindicalismo social" muy amplio y dando cauce -voz y oído- de expresión a los sentipensamientos de quienes, pese a su indignación, apenas pueden hacer otra cosa que intentar salir adelante ellas solas o con su familia en un contexto de expansión de la pobreza, de precariedad, de supervivencia sin futuro, de ausencia de empleo o de las larguísimas horas de trabajo.

La reinterpretación de esa importancia del vínculo social como un combate por la "hegemonía en la izquierda", olvidando a esa gran parte de la sociedad que no vota o no vota "izquierda", fue un retroceso gigántesco respecto a los momentos en los que se reunió una amplia simpatía social en torno al espítitu del 15M. Su traducción en la colaboración del aparato dominante del PSOE con el objetivo de criminalización de Podemos o, por parte de Podemos, en la mediocre o mezquina estrategia del "surpasso" se llevó a cabo incluso contra el sentido común de la mayoría de votantes de PSOE o de Unid@s Podemos, conscientes de que no hay alternativa de gobierno en los próximos años sin algún tipo de acuerdo entre Podemos y PSOE, como no la habría en la mayoría de los muchos ayuntamientos y algunas comunidades autónomas cuyo gobierno se arrebato al PP en 2015. De los sondeos publicados puede concluirse que no menos de los dos tercios de votantes del PSOE y más del 90% de votantes de Unid@s Podemos y las confluencias están a favor de algún tipo de entendimiento para que, llegado el momento, pueda haber una alternativa de gobierno a Rajoy y el PP. Esa voluntad no es una ilusión, es una aspiración positiva, un motor de cambio, si no se queda en un deseo pasivo y logra canalizarse a través de iniciativas plurales capaces de influenciar las decisiones de los equipos dirigentes de ambos partidos.

Cualquier persona que no se deje cegar por el sectarismo partidista sabe que el PSOE no tiene ninguna posibilidad de derrotar en los próximos años y por sí solo al PP, y menos aún al tándem PP-Cs, y que la idea tan utilizada en los debates previos a la II Asamblea Ciudadana de Podemos según la cual la vía del cambio pasaba por una victoria absoluta de Podemos en 2020 frente al "tripartito" que formarían PP, Cs y PSOE era totalmente irreal. Un derrumbe electoral estruendoso del PSOE o de Podemos no desplazaría masivamente los votos de un partido a otro, sólo una pequeña parte de lo perdido por uno pasaría a otro. El ejemplo francés nos ilustra de nuevo en que los derrumbes electorales de la socialdemocracia no implican ni mucho menos una derivación masiva de votos hacia otras "izquierdas". El surpasso de Mélenchon a Hamon en la primera vuelta de las elecciones francesas, con ser significativo, dice mucho menos sobre la evolución de la relación de fuerzas sociales en Francia y puede ser mucho más efímero que el hecho de que entre Macron y las dos candidaturas principales de extrema derecha (Le Pen y Fillon) sacasen el 65%. En 2012, entre Hollande y Mélenchon sumaron el 40% de los votos, en 2017 entre Mélenchon y Hamon sólo el 27%.

El futuro de ambos partidos, PSOE y Podemos, no se juega en un combate bilateral ideológico y caudillista, sino en la capacidad que tengan cada uno de ellos de protagonizar un enfrentamiento cara a cara con el PP y de dialogar con la inmensa mayoría de la sociedad en torno a sus problemas reales y sentidos. Y sobre todo en el diálogo con esa cuarta o tercera parte de la sociedad que ha sido excluida o está en alto riesgo de caer en la exclusión.

No podemos esperar demasiado, y menos un "salir del sistema", de un gobierno progresista del PSOE, de Podemos o de ambos en tanto y en cuanto que no se avance en una alianza social y política transnacional de acción común arraigada socialmente contra los planes de las élites económicas y políticas, como bien ha demostrado el caso de Grecia. En Europa el recurso retórico a la "soberanía nacional" como remedio es una peligrosísima ilusión que coloca la polémica allá donde la extrema derecha quiere que esté. No obstante, en la situación de degradación social que vivimos no nos pueden ser indiferentes los pequeños pasos ni cambios como el que en Portugal ha supuesto el gobierno formado por miembros del PS e independientes pero basado en tres acuerdos bilaterales entre el PS portugués y el Bloco d'Esquerda, el Partido Comunista y Os verdes, pues ese gobierno ha tomado medidas que han mejorado la vida popular, insuficientes pero positivas, mientras que partidos como el Bloco han mantenido su autonomía, lo que le permite criticar actuaciones o rechazar propuestas del gobierno, participar en protestas populares y presentar sus propias alternativas, como también hace la CGTP.

Ese modelo de "acuerdo para un gobierno progresista" me parece interesante para España, y creo que por Podemos fue y sería un error aferrarse a la idea de un gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez con ministros de ambos partidos, ya sea de cara a las elecciones de 2020, ya de cara a una moción de censura o unas elecciones anticipadas si una aceleración política de la crisis del PP lo permite. No digo esto porque rechace coaliciones de gobierno con el PSOE, valoro bien el "pacto a la valenciana" que dio lugar a un gobierno entre PSPV y Compromís, sobre la base del Pacto del Botánico, también firmado por PODEMos, y soy aún más favorable a los cogobiernos en ayuntamientos, al modo de Barcelona, donde Colau preside un gobierno de coalición entre Barcelona en Comú y el PSC, más estable y a la vez más radical que el gobierno en solitario de Ahora Madrid, que posiblemente ganaría estabilidad con la entrada del PSM, del que ya depende ahora para sacar adelante muchas decisiones. Pero creo que cada caso debe juzgarse en concreto, y en lo que se refiere al gobierno de España el empeño en formar un gobierno de coalición no es un buen camino, tanto si llegase a formarse como si se convirtiese en fuegos de artificio sin más intención que la de demostrar la mala intención del presunto socio. Por varias razones.

- Las diferencias estratégicas entre el proyecto anti-oligárquico de Podemos y la sumisión de la socialdemocracia europea a los intereses de las élites son mucho más profundas en el ámbito de los gobiernos de los Estados que en el de los gobiernos regionales o municipales, donde la cercanía puede ser mayor. Un gobierno de España PSOE-Podemos no sería estable.

- No es cierto que algunos ministerios garanticen controlar la acción del Gobierno, dentro del cual las divergencias importantes apenas dejan más caminos que la capitulación o la ruptura. En Portugal, la combinación de una presencia parlamentaria determinante para la obtención de mayorías -salvo que el PS se apoye en la derecha- con la participación activa en las protestas y luchas populares y el protagonismo en la presentación de propuestas legislativas está dando al Bloco influencia limitada sobre la acción del Gobierno.

- Si cunde la decepción sería muy peligroso que Podemos e IU se quemasen a la vez que el PSOE.

- Entre todas las opciones de acuerdo, el cogobierno es la más difícil de conseguir y la que más hostigamiento sufriría, sin garantizar un cambio más profundo. Una parte aún poderosa del aparato del PSOE está muy en contra de ello y hará todo lo posible por impedirlo, y parece que en torno a un cuarto o un tercio de los votantes del PSOE tampoco lo ven claro.

La perspectiva de un cambio de gobierno en España no es un elemento táctico dentro de la estrategia de los partidos, sino una necesidad social urgente y una oportunidad, porque en el marco de un régimen político tocado pero que ha logrado recuperar estabilidad y de un sistema capitalista al que no se ve en el horizonte alternativa en las próximas décadas dado el grado de organización y unidad de las clases populares a escala global, el gobierno de Rajoy se ha convertido en España en el eslabón débil de la cadena de dominación oligárquica y un factor de agravamiento de la violencia que los planes socioeconómicos de las élites y la dinámica interna del capitalismo tienen ya por sí mismos. Por tanto, la viabilidad de una u otra manera de echar al PP del gobierno de España es un elemento a tener muy en cuenta.

Como ya pensé y dije tras las elecciones del 20 de diciembre de 2017, por parte de Podemos la actitud más eficaz, para nuestra sociedad pero también por Podemos en tanto y en cuanto que el PSOE disponga de más votos y escaños, sería proponer al PSOE apoyo en procesos de investidura o mociones de censura sobre la base de compromisos en torno a urgencias sociales que requieren respuestas inmediatas, pero manteniéndose Podemos en la oposición aunque presionando para alcanzar acuerdos parlamentarios más ambiciosos. Al menos, si los dirigentes de Podemos siguen muy empeñados en la perspectiva de cogobierno con el PSOE, podría plantearse ese acuerdo bilateral en torno a la investidura como un primer paso a partir del cual explorar la posibilidad de un acuerdo más amplio que pudiera ser la base de un gobierno de coalición.

Las actuales dificultades para echar a Rajoy antes de 2020 son obvias, ya que no hay una suma sencilla que lo permita. En todo caso parece casi imposible un acuerdo entre PSOE y ERC antes de que se conozca en qué desemboca el proceso de consulta previsto en Cataluña, un acuerdo del PSOE con el PDECat sería muy difícilmente compatible con Podemos, los acuerdos presupuestarios del PNV con el PP ponen en duda también el acuerdo que hace unos meses podría ser el más fácil entre el PSOE y fuerzas nacionalistas no españolistas. Por el lado de Ciudadanos, con quienes sería imposible contar en una coalición en la que participe Podemos, se está orientando claramente a ocupar un espacio de derecha no manchada por los escándalos del PP y no muestra la menor disposición a adelantar la salida del PP del gobierno sino que se inclina más a sostenerle como la soga sostiene al ahorcado con tal de quedarse con una tajada del presunto cadáver. De todas formas, no deberíamos subvalorar la crisis del PP -ni exagerar la crisis del régimen- y no deberíamos ignorar la posibilidad de que una sucesión de nuevos y mayores escándalos altere aún más el tablero político, tanto por el lado del nacionalismo catalán y vasco como por el de Ciudadanos (1).

Si el PP logra sobrevivir en el gobierno hasta las elecciones generales del 2020 y en ellas Podemos obtuviese más votos y representación que el PSOE, Podemos no debería eludir la responsabilidad de gobierno que le incumbiría y la buscar los apoyos necesarios; en tales circunstancias sí sería partidario de formular al PSOE la propuesta de un gobierno de coalición. Pero ese no es aún el caso. Lo que me parecería un paso inteligente y que fortalecería tanto a Podemos como a PSOE sería llegar a las elecciones con un pre-acuerdo que garantice, al menos, un apoyo de investidura a la candidatura más votada entre las dos sobre la base de concordancias entre ambos programas.

Por tanto, creo que sí hay que tomar en cuenta la delicada situación del PP y la actualidad que eso da a la cuestión "alternativa de gobierno". Pero no podemos quedarnos colgados en una discusión que podría ser el "cuento de la lechera". Es algo sobre lo que hay que tomar posición y acertar al hacerlo, pero no consumir en ello las fuerzas de quienes aspiramos a un cambio y, sobre todo, de quienes sentimos la necesidad de poner en primer plano de la acción sociopolítica una resistencia creciente a la degradación social, al empobrecimiento, a la destrucción de sistemas sociales como el sanitario o el de pensiones.

Dicho de otra manera: hay que poner fin a la desilusión que lleva a la idea de que no hay alternativa al PP y hay que abandonar la ilusión de que algún gobierno, ya sea del PSOE, de Podemos o de ambos, vaya a mejorar sustancialmente nuestras vidas si no nos organizamos y nos esforzamos en ello colectiva y pluralmente, desde abajo, sean cuales sean nuestras preferencias partidistas (yo soy miembro de Podemos).


Notas

1. Sobre Cs querría abrir un paréntesis: mi crítica al manejo que Podemos hizo de los resultados del 20D2015 no fue ni es que rechazase la investidura de Sánchez sobre la base del acuerdo Rivera-Sánchez, mucho más cercano al programa de Cs que al del PSOE. Mi crítica es a lo que se hizo desde la noche del 20 de diciembre hasta la firma del acuerdo Sánchez-Rivera en febrero de 2016, una opción voluntaria por parte de los entonces dirigentes del PSOE pero de la que, a causa de los errores de Podemos, mucha gente atribuye la mayor parte de culpa a Podemos. Un gobierno del PSOE con un apoyo de investidura de Podemos y Ciudadanos, sin acuerdo tripartito y sobre la base de pactos bilaterales, podría llegar a ser posible en ciertas circunstancias excepcionales a las que no hay que cerrarse en banda, pero no si ambos pactos son contradictorios, no si el pacto de PSOE con Cs no se centra en asuntos como la reforma electoral, la abolición de los aforamientos y asuntos similares sino que, como ocurrió en febrero de 2016, el PSOE renuncia a las mejores de sus propuestas y capitula a la estrategia neoliberal, neomachista y neocentralista de Ciudadanos en los tres asuntos vitales para la España de hoy: la desigualdad social, la desigualdad entre mujeres y hombres y la articulación territorial, precisamente los tres en los que Ciudadanos se ha situado en la extrema derecha.