Trasversales
Luis M. Sáenz

Cambio de gobierno: límites y oportunidades

Revista Trasversales número 44 agosto  2018 web


Textos del autor en Trasversales


En el número 44 de Trasversales se publicó una breve nota que escribí antes de la votación de la moción de censura con la que Pedro Sánchez optaba a ser investido presidente del Gobierno de España (1). En ella decía que "Si la moción obtiene el Sí, lo celebraré. Dicho esto, cuidado con las ilusiones". ¿Tiene sentido celebrar sin ilusiones? Lo que no tiene sentido en la acción social es moverse por y con ilusiones en vez de hacerlo por convicciones y con realismo.

La caída del gobierno del PP me satisface por lo que era ese gobierno y porque abre oportunidades. Ha sido una consecuencia diferida de las luchas sociales y de la indignación popular, mediada por lo institucional. Entender el cambio gubernamental como una operación meramente institucional es un error. La puntilla de Rajoy ha sido la sentencia Gürtel, pero esto tiene historia: una historia de luchas sociales y de indignación, que empezó antes de que Rajoy fuese presidente del Gobierno (15M), y que llega hasta las recientes luchas de las mujeres y de las y los pensionistas, tanto o más decisivas que la sentencia de la Gürtel. De hecho, sentencias como esa no se habrían producido fuera del ambiente de indignación social contra los desfalcos de la "alta sociedad", clima en el que ésta debe sacrificar a algunos de sus miembros no esenciales. En la otra cara hay una historia de liquidación de los pactos sociales, demoliberales y territoriales de 1978 para imponer un neorégimen autoritario, centralista y supeditado totalmente a la "alta sociedad" siempre dominante. El antagonismo entre ambas "historias", aún presente, ha dado lugar a una situación sorprendente para quienes olvidan que la indignación social teje en la penumbra, poco a poco.

El cambio de gobierno abre oportunidades limitadas. En ocasiones convendrá apoyar -con más o menos matices- decisiones o proyectos gubernamentales, en otras habrá que oponerse -con o sin matices- a lo que hagan o pelear por lo que no hagan. De hecho, pese al escaso recorrido del nuevo gobierno, ya ha habido decisiones gubernamentales que deben ser apoyadas y otras que deben ser activamente rechazadas, así como anuncios que al principio sonaban bien pero que al entrar en detalles han ido perdiendo cuerpo y también claros guiños -inútiles- hacia el PP. Aprovechemos lo antes posible las oportunidades que se abran (cuanto más se retrasen, más probable es que se frustren) pero sin esperanzas infundadas y sobre todo, sin asumir los límites gubernamentales como nuestros límites, entre otras cosas porque sólo el desbordamiento social de los límites políticos puede llevar más adelante éstos.

En muchos aspectos, del PSOE son esperables políticas similares a las del PP. Pero en otros ha habido y habrá diferencias importantes, dentro de los márgenes del sistema; no es lo mismo que gobierne Sánchez a que lo hagan Casado/Rivera, ya echados al monte ultraderechista, como no fue lo mismo la última legislatura de Aznar que la primera de Zapatero. Es viable que el gobierno Sánchez desmonte algunos de los recortes en derechos políticos y sociales impuestos por Rajoy y que se avance parcialmente en algunos asuntos democráticos pendientes prácticamente desde la transición o generados en los últimos diez años de deriva autoritaria, así como que no se hagan algunos nuevos recortes que sí harían Casado/Rivera; no digo que el gobierno Sánchez no vaya a hacer o mantener recortes contra los que habrá que luchar, estoy diciendo que no hará algunos de los que harían Casado/Rivera. Por descontado, las mejoras hoy potencialmente posibles siendo el PSOE lo que es no estarán garantizadas hasta que se lleven a cabo, por lo que hay que contribuir a que ocurran con una postura activa, exigente, crítica, movilizada.

Un claro ejemplo de ello es lo que está ocurriendo con la promesa de recuperar la Sanidad Universal. Hasta el momento, en base a los borradores presentados por el Ministerio de Sanidad, al frente del cual está una de las miembros del gobierno con mayor sensibilidad social, la mejora propuesta, sin dejar de ser mejora, es muy decepcionante y mantiene y ratifica parte esencial de la "filosofía segregadora" inaugurada por el RD 16/2012. ¡Si se mantiene el espíritu de esos borradores el gobierno Sánchez haría mucho menos que lo que su partido exigía que se hiciese bajo el gobierno Rajoy!

En el caso de la recuperación de la Sanidad Universal la vía más adecuada, dada su urgencia, habría sido un Real Decreto que derogase todas las restricciones de acceso al sistema sanitario público establecidas por el RD 16/2012 de 20 de abril, restableciendo las condiciones previas a éste y abriendo a partir de ahí el proceso de elaboración y negociación de un proyecto de ley a presentar en el Congreso. Aunque tenía algunas deficiencias, una muy buena base para la nueva regulación ello podría ser la Proposición de Ley sobre la universalización del derecho a la asistencia sanitaria pública presentada por el Grupo Parlamentario Socialista en julio del 2016. Las Valoraciones de YOSI Sanidad Universal al borrador del gobierno sobre sanidad describen claramente esta contradicción, resaltando aspectos en los que el borrador del ministerio mantiene la lógica "aseguradora" y segregadora del RD 16/2012 de Rajoy y queda muy alejado de la propuesta del PSOE en 2016. En consecuencia, ahora mismo hay que ejercer una fuerte presión para que se concrete rápidamente la prometida recuperación de la Sanidad universal y para que esta recuperación sea completa. Posteriormente a la escritura de este artículo se ha publicado en el BOE el RDL 7/2018 sobre el acceso universal al Sistema Nacional de Salud, que mejora respecto a los borradores citados pero mantiene graves limitaciones (al respecto, ved la valoración de Yo Sí...)

Respecto a aquellos objetivos que podrían conseguirse en el periodo que dure el gobierno Sánchez hay que "morder y no soltar" hasta conseguirlos, aunque sin abandonar aquellos otros que aún requieren acumular más fuerza social, que nunca se acumulará si no se defienden desde ahora. En estos momentos es prioritario construir colectivamente una presión social por objetivos urgentes y realistas, empezar a recuperar terreno. En aquello positivo que el PSOE ha ofrecido o prometido, como por ejemplo varias de las propuestas de ley que presentó o apoyó durante la anterior legislatura y bloqueadas por el Gobierno Rajoy o la mesa del Congreso, hay que exigir que lo cumpla y apoyar cuando lo cumpla, sin empeñarse en que con Sánchez nada ha cambiado; pero en aquello que nunca ha ofrecido pese a ser necesario socialmente, hay que luchar sin crear ilusiones en que el gobierno Sánchez esté de nuestro lado en ese esfuerzo, porque ese gobierno -como todos- es parte del sistema que genera los problemas.

Hay que tener muy claro tanto la importancia de lograr todas las mejoras posibles como que las oportunidades vinculadas al cambio de gobierno son limitadas. Y son limitadas por diversas razones.

-El aparato del PSOE no hará cosas que cuestionen los intereses esenciales y sistémicos de la oligarquía económica capitalista y de la "alta sociedad". Tampoco podemos esperar a corto plazo que el aparato del PSOE deje de alentar el mito de la "monarquía republicana".

.- La "mayoría parlamentaria anti-Rajoy" de la moción de censura no es una mayoría parlamentaria "progresista": PDeCat (o Crida o lo que sea ese mutante derechista hegemonizado por Puigdemont-Torra) y PNV podrían unirse a PP, Cs, UPN y Foro para bloquear reformas de calado social.

- No es posible "salirse del mundo", ni de Europa, ni del contexto actual desfavorable a la democracia, a los derechos humanos y a los derechos sociales; para construir otro "contexto" no bastan las decisiones de un gobierno en tal o cual país, es necesario un movimiento o movimientos transnacionales con fuerza alternativa considerable, de lo que aún no disponemos. De una vez por todas debemos comprender que no se trata de encontrar las "consignas" o "programas" adecuados, sino de construir un contrapoder social lo suficientemente fuerte.

- La hipótesis de la "autonomía de la política" y del Estado respecto a las relaciones sociales de jerarquía y privilegio inherentes al sistema económico y social vigente es ilusión o engaño: sin quebrar esas relaciones y el propio modelo productivo ni siquiera el más bien intencionado gobierno puede salirse de ciertos límites, como vimos en Grecia.

Esa comprensión necesaria de los límites de la "política" en el actual contexto sociopolítico y sistémico no debe inducirnos a la resignación, sino a reafirmar que los límites gubernamentales no deben ser los límites del movimiento autónomo de las clases populares, lo que obliga a que ese movimiento se enfrente incluso a los gobiernos que puedan parecer serle más "cercanos" y abandonar toda ilusión en una "emancipación desde arriba".

En consecuencia, los enfrentamientos con el gobierno Sánchez son ineludibles -y también acuerdos-, aunque no de la misma forma en la que se producía el enfrentamiento con los gobiernos de Rajoy. La actitud ante el Gobierno Sánchez no puede ser de confianza ni de apoyo incondicional a sus actos. Pero tampoco puede ser la misma actitud que ante los gobiernos de Rajoy. Una estrategia política o social dirigida a derribar al gobierno Sánchez carece de todo sentido en este momento, no porque sea "nuestro gobierno" -ningún gobierno es "del pueblo"- sino porque por ahora es el menos malo de los posibles; no porque sea un gobierno "favorable" a nuestras luchas, ningún gobierno es favorable a las luchas populares autónomas, sino porque el actual escenario político-institucional es el menos desfavorable posible por ahora para la construcción popular, para las luchas sociales y para lograr mejoras que nos den aliento. No se trata de sostener a este gobierno, pero tampoco de contribuir a tirarle abajo, lo que sólo beneficiaría a una coalición ultraderechista Casado/Rivera. Los escenarios de elecciones inmediatas o de pronta crisis de la "fase Sánchez" no aportarían nada positivo a las clases populares; no tenemos ningún interés en acelerarlos, aunque tampoco corresponde al movimiento social someterse al nuevo gobierno y subordinarse a él con la excusa de que es el menos malo; es el "menos malo" y no tiene sentido plantearse "derribarle", pero tampoco lo tendría subordinarse a él y renunciar a la lucha por las urgencias sociales.

Al decir que el gobierno Sánchez -sin entrar en cada caso ministerial particular- es el menos malo posible no estoy diciendo que sus políticas vayan a ser las menos malas posibles, estoy convencido de, dentro de los límites señalados, serían posibles políticas mejores -aunque no sin limitaciones- que las que vaya a hacer; el problema de los gobiernos del PSOE, e incluso de algunos de los "gobiernos del cambio municipales" (Madrid, claramente), no es que sean reformistas, ojalá, sino que están imbuidos de "razón de Estado" y no sienten realmente las necesidades populares más urgentes, pero sí son muy "sensibles" a las presiones de los grupos de privilegio para bloquear cualquier reforma que no les guste.

Soy consciente que al decir que es el gobierno menos malo estoy diciendo también que en este momento una coalición gubernamental PSOE-Podemos no sería mejor opción; en efecto, creo que sería una fórmula altamente inestable con la actual composición parlamentaria y que conduciría a Podemos a una función subordinada al PSOE o a una pronta ruptura de la coalición, lo que sería un gran regalo para PP y Cs. La combinación de un Podemos cogobernante con la costumbre de ciertos dirigentes de Podemos de alternar momentos de infantil radicalismo verbal con seniles ataques de respetabilidad y de "sentido de Estado", más con una lógica "teatral" que con una lógica social, no ayudaría en nada a recuperar al menos una parte de la potencia original perdida y cada vez más deteriorada.

Creo que las coaliciones sí deben ser consideradas en municipios y comunidades autónomas si no queremos que todo esté en manos de PP y Cs; de hecho, pienso que la decisión en Barcelona de romper la coalición con el PSC fue un grave error y que Ahora Madrid debería intentar la incorporación del PSM al gobierno municipal, sin que en ningún caso esté pidiendo con ello un "giro a la derecha" ya que creo que la gestión de Ada Colau es muy positiva -pero no dejó de serlo, y de forma más efectiva, durante el acuerdo con el PSC- y que la gestión del equipo Carmena/Higueras, sin dejar de ser mejor que la del PP, está siendo un desastre en dos aspectos decisivos, la atención a la población empobrecida y a los barrios más afectados por la precarización social y la acción frente a las grandes operaciones urbanísticas especulativas, sin que para ello hayan necesitado en absoluto una supuesta presión "derechizadora" del PSM. Pero el gobierno del Estado es un ámbito muy diferente y considero que Podemos debe mantenerse como oposición con plena autonomía política aunque con una actitud colaboradora en todo aquello que sea positivo y de presión para que el gobierno Sánchez vaya más allá en todo aquello en que sea conveniente. Eso sí, sin aventuras de las que la población no saque beneficio alguno pero generen vientos favorables al neoaznarismo de Casado y Rivera.

Se trata, a mi entender, de "sacar" todo lo posible al nuevo Gobierno, no desde una actitud de espera ilusionada sino desde una presión social decidida y realista, sin supeditarse a él y aprovechando la nueva situación para fortalecer las oportunidades de construcción popular y de construcción práctica y propagación de una agenda o unas agendas propias del movimiento social (2), que no se subordinen a la del Gobierno ni hagan suyos los límites de éste; sin perder el tiempo en "emplazar" al PSOE a cosas que van contra su naturaleza sino apretando al máximo todas las clavijas para el cumplimiento de todo aquello positivo que el propio PSOE ha prometido o pregonizado, mientras que se desarrolla con plena autonomía y sin difundir ilusiones la lucha y la mentalización social en torno a la parte de la agenda social que evidentemente es incompatible con los planes del equipo dirigente del PSOE.

La "alta sociedad" era consciente desde hace tiempo de la debilidad de Rajoy y del propio PP, como derecha un tanto anacrónica, y lleva tiempo tejiendo la reorganización y diversificación de sus herramientas políticas. La descomposición relativa del PP no implica una igual descomposición del neorégimen autoritario construido en los últimos diez años y que ha mostrado su peor rostro en la represión a las protestas sociales, al ejercicio de la libertad de expresión y en la persecución desatada contra el movimiento republicano catalán, así como en el abandono de la población empobrecida a su "desgracia". De hecho, frente a algunos análisis electoralistas, el giro hacia la ultraderecha de Casado y Rivera no es algo bueno para "la izquierda"; es malo para la sociedad y no puede descartarse que sea una apuesta ganadora. Nada de lo que ocurre en el mundo actual justifica la manida tesis de que las elecciones se ganan en el centro, por el contrario, el creciente sentimiento de inseguridad vital y de precariedad está alentando el crecimiento de corrientes fascistizantes en casi todo el mundo; no es posible enfrentarse a esa dinámica desde la defensa del status quo. Cuando los problemas hacen invivibles muchas vidas es muy fácil que te atraigan quienes proponen soluciones inmediatas, por falsas que sean, si nadie se compromete en soluciones reales y radicales a problemas radicales. No obstante, el cambio de gobierno, no sabemos aún durante cuanto tiempo, mejora las condiciones para la lucha, lo que hay que aprovechar sin dejarse arrastrar por fanatismos partidistas, odios sectarios o esquemas ideológicos poco adaptados a la realidad social. No debemos confundir la radicalidad social hoy necesaria con el izquierdismo académico y discursivo de "revolucionarios sin revolución".

Estamos en un momento complejo: a lo largo de los últimos diez años el régimen institucional y, sobre todo, el régimen material de dominación de quienes dominan se ha alejado sustancialmente del modelo "pactos de 1978", configurando rápidamente un régimen autoritario de presidencialismo coronado en estado magmático, no petrificado aún, y la descomposición de su eslabón más débil (el gobierno Rajoy) ha "desordenado" ese proceso y abierto una "transición" hacia no se sabe dónde: ¿consolidación del régimen autoritario construido en la última década tras una breve burbuja de "ilusión"? ¿retorno al modelo 1978 con algunos retoques? ¿reacomodo de las clases dominantes a un nuevo pacto que siga asegurando su hegemonía social pero en un contexto algo más democratizado o incluso republicano? Lo paradójico es que todas esas "salidas" parecen hoy imposibles, por lo que hay que eludir una visión estática determinada por el presente inmediato, ya que lo que será no está escrito, sino que depende en gran medida de las acciones humanas. Eso pone en el centro de la decisión social la pregunta "¿Qué hacemos?", no entendida como un "¿Qué deben hacer, o qué queremos que hagan los partidos políticos?", preguntas de inacción e ilusa ilusión, sino como "¿qué hacemos nosotras y nosotros?", el pueblo, la multitud, la gente común, las clases populares, la ciudadanía, dicho como cada cual prefiera, siempre que se entienda que se habla de un protagonismo social activo y no de una espera a lo que hagan tales o cuales dirigentes, que cuanto más se encumbran como tales más se alejan de la vida cotidiana de la gran mayoría. No se tratar de emplazar a los líderes políticos a que hagan en nuestro nombre, se trata de hacer nosotras y nosotros; sólo nuestro hacer puede modificar el suyo.

Y posiblemente esa pregunta por el "¿qué hacer?" deba tener varias respuestas, porque somos plurales; no debemos tender a una respuesta sino a una alianza de respuestas no idénticas. Necesitamos "sacar" lo antes posible todo lo que se pueda a la nueva situación, lo que va a requerir presión sobre el gobierno y respuesta a las zancadillas que ante cada pequeña reforma pongan la "alta sociedad" y los partidos reaccionarios PP y Cs, pero también necesitamos procesos y experiencias autónomas de construcción y lucha popular que apunten hacia objetivos necesarios más ambiciosos -no por caprichos "revolucionaristas" diseñados a modo de tesis doctorales sino por la urgencia social de profundas reformas- aunque no encajen en la "agenda" de Pedro Sánchez. Como nos dijo Gramsci: ‎"Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos de todo nuestro entusiasmo; organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza". No ofrecía un camino de rosas, sino un camino que es duro y complicado. Pero un camino efectivo duro más o menos bien orientado siempre lleva más lejos que un cómodo camino sólo existente en mapas ficticios.


Notas

1. Ese texto, que ocupó una página de la revista papel, decía lo siguiente...

Gobiernos... y más allá.

Quizá cuando salga esta revista Rajoy no sea presidente de Gobierno (salvo tamayazo o PNV). Si se produce, gran noticia. Me parece acertado que el PSOE haya presentado la moción de censura y que Podemos se haya comprometido a apoyarla sin condiciones.

La puntilla de Rajoy ha sido la sentencia Gürtel, pero esto tiene historia: una historia de luchas sociales y de indignación, que empezó antes de que Rajoy fuese presidente del Gobierno, y que llega hasta las recientes luchas de las mujeres y de las y los pensionistas. En la otra cara, una historia de liquidación de los pactos sociales, demoliberales y territoriales de 1978 para imponer un neorégimen autoritario, centralista y supeditado ya totalmente a la "alta sociedad" siempre dominante.

Si la moción obtiene el Sí, lo celebraré. Dicho esto, cuidado con las ilusiones. Sobre todo con la ilusión "gobernista", es decir, con volver a pensar que el testigo del cambio pasa a tal o cual líder, a las instituciones y los partidos, y que la gente común podemos dedicarnos a "nuestras cosas" y delegar en un gobierno que éste de nuestro lado. Ningún gobierno estará nunca de nuestro lado y aunque lo estuviese sería impotente sin el protagonismo popular. No sólo porque las condiciones de vida y los entornos que se ciernen en torno a los gobernantes les acercan a la "alta sociedad" y les alejan del común de la población, no sólo porque la alianza coyuntural del "No a Rajoy" no sería transmutable en alianza para afrontar todos los grandes problemas sociales, sino también porque aquello que puede hacer un gobierno bien intencionado en un contexto global de hegemonía económica y militar de las élites del capitalismo y del poder, bajo la lógica inherente al propio sistema, está limitado, como se demostró en Grecia... pero no es nulo, para bien o para mal.

No puede darnos igual quién gobierna, porque eso afecta a las posibilidades de presión social y de que ésta consiga más o menos logros, pero no habrá logros sin una construcción popular autónoma. En sí mismo, librarse de Rajoy y del PP como gobernantes sería un paso adelante. Vendría a confirmar que sí se puede, que la impaciencia y el enfado con la sociedad eran estériles, que la indignación social teje en la penumbra, poco a poco. Por descontado, la "alta sociedad" es consciente desde hace tiempo de la debilidad de Rajoy y del propio PP, como derecha un tanto anacrónica, y lleva tiempo tejiendo una reorganización de sus herramientas políticas. La descomposición relativa del PP no implica una igual descomposición del neorégimen autoritario construido en los últimos diez años. Pero las condiciones de lucha mejorarían... si se aprovechase la ocasión.

Necesitamos construir una agenda realista de prioridades sociales, para luchar por ella y mediatizar la acción de gobiernos y partidos: a) Vivienda y pobreza, que llevan hacia una catástrofe social; b) Igualdad mujeres/hombres (sistema público de cuidados, permisos PPiiNA, lucha contra la violencia machista); c) Cataluña (incluyendo el fin del art. 155 y de la represión del movimiento republicano catalán, y la recuperación por éste de su mayoritario sesgo progresista, en contradicción con la actual hegemonía institucional de su ala más derechista); d) Pensiones; e) Fin de la “Ley Mordaza” y de la criminalización de la protesta social; f) Modelo productivo y de vida capaz de hacer frente al cambio climático; g) Horizonte transnacional europeo -y no sólo- de construcción de alternativas y alianzas ante un mundo en grave regresión del que no es posible "salirse”.

La cuestión es que esa agenda debe ser nuestra, de las gentes, antes de que sea posible que parte de ella sea asumida por gobiernos.

2. Entre los ámbitos de esas agendas sociales que me parecen prioritarios en el periodo de aquí a las próximas elecciones generales (sean cuando sean) citaré algunos: a) Derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana y de las demás disposiones que persiguen la protesta social y la libre expresión, así como de la tipificación como terrorismo de ciertas acciones de lucha social totalmente ajenas a él; b) Vivienda (especialmente la creación de un parque público de alquiler social proporcionado a los ingresos familiares) y Pobreza (algún sistema de garantía de ingresos para atender las necesidades básicas de la vida); c) Recuperación de la Sanidad universal, al menos en la línea de la propuesta del PSOE en 2016, y freno y progresivo desmantelamiento de los procesos de privatización de la Sanidad pública, junto a la recuperación al menos de las plantillas existentes antes del proceso de recortes; d) sacar adelante la Proposición de Ley relativa a la reforma del sistema de permisos y prestaciones para el cuidado y atención de menores presentada por el Grupo Parlamentario Unidos Podemos – En Comú Podem – En Marea, extender el significado y las consecuencias jurídicas del concepto "violencia de género" a toda forma de violencia machista contra las mujeres, hoja de ruta para una estrategia de políticas públicas estructurales para la igualdad (muy sugestivo el horizonte propuesto por María Pazos en Contra el patriarcado, ed. Katakrak, Iruñea-Pamplona, 2018); e) la cuestión catalana, muy compleja y sin solución estable a corto plazo en el actual marco político, más aún en las condiciones actuales de represión contra el movimiento republicado catalanista, pero que es un asuntos vital para la convivencia social y para la posibilidad de una alianza entre las clases populares de Cataluña y de España frente a la precarización, el empobrecimiento y la inseguridad; f) consolidar y mejorar el sistema de pensiones, en lo que un primer paso debería ser derogar de inmediato la contrareforma de las pensiones hecha por Rajoy en 2013 (también estoy por la derogación de la reforma de Zapatero, pero en este momento lograr la derogación de la de 2013 es más urgente y más factible), pero siendo imprescindible avanzar rápidamente hacia una reforma que asegure su sostenibilidad y la suficiencia económica de las y los pensionistas actuales y futuros; g) reforma fiscal y devolución a las y los trabajadores de los derechos perdidos en las últimas reformas laborales; h) plan de acción contra la segregación educativa y el modelo privatizador que se está imponiendo, así como derogación de las medidas del gobierno Rajoy en torno a alumnos por aula, horas lectivas del profesorado, plantilla, etc.; i) nuevo modelo energético, derogación del "impuesto al Sol", etc.; j) vincular la construcción popular con un horizonte transnacional europeo -y no sólo- de construcción de alternativas y alianzas ante un mundo en grave regresión del que no es posible "salirse”; k) llevar a cabo una política de justicia y reparación histórica que haga de una vez todo lo que debería haberse hecho al respecto al salir del franquismo y aún pueda hacerse; l) insuflar laicismo (laicismo, no ateismo, yo soy activamente ateo pero no quiero que se enseñe ateismo en las escuelas públicas) en las instituciones y erradicar los privilegios de las entidades identificadas con ciertas creencias sobre otras opiniones o creencias. Y muchas cosas más.

Creo que en lo que queda de legislatura, salvo que se precipite la convocatoria de elecciones, en algunos aspectos habrá mejorars modestas, pero positivas y necesarias, y que en otros muchos el actual gobierno moverá muy pocas cosas. Ni el "nada ha cambiado" ni la confianza ciega son respuestas adecuadas. Pero cabe una alianza entre personas con expectivas diferentes sobre el gobierno Sánchez, sobre la base de que reclamemos aquello que creemos que debe hacerse. El grado de cumplimiento de las promesas del PSOE no depende de nuestra confianza o desconfianza en que las cumpla, sino de nuestra capacidad para presionar en unidad por su cumplimiento. En definitiva, esas agendas deben ser nuestras, de las gentes, antes de que sea posible que partes de ellas sean asumidas por gobiernos.