Trasversales
Lois Valsa

Primavera cultural madrileña 2018



Revista Trasversales número 44, junio 2018 web

Otros textos del autor en Trasversales



Hay algo profundamente erróneo en la forma en la que vivimos hoy….Gran parte de lo que hoy nos parece natural proviene de la década de los ochenta.

Tony Judt, Algo va mal, Ed. Taurus


La gente, estadísticamente, está mejor, pero hay una tremenda cantidad de sufrimiento individual

Antonio Damasio, neurólogo


Libros

La producción de libros creció un 46% el año pasado en España (El País, 22/05/2018)

* Gustavo Martín Garzo, La ofrenda, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018.

No es el amor lo que debiera preocuparnos, sino el hecho de que tenemos que morir (página 40)

Dar lo que no se tiene es la paradoja del amor (página 150)

Este último libro del ya conocido escritor Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) es una novela que surge del recuerdo de una antigua película, La bella y la bestia de Jack Arnold, que el autor vio cuando era niño. Dicha película era una versión del mito de “La bella y la bestia” que aquí es un ser acuático. No se ello influye también en la fecha de su arranque en 1963. Lo que sí es una constante en la obra de Martín Garzo siempre, en toda su obra, tanto narrativa como ensayística, es introducir leyendas o mitología como en este caso. Siempre se ha manifestado deudor, incluso en sus artículos y relatos, de los cuentos tradicionales y de las historias bíblicas. Con sus continuas referencias culturales del que este libro es un buen ejemplo siempre ha rendido un auténtico tributo a todo lo que destila misterio o magia. Y no hay que olvidar que su obra ya es extensa pues ha publicado más de quince libros entre novela, ensayo y libros para jóvenes. Muchas de sus obras han merecido desde sus comienzos importantes premios: El lenguaje de las fuentes (Premio Nacional de Narrativa, 1993), Marea oculta (Premio Miguel Delibes, 1993), La historia de Marta y Fernando, Premio Nadal1999), Tres cuentos de hadas (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 2004), El jardín dorado (Premio de las Letras de Castilla y león, 2008), Tan cerca del aire (Premio Torrevieja de Novela, 2010) o Sesión continua (Premio Vargas Llosa de relatos, 2010). Sus novelas más recientes son Dónde no estás (2015) y No hay amor en la muerte (2017). Sus obras se han traducido al francés, danés, griego, italiano, portugués y alemán.

Otra constante de la obra del autor es la exploración del universo femenino siempre inspirado por mujeres reales o míticas. Aquí la protagonista es una joven enfermera, Patricia Ayala, con una triste infancia a sus espaldas sobre todo por una relación pésima con su madre, que, después de una profunda crisis amorosa, acepta una oferta de trabajo que consiste en cuidar de una anciana en una remota isla situada al sur de Madagascar. Esta pequeña isla llamada Taboada es una isla de origen volcánico en la que se encierra un misterio, el de una frágil anciana que vive retirada en una residencia conocida por la gente del lugar como “La construcción”. Le ha ofrecido a la joven un trabajo muy bien remunerado porque escasas personas acudirían a tal lugar a no ser alguna que reúna determinadas condiciones estudiadas previamente por la anciana desde su casa. Una casa muy especial ya que está situada junto a una laguna cuyas aguas penetran las habitaciones centrales de la mansión a través de canales y piscinas. Para contarnos toda esta historia el autor recurre no solo a un relato en segunda persona en la primera parte (“La Construcción”) sino también, en la segunda parte (“La prisionera”), al diario de la protagonista que va desde el 14 de septiembre de 1963 al 24 de marzo de 1964. Para retomar, en la tercera parte (“El príncipe maldito”), la narrativa en segunda persona, y, volver al diario, desde el 3 de agosto al 14 de septiembre de 2005, en la cuarta parte (“El guardián de huesos”). Una estructura, pues, muy curiosa la de esta novela en la que se desarrollan los múltiples hilos de una trama que sumerge al lector en otros mundos incluido el de las especulaciones científicas.

* Pere Gimferrer, Las llamas, Vandalia, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2018.

Yo vi unos ojos de mujer dorada/ y yo me ví morir en aquel oro

Este es el último libro del reconocido poeta Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) cuya lírica en castellano, en los últimos años, ha experimentado en los más variados registros expresivos. Este poeta, al tiempo editor y académico de la RAE, fue el autor de “Arde el mar” (1966), el emblemático poemario de la poesía neomodernista de ascendencia romántica que, con cuidada y selectiva factura formal, hacía frente a la poesía realista de la experiencia. Su aire internacional, nutrido de la mejor poesía de fuera, supuso una inflexión en la estética dominante que se encerraba en la poesía española, y se repetía en fórmulas y tics. Por eso, en su día, Gimferrer fue integrado en la antología “Nueve novísimos poetas españoles” (1970) de José María Castellet. Esta importante antología, caracterizada por el esteticismo culturalista e influida por el vanguardismo simbolista, el arte pop, la emotiva sentimentalidad y la selectiva expresión lírica, la estructura de collage, algo de escritura automática y la gran influencia del cine, marcaría la moderna lírica española, bajo el clásico influjo de Rubén Daría y protegidos por la ancha sombra del mejor Juan Ramón Jiménez. Con este libro ha retornado, con la depuración y la experiencia ganada en estos años, a aquella estética y poética originaria. En el medio, su poesía de alta calidad, que se ha ido expresando en distintas lenguas como el castellano, el catalán e el italiano, además de dos estupendas novelas, y un montón de ensayos sobre literatura, arte y cine, donde brillan sus profundos, y raros por poco comunes, conocimientos y perspectivas críticas radicalmente modernas y siempre originales.

Este ya multipremiado poeta acaba de obtener el Premio Internacional Federico García Lorca que ha reconocido la “universalidad de su poesía”.

Estos poemas de su última obra fueron escritos entre finales del año 2016 y principios del año 2017, como se puede, además, constatar en la fecha que acompaña cada poema del libro. Un estupendo epílogo, muy acorde con la estructura poemática, de Aurora Egido cierra el texto. Egido conoce muy a fondo la poesía de Gimferrer y construye un texto “collage” del que considera “collage” del poeta en una magnífica fusión de crítica y literatura. Recalca la insistencia en lo ígneo, en lo lumínico, en lo solar, que al tiempo que hace ver ciega. Está preñado su texto de palabras gimferrianas y de otros. La cita del libro que precede a los poemas está tomada del cancionero de amor, “The sonnets”, de Shakespeare, que es una de las claves del poemario y también de toda su escritura. Junto a la juventud, el transcurrir del tiempo, la muerte a la que este lleva y el amor que hace joven, son los temas del libro. Gimferrer, de libro a libro se reinventa como nuevo poeta en un gesto continuo de refundación. Para él, en su vida y en su escritura, amor y juventud serán la salvación de la vejez y/o de la muerte. Un sonido que lleva al ritmo es la génesis de sus poemas; y este lleva a las palabras como contaba Mayakovski (en un ensayo hoy un poco olvidado “Como se hacen los versos”); y estas palabras tienen en si mismas la capacidad de generar unas imágenes por una combinación rítmica. Entonces, aclara Gimferrer, “mi preocupación no es el sentido general que conozco de antemano sino la forma en que las palabras se organizan”. Pero “cuando empiezo un poema sé por donde tiene que discurrir, es decir sus significados, sus alusiones”. Remata: “Trato de ser un profano ante mis propios textos, poemas muy concentrados, elípticos y, en gran medida, oscuros”.

* Miguel Delibes, La bruja Leopoldina y otras historias reales, Destino, Barcelona, 2018.

A mi padre se le adivinaba la ascendencia europea en su afición al aire libre (comienzo de “La herencia”)

Hay que decir antes de nada que este libro de Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) se publica junto a “Mi vida al aire libre” (1989) y “Tres pájaros de cuenta” (1982), sus obras más autobiográficas. Acompañadas de este auténtico descubrimiento, su primer cuento, inédito hasta hoy, escrito e ilustrado por el autor con sólo 18 años. Este hallazgo, junto a unos textos estupendos pero no muy conocidos, servirá para conocer al escritor más a fondo. El lector podrá encontrar en ellas, como protagonista, al Delibes más jovial, optimista y entrañable, de niño y de adulto, acompañado de su familia y de sus amigos, en la ciudad, y, sobre todo, en el campo, y podrá disfrutar de su mirada de la naturaleza y los deportes. El prólogo es de su hija Elisa Delibes y nos da más datos sobre su exigente padre: “Siempre resultó muy exigente y por eso tiró o quemó algunas cosas. Sólo deseaba publicar lo que consideraba que era bueno”, afirmó en la rueda de prensa de la presentación del libro, que hizo junto a Emili Rosales, editor de Destino, sello, no hay que olvidarlo, en el que publicó todas sus obras. Por otra parte, “se consideraba un mal poeta y, debido a cierto pudor, decidió romper sin piedad algunas cartas” comentó la hija del novelista. Para aclarar y, al tiempo, justificar su publicación que “con este cuento no lo hizo, así que imagino que, de alguna manera, tampoco le importaría que lo publiquemos ahora. Se hace porque es algo que está finalizado, porque ayuda a entenderlo mejor. Con este cuento no ganaría el Nobel, es cierto, pero es un texto tan inocente, que decidimos publicarlo como homenaje. Yo sabía que si no lo sacábamos en este momento acabaría descansando en el sueño eterno”.

Estamos, pues, ante una narración inédita del conocido escritor que él mismo ilustró. Curiosamente, en ella se juntan sus dos grandes vocaciones: la literatura y el dibujo. Delibes, a sus dieciocho años, aún dudaba entre el verso y el dibujo, entre las letras o las artes. Con veinte años ya entraba como caricaturista en “El Norte de Castilla”. Pero consideraba que se necesitaba formación para progresar en la disciplina artística a diferencia de la escritura que era de autodidactas. En la presentación nos mostró el cuaderno original de este texto primerizo (un cuaderno sencillo, de tapas marrón, en el que se pasan las hojas hacia arriba y no hacia la izquierda). En el prólogo del libro, Elisa Delibes nos aclara también que tanto “Mi vida al aire libre” como “Tres pájaros de cuenta” fueron publicadas en los años ochenta por la editorial vallisoletana Miñon, en una colección- Las Campanas- dirigida al público infantil, e ilustradas con los maravillosos dibujos de Luis de Horna que tanto gustaron a Delibes. Tiempo después, la Editorial Destino incluyó también “Mi vida al aire libre”, ilustrada por Arnal Ballester, en una colección para los más jóvenes, Pequeño Delfín. Hay que señalar que este último texto va precedido de dos citas, una de Jean Jacques Rousseau de “Las confesiones” y la otra de Fiedrich Nietzsche de “Ecce Homo”, en las que se ensalza la naturaleza, un tema muy caro a Delibes. Por eso, concluye Elisa, creo que “ahora La bruja Leopoldina brinda una segunda oportunidad a estos textos que, en mi opinión, están entre los mejores de Delibes para ser leídos tanto por jóvenes como por menos jóvenes”. Delibes, como se sabe, es uno de los autores más leídos e influyentes de las letras españoles ya que con sus obras, muchas bien llevadas al cine, y alguna al teatro, se educaron muchas personas en España.

* Benedetta Craveri, Los últimos libertinos, trad. Mercedes Corral, Siruela, Madrid, 2018.

Siempre es hermoso tener veinte años (Saint-Beuve)

La autora de este libro, Benedetta Craveri (Roma, 1942), es nieta del gran filósofo Benedetto Croce y es una estudiosa de la literatura y de la sociedad francesa del siglo XVIII. La editorial Siruela ya había publicado su obra Madame Deffand y su mundo (2005), que recibió el premio Viareggio Rèpaci al primer ensayo y fue finalista del premio Giovanni Comisso. Otras obras suyas son Amantes y reinas (2007) y La cultura de la conversación (2007), que obtuvo los premios Saint Simon y Mémorial de la ville d`Ajaccio; y Maria Antonieta y el escándalo del collar (2007). Esta obra que reseño fue finalista del premio Viareggo Repací en 2016, año de su publicación en italiano. Cuando se escucha a esta mujer, por ejemplo en la rueda de prensa de la presentación del libro por cierto en un espacio muy acorde con el contenido del libro, se da uno cuenta del dominio que tiene sobre el contexto histórico que ha estudiado a fondo y sobre todo con gran pasión ya que es una gran amante de esa época. Enseguida liga las distintas revoluciones de Inglaterra, de Estados Unidos y de Francia y establece vínculos de todo tipo entre ellas. En esta obra se sitúa en el reinado de Luis XVI y María Antonieta, en los primeros años de la Revolución, antes del Terror. El protagonismo lo tienen los siete cachorros seleccionados por la autora, una especie de samurais ilustrados, de la aristocracia francesa. Siete aristócratas que eran súbditos de la familia real pero que defendían una forma de pensar y actuar demasiado liberal, sin ataduras dogmática, para venir de donde venían. No sabían que estaban cavando su propia tumba porque el ocaso de su clase estaba cercano.

En este libro la autora nos guía, a través de la vida de tres condes, dos duques, un vizconde y un caballero, por los estertores del Antiguo Régimen y el inicio de la moderna democracia europea. Sus protagonistas, además de guapos, eran ricos, pero en su cabeza se mezclaban los antiguos valores nobiliarios con las nuevas ideas ilustradas. De ahí el término de “libertinos” con el que la autora los denomina. Craveri disfruta con estos siete jóvenes brillantes y virtuosos que intentaban conciliar una vida llena de privilegios con la necesidad de cambio social acorde con los ideales de la Revolución francesa. “De ese modo, casi todos los protagonistas de este libro saludaron con entusiasmo la convocatoria de los Estados generales, y solo durante la Revolución tomaron, sucesivamente, caminos diferentes” (Prefacio). Se nota que ama a sus personajes refinados y aventureros, que concebían el matrimonio como una convención artificial a la que oponían una vida amorosa sin freno ni límites que alternaban con las lides guerreras y la política. El duque de Lauzún, el vizconde y el conde de Ségur, el duque de Brissac, el conde de Narbonne, el caballero de Bloufflers y el conde de Vaudreuil, se vieron metidos en el torbellino revolucionario que acabaría con su linaje. Acabarían pagando un alto precio por su aventura y eligiendo caminos distintos, unos por las armas, otros por el exilio, pero su mundo se derribó. Sus aventuras nos la cuenta la autora con gran amenidad y, al tiempo, con rigor académico y con maestría narrativa. Craveri nos ofrece, además, un nuevo y original enfoque sobre una de las épocas más convulsas de la historia social y política de nuestra civilización: el final del “Ancienne Regime” y el inicio de la democracia moderna europea.


Arte: exposiciones

En la Fundación Juan March se ha presentado hasta el 24 de junio una importante muestra, El principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017), en la que se rastrea, tras cinco años de investigación curatorial, la influencia de la estética de Asia en los artistas contemporáneos españoles. Una sugestiva muestra en la que dialogan obras de más de 60 artistas que han desarrollado su trayectoria artística en España y cuya obra está vinculada, en mayor o menor medida, con Asia oriental e India. A través de pinturas, pequeñas esculturas, estampas y obra gráfica, cerámicas y dibujos asiáticos, que nos permiten apreciar los distintos contrastes a la vez que sus resonantes ecos. Acudiendo también a otras manifestaciones artísticas como la instalación, la fotografía, los nuevos comportamientos artísticos y el arte conceptual. Todo ello para hacer visible la influencia de estas tres culturas en el arte de la segunda mitad del siglo XX en España y en un marco cronológico que va de la generación abstracta española de los cincuenta, que trabajaron en una línea de no figuración, a los artistas nacidos en torno a mediados de los sesenta que es el momento de la creación del Museo del Arte Abstracto Español de Cuenca (1966) por Fernando Nóbel, una figura esencial para entender el relato de esta exposición. Aunque se noten influencias anteriores como las del ceramista Artigas quién ya había comenzado a trabajar en los años veinte o el de Joan Miró que, a partir de los cuarenta trabajó precisamente con Artigas en piezas que aunaban cerámica y pintura. La muestra consta de más de trescientas piezas asiáticas y occidentales se presentan de manera conjunta como dos mundos que comparte el espacio y el tiempo de la sala. En ella, aunque cuenta con relevantes obras procedentes de museos internacionales, se ha querido primar la presentación de fondos orientales de colecciones e instituciones públicas y privadas de nuestro país, algunos de ellos tan valiosos como todavía poco conocidos.

En el Museo Reina Sofía se ha presentado hasta el 27 de agosto y ya en el marco de PHotoEspaña, la primera exposición individual en España del fotógrafo francés Marc Pataut (París, 1952). En esta retrospectiva, Marc Pataut. Primeras tentativas, se reúnen unas 300 fotografías y obras gráficas que el artista realizó colaborativamente entre 1981 y 2001 para visibilizar la realidad de los grupos socialmente desfavorecisdos en su país. En ella se pueden varios proyectos individuales y colectivos de profundo calado humano en los que Pataut no sólo refleja en su fotografía la precariedad de determinados colectivos sino que lo hace experimentando un nuevo tipo de documental en el que se supera la imagen victimizada de las clases excluidas. Hay que destacar y resaltar que en esos años el fotógrafo francés desarrolló una técnica colaborativa basada en métodos testimoniales que le llevó a reinventar la tradición del documental social de los años treinta y de la fotografía humanista de la posguerra. La línea expositiva del Reina Sofía en materia fotográfica a la que ya ha dedicado otras muestras es muy clara. En este caso expositivo el fotógrafo ya no es sólo el mediador social entre los desfavorecidos y la esfera pública sino que su trabajo surge de la convivencia con los colectivos representados y va más allá mediante la acción de compartir la cámara con ellos para que los propios personajes se autorepresenten. Para alcanzar estos logros expositivos de este cambio de paradigma en el que aparece ya el precariado es muy importante la tarea comisarial de Jorge Ribalta que conoce muy bien el tema. En este sentido incidiría en su experiencia fotográfica “Cornillon/Grand Stade” (1994), en un solar de un antiguo polígono industrial al norte de París donde habitaba una pequeña comunidad de gente sin techo que luego sería desalojada para albergar allí un gran estadio en mayo de 1995. Una comunidad con una experiencia de “vida digna” muy resistente y muy diferente, por ejemplo, a la de los sin techo del metro.

En la sede del Instituto Francés de Madrid se puede ver hasta el 1 de junio una interesante exposición, Bandera de Francia. Ferrero: del Institut français de Madrid al Colegio de España en París (1936-1940) de Carlos García Alix. Esta exposición da continuidad a una ruta pictórica y documental iniciada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1994 con la exposición “Uno de los nuestros”. Desde entonces, diferentes exposiciones como “Rumor de Periferias” (1996), “Estado del cielo” (1999), “Noticias de Madridgrado” (2001), “El hombre invisible” (2002), Madrid-Moscú (2003), “La biblioteca fantasma” (2014), o la más reciente, “La silla de Schlayer” (2016), han tenido cpomo epicentro de su trama el Madrid de la revolución y la guerra, y, muy especialmente, las andanzas por la ciudad de algunos personajes: Agapito García Atadell, Ramón Gómez de la Serna, Arthur Koestler, Mijail koltsov, Margarita Nelken, Felipe Sandoval, Frederic Feldman o Felix Schlayer. Figuras todas ellas que, aún no siendo actores principales de la Historia, dejaron una huella de especial relevancia en el imaginario trágico de aquellos días. Este universo ha estado presente en el trabajo de los últimos años de Carlos García-Alix no solo en numerosas pinturas, sino también en libros, artículos de prensa, ilustraciones y, muy especialmente, con el largometraje documental El honor de las injurias, estrenado en 2007. En todo este trabajo cuyo contexto hemos señalado, el artista ha tratado de unir su actividad como artista plástico a la investigación de los archivos, una raíz literaria y la iconografía plástica visual, la pintura realista de entreguerras, el llamado Realismo mágico, la arquitectura racionalista, la fotografía, el cine, el cartel o la ilustración de prensa. En esta misma línea, esta exposición plantea la posibilidad de indagar en la historia y en sus personajes para efectuar preguntas y sugerir respuestas, no solo desde el campo de la investigación documental sino también desde la recreación pictórica de unas biografías y unas atmósferas. Adquiriendo, en este caso, un carácter más íntimo al ser el protagonista principal de esta nueva memoria el buelo materno del pintor, el periodista Miguel Pérez Ferrero (1905-1978). Por último, señalar que esta exposición tiene el privilegio de ser presentada y exhibida en los mismos espacios donde se desarrolla gran parte de la trama: el Institut Français de Madrid en la calle Marqués de la Ensenada.

En la Fundación Mapfre de Madrid se ha presentado hasta el 6 de mayo una interesante exposición, Derain, Balthus, Giacometti. Una amistad entre artistas, comisariada por Jacqueline Munck, conservadora del museo parisino del que proviene la exposición. En ella, el Musée d´Art Moderne de la Ville de París- que ya había tenido una versión más amplia- y la Fundación Mapfre han hecho una propuesta de revisión historiográfica de tres artistas difíciles de catalogar e incluso de asimilar por su “rareza”. Últimamente. Me parece que también está de moda montar exposiciones con tríos (véase Duchamp, Magritte, Dalí. Obras maestras del Museo de Israel, Jerusalén, en el Palacio de Gaviria).

De todas formas, la comisaria de esta exposición ya se había interesado antes por las interacciones entre artistas y el formato comparativo entre dos o tres artistas tampoco es nuevo. Su finalidad es establecer y mostrar sus coincidencias e influencias temáticas y/o estilísticas. Normalmente son las imágenes los basamentos de las conexiones pero, curiosamente, esta exposición se fundamenta más en vínculos afectivos o desafectivos, humanos e intelectuales, para establecer vínculos artísticos que en coincidencias estilísticas que son débiles en esta muestra. Concretamente, en la relación a tres bandas de una amistad presidida por la admiración mutua. En Francia, la crítica se mostró dividida ante el experimento. Aquí podemos sentirnos descolocados ante tal propuesta que, por otra parte, es bastante irregular ya que no hay muchas obras de primer orden. Esta exposición en que Derain lleva el peso de la muestra desde luego es desde todos los puntos de vista muy arriesgada pero en eso está también su virtud ya que se sale de los moldes establecidos. Su valentía también radica en la incomodidad que provoca con estas grandes figuras del arte que no encajaron en su tiempo ni, por diferentes razones, logran encajar hoy. Son artistas muy problemáticos sobre todo Derain y Balthus, incluso Giacometti fue un ·rechazado” por el pope surrealista Breton por su retorno a la figuración pero más adelante también fue estigmatizado Derain por su retorno al orden. Balthus, y ya tuvo desde sus comienzos en la galería de Pierre Loeb en la que se conocieron los tres, sigue teniendo problemas por sus figuras de niñas muy eróticas. Está siendo muy atacado por el dogma de lo políticamente correcto e incluso censurado cuando alguna obra suya se muestra en una exposición. Se puede pensar, en definitiva, que, con esta muestra, se pretende volver a situar al marginado Derain maduro con la ayuda de los otros dos artistas “raros”.


Teatro

En los Teatros del Canal se ha podido ver hasta el 27 de mayo Los Mariachis, la última obra del ya reconocido autor y director Pablo Remón al frente de su compañía La Abducción desde 2012. Esta compañía basa su teatro en el texto y en el trabajo conjunto con los actores. Hasta la fecha han estrenado “La abducción de Luis Guzmán”, “40 años de paz”, “Barbados”, “El tratamiento” y “Los mariachis”. En esta última obra se trata la corrupción y la burbuja inmobiliaria en los pueblos de la meseta de Castilla. Un territorio muy despoblado ("la España vacía") sobre todo después del éxodo rural de los años sesenta que ha favorecido la pérdida de las raíces. Pero hay “una cosa que subyace en toda la obra y es la idea de que no se puede escapar de la raíz. Hemos intentado llegar muy lejos en poco tiempo. Nos hemos saltado etapas”, señala el director en la entrevista del Programa de mano. Esta obra, una “road movie” castellana, que nos habla de corrupción económica y, claro está, política, busca precisamente una reconciliación con el pasado de estas tierras dejadas de la mano de Dios. En el texto hay, pues, una intencionalidad política de denuncia pero sin caer en el panfleto sino a través de la ficción que permite ponerse en la piel de la otra persona sin juzgar al personaje. Se trata de ofrecer lecturas abiertas y enmarcando los hecho en la Historia. En este caso, con una obra de título polisémico y carácter fragmentario en la que se mezclan tonos y géneros (Remón cita al gran Azcona: “la vida no viene en géneros”). Si se nota que él viene del cine y por eso hace obras muy cinematográficas que hay que ver saltando de una imagen a otra pero también escuchando con atención sus palabras expresadas en brillantes diálogos llenos de humor que hacen reír continuamente a los espectadores. Todo ello a pesar de ser una tragicomedia costumbrista enmarcada en medio de la desolación de la España más oscura. Poco a poco, y a través de “flashbacks”, nos vamos enterando de esta historia de corrupción política que se asienta en la despoblación de la España rural. El director sabe sacarle lo mejor a sus cuatro formidables actores (Israel Elejalde, Luis Bermejo, Francisco Reyes y Emilio Tomé) que bordan sus personajes.

La escenografía de Mónica Boromello ayuda a este propósito al fundir muy bien el espacio del mundo familiar y el de la ancha y vacía meseta. Lo único que quizá se echa en falta es un mayor desarrollo dramático y una mayor profundidad de la historia.

En el Teatro Conde Duque se ha podido ver, en sesiones de tarde y matinales también y hasta el 5 de mayo, una obra muy importante en la evolución del teatro español, La fundación de don Antonio Buero Vallejo. Antes de nada hay que señalar que esta obra es de 1974, al final ya de la larga Dictadura franquista en la que estaba vigente, hay que recordarlo, la pena de muerte. Incluso, en septiembre de 1975, menos de dos meses antes de la muerte del generalísimo Francisco Franco, se llevaron a cabo cinco ejecuciones firmadas de su puño y letra. Hay que destacar esto porque gran parte del público sobre todo joven que ve esta obra, por cierto con gran respeto y silencio al menos en la matinal a la que asistí, no tiene ni idea de todos estos hechos. Hay que tener en cuenta que el texto está muy insertado claramente en un contexto político de represión y en el que prima la censura. Estamos, pues, ante una de las mejores obras del autor, una parábola moral pero con claves políticas cuya propuesta es que hay que buscar la verdad aunque sea dolorosa porque es el único camino hacia la libertad. En esta importante y actualizada versión, cuyo texto ha dirigido en gran sintonía José Luis Arellano García, se ha recortado el texto pero sin que haya perdido nervio dramático. Así, estos estupendos actores, destacando sobre todos Nono Mateos y Víctor de la Fuente, han logrado entregarnos un Buero verdadero, no como reliquia arqueológica, que sin dejar de ser hondo y complejo está lleno de frescura, energía y vitalidad. Llevar esta arriesgada actualización a buen puerto ha sido posible en primer lugar porque la dirección de actores ha sido excelente en todo momento. El director ha vencido también el peligro decorativo que anularía su verdad mediante un estudiado movimiento coreográfico al que ha ayudado la magnífica iluminación de Juan Gómez-Cornejo. Por último, con este drama podemos ver que el gran Buero Vallejo sigue vigente y la Joven Compañía y su director en plena forma.

En el Teatro de la Abadía se ha podido ver hasta el 27 de mayo Una hora en la vida de Stefen Zweig, un extraordinario texto del importante autor canario Antonio Tabares, autor también de la muy estimable obra “La punta del iceberg”. En esta obra, el autor, apelando a la razón y al sentimiento al mismo tiempo, trata de recrear las últimas horas del gran autor judío, perseguido, que logró escapar del nazismo refugiándose en la ciudad de Petrópolis en Brasil después de pasar por otros lugares del mundo. Comienza la obra en el preciso momento en que está haciendo, junto con su segunda esposa Lotte, los preparativos para su suicidio. Estamos ante una brillante dirección de Sergi Belbel y unas magníficas interpretaciones a cargo del muy contenido y expresivo en su dolencia vital Roberto Quintana, el vehemente y crispado, a veces innecesariamente, Iñigo Núñez y la muy contenida, valiente pero dudosa al tiempo, Celia Vioque en el papel de Lotte. Estupendo papel el de esta mujer fiel al escritor hasta sus últimas consecuencias. Incluso a pesar del peso y el poso amoroso que le quedaba al escritor de su primera mujer. Por cierto, están tan bien caracterizados los tres actores que en el posterior encuentro con el público que hubo ese día en que vi la función casi no podía reconocerlos. Los últimos minutos son recreados por el autor con gran respeto, ingenio, respeto y grandes dosis de humanidad. En esta obra aparecen todos los temas que obsesionaban al famoso autor, desde su desesperación por la deriva del nazismo y su extensión por Europa, hasta una reflexión profunda sobre la decadencia de occidente y, por extensión sobre la absurdidad de la existencia. La introducción del tercer personaje, una visita inesperada justo antes del suicidio, trastoca abruptamente los últimos minutos de la vida de la pareja. Este personaje, llamado Samuel Friedman, un poco misterioso, bastante ambiguo y algo desquiciado, que juega al ajedrez y que conoce a fondo la vida de William Blake y su obra, clave en el desarrollo de esta obra, pone a Zweig frente a sus obsesiones y lo hace dudar de su propósito suicida, y mucho más, claro está, a Lotte. Zweig fundamenta su actual individualismo escéptico en el pensamiento de Montaigne para enfrentarse a la responsabilidad histórica que comporta su figura y su fama y que el desconocido, por otra parte un coleccionista obsesivo, le exige. Magnífico espacio escénico muy íntimo y cercano, una escenificación “de proximidad”, acorde con la situación de Max Glaenzel.

En el Teatro Fernando Fernán Gómez ha podido verse hasta el 27 de mayo Réquiem, una obra de la que es autora, directora e intérprete la ya conocida Esther Bellver. Esta obra, que ha contado con el apoyo de la plataforma de proyectos Guindalera que acogió en residencia el proceso de ensayos, ha sido candidata a la Mejor Autoría Revelación de los Premios Max. Su significado, descanso, viene del latín, pero también significa oración que se reza en memoria de un difunto o composición musical que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos o la parte de él. Antes, la actriz, directora y dramaturga ya se había contado a sí misma en una maravillosa obra que había titulado “ProtAgonizo”, y aquí sigue, en esa línea de autoficción, para contarnos el desconsuelo de una despedida. La de su padre que duró alrededor de tres semanas en el hospital en las que ella le acompañó en sus últimos días de vida; y luego, nos cuenta también los sentimientos que le produjo el deshacer la casa paterna. En esa última confrontación hospitalaria, llena de amor, ternura e incluso algo de odio y mucho humor, confiesa que a ambos se les “cayó la máscara de padre e hija” y lograron mirarse de frente, cosa que antes nunca había sido posible. La obra, frente a los fantasmas de la tragedia que a veces se presentan también en sueños, se convierte así en una especie de exorcismo, catarsis o terapia conseguida a través del arte teatral. Una auténtica directa, íntima y festiva celebración de la vida sobre todo al darle importancia a las pequeñas cosas que muchas veces perdemos de vista antes los apuros, sufrimientos u muchas ocupaciones de la vida cotidiana. La intérprete nos expresa todo esto a través de un monólogo sencillo, espontáneo y a veces improvisado según va viendo las reacciones del público al que a veces regala caramelos. A través del humor, y de los sueños que intenta recordar, puede vencer ella, y ayudarnos a llevar el peso del texto, el crudo realismo de la obra. Estamos ante una obra muy emotiva que también nos lleva a enfrentarnos a algunos a nuestras pérdidas pasadas, presentes e incluso futuras. El escenario muy austero está rodeado de perchas y en medio está la actriz portando las chaquetas, y las corbatas anudadas a su trenza, de su progenitor, acompañada de un acordeón que toca bien y un galán de noche. Del techo cuelgan lámparas antiguas. La iluminación de Juan Gómez-Cornejo la ayuda a establecer ese espacio íntimo. Sale uno tocado de esta emocionante carta al padre.


Teatro musicalizado: concierto de albert pla

El conocido artista Albert Pla ha presentado en el Nuevo Apolo de Madrid del 5 de abril al 6 de mayo su espectáculo multimedia “Miedo”, dirigido por Pepe Miravete y con Raül Refree. Esta producción del Complejo Teatral de Buenos Aires que ha tenido gran éxito en la capital argentina ha permitido que veamos al artista desde otra perspectiva. Con la tecnología de vanguardia, el trabajo de Pla, que utiliza música y canciones y textos teatrales, y que corría el peligro de ser encorsetado y hasta anulado por la técnica, se ha profundizado y ha alcanzado una sorprendente dimensión poética. En ese sentido, nos propone un viaje íntimo y muy personal desde la infancia hasta más allá de la sepultura a través de emociones y sentimientos. Todos los que nos produce ese fantasma que habita en nosotros, encerrado en nuestra mente y que se nos dispara con frecuencia: el miedo. Así, a través del arte Pla, lleva a cabo un auténtico ejercicio terapéutico. Así, en el escenario, se repasan, con gran ironía, los miedos de siempre, los temores habituales, el miedo a uno mismo, los fantasmas que nos asedian día y noche, y especialmente el miedo a la muerte. Miedos, en suma, que nutren el MIEDO. Frente a esa invasión de mieditis total, el artista como médium nos provoca la catarsis de la risa que nos procura una liberación. Para enfrentar esos miedos están, precisamente, las canciones de este “teatro musical”: “Canta, canta, no dejes de cantar. Si dejas de cantar, te morirás”. En definitiva, un espectáculo redondo que se ríe de sí mismo: “Desde que estoy muerto ya nunca me pongo enfermo”. Al final, el artista sale a saludar al escenario con su ropa en una bolsa de plástico para luego atravesar, también saludando al respetable, el pasillo camino de la entrada. Lo veo más joven que nunca. La catarsis incluso le ha rejuvenecido.


Cine

Una de las películas más interesantes de esta cartelera primaveral es la película francesa, Custodia compartida (2017), curiosamente de un debutante como es Xavier Legrand. Una película muy bien recibida no sólo en festivales como el de Venecia 2017 (León de Plata al Mejor Director y León del Futuro a la Mejor Opera Prima) sino también en otros muchos, incluido el de San Sebastián, en los que se ha ganado las simpatías de los críticos y el fervor del público. Pocas veces se logra una primera película tan redonda y tan intensa como lo ha hecho este joven director con su estremecedora propuesta fílmica de drama familiar. Desde el comienzo ya logra introducirnos con gran autenticidad y sin artificios en esa tensión que viven sus personajes, una pareja que lucha por la custodia de sus hijos. Al principio se puede llegar a pensar que estamos ante un documental y no ante una ficción por la verosimilitud y verdad que nos trasmite. El director logra adentrarnos vivamente y con rigor en un tema muy trillado y manoseado en todas partes como es el de esos infiernos familiares. Lo logra con un magistral manejo de los mecanismos dramáticos y narrativos y desde con una capacidad de síntesis fuera de lo común que van más allá de la superficialidad y el engorro que se nos suele vender en los medios con escasas excepciones. Así puede contarnos esa terrorífica historia, sobre todo a través de los ojos del niño, de Julián, con gran naturalidad y mantenernos en suspenso durante toda la película. En esta película no hay concesiones sentimentales por lo que puede resultar incómoda, no digamos para los muchos espectadores que sólo buscan entretenimiento en las pantallas. Las interpretaciones de Léa Drucker, de Denis Ménochet y de Thomas Gloria (el niño) son muy buenas y ayudan a darle fuerza a un desarrollo emocional que va de las primeras dudas a la tensión y el miedo. Los comportamientos están muy bien analizados y la violencia se va mostrando crudamente hasta el fuertísimo final de la película. Una película muy valiente y arriesgada.

También se ha podido ver otra película notable como es Alma Mater (2017) del guionista y director belga Philippe van Leeuw, su segundo largometraje por cierto, y ya reconocida con el Premio del Público en el Festival de Berlín y también en el Festival de Sevilla como Mejor Película seleccionada EFA. Una película apasionante de principio a fin y de gran intensidad dramática con un ritmo muy bien medido y sin caer en el melodrama que también la asedia. A ello ayuda el extraordinario trabajo, ya que en ella recae buena parte del peso dramático del filme, de la gran actriz Hiam Abbas en una de sus grandes interpretaciones. Sin olvidar las otras interpretaciones. No es fácil, pues, mantener el ritmo en una película que se desarrolla en el total aislamiento de sus protagonistas dentro de un piso asediado en una ciudad de Siria. En el exterior la perpetua guerra civil de nunca acabar cuyas desgracias ya conocemos a través de los informativos y de los refugiados que llegan a Europa. Dentro algunos vecinos que se han refugiado en la casa pensando que estarán mejor protegidos frente a las bombas, los saqueos y los disparos de posibles francotiradores. En ese asfixiante emplazamiento nos muestra con una ágil y austera puesta en escena las vidas cotidianas y conductas de ese reducido grupo de personas sólo interrumpido por otras personas que entrando al edificio amplifican la tragedia exterior con robos y una terrible violación. Una película claustrofóbica y desoladora donde las haya que no muestra ni salida al conflicto ni solución a los problemas de esas gentes que muestra de una forma palpable con los planos que abren y que cierran la película en las que el viejo de mirada triste observa y espera mientras se fuma un cigarro. La cultura se erige como único bastión frente al horror y la confusión moral que preside cualquier guerra.

Portugal, por no haber seguido los dictámenes de austeridad de Bruselas, no solo está teniendo unos cambios muy importantes a nivel político, social y económico, sino también, claro está, a nivel cultural. Siempre dije que Portugal era la reserva espiritual de Occidente. Un buen ejemplo de ello era su cine. Y un buen ejemplo de lo importante que sigue siendo su cine es la película La fábrica de nada (2017). Este drama, cuarta película del director Pedro Pinho, fue largamente aplaudido en Cannes dónde consiguió el Premio de la Crítica en la Quincena de Realizadores. También fue Giraldillo de Oro en el Festival de Sevilla. Estamos ante un trabajo socialmente comprometido y lleno de verdad que nos devuelve a las históricas películas españolas Numax presenta (1980) y Veinte años no es nada (2005) de Joaquin Jordá, que tanto se echan de menos en estos tiempos amodorrados y consumistas. Frente a la apatía imperante, esta película se replantea el concepto de cine político en tiempos de crisis mediante una potente hibridación y polifonía de estilos y de géneros desde el cine documental, el cine-ensayo, hasta el musical “amateur”. Juntando teoría y práctica, filmando políticamente como decía Godard, deconstruye la gramática del cine político y trata de inventar un nuevo cine político ya que la lucha obrera anterior quizá se ha quedado desfasada. Para ello, en estos tiempos de postcapitalismo salvaje ultraliberal, da la voz a las víctimas de la crisis y le rinde un homenaje a una experiencia de autogestión en una fábrica de ascensores. Así logra escenificar con actores, muchos de ellos no profesionales, las contradicciones de la izquierda en Europa al tiempo que muestra la resistencia de unos trabajadores al borde del despido. Unos empresarios sin escrúpulos quieren desmantelar la fábrica con nocturnidad y alevosía reduciéndola a la mínima producción. Quizá estamos ante una propuesta desmesurada en su larga duración de tres horas pero que sin duda logra acaparar nuestra atención sin que decaiga en ningún momento de discusiones, debates, bailes o asambleas. Indudablemente se podían haber podado, para darle más potencia a la narración, ciertas escenas, pero en su verdadera coherencia política de mostrar la situación social y laboral de Europa y del país, en el momento del “derrumbe apocalíptico sostenible”, esto sería lo de menos. A esta película, rodada en 16 mm, tampoco le preocupan tanto los adornos ni las pretensiones formales sino cómo mostrar, creativamente, la cruda realidad en la que estamos viviendo. Estamos ante una de las películas más libertarias, más satíricas, más divertidas y más críticas del año. Una película memorable sin duda.

Por último, la última película de Agnes Varda (Bruselas, 1928), Caras y lugares, su último documental que deslumbró a la crítica internacional en el Festival de Cannes 2017. La cineasta belga, única realizadora de la Nouvelle Vague, recibió a sus 89 años también el Premio Donosita 2017 en el Festival de Cine de San Sebastián dónde presentó su película. Una mágica poción de ternura y creatividad, un maravilloso viaje, que ha codirigido junto al fotógrafo JR de 34 años, por los pueblos de la Francia profunda en busca de la gente del pueblo para darle reconocimiento a su tenacidad, a su lucha y resistencia. Esta joven directora sigue convencidaza del poder de las imágenes para cambiar este mundo mercantilizado. Tiene claro que el cine viene de la vida, de su vida concreta como mujer y también como ciudadana, como abuela y madre. “He asumido que soy vieja, pero que también la vejez es una materia de creación. Cada vez se pueden encontrar formas nuevas a la vida, a la verdad y a los diferentes trabajos. Hay que estar siempre reinventando la vida”. Dando testimonio de esa vida vivida y de nuestro tiempo. Esta película es una imaginativa muestra de ello. Nos devuelve a otras película suyas como “Los espigadores” y sobre todo a su crónica de viajes “Les plages de Agnes” (2008), un testamento autobiográfico y vital que parecía poner fin a su carrera. Pero ha vuelto con esta película y con solo hay una página escrita antes de empezar el rodaje. Así se van a mover al azar en su viaje con una furgoneta-cámara con una cabina fotográfica y una impresora de gran formato. Tienen claro que quieren dar voz e imágenes a esas gentes de esos pueblos abandonados, a los campesinos que luchan contra viento y marea, y a esos obreros, y a sus mujeres, lo cual expresa su postura feminista, radical y verdadera. No de postureo ni progre ni de pose intelectual sino de verdad. Tanta que me he pasado toda la película emocionado como espero que emocione a los espectadores que la vean. ¡Qué vitalidad y energía la de esta mujer! ¡Que curiosidad insaciable! Además, qué vista al juntarse con el danzante de las gafas oscuras JR porque han logrado, con una complicidad maravillosa, fundir el arte callejero y el arte de montaje Siempre intentando sorprenderse a sí mismos con su actividad y con esas fotos que van colgando por las fachadas y las paredes de los pueblos con las que se ríe hasta de su mala visión. E incluso de la negativa visita a la “rata” de Jean Luc Godard que “escribió sin proponérselo la última escena de mi película”.

MÚSICA

Ciclo de Ibermúsica. Conciertos

Este ciclo, en sus Serie Barbieri, el 18 de abril, y en su Serie Arriaga, el 19 de abril, nos ha presentado, por primera vez en este ciclo, a la importante Tonhalle Orchester Zürich. Esta nutrida orquesta, integrada nada menos que por poco más de cien músicos de veinte países, interpreta cincuenta programas diferentes en más de cien conciertos cada temporada. Ha contado con distinguidos solistas y ha establecido relaciones de colaboración con prestigiosos directores y ha recibido varios premios y distinciones. Ofrece también conciertos para familias, jóvenes y niños, dentro de sus Programas Escolares de varias edades en los que se incluyen talleres con miembros de la Orquesta. Ha venido a Madrid con su director titular desde 2014-2015, Lionel Bringuier, quién, hay que señalar, también es la primera vez que se presenta en este ciclo. Bringuier, por cierto, fue director titular de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León de 2009 a 2012. El que ya se había presentado antes en este ciclo en Madrid, en marzo de 2016 y con G. Nocedal y la Orquesta de Cadaqués, es el solista Simón Trpceski (Macedononia, 1979), uno de los pianistas más destacados de los últimos años. El programa del primer concierto nos trajo a dos músicos que revolucionaron la música de su tiempo desde postulados románticos: F. Listz y H. Berlioz (texto del Programa de mano de Luis Suñén). El programa del segundo concierto puso de manifiesto “la fuerza del contraste” (texto del Programa de mano de María Santacecilia)

En la primera parte del primer concierto nos ofrecieron el Concierto para piano y orquesta nº 2 en la mayor, S. 125, de Franz Listz (1811-1886) que se interpretó sin interrupción. Un concierto de entrada virtuoso y original del romanticismo pero que, sin embargo, resultó un poco anodino. El solista, por otra parte bien compenetrado con el director siempre muy atento, aunque con potencia, no resultó demasiado expresivo. En la segunda parte, si se alcanzó algo más de emoción con la Sinfonía fantástica Op.14 de H. Berlioz (1803-1869) de la que se dice que es la primera mejor sinfonía. El solista nos regaló una folklórica propina con Julia Becker, la concertina de la orquesta. Al final, la orquesta también nos regaló un bello vals de propina. En su segundo concierto tocaron, en la primera parte, la Sinfonía nùm 4 en si bemol mayor, op.60, de L. van Beethoven (1770-1827). Si bien se puede partir de la calidad de esta sinfonía del genio de Bonn los logros no estuvieron a su altura por su falta de nervio exceptuando el último movimiento. Como en el primer concierto las cosas fueron a mejor en la segunda parte con Peer Gynt, suite núm 1, op 46, de E. Grieg (1843-1907), pieza en la que hubo ya una buena entrada de la flauta solista de la orquesta y que culminó con un buen pasaje final (“En la gruta del rey de la montaña”). Y el tono del concierto subió mucho más con las Variaciones Enigma, op 36 de E. Elgar (1857-1934), pieza en la que tanto la orquesta y su batuta como la cuerda mostraron sus mejores virtudes. La propina fue otra lírica variación.

Después del buen concierto (3 de mayo) de la Real orquesta Filarmónica de Estocolmo, con más de un siglo de de impecable trayectoria entre las más destacadas del mundo, una orquesta bien ensamblada, y cuyo Director titular desde 2008 es Sakari Oramo, que tocó, en la primera parte, “Jubilate” (2009, y estreno en España) de B. Staern y, luego, “Concierto para piano número 3” de S. Prokófiev (1833-1897), con el virtuoso pianista ruso Nikolai Luganski (1972), y, en la segunda parte, la “Sinfonía número 1”, en re mayor”, “Titán”, de G. Mahler (1860-1911), como COLOFÓN de esta temporada, tuvimos en Madrid a la Gewandhausorchester Leipzig, la orquesta civil más antigua del mundo que celebra su 275 Aniversario y estrena a Andris Nelsons (Riga, 1978) como director en 2018. También es actual titular de la Sinfónica de Boston. Esta formidable orquesta, fundada en 1743 por dieciséis comerciantes, ya interpretaba las nueve sinfonías de Beethoven en vida del compositor y presentaba el primer ciclo de Bruckner. Está considerada entre las mejores del mundo.

En la Serie Barbieri (5 de mayo) tocaron, en la primera parte, el “Concierto para piano y orquesta núm. 5, en mi bemol mayor”, “Emperador”, de L. van Beethoven (1770-1827), con el gran solista Yefim Bronfman, uno de los pianistas y más aclamados y admirados del momento. En la segunda parte, tocaron la “Sinfonía número 4, en mi menor, op 98”, la última del compositor y su cumbre sinfónica, de J. Brahms (1883-1897). En todo momento la precisa batuta del director, además de dirigir con seguridad y dominio la orquesta, siempre apoyado en las partituras, pero que, curiosamente, se abstiene de usar la mano izquierda, estuvo pendiente de las entradas del virtuoso pianista. Bronfman hizo, con técnica admirable, una equilibrada lectura de la pieza sin ornamento alguno. E incluso nos regaló dos propinas. La excelente orquesta, que en la segunda parte mostró su alta calidad, sin embargo no concedió ninguna propina a pesar de los calurosos aplausos del respetable.

En la Serie Arriaga (6 de mayo), en la primera parte, tocaron “Chiasma”, estreno en España y obra de encargo del orquesta para la presentación internacional de su nuevo titular, de Thomas.Larcher (Innsbruck, 1963), una elaborada pieza de diez minutos que incluye acordeón y piano, una “microsinfonía” comprimida pero con sus principios de confrontación, desarrollo y síntesis. Y, luego, “La sinfonía núm. 40 en sol menor, k.550” de W. A. Mozart (1756-1791). En todo momento la orquesta, muy flexible y disciplinada, siguió la variada gestualidad de su batuta y nos ofreció una versión con aroma tradicional. En la segunda parte, para mí lo mejor de las dos conciertos, tocaron la “Sinfonía núm.6 en si menor, op. 74. “la “Patética” de P. I. Chaikovski (1840-1893). Un concierto para el recuerdo desde la primera y corta pausa del director hasta la última y larga pausa de una batuta que se quedó largo tiempo en el aire. Ese gesto de la mano derecha de Nelsons en alto, y la sala en silencio regresando lentamente del lugar al que había sido transportada, quedará como síntesis perfecta de una cumbre musical. Como una velada de esas que cuesta olvidar. ¡Larga se va a hacer la espera hasta octubre!


Nueva temporada

Este ciclo de Ibermúsica ya ha presentado su próxima y magnífica Temporada XLIX (18.Ibermúsica. 19), en la que colabora Juventudes Musicales, con un magnífico Programa en sus Series Arriaga y Barbieri. Una nueva temporada, preludio a medio siglo de actividad musical en España, llena de grandes intérpretes que comienza el 16 de octubre de 2018 con la reconocida London Symphony Orchestra, bajo la batuta de Nikolai Znaider y la actuación solista de Denis Kozhukhin, y que remata el 30 de mayo de 2019 con la Orchestra of the Age of Enlightenment. En ella hay que destacar un mayor número de conciertos y la presentación de las grandes orquestas europeas junto con varias novedades como Teodor Currentzis y su “MusicAeterna”, la Orchestra of Age of Enlightenment, Jaime Martin al frente de la LSO y la presentación en Ibermúsica de los violinistas Esther Yoo, Vilde Frang, Alina Ibragimova y Ray Chen, el pianista Dmitry Masleev, la soprano Miah Persson y la mezzo Elina Zhidkova. Con los habituales Maestros del ciclo como Ricardo Chailly, Kent Nagano, Evgeni Kissin, Andris Nelsons, Vladimir Ashkenazy y Vladimir Jurowski junto a 17 orquestas de los países europeos.

Hay que destacar de nuevo que Ibermúsica, en su afán por acercar su mejor música sinfónica a más personas y teniendo en cuenta las necesidades de los espectadores, ofrece muchas ventajas a sus abonados. ¡Las ventajas y beneficios de ser abonado en Ibermúsica son muchas! Hay descuentos importantes en el abono de 12 conciertos y en el abono de 7 y 5 conciertos, además de los vales descuento para compra de entradas sueltas. Todo ello unido a la flexibilidad en el pago con posibilidades de pagos aplazados, sin recargo, en el abono de 12 conciertos, en 4 cuotas a lo largo de la temporada, recibiendo la totalidad de las entradas al comienzo o en 2 cuotas en el abono de 7 y 5 conciertos. Gozando también de as distintas prioridades para conservar la butaca al renovar su abono en las próximas temporadas y atención preferente en caso de solicitar cambio de ubicación de las localidades, plazo prioritario de reserva para los “conciertos extraordinarios” y envío con antelación del “programa de mano” de cada concierto en formato digital al correo electrónico de sus abonados. Por último, Acceso Exclusivo para abono de 12, 7 y 5 conciertos, con invitación a ensayos y eventos especiales, adhiriéndose al colectivo “Amigos de Ibermúsica”. Un tema pendiente aún por resolver siguen siendo algunos móviles y las brutales toses de ciertos espectadores, por desgracia, muy mal educados. E incluso los repetidos aplausos antes de tiempo que dejan desconcertados a los directores.

Ciclo de la filarmónica

Este ciclo ha puesto un broche de oro a su Sexta Temporada con el importante concierto de piano de María Joao Pires (Lisboa, 1944) quién ha vuelto a Madrid para interpretar Beethoven, uno de los compositores con los que más ha destacado. Debutaba la Orquesta de París junto con su nuevo director titular desde 2016, el maestro Daniel Harding (Oxford, 1975). Daniel Harding es director musical, simultáneamente, de la Orquesta Sinfónica de la radio Sueca y principal director invitado de la orquesta Sinfónica de Londres. La complicidad y amistad entre Harding y Pires que viene de atrás quedó muy bien reflejada en este concierto en el que tocaron la propina de la solista a cuatro manos. La Orquesta de París es la orquesta líder de Francia y la principal orquesta residente de la Philharmonie de París. Con sus 119 músicos está financiada por el Ministerio de Cultura francés y la Ciudad de París desde la creación de la orquesta. De la solista poco se puede añadir ya que es mundialmente reconocida desde su primera actuación pública a los 4 años y sus posteriores estudios con importantes maestros en Portugal y Alemania. Desde 1970 ha dedicado su labor a reflejar la influencia que tiene el arte sobre la vida, la comunidad y la educación, buscando nuevas maneras de implementar teorías pedagógicas en la sociedad y fomentar el intercambio de ideas mediante el desarrollo de las culturas y el respeto a éstas. En 1999 creó el Centro de Belgais para el estudio de las Artes, en Portugal. Posteriormente amplió este proyecto con iniciativas en las ciudades de Salamanca (España) y Salvador de Bahía (Brasil). En 2012, en Bélgica, inició dos proyectos complementarios: el Proyecto Equinox para niños desfavorecidos a través del canto coral, y el Proyecto Partitura cuyo objetivo es crear una interacción entre artistas de diferentes generaciones y ofrecer una plataforma de desarrollo alternativa a un mundo demasiado centrado en la competitividad.

En lo que se refiere al concierto de clausura de la Temporada tocaron en la primera parte el Concierto para piano y orquesta, núm. 3, en do menor, op. 37 (1800) de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Este concierto lo interpretó el músico en directo en 1803. Estamos ante una obra con grandes rasgos mozartianos e incluso evoca, en su primer movimiento, el concierto de este músico cuya obra fue publicada el mismo año que Beethoven escribió este concierto. Incluso usa la misma tonalidad de do menor. Lo que no hay es certeza histórica de que ambos músicos se conocieran. Desde su primer movimiento hasta su pletórico final estamos ante una pieza maestra, una de las cumbres del repertorio para piano y orquesta. Esta pieza, el “Emperador”, fue diseñada, sin duda para lucimiento de la solista: en el caso de la lusitana sabemos que es una antidiva que busca, y desde luego llega al alma, las sensaciones más naturales y auténticas. Pires es la única, con peros en algún movimiento, que convenció incluso a los más críticos con este concierto pues llegó al corazón de los oyentes. En la segunda parte tocaron la Sinfonía núm. 3, en fa mayor, op. 90 (1883) de Johannes Brahms (1833-1897). Hemos pasado del romanticismo temprano de Beethoven al más tardío de finales del siglo XIX de Brahms. Y, como bien se apuntaba en el Programa de mano, así como encontrábamos en la primera parte una conexión entre Beethoven y Mozart, en esta segunda parte la podemos encontrar entre Brahms y Beethoven. Estamos ante una obra capital de la historia del sinfonismo universal cuyo famoso tercer movimiento representa, a través de su motivo melódico, un mensaje encriptado que fue el lema del compositor: “Libre pero feliz”. La Orquesta de París, de bien empastada calidad instrumental, nos trasmitió esa música de una forma más brillante que emocionante. Lo mejor fue, paradójicamente, el lírico “Poco allegretto” del tercer movimiento, tan popularizado por la película dirigida por Anatole Litvak, Aimez-vous Brahms? (1961), a partir de la obra homónima de Françoise Sagan. De todas formas, al final del concierto el público se mostró entusiasmado lo que animó a Harding y su orquesta a conceder una bella pieza de propina. Aplausos muy fuertes de despedida.


Nueva temporada

En la “Presentación” de la Temporada 2018-19, la 7ª, se destacan, con primera audición en el ciclo de La Filarmónica, la Sinfonía Romántica de Bruckner, la Quinta de Shostakóvich o Las cuatro estaciones porteñas de Piazzolla. Estas piezas clave del repertorio estarán servidas por la Orquesta Sinfónica de Radio Sttuttgart, la orquesta Sinfónica Chaikowsky y la Orquesta de Cámara de Munich. Además, se podrá escuchar, entre otras muchas e importantes, a la Sinfónica de Viena, a la Orquesta del Teatro Mariinsky, o a la Orquesta de Düsseldor. Estas orquestas estarán dirigidas por Maestros como Adám Fischer, Valeri Gergiev o Eliahu Inbal, uno de los más grandes maestros vivos; e interpretadas por importantes solistas como Daniel Trifonov (piano) o Alexei Volodin (piano). Como valores emergentes a los que atiende el Ciclo destaca la presentación del violinista Fumiaki Miura, artista y músico extraordinario que “causará sensación”. La Filarmónica sigue con el Patrocinio de Las Bodegas “Ramón Bilbao”.

Por otra parte, no es mala idea recordar que fue el gran Mozart el que instauró la suscripción como sistema para organizar conciertos. Luego, la cultura del abono ha sostenido los ciclos y temporadas musicales. Las ventajas del abono en este ciclo también son importantes en lo que se refiere a descuentos, facilidades de pago, prioridad de localidades y servicio al abonado. También existe un Abono Joven como modalidad exclusiva para los menores de 30 años y una Tarjeta Joven en el Ciclo de La Filarmónica. Esta es posible gracias a la figura del Abonado protector, mecenas musical que cede el importe del descuento de su abono de La Filarmónica a un fondo destinado al acceso de jóvenes.


Ciclo de scherzo

En este ciclo, el martes 8 de mayo, se presentaba el concierto del gran pianista rumano Radu Lupu (Galati, 1945) un niño prodigio del piano que, después de empezar a tocar a los seis años, a los doce debutó con sus propias composiciones musicales lo que le permitió aprender más tarde con grandes maestros, tanto rumanos como rusos, y ganar importantes concursos y ser invitado a grandes festivales. Después ha seguido tocando con las grandes orquestas del mundo y con grandes maestros, incluido su concierto a cuatro manos con el gran Daniel Barenboin y, además, ha hecho muchísimas grabaciones. En 2006 recibió dos galardones: el premio Internacional de Arturo Benedetti, y, por segunda vez, un premio Abbiati de la asociación de críticos italianos

Estamos, pues, ante uno de los grandes pianistas de nuestro tiempo que, sin embargo ya no está en uno de de sus mejores momentos por sus problemas de salud. Para este concierto nos traía un hermoso y difícil programa shubertiano en el que podía dar lo mejor de sí, mostrar las irregularidades que le caracterizan igual que sus altibajos. Apareció visiblemente cansado y como con dolores de espalda. Y en esta situación lo que pueden molestar también los teléfonos móviles pero, a pesar los aparatitos y de las toses que se repiten una y otra vez en todos los conciertos no dio muestras de irritación. Al final se impuso la verdad musical frente a las faltas, el dolor, el cansancio y también el envejecimiento. Este auténtico talento del piano, aún en sus momentos bajos, sigue conciliando el texto con su individualidad radical. Su voluntad humana y musical sabe sobreponerse a las dificultades y permanece frente al piano todo el concierto e incluso ofrece una propina. No hay que olvidar que ha estado hospitalizado hasta hace un par de semanas.

Pero su espíritu pudo más que su cuerpo para dejarnos un buen recuerdo de este 8 de mayo en el que supo “trascender lo material y penetrar en el pensamiento puro” (Hindemith lo dijo de Bach). La primera parte estuvo dedicada al gran compositor austriaco F. Shubert (1797-1828). Empezó con “Seis momentos musicales op. 94 D 780” cuyos compases iniciales nos hicieron olvidar pronto todas las dudas. Mas allá de los detalles técnicos, de a presencia constante y certera de la mano izquierda y del empleo juicioso del pedal, más allá de las notas, logró trasmitirnos el concepto, o mejor la “idea”, que debe sustentar toda interpretación como un todo coherente y unitario. Lupu incluso enlazó el último acorde de una pieza con el primer compás de la siguiente mostrando el “continuum” significante. Incluso logró superar el tercer “Momento musical” con su honda y melancólica recreación. En la “Sonata en La mayor, D. 784”, que tocó a continuación, evitó la repetición de la exposición del primer movimiento como antes ya había hecho en el “Quinto momento musical”. Necesitaba ahorrar sus energías para llegar hasta el final. Da lo mismo que fallara notas cuando la construcción musical seguía creciendo en nuestros oídos, y sobre todo si vemos cómo se mueven sus manos regordetas desde muy cerca. La segunda parte estuvo dedicada a R. Schumann con la esperada “Sonata en La mayor, D 959”. De nuevo evitó repeticiones para llegar lo antes posible a buen puerto para transmitir las contraposiciones de las tres secciones del “andantino”, la articulación del scherzo y la coherencia del rondó final que nos dejaron con la boca abierta. E incluso nos regaló la propina de un “Impromptu” del gran Shubert también.


Ciclo de la ORCAM

Hay que destacar en esta temporada primaveral la presencia, en este ciclo de enorme variedad y muy cuidado de la ORCAM, de la gran soprano Ainoa Arteta que llenó el auditorio y todos los bares de los alrededores de espectadores ansiosos por ver y escuchar a la gran dama del canto. Incluida la prensa rosa (Carmen Lomana, Ana Rosa Quintana y otras que se me escapan). Hoy pocos artistas españoles tienen el tirón de esta diva y provocan llenos similares. Con su entrada apoteósica y su llamativo vestido rojo ya tenía ganado de antemano a un público entregado que la recibió con una gran ovación de bienvenida. Además, le hicieron un Programa a su medida, muy medido en tiempos y muy atractivo tanto para ella como para el público. De tal forma que logró colmar, a pesar de ciertas limitaciones acústicas del principio por su situación en el espacio escénico, las expectativas de sus “fans” que no dejaron de vitorearla. Sus arias provocaban vítores fervorosos. El director, Víctor Pablo Pérez mantuvo contenida a la orquesta para que su voz llegase nítida al patio de butacas.

El Programa se inició con una pieza orquestal de A. Ginastera, “Impetuosamente, Pompeana número 3”, muy adecuada para el comienzo y muy bien resuelta por la Orquesta y en la que el director se mostró muy enérgico y resuelto. Luego siguieron J. Ovalle (“Modinha” y “Azulao”), E. Halffter (“Ai, que linda moça”), M. Laboa (“Txoria Txori”, “Baga biga higa”), C. Gustavino (“La rosa y el sauce”), X. Montsalvatge (“Canción de cuna para dormir a un negrito”) y, por último, A. Ramírez (“Alfonsina y el mar”). Arteta fue cantando con expresivos matices estas canciones en su mayoría latinoamericanas, seguidas de continuas ovaciones. La segunda parte, operística, con un amplio y variado recital de arias, iba a ser más vitamínica con P. Mascagni, R. Leoncavallo, G. Verdi, U. Giordano y, sobre todo, de G. Puccini, incluido el Réquiem. Por último, señalar que en algunas obras de ambas partes participó una reducida parte del coro de la ORCAM cuyo director es Félix Redondo. Al final, Arteta como propinas cantó “Oh mio bambino caro” y se paseó por el patio de butacas para cantar “Carmen”, la habanera de Bizet, con buen sonido.