Trasversales
Uri Avnery

¿Quién demonios somos?

Revista Trasversales número 44  agosto 2018 web

Uri Avnery (1923-2018) ha fallecido el 20 de agosto de 2018 en Tel Aviv. Creemos que este fue su último artículo. Puede verse una breve semblaza suya aquí.


Otros textos del autor

Hace años tuve una conversación amistosa con Ariel Sharon.

Le dije: "Soy ante todo un israelí. Después de eso, soy judío".

Él respondió acaloradamente: "¡Soy ante todo un judío, y solo después de eso un israelí!"

Puede parecer un debate abstracto. Pero, en realidad, es la pregunta que está en el corazón de todos nuestros problemas fundamentales. Es el núcleo de la crisis que ahora despedaza a Israel.

La causa inmediata de esta crisis la ley adoptada a toda prisa la semana pasada por la mayoría derechista en el Parlamento israelí. Se titula "Ley Básica: Israel, el Estado-nación del pueblo judío".

Es una ley de alcance constitucional. Cuando Israel se fundó durante la guerra de 1948, no adoptó una Constitución. Hubo un problema con la comunidad religiosa ortodoxa, que hizo imposible un acuerdo. En cambio, David Ben-Gurion leyó una "Declaración de Independencia", que anunciaba que "estamos fundando el Estado judío, es decir, el Estado de Israel".

La declaración no se convirtió en ley. El Tribunal Supremo adoptó sus principios sin base legal. El nuevo documento, sin embargo, es una ley vinculante.

Entonces, ¿qué hay de nuevo en la nueva ley, que a primera vista parece una copia de la declaración? Contiene dos omisiones importantes: la declaración hablaba de un Estado "judío y democrático", y prometía la plena igualdad entre todos sus ciudadanos, independientemente de su religión, etnia o sexo.

Todo esto ha desaparecido. No hay democracia. No hay igualdad. Un estado de los judíos, para los judíos, por los judíos.

Los primeros en alzar su protesta fueron los drusos. Los drusos son una minoría pequeña y estrechamente unida. Envían a sus hijos a servir en el ejército y la policía israelíes y se consideran "hermanos de sangre". De repente, les han robado todos sus derechos legales y su sentido de pertenencia.

¿Son árabes o no? Musulmanes o no? Eso depende de quién esté hablando, dónde y para qué. Amenazan con manifestarse con dejar el ejército y, en general, se rebelan. Netanyahu intenta sobornarlos, pero son una comunidad orgullosa.

Sin embargo, se se trata sólo ni principalmente del drusos. La nueva ley ignora por completo a 1,8 millones de árabes que son ciudadanos israelíes, incluidos los beduinos y los cristianos. Y nadie piensa en los cientos de miles de cristianos europeos que inmigraron con sus cónyuges judíos y otros parientes, principalmente desde Rusia.

El esplendoroso idioma árabe, que hasta ahora era uno de los dos idiomas oficiales de Israel, ha sido degradado a un mero "estatus especial", signifique eso lo que signifique. Y esto se refiere a Israel propiamente dicho, no a los aproximadamente 5 millones de árabes en la Cisjordania ocupada y la Franja de Gaza, que no tienen ningún derecho.

Netanyahu defiende esta ley como un león contra las crecientes críticas internas. Ha declarado públicamente que todos los judíos críticos de esta ley son izquierdistas y traidores (sinónimos), "que han olvidado lo que es ser judío".

Y ese es realmente el asunto, lo que está en juego.

Hace años, mis amigos y yo pedimos al Tribunal Supremo la modificación de nuestros documentos de identidad para que como nacionalidad pusiera israelí, no judía. que cambiara la entrada de "nacionalidad". Nos lo negaron afirmando que no existe una nacionalidad israelí. El registro oficial reconoce casi cien nacionalidades, pero no la israelí.

Esta curiosa situación comenzó con el nacimiento del sionismo a finales del siglo XIX. Era un movimiento judío, creado para resolver la cuestión judía. Los colonos en Palestina eran judíos. Todo el proyecto estaba estrechamente relacionado con la tradición judía. Pero una vez que creció una segunda generación de colonos, se sentían incómodos por ser solo judíos, como judíos eran en Brooklyn o Cracovia. Sentían que eran algo nuevo, diferente, especial.

Los más extremistas fueron un pequeño grupo de jóvenes poetas y artistas, ququeienes en 1941 formaron una organización apodada "los cananeos", quienes proclamaron que éramos una nación nueva, una nación hebrea. En su entusiasmo se pasaron de rosca, declarando que no tenemos nada que ver con los judíos del exterior y que no había una nación árabe, pues los árabes sólo eran hebreos que habían adoptado el Islam.

Luego llegaron las noticias sobre el Holocausto, los cananeos fueron olvidados y todos se convirtieron en super-judíos arrepentidos. Pero no realmente. Sin una decisión consciente, el lenguaje popular de mi generación adoptó una clara distinción: diáspora judía y agricultura hebrea, historia judía y batallones hebreos, religión judía e idioma hebreo.

Cuando los británicos estaban aquí, participé en docenas de manifestaciones gritando "¡Libre inmigración! ¡Estado hebreo!". No recuerdo una sola manifestación en la que alguien gritara "Estado judío".

Entonces, ¿por qué la Declaración de Independencia habla de un "Estado judío"? Simplemente aludía a la resolución de la ONU que decretó la partición de Palestina en un estado árabe y otro judío. Los fundadores simplemente declararon que ahora estábamos estableciendo este estado judío.

Vladimir Jabotinsky, el legendario antepasado del Likud, escribió un himno que declara que "Un hebreo es el hijo de un príncipe".

Realmente este es un proceso natural. Una nación es una unidad territorial. Está condicionado por su paisaje, su clima, su historia, sus vecinos.

Cuando los británicos se establecieron en América, pasado algún tiempo sintieron que eran diferentes de los británicos que habían dejado atrás en su isla. Se convirtieron en "amaricanos". Los convictos británicos enviados al Lejano Oriente se convirtieron en australianos. En dos guerras mundiales, los australianos corrieron a apoyar a Gran Bretaña, pero no son británicos. Son una orgullosa nueva nación. También lo son los canadienses, los neozelandeses y los argentinos. Y nosotros también.

O lo habríamos sido, si la ideología oficial lo hubiera permitido. ¿Qué ha sucedido?

En primer lugar, hubo una gran inmigración desde el mundo árabe y Europa del Este a principios de los años cincuenta: por cada hebreo, había dos, tres, cuatro nuevos inmigrantes que se consideraban judíos.

Además, se necesitaba el dinero y el apoyo político de los judíos del exterior, especialmente de los de Estados Unidos. Estos, aunque se consideran completos y verdaderos estadounidenses (¡intenta decirles que no lo son), están orgullosos de tener un Estado judío en alguna parte.

Y luego hubo (¡y hay!) una política gubernamental rigurosa de judaización de todo. El gobierno actual ha ido lejos que nadie. Con acciones activas e incluso frenéticas, ha intentado judaizar la educación, la cultura e incluso los deportes. Los judíos ortodoxos, pequeña minoría en Israel, ejercen una inmensa influencia. Sus votos en el Parlamento son esenciales para el gobierno de Netanyahu.

Cuando se fundó el Estado de Israel, el término hebreo fue sustituido por el el término israelí. "Hebreo" ahora es sólo un idioma.

Entonces, ¿hay una nación israelí? Por supuesto que la hay ¿Hay una nación judía? Por supuesto que no.

Los judíos son miembros de un pueblo étnico-religioso, disperso por todo el mundo y perteneciente a muchas naciones, con un fuerte sentimiento de afinidad con Israel. En este país pertenecemos a la nación israelí, cuyos miembros hebreos son parte del pueblo judío.

Es crucial que reconozcamos esto, es decisivo para nuestra perspectiva. Muy literalmente. ¿Miramos hacia centros judíos de Nueva York, Londres, París y Berlín, o miramos hacia nuestros vecinos, Damasco, Beirut y El Cairo? ¿Somos parte de una región habitada por árabes? ¿Nos damos cuenta de que hacer la paz con estos árabes, y especialmente con los palestinos, es la principal tarea de esta generación?

No somos inquilinos temporales en este país, listos en cualquier momento para unirnos a nuestros hermanos y hermanas judíos de todo el mundo. Pertenecemos a este país y vamos a vivir aquí por muchas generaciones más, y por lo tanto debemos convertirnos en vecinos pacíficos en esta región, a la que llamé, hace 75 años, "la Región Semítica".

La nueva Ley de Nación, por su naturaleza claramente semifascista, nos muestra cuán urgente es este debate. Debemos decidir quiénes somos, qué queremos, a dónde pertenecemos. De lo contrario, estaremos condenados a un estado permanente de provisionalidad.

4 de agosto de 2018



Trasversales
<