Trasversales
Lois Valsa

Otoño cultural madrileño 2018


Revista Trasversales número 45, octubre 2018 web

Otros textos del autor en Trasversales



Seis millones de personas al borde de la exclusión, el 13% de la población

Informe de Cáritas: memoria de 2017

Tenemos una tasa de pobreza infantil que no nos corresponde

Pau Marí-Klose, alto comisionado contra la pobreza infantil

El 82% de los españoles prevé otra crisis antes de cinco años

El País, 11/11/2018


Introducción: “día de la erradicación de la pobreza”. Desigualdad, pobreza, precariado y exclusión

Para resultar “creíble” por todo el mundo no tiene uno más remedio que recurrir, en estos tiempos de medias verdades, verdades a medias o mentiras, a datos e informes que no puedan ser tachados por tirios y troyanos de manipulados al provenir de instituciones “fiables” para cualquiera. En este sentido, en el ambiente de crispación que existe en España creado por los partidos que no soportan ser desplazados de las instituciones y del poder, los informes de Cáritas y Foessa (encuesta sobre el precariado social y sobre la pobreza) resultan tan claros y tan contundentes que no pueden ser dejados de lado ni obviados si queremos conocer, bajo el optimista barniz de crecimiento, la triste realidad en la que vivimos. Cáritas, por ejemplo, nos advierte de cómo se afianza la desigualdad sobre todo para más de cuatro millones de personas que esta institución sitúa en una exclusión severa y que supone un 40% más que hace diez años cuando comenzó la crisis económica. Desde luego tres millones de personas vulnerables y en situación de exclusión social son las que ha atendido Cáritas en 2017. Un 18% de la población padece, pues, exclusión social y existe un 20% de los hogares en los que el sustentador principal es mujer en exclusión. Por si alguien tiene dudas sobre estos datos no tiene más que darse una vuelta por el mismo centro de Madrid y comprobar, no solo en los siempre acartonados soportales de la Plaza Mayor, cómo no queda ni un portal sin ocupar por algún sin techo en la calle Arenal. En Madrid, una de las comunidades más prósperas del mundo, según el INE, el 46% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes, el 34% no puede afrontar gastos imprevistos, el 17% de la población está en riesgo de pobreza y el 8% no puede calentar su hogar. Por último, los vecinos de los barrios del sur se mueren tres años antes que los del norte.

Todo esto es lo que puede ocultar la mejora en la integración de los últimos cinco años que ha mejorado desde el 34% al 42%, que puede tapar también una exclusión severa de un 9%. “Mientras que los indicadores medios de renta y empleo muestran una clara tendencia de mejora desde la finalización de la crisis económica, los avances han sido mucho más limitados en las situaciones de vulnerabilidad social y pobreza (informe Foessa). De tal modo que la población excluida ha visto en los últimos años empeorar su capacidad de consumo, la situación de su vivienda, la participación política, la salud y su aislamiento social. Varias organizaciones sociales advierten de que tampoco el empleo asegura la integración social en España: “La precariedad del mismo, en términos sobre todo de temporalidad y bajos salarios, nos está conduciendo a un escenario en el que disponer de un empleo ya no es sinónimo de integración. La mitad de las familias en las que hay un empleo no disfrutan de una situación de integridad plena”, señalan los expertos. Concretamente, el grupo de investigación social de Cáritas habla del final de un ciclo (2007-2017) y pone el foco, además de la recuperación a dos velocidades, en el grupo de personas con integración precaria situadas en la frontera con la exclusión moderada. “Un ligero empeoramiento en la situación socioeconómica haría que sus posibilidades de pasar a la exclusión sean muy elevadas. Es un reflejo de la conocida precarización social” (Foessa). Concluye: “Cuando los medios de comunicación se refieren a la precarización de las clases medias, este grupo al que nos estamos refiriendo sería el protagonista en sentido estricto de esta afirmación” ya que “este grupo considerable se encuentra en una situación tal que la probabilidad de que próxima crisis les afecte rápidamente es muy elevada”.

Cada vez somos más los que pensamos que la próxima crisis, Gran Recesión, está al caer, entre otras razones porque los mismos que la gestionaron son los mismos que la crearon, y, por lo tanto, no se ha ido al fondo de la cuestión para solucionar la anterior sino que solo se han puesto muchos parches. En relación a España, durante la crisis creció el número de ricos pero la distancia entre ricos y pobres no se ha visto reducida. No hay que olvidar tampoco un dato también muy significativo que es que un millón de titulados universitarios (un millón de personas con título universitario) viven en riesgo de pobreza, según un Estudio de la EAPN. La cifra concreta de estas personas con un nivel de estudios medio o alto alcanzó el 35,8 % en 2017. Otro dato muy importante y tremendo: en España hay 2,3 millones de mujeres pobres, la cifra más alta desde 2008. Por último, España, la 14ª economía del mundo, paradójicamente, es uno de los países de la UE con más desigualdad ya que está en el cuarto puesto con dos millones de personas en riesgo de pobreza y dos millones y medio de niños en riesgo. En este sentido, y para enfrentarse a esta terrible situación, el Gobierno de Pedro Sánchez ha creado el Alto Comisionado para la Pobreza Infantil en línea con la Agenda 2030 (de 2015) de la ONU que han de asumir todos los partidos para intentar salir de la desigualdad. El salario mínimo de 900 euros pactado en España por la izquierda sería también un primer paso en ese sentido para paliar la situación de los trabajadores pobres. Pero resulta increíble que ciertos sectores conservadores hayan puesto el grito en el cielo contra tal propuesta sin querer ver siquiera cual es el salario mínimo de otros países de nuestro entorno. No quieren reconocer que España ha sido uno de los países más afectados por la crisis y la globalización, y que hay que revertir situaciones de desigualdad y pobreza y situaciones medioambientales y energéticas muy negativas.

Día de las librerías 2018: 16 de noviembre

El día 16 de noviembre, en pleno otoño madrileño, las librerías han celebrado su día grande abriendo sus puertas en esta jornada festiva hasta las 22 horas, celebrando actividades culturales y aplicando descuentos del 5%. Por octavo año consecutivo, CEGAL (Confederación Española de Gremios y asociaciones de libreros), con la colaboración de la Dirección del libro y Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura y Deporte, ha organizado esta jornada de carácter festivo en torno a los libros y la lectura. El lema de este año ha sido: “Más vida en cada historia”. En ella, como objetivo, se trata de destacar la completa programación cultural que desarrollan durante todo el año y poner en valor la figura de los libreros y las libreras como verdaderos prescriptores y mediadores para el público lector. “En esta nueva edición, además de continuar destacando a las librerías como comercios cercanos con una amplia implicación cultural en ciudades y barrios, queremos resaltar la presencia cada vez mayor de los libreros en los espacios virtuales, lo que está facilitando la comunicación con el público lector”, afirma Juancho Pons, presidente de CEGAL. Este año ha sido la librería independiente “La buena vida” (Calle de Vergara, 5), fundada en 2007, la premiada con el premio Librería Cultural 2018 del Gremio de Libreros.

Según los datos del sector de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), obtenidos del avance del Análisis del Mercado Editorial en España, las librerías independientes y las cadenas de librerías continúan siendo los principales canales de venta de libros. Entre ambas suman 1.224 millones de euros, el 52,8% de la facturación del sector en España., y en los dos casos mantienen las ventas en 2017 respecto al año anterior. También permanece estable en 3967 el número de puntos de venta (librerías, papelerías y cadenas de librerías), el 20% de las cuales se localizan en la Comunidad de Madrid (584 establecimientos en 2016). Por otra parte, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017, publicado en enero de 2018 también por la FGEE, Madrid sigue siendo la región con mayor índice de lectores (76,3%), casi 13 puntos más que la media nacional. Se editan 30.000 libros al año y el 34% de todas las ventas de libros en España corresponden a la capital. Según el último estudio sobre los Hábitos de lectura y Compra de Libros llevados a cabo por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, el perfil medio del lector madrileño corresponde a una mujer de entre 25 y 35 años, que lee por ocio y que sigue prefiriendo el libro en papel sobre el formato digital.

LIBROS: OBRAS

-Juan Bonilla, La novela del buscador de libros, Fundación J. M. Lara, Sevilla, 2018.

Juan Bonilla (Jerez, 1966) es autor de varios libros de relatos, varios de poemas y unas cuantas recopilaciones de ensayos. Ha comisariado también algunas exposiciones de fotografía. Su última novela Prohibido entrar sin pantalones (2013) mereció en 2014 el I Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. En los próximos meses la editorial Seix Barral publicará sus dos nuevas novelas: Totalidad sexual del cosmos y Nadie contra nadie. Estamos, pues, desde que publicó su primera obras de relatos, El que apaga la luz, 1994, ante uno de los escritores más brillantes de su generación. Ahora, “en esta memoria desordenada” de encargo que comento, escribe sobre su verdadero “vicio”, el de buscador de libros. “No recuerdo un día en que no haya buscado libros”, confiesa. Pero, al tiempo, distingue entre bibliófilo y bibliómano y él se declara bibliómano, en la línea de Abelardo Linares, Juan Manuel Bonet y Andrés Trapiello: “Al bibliómano los libros lo devoran, los tiene en montones por todas partes…” (11). Antes de coleccionar libros coleccionaba periódicos y revistas como La Luna de Madrid que le llevó, ayudado por su librero de viejo y su editor de poesía favorito Abelardo Linares, a Cansinos y su gran novela “del dislate que es la vocación literaria, una enfermedad contra la que la realidad no tiene cura”. Así entró en las cuevas de los libreros y, frente a los gustos mayoritarios por los pesos pesados de los cincuenta y sesenta, se inclinó por el menos conocido cuentista Gonzalo Suárez; y, en poesía, por el desconocido Julio Mariscal Montes. Pero sin hacer proselitismo pues ningún bibliómano dice su secreto: ”estamos aquí para tratar de recuperar el paraíso del que nos expulsaron…entendiendo por paraíso aquello que decía Benjamín: un lugar en el que poder percibirse a uno mismo sin terror” (21 y 22).

Este último libro es también en cierta manera la historia de su vida ya que empieza en la adolescencia y llega hasta ayer mismo, y hay viajes y amigos y, naturalmente, una experiencia biográfica. La estructura del libro está dividido en capítulos que no llevan título porque quería que fuese una narración seguida y tratar de los diferentes aspectos del vicio de buscar libros con respecto a su propia experiencia: buscador adolescente, dependiente de librería, coleccionista de algunos autores raros, vendedor de su propia biblioteca en épocas malas, librerías importantes, mercados latinoamericanos, y reflexiones acerca del propio objeto, el libro. En ese largo itinerario de buscador de libros desde la adolescencia recuerda que el primer libro encontrado, siguiendo los buenos consejos de Pere Gimferrer, fue los “Cantos de Maldoror” de Lautremont. Sólo había en aquella época una traducción argentina y una española de los años veinte y tardó mucho en encontrarlo. También reconoce que son decenas los libros que se le han resistido ya fuese por sus precios o por la dificultad de encontrarlos. Destaca que el libro que de veras le fascinó fue el Kafka de Max Brod, también publicado en bolsillo por Alianza con una cubierta hecha de pequeñas fotos. Y sobre todo destaca la extraordinaria compra de un ejemplar de la mítica primera edición de “España en el corazón” de Pablo Neruda que realizó el coleccionista Hill Fisher. Como curiosidades, señala la visita a lugares tan exóticos como una librería-burdel de Bogotá y una librería-peluquería de señoras que hay en San José de Costa Rica. Pero de lo que está más satisfecho es de tener cuarenta y tantas ediciones de “Lolita” porque quiere escribir sobre el tratamiento gráfico que se le ha dado a esta novela a lo largo de la historia.

-Andrés Trapiello, El Rastro. Historia, teoría y práctica, Destino, Barcelona, 2018.

Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) es ya un escritor muy conocido en España tanto por sus libros como por sus premios, incluido el Premio Nacional de la Crítica (1993), por su libro de poemas Acaso una verdad, y los de las Letras de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad de Castilla y León por el conjunto de su obra. Y sobre todo desde que ganó, con su novela Los amigos del crimen perfecto, el Premio Nadal (2003) y también el Premio Nacional 2005 a la mejor novela extranjera, Pekín. Al morir don Quijote obtuvo el Premio de Novela Fundación José Manuel Lara, 2005, y el Prix Littéraire Européen Madeleine Zepter, 2005, a la mejor novela extranjera. Además de otras novelas menos conocidas, suya es también la muy exitosa “traducción” del Quijote “puesto en castellano actual íntegra y fielmente”. Por no hablar de sus nueve libros de poesía, de los veintiún tomos de sus diarios bajo el título de Salón de pasos perdidos y de sus ensayos Las armas y las letras (1994 y 2010) y Las vidas de Miguel de Cervantes (1993). Por ahora, como brillante colofón a su prolífica carrera, tenemos este libro sobre el Rastro llamado a convertirse en un clásico. “A lo largo de estos años he escrito, pues, mucho del Rastro, sin acabar de descubrir del todo su misterio. Claro que esto nos sucede también con la vida; llegamos a viejos y sabemos de ella poco más o menos lo mismo que cuando empezamos a vivirla”. El Rastro es lo más parecido que podamos imaginar a un seminario perpetuo de epicureismo y su derivado el estoicismo. “Yo es donde he aprendido más, desde luego”. El poeta que es Andrés Trapiello late a fondo en este bello libro cuidado hasta en el más mínimo detalle tipográfico en una edición ejemplar mimada por la editorial.

El autor lleva visitando el Rastro todos los domingos desde hace cuarenta años cuando aún había gallos en los patios y solares de las Américas (que, por cierto, habían dejado de llamarse de ese modo) y “se les oía cantar con desesperación, como si pidieran a gritos la libertad y una vida mejor”. La misma libertad que piden las cosas que se encuentran allí, que se venden, que claman por su rescate. “Pensar y prender el Rastro, teoría y práctica, eso me propongo aquí. El Rastro es en cierto modo como una mariposa, cualquiera puede seguirla un rato, un niño, un anciano, nos gustas verla volar, pero al momento da un quiebro y desaparece, creemos saber qué es, y de pronto pliega sus alas despacio y deprisa al mismo tiempo, como las hojas de un libro apasionante, y dejamos de verla. Los rastreros desmontan los puestos igual, despacio y deprisa, y el misterio desaparece de nuestra vista sin haberse dejado descubrir. Quizá por esta razón sólo se ha escrito un libro sobre el Rastro, y ese hace cien años ya”. En estas palabras, Trapiello condensa su pasión por el misterio de la vida que es la misma que siente por el misterio que encierra el Rastro. El Rastro está muy vivo. De ahí la búsqueda de algo que se nos ha perdido en la infancia, como a Ciudadano Kane su trineo, a pesar de nuestros éxitos. Porque “en el Rastro no hay nada, sólo hay Rastro, al Rastro sólo se va al Rastro”. El Rastro está lleno de historias y leyendas. Las hay de muchas clases, y la mayoría sirven para envolver el dolor: el Rastro nos ayuda a entender mejor de que va esto que llamamos “la vida”. Como en la vida misma en el Rastro busca uno unas cosas, y acaba llevándose otras. Lo mejor del Rastro no es lo que se encuentra, sino lo que se va buscando. El Gran Peligro del Rastro es Internet, remata el autor.

-Patrick Modiano, Recuerdos durmientes, Traducción de María Teresa.Urrutia, Barcelona, Anagrama, 2018.

Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) es un escritor muy conocido, no solo en Francia sino en todo el mundo, y ya reconocido como uno de los mejores escritores. El flamante Premio Nobel había publicado antes, con la misma traductora, su novela Para que no te pierdas en el barrio (Anagrama, 2015). Ahora publica ésta, también después de recibir el Premio Nobel de Literatura en 2014, un premio que, incluido él, sólo han recibido tres escritores franceses vivos. El jurado del Premio Nobel definió al escritor como “un Proust de nuestro tiempo”. Modiano se convierte una y otra vez en personaje de Modiano. Pero lo más importante es que el escritor no ha quedado, pues, bloqueado en su escritura como otros escritores “premios nobel” que, con tanta danza posterior a la obtención del premio, no tienen tiempo para mantener el nivel, sino que, incluso, además de esta novela, ha escrito una obra de teatro de reciente aparición en castellano (Nuestros comienzos en la vida, Traducción de María Teresa Urrutia, Anagrama, 2018). El calificado como escritor de la memoria, “detective” de la memoria, en lugar de ponerse a escribir sus Memorias nos habla de sus recuerdos. O como decía la cita de Stendhal: “No puedo aportar la realidad de los hechos, sólo puedo ofrecer su sombra”. Modiano, como es bien sabido, ha publicado decenas de condensadas novelas y muchas de ellas han servido de guiones cinematográficos. Por ejemplo, la famosa Lacombe Lucien cuyos guionistas son Modiano y el conocido director de cine Louis Malle. La Academia sueca precisamente había argumentado la concesión del Nobel porque había desvelado el París de la ocupación nazi. A pesar de sus muchos libros ha reconocido que son fragmentos de un mismo libro siempre teñidos de guiños autobiográficos

En esta obra breve, muy misteriosa y seductora, retorna a su amada ciudad de París y a sus recónditos lugares pero ya en los años sesenta. En un texto muy íntimo y envolvente con encuentros y rencuentros, y vagabundeos, evocados cincuenta años más tarde por el hombre maduro en que se ha convertido el joven narrador y protagonista. Marcado por seis mujeres envueltas en el misterio para el resto de su vida y cuya historia personal rota intenta remendar por última vez. Como en un teatro lleno de las sombras del pasado. Un París, pues, entre la realidad, la memoria y el ensueño cuyas calles son auténticos itinerarios de un mapa mental. Se citan constantemente los años en que ocurren los hechos, e incluso las estaciones y las horas del día o de la noche: “El momento preferido del día, en París y en invierno, era para mí entre las seis y las seis y media de la mañana, cuando todavía era de noche” (18). ¡Qué bien recrea las atmósferas de las calles, de los cafés, de los hoteles y de los apartamentos. El maestro de la fuga se recrea constantemente en las fugas: “En esta época de mi vida y desde la edad de once años desempeñaron un papel importante las fugas. Fuga de los internados, fuga de París en un tren nocturno el día que tenía que presentarme en el cuartel de Reuilly para el servicio militar, citas a las que no acudía o frases rituales para escurrir el bulto” (72)

Manteniendo la curiosidad por lo no conocido: “No conocía este barrio. Son los demás los que nos dan a conocer una ciudad en sus zonas más secretas y alejadas cuando nos citan en tales o cuales señas. Cuando han desaparecido nos obligan a seguirles el rastro” (98). Estamos ante un texto, teñido de melancolía, que se convierte en la condensación de todos sus textos. Ante una narración ensoñada, nocturna, marca de la casa.

PREMIOS PLANETA 2018

- Santiago Posteguillo, Yo Julia, Planeta, Barcelona, 2018.

El Premio Planeta de este año le ha correspondido a un escritor ya bastante conocido en el mundo literario, además de profesor de lengua y literatura en la Universidad Jaime I de Castellón, sobre todo por su trilogía Africanus sobre Escisión y Aníbal (2006 a 2009) y la trilogía sobre el emperador de origen hispano Marco Ulpio Trajano (2011 a 2016). Entre 2015 y 2017 publicó también tres volúmenes de relatos sobre la historia de la literatura que han sido muy elogiados por crítica y público. El autor, muy galardonado en el ámbito de la cultura mediterránea, es un buen conocedor del mundo en el que ahora inserta su última obra dedicada a una mujer extraordinaria y un formidable relato sobre la creación de una dinastía. Una novela que abre, en suma, una nueva visión de Roma con la historia de una siria que con inteligencia y firmeza, y contra todo pronóstico, llegó a alcanzar el más alto rango en el Imperio romano. Una mujer, cuya memoria y vida había sido bastante olvidada por la historia, pero que había sido la emperatriz más poderosa de la antigua Roma que transformó su entorno y cambió el rumbo de la historia para siempre. Estamos, pues, ante una novela de aliento femenino que nos muestra a una mujer muy combativa en medio de un mundo masculino a los que sabe cómo vencer. Posteguillo, muy maduro ya en esta temática, sabe cómo entrelazar pasiones y violencia dentro de un contexto histórico que conoce muy bien ya que da solo un salto de cien años (192 d.C.) en relación a su estupenda trilogía de Trajano. Crea unos personajes sólidos, el de Galeno autor de una historia de Julia por ejemplo, entre los que destaca el de Julia Domna, “mater castrorum” (madre del ejército) primero y luego emperatriz, esposa de Septimio Severo y madre de césares y fundadora de una dinastía.

- Ayanta Barilli, Un mar violeta oscuro, Planeta, Barcelona, 2018.

Ayanta Barilli (Roma, 1969), la finalista del Premio este año, es una escritora y periodista que ha presentado numerosos programas de radio y televisión relacionados con la divulgación cultural, además de escribir para diversos periódicos. Ha trabajado en la COPE, esRadio, El mundo y El Español. En televisión ha formado parte de los programas “Las noches blancas”, “Diario de la noche” y “Libros con uasabi”, entre otros. Ha sido directora de “casting” en diversas películas y directora artística del Teatro Lara. Actualmente dirige y presenta “A media luz”, un magacín cultural en esRadio. En 2013 publicó Pacto de sangre. Con su última obra nos introduce también en el mundo femenino a partir de una saga de mujeres víctimas de sus silencios. Estamos ante una historia, que empieza por el final, bella y desgarradora sobre la memoria, la culpa, la pérdida y el amor. Otro ejercicio de memoria, memoria y mujeres son las notas dominantes de los premios Planeta este año, como un valiente y turbador ejercicio de introspección en el que la palabra es creadora de realidades. Ayanta, que procede de una larga estirpe de fabuladores empezando por su abuela Àngela, trata de descubrir que se esconde tras el silencia de su familia y para ello va a recorrer los lugares en los que creció su abuela. Así bucea en un mundo que le han ocultado, en los recuerdos y en las habitaciones cerradas de la memoria, tratando de buscar la verdad en medio de tantas mentiras piadosas que le han contado. Una búsqueda emocional de reencuentro con un pasado oculto, con lo nunca dicho, con los silencios familiares, con los demonios domésticos, de todo aquello que no sale a la luz por miedo, por vergüenza o por desidia. Una auténtica reconstrucción de un árbol genealógico.


Arte

Facebook estima que sólo durante el año 2015 se tomaron alrededor de tres millones de fotografías en el mundo, lo que sugiere que se produjeron más imágenes ese año que en toda la historia de la fotografía analógica. La mayoría de estas imágenes fueron distribuidas en las redes sociales (Folleto de la exposición Broomberg&Chanarin en la Galería Nogueras Blanchard en Madrid)

¿Cómo conciliar calidad expositiva crítica y asistencia de público? El Museo Reina Sofía, un ejemplo

En el Museo Reina Sofía se puede contemplar un excelente ramillete de exposiciones, todas, además de variadas, muy interesantes. Hasta el 7 de enero se puede ver la exposición del importante fotógrafo italiano, ya fallecido, Luigi Ghirri (Scandiano, 1943-1992), El mapa y el territorio, comisariada por James Lingwood, en la que se exhiben alrededor de 250 imágenes realizadas en los años 70, un periodo fundamental en la investigación fotográfica del artista. Otra importante exposición que se puede ver hasta el 7 de enero es la de la importantísima y poco conocida artista surrealista, ya fallecida, Dorothea Tanning (1910-2012), Detrás de la puerta, invisible, otra puerta, comisariada por Alice Mahon, la primera retrospectiva que se realiza. La muestra de esta artista estadounidense incluye más de 150 0bras de arte creadas entre 1930 y 1997- muchas de ellas nunca vistas antes por el público, que incluyen pinturas, dibujos, collages, esculturas e instalaciones, procedentes de colecciones privadas y de instituciones como el Centro Pompidou de París, la Tate Modern de Londres o el Museo de Arte de Filadelfia. Otra importante exposición, comisariada por Octavio Zayas, es la retrospectiva del reputado artista uruguayo Luis Camnitzer (Lübeck, 1937), una de las figuras claves del arte conceptual latinoamericano, que se puede ver hasta el 4 de marzo. Acorde con el contexto hospitalario, Hospital de utopías fallidas, entiende el museo como un espacio de comunicación escolar entre artistas y visitantes, y el artista, siempre con voluntad política y con intuición disciplinada, practica la fusión de arte y pedagogía contra la “payasocracia” que ha tomado el poder. Por último, un magnífico proyecto, Mapa teatro. De los dementes, ò faltos de juicio, con componente teatral, ocupa hasta el 29 de abril, dentro del programa “Fisuras”, el Espacio Uno y .las escaleras y la Sala de Bóvedas. Obra de un laboratorio de artistas, con sede en Bogotá desde 1986, que practica las “artes vivas”. Y, finalmente, un verdadero ejemplo de “artes vivas” fue también la “performance” de la gran artista multidisciplinar Laurie Anderson en el auditorio del edificio Nouvel ¡Qué sensibilidad y qué inteligencia la de esta mujer que durante dos horas nos dejó boquiabiertos!



EXPOSICIONES

En el MUSEO ICO se puede ver hasta el 20 de enero la magnífica exposición Francis Keré. Elementos primarios, comisariada por Luis Fernández Galiano, que nos muestra el trabajo de uno de los arquitectos internacionales más relevantes de la actualidad. “La arquitectura de Keré se puede entender desde el mestizaje de sus raíces africanas con su educación europea, desde el empeño por usar técnicas apropiadas que comparte con otros constructores en entornos precarios o desde su singular compromiso comunitario, y todos ellos son enfoques legítimos”, nos señala el comisario en la introducción del dossier de prensa. Francis Keré es un burkinés y berlinés pues nació en 1965 en Gando, un poblado de uno de los países más pobres del mundo, Burkina Faso, pero logró una beca para estudiar en Berlín, donde se formó donde acabó abriendo su propio estudio de arquitectura. Su obra, una arquitectura hecha para la gente y por la gente, está profundamente enraizada en su país natal, pero hace uso de elementos y principios universales que permiten insertarla en contextos tan diferentes como su ciudad de adopción. Estamos ante una arquitectura ejemplar en el empleo de recursos limitados y técnicas sostenibles de tal forma que este arquitecto se ha convertido en el líder de una nueva generación de arquitectos, que, según Galiano, está “empeñada en hacer el mundo mejor trabajando para los que menos tienen”. Siendo fiel a su comunidad y a sus raíces, levantó primero una escuela en su aldea natal, que mereció el prestigioso premio Aga Khan (2004) por la combinación de compromiso ético y excelencia estética, para alcanzar a hacer el pabellón de la Serpentine Gallery londinense en 2017., que marcó su consagración cosmopolita. En síntesis; según Galiano, “ha recorrido el trayecto que separa la planicie árida de Burkina Faso de la vegetación frondosa de los Kensington Gardens manteniendo su integridad personal y su conciencia comunitaria”.

En la visita a la exposición se refleja plásticamente la tesis ideada por el comisario que estructura toda la exposición y que relaciona la obra de Keré con los elementos primarios de la Arquitectura descritos por el arquitecto y estudioso alemán Gottfried Semper en el siglo XIX: el suelo estereotómico, el techo tectónico y el muro textil. Estos “elementos primarios” se han construido a escala real en el Museo ICO con las mismas técnicas empleadas por Keré en sus edificios.. En la planta baja hay un vestíbulo que reproduce el espacio de la Biblioteca de Gando y da la bienvenida al visitante y lo introduce en las sensaciones que pretende transmitir su arquitectura. Durante el recorrido nos encontraremos con un muro textil realizado con teklas traídas de Burkina Faso para la exposición; un muro y una plataforma de adobe (construido por los 23 alumnos del Taller “Arquitectura con tierra”, que tuvo lugar en Bodeguillas, Segovia, durante el mes de julio de 2018, y fue organizado específicamente con motivpo de esta exposición por la Fundación ICO, el Centro de Investigación de Arquitectura Tradicional (CIAT), la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM), la Fundación General de la UPM y el Ayuntamiento de Bodeguillas; una plataforma de hormigón; una plataforma de madera (reproduciendo la Louisiana Canopo realizada por Keré en el Louisiana Museum of Modern Art, Humlebaek, Dinamarca, en 2015); y una reproducción reducida del Pabellón de la Serpentines Galleries construido en Londres en 2017. También fotografías a escala gigante de sus proyectos más emblemáticos y una proyección sobre los procesos de construcción de Keré con técnicas tradicionales que incluso no estaría mal ver antes de comenzar el recorrido. Además, se reproduce su estudio en Berlín y fotografías de instalaciones.

En el Museo del Prado podemos contemplar, hasta el 27 de enero de 2019, una muestra antológica (48 obras de de 25 prestadores) de Bartolomé Cárdenas, alias el Bermejo (h.1440-h.1501), un pintor muy importante de la segunda mitad del siglo XV. Su principal referente fue la pintura flamenca, la escuela inaugurada por Jan van Eyck y Rogier van der Weyden que, en la segunda mitad del siglo XV, se había extendido por toda Europa, incluida Italia. Fueron los precursores de la novedosa técnica al óleo que Bermejo adoptó con gran virtuosismo, como los más destacados pintores italianos del momento caso de Antonello da Messina o los Bellini. Sin embargo, aunque se ha especulado sobre su formación en los talleres septentrionales, es más posible que su aprendizaje tuviera lugar en la cosmopolita Valencia del segundo tercio del siglo XV, una ciudad abierta tanto a los modelos flamencos como a los italianos, de los que el pintor cordobés también se hizo eco y, además, de una forma rotunda. Pero la actividad profesional del maestro se desarrolló en los territorios de la Corona de Aragón desde Daroca hasta Barcelona, pasando por Zaragoza y Valencia. Se piensa que su condición de judeoconverso fue lo que le encaminó a una vida tan nómada, y a pintar mucha pintura religiosa, y a que, para sortear las limitaciones gremiales de la época, a menudo se asociase con pintores locales mucho menos cualificados. Esta vida tan problemática en una época en que la Inquisición estaba muy activa (en 1490 fue la expulsión de los judíos ) limitó sin duda su capacidad de producción. El nombre y la obra de Bartolomé Bermejo, tras su muerte, cayó pronto en el olvido hasta finales del siglo XIX en que llamó la atención tanto de coleccionistas internacionales como de falsificadores de pintura antigua. Debido también a que el pintor no siempre firmó igual sus obras.

Esta muestra organizada con el Museo Nacional d'Art de Catalunya reúne, por primera vez, la mayor parte de sus obras conservadas, repartidas por museos y colecciones de España, Europa y Estados Unidos. Este amplio muestrario nos permitirá apreciar en toda su dimensión su virtuosismo técnico y su sugestivo universo visual. Junto a su destreza técnica, sorprende también su capacidad para desarrollar nuevas visiones de todo tipo de temas e iconografías de carácter devocional. Su inquietud por seguir explorando nuevos terrenos, especialmente en el ámbito del retrato y del paisaje, le permitió concebir algunas de sus obras más complejas e innovadoras en el último periodo de su vida profesional. Fue conocido por un grupo de selectos concomitentes, desde grandes eclesiásticos y nobles hasta importantes mercaderes, así como por sus colegas de profesión, que a menudo imitaron sus composiciones. Por ello, ahora, es una verdadera suerte que podamos ver en el Prado, en la estela de grandes exposiciones como la de Rogier van der Weyden (2015) y el Maestro Mateo (2016), la obra de este fantástico pintor medieval. En una propuesta, sin duda, arriesgada en lo que se refiere a la audiencia de visitantes pero de gran valor científico ya que, además de reunir la casi totalidad de sus obras, se ha avanzado en la investigación sobre sus características estilísticas y biográficas, en el conocimiento del contexto social y cultural y en las fuentes iconográficas de este desigual pintor. Autor de cinco importantísimas obras: El “San Miguel de Tous” de Londres, la “S.anta Engracia” de Boston (única no prestada), el “Santo Domingo de Silos” del Prado, la “Virgen de Monserrat” de Acqui Terme y la “Piedad Desplá” de Barcelona. La primera y la última, recién restauradas y exhibidas por primera vez fuera de su sede habitual. Además, el Prado ha editado un catálogo razonado de la obra conocida de Bermejo, obra del comisario Joan Molina Figueras.

En la Sala Fundación MAPFRE Recoletos se puede ver hasta el 13 de enero, la interesante exposición Redescubriendo el Mediterráneo, que forma parte del proyecto internacional Picasso-Mediterráneo, una iniciativa del Musée National Picasso-París, en el que participan, entre 2017 y 2019, más de setenta instituciones internacionales. La muestra en Madrid producida por MAPFRE ha sido posible gracias al apoyo de los más de setenta prestadores, tanto museos e instituciones como colecciones particulares, que han colaborado en ella. Quiere hacer un recorrido por aquella pintura que, con sus distintas peculiaridades, convirtió durante el momento del nacimiento del arte moderno, el Mediterráneo en motor de renovación. Siguiendo este hilo conductor, la muestra se abre con España, donde el litoral mediterráneo es, en ocasiones, mero espacio natural que acoge a los artistas locales en sus salidas al aire libre. Un lugar para el trabajo pero también, y sobre todo, para el placer, para el baño y los niños jugando por la playa; es el caso de la pintura de Joaquín Sorolla, Cecilio Pla e Ignacio Pinazo. O para marcar unas señas de identidad como el ”noucentisme” en Cataluña, con Joaquín Torres-García y Joaquín Sunyer a la cabeza. O en Mallorca Joaquín Mir o Anglada Camarasa que se aproximan más a la visión de los pintores franceses como se puede apreciar en la sección que abre Francia con obra de Monet, Signac, Derain, Braque, Renoir o Bonnard en sus respectivos territorios de trabajo. En Italia, con Chirico, Carrá o Campligi, el mar parece más bien una idea, un concepto que preside la manera de pintar. Tanto la obra de Matisse como la de Picasso, con quienes se cierra la exposición, aglutinan aspectos de los pintores anteriormente citados, como si con ellos el Mediterráneo llegara a su culminación. ¡Un buen final del recorrido sin duda!

En la Sala Fundación MAPFRE Bárbara de Braganza se puede ver hasta el 6 de enero una completa muestra de gran interés del fotógrafo ya fallecido Humberto Rivas (Buenos Aires, 1937-Barcelona, 2009. En orden cronológico se presentan 184 fotos, todas copias de época, de 1966 a 2002; y también un cortometraje de 11 minutos de duración-“Unos y otros” (1973), muy importante a la hora de entender al artista. Curiosamente, lo que llevó a Rivas a la fotografía en 1957, después de seguir un curso de dibujo por correspondencia y luego trabajar como diseñador gráfico, en pintura y en cine, fue su pasión por Bergman. En 1959 presentó su primera exposición de fotografía.

Más tarde, escapando de la dictadura militar argentina, en 1976, llegó a Barcelona, donde siguió trabajando como fotógrafo tanto en ámbitos comerciales de fotografía “de encargo” como en un plano más creativo de fotografía “de autor”. Su intenso y prolífico trabajo fotográfico le acabaría convirtiendo en uno de los nombres de referencia de la fotografía en España. En 1966 ya obtuvo el Premio de Artes Plásticas de la Ciudad de Barcelona y en 1977 el Nacional de Fotografía. Todos los materiales que vemos en esta exposición provienen del Archivo Humberto Rivas de Barcelona por lo que no aparece una importante serie como “Huellas” sobre la Guerra Civil española con imágenes de retratos y paisajes en ruinas que fue presentada entre 2006 y 2008 en una exposición itinerante organizada por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, y más tarde, en 2010, adquirida por el Arxiu Fotográfic de Barcelona. En sus fotografías hay una unidad temática tanto de retratos en los que, muchos desnudos y con mirada frontal, se refleja la individualidad y la soledad como de rincones urbanos e interiores domésticos, casi siempre de noche y con escasa luz artificial, de edificios abandonados.

En la Fundación Juan March se puede ver hasta el 13 de enero la importante exposición Lina Bo Bardi: Tupi or not Tupi. Brasil 1946-1992, la primera exposición celebrada en España dedicada a la sugestiva y polifacética (arquitecta, museógrafa, diseñadora, escritora y activista cultural) artista italo-brasileña Lina Bo Bardi (Roma, 1914-Sao Paulo, 1992). Una artista que formada como arquitecta en Italia en los años treinta, fue protagonista de la renovación de las artes en Brasil donde llegó en 1946 junto a su marido, el crítico y coleccionista de arte Pietro María Bardi. Una artista que hizo rotar el eje de las complejas relaciones entre la modernidad y la tradición, entre la creación de vanguardia y las costumbres populares, entre la individualidad del artista moderno y el trabajo colectivo del pueblo. La muestra presenta a la artista desde los tres lugares más relacionados con ella del país con el que pronto se entusiasmaría: Sao Paulo, San Salvador de Bahía y el nordeste brasileño, a través de 384 obras que nos invitan a descubrir las analogías de su obra con la antropofagia de los años veinte y el tropicalismo de los años sesenta. No solo se presentan los dibujos, pinturas, fotografías, objetos, esculturas, documentos y piezas de artesanía (muchas de ellas nunca vistas fuera de su país de origen) de Bo Bardi, sino también de artistas internacionales como Max hill, Alexander Calder o Saul Steinberg, de artistas internacionales como Lygia Clark o Helio Oiticica y de artistas populares y no eruditos, así como arte indígena. El subtítulo de la exposición juega con el slogan del Manifiesto antropófago escrito en 1929 por Oswald de Andrade, entonces marido de Tarsila porque Bo Bardi pretendió, la asimilación y el replanteamiento de la cultura europea, una antropofagia a la inversa. Una tesis doctoral más, otra cita imprescindible de la Juan March.

En la sede de la Fundación Bancaria “la Caixa” se puede ver hasta el 20 de enero y en colaboración con el British Museum dentro del acuerdo estratégico que mantienen, su nueva exposición FARAÓN. Rey de Egipto. Se enmarca dentro de la atención preferente de estas instituciones a las grandes culturas del pasado que ya se había puesto de manifiesto, por parte de la entidad, en exposiciones anteriores que han dado a conocer distintos aspectos de la civilización egipcia. Concretamente, ésta última, la tercera conjunta con el British Museum, se dedica a esa cultura milenaria a través de la figura de los faraones. Pudo verse entre los años 2011 y 2013 en una primera versión por varias ciudades del reino Unido. Posteriormente, se amplió la lista de objetos incluidos en la muestra y los temas que abarcaba para su exhibición internacional. La muestra llega ahora a CaixaForum Madrid tras pasar por el Cleveland Museum of Art y CaixaForum Barcelona. Esta amplia muestra , comisariada por Marie Vandenbeusch, como comisaria jefe, y Neal Spencer, como comisario adjunto y conservador del Departamento del Antiguo Egipto y Sudán, presenta 164 piezas destacadas de la colección egipcia del British Museum, que conserva uno de los fondos egipcios más importantes del mundo y es el que ofrece una imagen global más completa del antiguo Egipto. Está dividida en diez ámbitos que examinan la figura del monarca egipcio desde todos los puntos de vista: como ser divino, situado en el centro de de la estructura social, a cuyo alrededor se articulan símbolos y creencias que van más allá de la existencia terrenal; en su vida de palacio, rodeado por su familia; como gobernante y como guerrero, e incluso pone de relieve que el origen de los faraones no fue siempre egipcio.

En estos apartados destacan los trabajos de orfebrería así como las grandes estatuas monumentales y los preciosos relieves de templos que acercan a los visitantes a la vida real y de poder del antiguo Egipto. Su objetivo es explorar el simbolismo y el ideario de la Monarquía egipcia, al tiempo que intenta desvelar las historias de los objetos y las imágenes que nos ha dejado como herencia esta antigua civilización. Los antiguos mitos explican que, antes del primer faraón, Egipto había sido gobernado por los dioses. Eran cientos los dioses a los que se rendía culto en el antiguo Egipto, y se creía que todos mantenían algún vínculo con el faraón. Como sumos sacerdotes, los faraones supervisaron la construcción de grandiosos templos para la celebración de rituales. Los entierros reales, por ejemplo, bajo las pirámides o en el Valle de los Reyes, se concebían con la intención de garantizar el renacer del faraón como Osiris, señor del inframundo o mundo de los muertos. Junto a esta naturaleza divina, el faraón también era a menudo representado como un audaz guerrero o un genio de la estrategia militar, implacable con sus enemigos. Comandaba las fronteras con la misión de mantener la paz interior y de expandir las fronteras. Sin embargo, Egipto sufrió numerosas y dolorosas derrotas, entre otras, contra los ejércitos romano y nubio. Asimismo, a pesar de su papel como señor de las Dos Tierras, nexo de unión entre el norte y el sur de Egipto, lo cierto es que los faraones no pudieron evitar ciertas tensiones internas. Esta magna exposición, llena de paneles explicativos, nos ayuda a entender a fondo todas estas cuestiones cruciales de esa civilización. Su visita requiere un tiempo detenido y reflexivo para captar detalles que de otra forma podrían pasarnos desapercibidos. Por último, solo cabe destacar el impecable montaje y las muchas actividades que giran alrededor de la muestra.

Teatro

En los Teatros del Canal hemos podido ver, en su comienzo de temporada, una importantísima obra, Lehman. Trilogy (Balada para sexteto en 3 actos), con versión y dirección del ya muy conocido y reconocido director Sergio Peris-Mencheta, y una producción de su “Barco Pirata”. Y desde luego una de las obras más interesantes que han estado en la cartelera madrileña. Una aclamada pieza teatral de cinco horas escrita por el italiano Stefano Massini, actual director del Piccolo de Milán, que cuenta de forma épica la historia de la empresa que pasó de ser el símbolo alegre y feliz del sueño americano a ser símbolo rotundo de la gran crisis financiera de mundial con su conocida bancarrota en septiembre de 2008. Esta obra, que ha sido traducida a 14 idiomas, ya había sido saludada, en su estreno en París, 2013, como la gran crónica del capitalismo, en este caso claramente patriarcal ya que no hay mujeres en los puestos de poder. La firma desde 1969 había pasado a ser dirigida por personas ajenas a la familia. En ella, último trabajo del famoso Luca Ronconi antes de morir en 2015, seis actores cantantes-músicos interpretan a 143 personajes de esta historia de una familia que cambió el mundo desde que, 163 años antes, el primer Lehman desembarcó en el puerto de Nueva York con una maleta repleta de sueños. Mencheta, quién siempre vio la obra como un musical, con la ayuda de la escenografía de Curt Allen Wilmer, la iluminación de Juan Gómez Cornejo y el vestuario de Elda Noriega, ha logrado convertir una obra narrativa en una enorme pieza teatral. Y, además, en un musical, dirigido por Litus Ruiz, con la ayuda de estos fabulosos cantantes-músicos (tocan varios instrumentos) que mantienen un ritmo trepidante a pesar de las tres horas de duración de la obra Así logra mostrarnos con este montaje, innovador y arriesgado, la evolución de esa dinastía de inmigrantes judíos alemanes que, de llegar con lo puesto en 1844 a Estados Unidos, fundaron un imperio financiero, negociando con todo lo que pillaban por delante.

En los Teatros del Canal también se ha podido ver una interesante obra, Siete años, del reconocido director Daniel Veronese, quién había logrado ya un estilo propio en las salas alternativas y ha logrado después ir triunfando también en las salas comerciales. Una comedia negra basada en la primera película original que produjo Netflix en España (2016), con idea original de José Cabeza, y ahora con versión y dirección del director argentino. Nos presenta una situación conflictiva entre cuatro socios, y supuestamente amigos, que tienen que sacrificar a uno de ellos que tiene que pagar a Hacienda para que los otros se libren. Por sugerencia de su abogada, recurren a la ayuda de un mediador, interpretado por Miguel Rellán, veterano actor a quién el papel le viene como anillo al dedo, quién con su actuación hace aflorar los rencores que escondían los cuatro socios bajo su aparente amistad. La solución que les da, bajo la amenaza de una inspección, es la elegir un chivo expiatorio entre ellos que ha de sacrificarse por los otros. Las situaciones que se crean por lo tanto en la reunión de ese sábado noche para buscar una solución al marrón fiscal son muy tensas, y los actores, bien guiados por el director, logran alcanzar la intensidad que requiere la obra que supera así la versión original televisiva. Además de paraísos fiscales hay adulterios y muchos engaños que precisan de unos quiebros teatrales no siempre fáciles de resolver. Pero los intérpretes lo logran mostrando todos esos matices de una trama no siempre fácil de seguir. Por eso, para mí, el gran mérito de esta obra sea que es uno de los ejemplos más representativos de teatro que, además de entretener y divertir, puede hacernos pensar. El público, después de aplaudir de pie y lleno de contento la representación, salía muy satisfecho y comentando la trama en la que el director había logrado sumergirles.

En el Teatro de la Abadía, dentro de la programación de la XVI Mostra de Cultura Portuguesa, se ha podido ver, solo del 8 al 10 de noviembre, Enigma Pessoa, una obra que recorre de manera poética diversos episodios de la vida real e imaginaria del poeta luso Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935). Una obra creada a partir de poemas, textos y cartas del poeta, y además ensayista y traductor, que, junto a Camoes, es la figura más universal de la poesía portuguesa de todos los tiempos. Todo un legado de teatralidad y permanente actualidad, en su interés por la compleja identidad del ser humano, la ficción, el hombre moderno y su experiencia subjetiva de lo real y lo imaginario: el ocultismo y el esoterismo, la historia, la política, la filosofía y la psicología. No hay que olvidar, algo único en la historia de la literatura, que Pessoa fue, en sus múltiples heterónimos, además, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro Campos y Bernardo Soares, y el Barón de Teive. Como identidades literarias ficticias dotadas por el autor de biografías propias y estilos diferentes, alimentados por la enigmática vida del autor luso. Por eso, la pieza se centra en la identidad múltiple del autor y está concebida a partir de la selección de materiales literarios y plásticos, desde poemas, textos y cartas hasta imágenes de las vanguardias artísticas de su tiempo. La dramaturgia y dirección de la obra corresponden a Pablo Viar y los múltiples personajes son muy bien interpretados por los actores David Luque y Emilio Gavira. Viar, en el programa de mano, señala que “La fascinante y entrañable figura de Fernando Pessoa y su fabulosa obra literaria encierran todavía hoy, varias décadas después de la muerte del poeta, múltiples enigmas”. Concluye: “Sin dejar de ser él mismo”, oscuro y luminoso, fingidor y sincero, Pessoa conserva siempre su enigma intacto. ¡Este montaje debe volver!

En el Teatro Fernando Fernán Gómez se ha podido ver Cuzco, una obra con texto y dirección de Víctor Sánchez Rodríguez, ganador del MAX por No nos mataremos con pistolas y director de obras importantes como Una vida americana. Una texto dramático en el que se alternan diálogos y monólogos para contarnos el viaje de una joven pareja española al Perú, concretamente a la ciudad del título, con la esperanza de que el cambio de cultura, e incluso diría de altitud, les permita recuperar su relación en crisis. Este intento desesperado por salvar su relación tiene como telón de fondo el pasado inca y colonial, el terrorismo de Sendero Luminoso, la pobreza andina, y el reflejo de una España herida de gravedad. La historia se desarrolla en un espacio escénico a tres bandas, en la sala Jardiel del teatro, que ha diseñado Mireia Vila para teatros a la italiana, recuperando la escenografía original del teatro Rialto de Valencia dónde se estrenó la pasada temporada. El texto teatral, que está interpretado por Silvia Valero (premio de la Asociació d`Actors y Actrius Professionals Valencians a la mejor intérprete de 2018 por este trabajo) y Bruno Tamarit, intenta profundizar en las psicologías de estos personajes al borde del precipicio vital. La relación ya se presenta desde el comienzo como muy difícil de salvar. Otros personajes que no aparecen en el escenario son simplemente sugeridos. Sin embargo lo que de verdad importa es la relación de la pareja principal y, especialmente, la lectura compleja y más profunda del personaje femenino. La iluminación de Mingo Albir y la música y espacio sonoro de Luis Miguel Cobo colaboran muy bien a crear esa atmósfera cerrada y crispada. El vestuario de Teresa Juan, la tercera con Sánchez Rodríguez y Valero de la Wichita Company, ayuda a resaltar la simplicidad de la puesta en escena.

Los Teatros del Canal como ejemplo de la danza en Madrid

En los Teatros del Canal se han podido contemplar muestras excelentes de danza que continúan las líneas marcadas en la pasada temporada. En la llamada “creación escénica contemporánea”, que trasciende los géneros y las convenciones, se han podido ver una serie de experiencias dancísticas (y teatrales) de nivel internacional, sin olvidar, a los artistas españoles, muchos de los cuales son más conocidos fuera de España que aquí. En este estupendo arranque de temporada, consagrada a la danza, se ha contado nada menos que con la presencia de Rocío Molina con Silvia Pérez Cruz, Amalia Fernández, Antonio Ruz, Raimund Hoghe, Mal Pelo, Cuqui Jerez, Víctor Ullate Ballet-Comunidad de Madrid, Kor'sia o La Pharmaco, Lola Arias, La Joven Compañía y la Tristura. Tiene esto mucho mérito porque no hay que olvidar que la danza, y el circo, siguen siendo las “hermanas pobres” aunque haya aumentado su presencia en la cartelera madrileña. Pero lo más curioso es que parece que las cifras de asistencia de Canal son buenas aunque a veces se quede entre los profesionales del sector y el público más enterado. Esperamos que en un futuro estas magníficas propuestas se extiendan a públicos más amplios e incluso que se cree y se forme a nuevos posibles espectadores. Por lo de pronto, el nivel alcanzado, tanto en Escenario CLECE como en “Creación Escénica Contemporánea”, es excelente. Por el primero, ha pasado, además del importante y crecido Ballet Nacional Sodre/Uruguay, dirigido ahora por Igor Yebra, con tres piezas variadas, la Compagnie Blanca Li con su fascinante pieza Solstice con música de Tao Gutiérrez sobre el cambio climático. En la segunda, hemos podido ver a la Compañía del bailarín y coreógrafo Antonio Ruz , flamante Premio Nacional de Danza 2018 junto a Olga Pericet, a partir de su coreografía para Electra del Ballet Nacional de España, con su última pieza Presente.

Danza: Creadores y piezas

Sin embargo, en los Teatros del Canal, lo más destacado ha sido la presencia en Madrid y en este ciclo de “Creación Escénica Contemporánea”, y desde luego todo un acontecimiento artístico, de Raimund Hoghe (Wuppertal, Alemania, 1949) con dos de sus conocidas piezas. Este reputado bailarín y coreógrafo alemán, por un tiempo de diez años dramaturgo de la compañía de la famosa Pina Bausch, nos trajo a la Sala Negra dos piezas emblemáticas de su repertorio de una hora y tres horas de duración. Creo que era fundamental ver las dos. La primera pieza, Lettere amorose, 1999-2018, es un solo en el que Hoghe pone cuerpo y voz a las cartas encontradas en los cadáveres de dos adolescentes africanos que intentaban llegar a Europa y que fueron encontrados muertos en el interior del tren de aterrizaje de un avión. Nos hablan de la desesperante situación en África y de la esperanza de una nueva vida en Europa. Teatro epistolar que lleva a cabo, siguiendo a Pier Paolo Pasolini, “arrojando su jorobado cuerpo a la lucha”, y manifestando: “Nací bajito, jorobado y con vocación para la danza. Ahora podrán escribir que tengo una joroba pero me resisto al hecho de que equiparen el ser diferente a ser feo”. Estamos ante una auténtica obra comprometida, “política” en su más profundo sentido, de gran potencial simbólico que muestra la unión de la fragilidad y la belleza, y sobre todo la búsqueda de emociones que alcancen al público. Con una coreografía llena de sutiles sugerencias en la que quizá es más importante el vuelo de la imaginación preñada de símbolos que lo que aparentemente y materialmente vemos. ¿Cómo no sentirse enternecido ante los bellos y sutiles movimientos, con un gran dominio escénico, de este frágil, y al tiempo fuertísimo, artista cuyo modelo vital es una humilde anciana de 89 años en su lucha diaria?

En la segunda pieza, La Valse, da cuenta de su búsqueda durante todos estos años, con obras muy comprometidas con las problemáticas de nuestro tiempo, a través de la danza y, en este caso, la música de Ravel. La valse, 1919-20, fue compuesta por el compositor para Sergei Diaghilev que la rechazó. Tuvo que esperar hasta 1928 en que la coreógrafa Bronislaba Nijinska realizó a partir de ella un ballet de un acto. Luego, G. Balanchine (1951) y F. Ashton (1958) realizaron sendas piezas de ballet con la música de Ravel. En 2016, Hoghe tomó el testigo: “Solía escribir con palabras, ahora escribo con cuerpos”, señala. Con una escritura poética más que narrativa que dialoga con la historia de la danza del siglo XX invitándonos a reflexionar sobre la implicación de las obras y de los cuerpos que se representan en contextos determinados. Comienza la obra con el artista nadando en el suelo tumbado boca abajo sobre el escenario. Luego, poco a poco, se van incorporando a la escena los bailarines que aparecen cubiertos de mantas como si fuesen inmigrantes a punto de hipotermia. Un tema crucial de nuestro tiempo que podemos ver todos los días en la prensa y en las imágenes televisivas. Durante tres horas seguidas, solo con un pequeño descanso, vamos a contemplar los movimientos de sus buenos bailarines siguiendo las piezas de música relacionadas con el vals pero de una manera no codificada y como con ausencias. La pieza de Ravel aparece aquí en primer lugar en su versión para piano, interpretada en directo por Guy Vandromme, y en una grabación de la versión que el compositor denominaba “poema coreográfico para orquesta”, en este caso dirigida por Leonard Berstein”. Esta pieza se mezcla en una suerte de “collage” con otras composiciones de vals, canciones populares y voces que, como las de Josephine Baker y Audrey Hepburn.

La sala Cuarta Pared ha celebrado su siempre esperada Edición de Territorio Danza 2018” (15ª Edición del 3 al 30 de octubre), un ciclo que quiere “proporcionarle a la danza su espacio en el mundo, reivindicar su lugar en nuestra sociedad”. Una muestra de danza que ha ido creciendo de tal manera que para el público que sigue la danza en Madrid se ha vuelto una cita casi obligada. Como se ha podido comprobar desde el inicio del ciclo, con Perra de nadie (4 y 5 de octubre), la última pieza de Marta Carrasco. Marta Carrasco es una de las figuras ascendentes de la escena catalana y ha sido galardonada en dos ocasiones con el Premio Max, a Mejor intérprete y mejor coreografía y a Mejor espectáculo de danza. Además, Perra de nadie ha sido galardonada como “Mejor espectáculo en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca” en 2016; Premio de la Crítica de Catalunya en 2017 al “Mejor solo”; Premio Serra D'Or a la “Aportación más interesante”; y dos nominaciones a los Premios Max 2018. La compañía de Marta Carrasco ya es, pues, bastante conocida y ella es una de las intérpretes de danza más reconocidas. Sus creaciones, entre la danza y el teatro, muestran un universo muy personal relacionado con los sueños. En su pieza, estrenada ahora en Madrid, dentro de la programación del Circuito de la Red de Teatros Alternativos y que dura 55 minutos, y que dirige en compañía de Pep Cors y Antonio Vilacic, ella es también la escenógrafa y pone la banda sonora. Estamos ante un canto a la inutilidad porque una perra, si es de “nadie”, no sirve para nada ni para nadie, pero existen y son imprescindibles en sus inutilidades. Antes las perras eran muy útiles para cazar. Una pieza que por no ser de “nadie” puede llegar hasta al fondo de la intimidad y mostrarnos, lo que es muy difícil de mostrar, las intimidades al desnudo.

La Compañía madrileña que impulsa Carmen Werner desde 1987 dio el cierre a este importante ciclo anual. No hay que olvidar que esta compañía ha sido ya reconocida con importantes premios, entre los que destacan el Premio Nacional de Danza 2007, el premio Internacional Onassis en 2001 y el Premio de Cultura en la sección de Danza de la Comunidad de Madrid 2000. Lo hizo con dos co-producciones (“Una vez más” y “Seda”). Antes se pudo disfrutar de las compañías Inquinante Danza, Babirusa Danza y Cobosmika Co. La Compañía Provisional Danza y Nómada (16 y 17 de octubre) se unieron para crear “Una vez más” (50 minutos), su nuevo trabajo, que contó con la interpretación de Carmen Werner y Roberto Torres, que nos habla a través del movimiento de que las consecuencias de una unión son siempre un enigma pero suelen llevarnos a una dulce repetición de actos y gestos, de complicidad y deseos; y también a la manipulación. Provisional Danza estuvo al completo con la otra pieza, “Seda” (del 18 al 20 de octubre, 55 minutos), dirigida por la bailarina y coreógrafa Carmen Werner, y el elenco de la compañía japonesa Organworks, dirigida por Shintaro Hirahara en una pieza coral, que muestra al público los efectos que causa la muerte de alguien. En esta pieza, además, colabora en la dirección artística el ya reconocido Daniel Abreu, premio Nacional de Danza 2014. Organworks se formó en 2009 por la artista de vestuario Yumiko Nishimura y el coreógrafo Shintaro Hirahara. En 2012 se unió a ellos el músico Yuta Kumachi y la diseñadora de comunicación Lena Pont. En 2014 se incorporaron cinco bailarines y así nació esta compañía de danza. Pudimos ver en el escenario los resultados de esta acertada fusión de saberes donde prima la inestabilidad que fortalece.

Cine: plataforma online

Hay que destacar en este otoño madrileño nada menos que el lanzamiento de FlixOlé, la mayor plataforma online de cine español a la carta que va a ofrecer películas estrenadas a lo largo de los últimos años de la historia de nuestro cine y que ahora se va a poder ver con la máxima calidad. Un catálogo de más de 3000 películas y series españolas, sin olvidar títulos europeos y americanos. Además de una plataforma de entretenimiento, pretende ser una herramienta para la difusión y la conservación del patrimonio cinematográfico español. “Uno de los objetivos de FlixOlé es fomentar la curiosidad y el conocimiento para las nuevas generaciones por el patrimonio cultural nacional y dar acceso a los más jóvenes a las mejores películas que ha dado el cine español en toda su historia”. Se presenta así todo un siglo de historia de nuestro cine restaurado y digitalizado para poder ofrecer todo el contenido con la mejor calidad posible de imagen y sonido. A través de una suscripción mensual de 2,99 Euros, los usuarios tendrán acceso a todas las películas disponibles en la plataforma, sin límite de visualizaciones y sin taquilla en la que haya que comprar o alquilar ciertos títulos. Además, cada usuario registrado dispone de un periodo de prueba de 14 días en los que podrá comprobar la calidad del extenso catálogo de la plataforma, con películas protagonizadas por actores inolvidables y títulos que han triunfado dentro y fuera de nuestras fronteras. Actualmente, la plataforma está disponible en Internet a través de su página web, “FlixOle.com”, así como a través de aplicaciones para tabletas y teléfonos. Además está disponible para todos los abonados de Orange Tv. La presentación de la plataforma tuvo lugar en el magnífico salón de la Real Academia de la Lengua en un acto muy simpático y sobre todo sintético en el que participaron nada menos que Concha Velasco, José Sacristán, Manuel Gutiérrez Aragón y Enrique Cerezo, CerezoOlé que dijo Aragón. Santiago Segura puso el broche final con un video a tono con su sentido del humor.

Películas

Una de las películas más destacada de la cartelera otoñal madrileña ha sido, sin duda, Cold War, una película del guionista y director polaco Pawel Pawlikowski, quién ya nos había deslumbrado con su anterior película Ida (2013). Ahora, con esta apasionada historia de amor entre un hombre y una mujer que se encuentran en medio de las ruinas de la Polonia de posguerra y a quienes, a pesar de tener un pasado y personalidades diferentes, el destino les ha condenado a estar juntos, vuelve a hacerlo si cabe aún con más fuerza. Estamos ante la más triste y bella historia de amor jamás contada que aquí alcanza el grado de desolación suma. La cámara se dedica a seguir el viaje de esa pareja desde 1945 hasta casi los años sesenta, en medio de una geografía gélida devastada por la guerra. No hay que olvidar que sus protagonistas viven, y se vive en el mundo la Guerra Fría. Como lectura de fondo, tampoco hay que olvidar, lo muestra desde el comienzo, el secuestro de la cultura popular por la ideología y el comercio. De nuevo, con una capacidad de narrativa sintética, alcanza la perfección con la preciosa fotografía en blanco y negro de Lukasz Zal, de formato cuadrado, que tan buenos resultados ya le había dado en su anterior película dedicada a la culpabilidad polaca por el exterminio del pueblo judío. Esta historia de “amor fou” atropellada por el aparato represivo estalinista formaría desde luego un magnífico programa doble con ella. Entre otras bondades sorprende el trabajo actoral de Joanna Kulig lleno de pasión e inteligencia. El director, para escapar quizá del didactismo fácil, hace uso de bruscas elipsis que pueden confundir al espectador no atento. Pero esa otra forma de mirar que ahorra lo ya dicho nos hace gozar más de la intensidad de cada imagen. Además del Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes es la gran candidata a los premios del cine europeo.

Otra película destacada en la cartelera ha sido Una receta familiar del singapurés Eric Khoo, quién “siempre ha estado intrigado por la comida y el papel que juega en nuestras vidas”. Una película que no se queda desde luego en lo simplemente gastronómico sino que nos cuenta unas relaciones de vida familiar: el protagonista, un joven chef de ramen que vive en Japón, viaja a Singapur para indagar sobre su desconocida familia. Así, vida y gastronomía se unen maravillosamente a través de recetas de ricos platos, algunos desconocidos para los occidentales, que nos despiertan el apetito todo el tiempo. ¡Mejor no ir en ayunas a ver esta película! Una película sincera y muy sensible que alimenta nuestra alma también. Pero esta sabrosa película oculta en el fondo una historia terrible de las heridas que abrieron los japoneses en Asia durante la Segunda Guerra Mundial y que por lo visto no se han cerrado. En este caso, con un canto al amor y la familia, esas distancias se cierran por medio de una gastronomía conciliadora y redentora que devuelve la abuela a su nieto. “Creo que la comida es una fuerza unificadora, tiene el poder de unir a la gente en las circunstancias más misteriosas”, señala el director. Además, esta película forma parte de un proyecto que celebre el cincuenta aniversario de las relaciones diplomáticas entre Japón y Singapur, en este caso a partir de sus dos platos más reconocibles: el ramen y el bak kut teh. Buscando la aceptación, el perdón y la reconciliación que nos muestra esta película. Nada que ver, pues, con los espectáculos televisivos ni “realities” de toda laya que nos invaden por todos los lados sino que estamos ante una película muy auténtica y sin duda ante una gran película gastronómica de ficción de este desconocido para nosotros director asiático que, sin embargo, fue uno de los grandes protagonistas, en los 90, del renacer cinematográfico de Singapur.

Otra de la importantes películas de este otoño es Fahrenheit 11/9 del conocido director Michel Moore que con su escala de temperaturas sigue tomándole el pulso a la sociedad estadounidense y a sus próceres. Fahrenheit 9/11, como se sabe, era su brillante alegato contra la invasión de Irak comandada por George W. Bush en busca de las supuestas armas de destrucción masiva. Ahora, en su último documental, pone el punto de mira en el siniestro presidente Donald Trump para tratar de explicar cómo llegó al poder esa mala bestia. Con enorme cantidad de información creo que logra que entendamos lo que no acabamos de entender porque no cabe en nuestras cabezas europeas. A través de su particular análisis, basado en esos datos que posee y con interesantes entrevistas, pone delante de las narices de los espectadores esa realidad cruel en la que un verdadero mentecato se ha convertido en la persona más poderosa de una potencia con armas nucleares. Un tipo en verdad mucho más peligroso que el “loco” presidente-dictador de Corea del Norte. Incluso, establece paralelismos entre este fantoche y Adolf Hitler. Nos muestra muy bien cómo el aparato del Partido Demócrata bloqueó a Bernie Sanders y no titubea a la hora de criticar a Hillary Clinton y también a Obama (menudo papel en el “Flint water”). Por cierto, el tema del agua contaminada por plomo en Flint, esa ciudad de Michigan, es escandaloso y mucho más que el gobernador, tipo Trump, saliera indemne de su atentado contra la población negra. A veces el director nos satura de información y no tenemos ni tiempo para saber de dónde proviene pero es muy bueno con las entrevistas pausadas. Además, después de presentarnos el “horror” para que podamos entender con claridad cómo Trump ganó las elecciones, nos muestra las muchas fuerzas resistentes que se oponen al “mal” sin esperar a impedimentos ni otras falsas esperanzas. Estas últimas elecciones han confirmado su propuesta activista.

Otra sorpresa de la cartelera ha sido para mí la última película de la directora italiana Alice Rohrwacher, Lázaro feliz, una, desconcertante ante todo, muy poética, muy sincera e inocente película presentada en el último Festival de Cannes. Volvemos a recordar así su anterior película, la sobresaliente El país de las maravillas (2014), con su personaje de Gelsomina, preñada de un neorrealismo ensoñado cercano al primer Fellini. Ahora, con sus imágenes rodadas en 16 milímetros, nos presenta a un personaje, muy bien interpretado por cierto por Adriano Tardiolo, de una simpleza que nos conmueve hasta lo más hondo. Dentro de un relato en el que se mezcla una realidad de explotación y una enorme fantasía llena de poesía, una película a veces neorrealista a veces surrealista, tan moral como amoral, tan cómica como trágica. Estamos ante una preciosa parábola, ante una bellísima fábula sobre la supervivencia de la bondad en un mundo en descomposición. Lázaro vive en un mundo feudal, en una aldea atemporal entre marginados y pobres al servicio de una marquesa Alfonsina de Luna que ni les paga. La directora sabe recoger muy bien toda una tradición del cine italiano ya que lo mismo bebe de los hermanos Taviani o de Olmi, o de Pasolini, que de Visconti o de Fellini. El santo laico que es Lázaro nos hace abrir los ojos al mundo y a ser más generosos a pesar de que los demás se aprovechen de él como hace ese otro personaje, ese raro hijo de la marquesa, esa oveja negra de la decadente familia. La mirada de Lázaro pasa, después de resucitar, y sin envejecer, del mundo rural al urbano sin perder su bondad y su pureza. La directora, con gran maestría, confronta campo y ciudad, el mundo campesino y el industrial, en una dialéctica en la que la beatífica y resistente mirada del protagonista salta por encima de todo, incluso de la explotación de clase.

Ciclo de Ibermúsica

En la inauguración de este importantísimo ciclo musical, ya en su XLIX edición, nos ha visitado de nuevo con sendos conciertos la magnífica London Symphony Orchestra (LSO). Esta más que centenaria orquesta (1904) formada por un grupo de los mejores músicos de Londres es un colectivo musical autogestionado basado en la complicidad y la colaboración artística. Esto se nota en todas sus visitas con actuaciones siempre relevantes. En su última visita de dos días al Auditorio Nacional de Madrid han traído dos nuevos directores. En su serie Barbieri, el primer día, bajo la batuta del director y prestigioso violinista Nikolaj Szeps-Znaider, colaborador habitual de de grandes instituciones musicales, tocaron, en la primera parte, el Concierto para piano y orquesta núm.1 Op. 23 de P.I. Chaikovski (1840-1893). En esta pieza, en la que destaca su impresionante comienzo y el papel que otorga al piano, a pesar del punto de vista crítico de su buen amigo el compositor Nicolás Rubinstein, hay que destacar, además de la potencia de la orquesta, al solista, el pianista ruso Denis Kozhukhin, que ejecutó la pieza con gran virtuosismo, e incluso nos regaló una corta pero bella pieza de propina. Este gran pianista, que ya nos visitó en enero pasado en este ciclo pero con la London Philharmonic, tiene en su haber, entre otros galardones, el Primer Premio del Concurso Reina Elisabeth de Bruselas. En los últimos años, su mentor ha sido nada menos que Daniel Barenboim. En la segunda parte, tocaron una selección, cuatro de los poemas sinfónicos, de Mi patria de B. Smetana (1824-1884), el compositor por antonomasia de Bohemia. La magnífica orquesta cumplió con corrección su papel. Finalmente, el director, que no había demostrado especial inspiración esa noche, a modo de propina, nos regaló una de las Danzas eslavas de Antonin Dvorak. Una jornada muy eslava.

En su serie Arriaga, el segundo día, In Memoriam de la insigne soprano Montserrat Caballé, la orquesta, debutaba el conocido director de la Orquesta de Cadaqués, y también flautista, Jaime Martín, tocó, en la primera parte, El sombrero de tres picos (suites 1 y 2) de M. de Falla (1876-1946), una pieza popular española por antonomasia ya que el compositor gaditano se nutrió del cante jondo y de la música popular. En este caso, a partir de la pantomima El corregidor y la molinera, estrenada en 1917. Los ballets de Diaghilev, que le habían encargado el proyecto a Falla, llevaron a su cumbre esta pieza. De la obra completa, él elaboró, con destino a las salas de concierto, dos suites que obtuvieron gran éxito. Como buen complemento a estas suites, tocaron Sinfonía española, Op. 21 de E. Lalo (1823-1892), una pieza para violín y orquesta, que, en su momento, supuso el triunfo del gran violinista navarro Pablo Sarasate que le aportó fuentes populares. En el Auditorio, dio pie al lucimiento del gran violinista hamburgués Christian Tetzlaff, un gran virtuoso del instrumento, quién, desde 2011, no venía a Madrid con Ibermúsica, por lo que fue un enorme placer escucharlo. Además, el solista, que toca un violín moderno, nos regaló una propina de Bach. En la segunda parte, tocaron El pájaro de fuego (Suite 1945) de I. Stravinski (1882-1971), una pieza, en la estela de su maestro Rimski-Kórsakov, de un joven compositor que revolucionó la música de su tiempo. Diaghilev también apostó pronto por su talento. Como señala el Programa de mano, Stravinski “explora al límite el cromatismo wagneriano y las armonías impresionistas de Debussy” y nos atrapa con su vigor narrativo y su potencia tímbrica”, aunque el peligro, pienso, es caer en el efectismo. El director nos regaló una propina, pero, de nuevo, el público, al salir, echaba de menos otras poderosas batutas para una orquesta de este nivel.

En la serie Arriaga del Ciclo, también tuvimos la oportunidad de escuchar al gran pianista de origen ruso emigrado a Israel y, finalmente, desde 1989, nacionalizado estadounidense. Estamos hablando de Yefim Bronfman, uno de los pianistas de más relieve internacional que ha sido galardonado con el premio Avery Fisher, uno de los más altos honores concedidos a los instrumentistas estadounidenses. La última vez que estuvo en Madrid (05/05/2018) fue con la Gewandhausorquester Leipzig, dirigida por A. Nelsons. Antes de los conciertos no viene mal leer el Programa de mano y en este caso viene muy bien (firmado por Miguel Ángel Marín), porque, aunque en un principio desconcierta por la rotura del orden de las piezas ya que comienza por el final, o sea Schubert y el contexto vienés con Beethoven como gran referencia, sí sirve para darle sentido a una estructura que pienso que está muy bien planteada. De la que el eje sería Schubert (segunda parte) y los reconocimientos tardíos que tuvo por parte primero de Schumann y de músicos franceses de la Francia decimonónica hasta llegar a Debussy, quién ampliaría el campo musical francés con las músicas exóticas.

En la primera parte de la velada, el pianista tocó Humoresque Op. 20, una miniatura de R. Schumann (1810-1856), integrada por siete números de orfebrería armónica que nos remite a la noción de “humor” asociada por los románticos al cambio de ánimo y al contraste de emociones. No tiene un plan organizativo prefijado pero el solista dominó la partitura con solvencia. A continuación tocó la Suite Bergamasque de C. Debussy (1862-1918) con el famoso “Clair de lune” del tercer movimiento, que fue añadido antes de su publicación en 1905. El pianista la tocó con la precisión y la sutileza adecuadas, sin estridencias. En la segunda parte, tocó la monumental Sonata para piano en do menor, D.958 de F. Schubert (1797-1828), que se enmarca en el inicio de la última etapa compositiva de su autor. Hay que destacar antes de nada que hacía mucho tiempo que no se tocaban en Ibermúsica estas piezas (1993, 2007 y 2011, por orden de las piezas). Una suerte que Bronfman las haya recuperado y llevado, especialmente la Sonata, apoyado en su experiencia musical y rigor interpretativo a su cumbre. Nos dio dos propinas de Scarlatti y Chopin

En la serie Barbieri de Ibermúsica también hemos podido escuchar a la Orquesta de Cadaqués dirigida nada menos que por el entusiasta maestro polaco Antoni Wit. En la primera parte del concierto esta conocida orquesta tocó el Concierto para violín y orquesta, en mi menor, Op. 64 de F. Mendelssohn (1809-1847). En menos de una semana se han podido escuchar en Madrid tres de los más importantes conciertos para violín, los de Beethoven, Brahms y ahora Mendelsshon. En éste, a diferencia de los otros dos, ha entrado inmediatamente el violín. Un violín tocado por Ray Chen (Taiwan, 1989), un solista muy popular en las redes sociales pero poco conocido aquí en España. Figura en la lista Forbes de los treinta asiáticos menores de treinta años más influyentes y tiene, además, un gran compromiso con la educación musical logrando diseñar un público diferente, que abarrota sus conciertos, al que existía antes. Sería la redefinición de un violinista clásico en el siglo XXI que está revolucionando el violín. Hemos tenido pues la fortuna de escuchar, por primera vez en Ibermúsica, a este joven virtuoso que toca un Stradivarius “Joachimm” de 1715 que perteneció al célebre violinista húngaro Joseph Joachim (1831-1907). El concierto de Madrid será recordado en bastante tiempo sobre todo por su interpretación y mucho más por la propina “Capricho n.21” de Paganini, su pieza preferida, como nos dijo. Sus dobles y triples cuerdas y su manejo de los dedos quedarán en la memoria del público asistente El acompañamiento del director polaco ha sido impecable intentando además sacar lo mejor de la orquesta.

En la segunda parte, la orquesta tocó la Sinfonía núm. 9, en re menor, op. 125 “Coral” de L. van Beethoven (1770-1827), pieza que no se oía en este ciclo desde hacía tiempo. Esta “Oda a la alegría” es, como se sabe, una de las obras magnas de la humanidad que canta la hermandad entre los hombres. El impulso entusiasta de Wit ayudó a mantener un buen nivel de la orquesta aunque destacase sobre ella a diferencia de otros conciertos que hemos escuchado últimamente en los que a buenas orquestas les faltaba una batuta a su altura. El maduro Wit de 72 años sí estuvo a la altura que se le requería con su energía al máximo mostrando un maravilloso vigor muy juvenil. Fue una suerte poder verlo porque hacía ya muchísimo tiempo que este maestro no venía Madrid con Ibermúsica. También mantuvo un gran nivel de perfección el espectacular Coro Estatal de Letonia, dirigido por Maris Sirmais, que también se presentaba por primera vez en Ibermúsica. Hay que destacar la calidad y la destreza de sus cincuenta miembros que nos hicieron llegar con un sonido pleno ese cuarto movimiento y el “himno a la alegría”. Los solistas Christiane Libor, soprano, la mezzo rusa Olesya Petrova, el tenor galés Thimothy Richards y el bajo alemán Sthefan Klemm, también estuvieron bien en su lectura del himno. Menos Olesya Petrova, que ya se había presentado anteriormente, los otros tres solistas era la primera vez que se presentaban en Ibermúsica. El público salía muy satisfecho esa noche del Auditorio después de disfrutar de ese suculento manjar de dioses. ¡Se vivió una noche emocionante!

Ciclo de Scherzo

En el Ciclo de este otoño joven de Grandes Intérpretes en su 23 Edición hemos podido asistir al magnífico concierto del pianista Behzod Abduraimov (Tashkent, 1990), que había sustituido al reconocido pianista Murray Perahia que había cancelado su concierto por problemas de salud. Quizá este cambio de intérprete explica la escasa asistencia de público ese día lo que fue una verdadera pena ya que no saben lo que se perdieron. A este aún joven pianista se le ve trazas de gran figura tanto por su capacidad técnica como por su profundidad musical. Porque, además, en esta ocasión se enfrentaba a un programa más bien difícil. En la primera parte, tocó Isolde`s Liebestod, S 178 de R. Wagner (1813-1883) (Arr. Liszt), una complicada pero hermosa transcripción. Liszt fue, además de un gran pianista y un enorme compositor, un arreglista y transcriptor excepcional. No hay que olvidar que el músico húngaro hizo doce transcripciones sobre fragmentos de ópera de Wagner del que fue amigo y protector y luego suegro. La que llevó a cabo sobre el canto amoroso de Isolda es de 1867. Logra llevar al teclado a una orquesta sinfónica: una cumbre del romanticismo pianístico que Abduraimov también llevó a buen puerto. Luego, tocó la Sonata en Si menor, S 178 de F. Liszt (1811-1886), una de las grandes obras maestras del compositor y una pieza cuya forma sonatística es muy original y de gran variación temática. El pianista, con gran mesura en el pedal, y fundiéndose en todo momento con el piano, nos mostró sus sobradas dotes. Se ve que posee un concepto claro y lo expresa limpiamente y con gran expresividad.

En la segunda parte, este sólido Abduraimov se atrevió también con Romeo y Julieta: Diez piezas para piano, op. 75 de S. Prokofiev (1851-1953), que abarca desde “Danza popular” hasta la “Despedida de Romeo y Julieta”. Esta pieza de diez movimientos destinados al piano tuvo sus avatares y tardó bastante en ser plasmada en la forma en que nos llega hoy. La gran madurez del pianista logró contagiarnos, con gran elegancia y colorido, en los diez bellos números del ballet a ritmo de danza. El público asistente premió al pianista su gran concierto con una gran ovación. Como propina volvió a tocar a Liszt. Otra gran ovación pero, dando muestras de agradecimiento y en todo momento muy humilde, nos mostró que ya había cumplido con creces su misión. Cumpliendo lo que decía en el comienzo del Programa de mano: “Me siento más cómodo en auditorios grandes porque el piano es muy poderoso y se debe mostrar” (NEW YORK TIMES, 16 de noviembre de 2016). Muy poderoso desde luego ya que había logrado transmitir su fuerza a todo el enorme espacio a pesar del vacío. Todo el mundo salía contento y feliz del Auditorio esa noche. Sobre todo los que no tuvimos la oportunidad de asistir a su concierto de 2015 en el Ciclo de Jóvenes Intérpretes de los Teatros del Canal y hemos podido hacerlo ahora. ¡Estamos de enhorabuena!


Ciclo de la Filarmónica

En este Ciclo hemos podido escuchar en la inauguración de su temporada a la Orquesta Sinfónica de Radio Stuttgart (SWR), con la intervención del Trío Ludwig, dirigida por el israelí Eliahu Inbal, uno de los más grandes maestros vivos que fue director en dos periodos de la Fenice de Venecia, de la Orquesta de la Radio de Frankfurt o de la Sinfónica de Berlín, entre otras reputadas agrupaciones. En la primera parte, esta orquesta, heredera de la Orquesta de la Radio de Stuttgart, tocó el experimental Triple Concierto en do mayor, op 56 (1804) de Ludwig van Beethoven (1770-1827), bajo la batuta del veterano maestro que acompañó con gran conocimiento a los componentes del magnífico Trío Ludwig (Abel Tomás, violín, Arnau Tomás, chelo, y Hyo-Sun Lim, piano), quienes acertaron casi plenamente en su interpretación del, a veces repetido pero de gran prestancia, concierto por la riqueza de sus combinaciones instrumentales. A destacar la gracia de la pianista, la elegancia del violín y el sonido pleno del chelo. Un contundente pero al tiempo muy poético trío y una de las formaciones de cámara más sobresalientes de la actualidad, fundadores y miembros del cuarteto Casals. Por cierto, grandes conocedores de la obra de Beethoven. El trío estuvo bien cubierto en todo momento por la orquesta y la pericia de Inbal completó el cuadro con lo que el resultado sonoro final fue digno. Sobre todo si tenemos en cuenta que este concierto no se presenta demasiado por las altas exigencias para los solistas.

En la segunda parte esta estupenda orquesta tocó la monumental Sinfonía núm. 4, en mi bemol mayor, “Romántica” (Ed. Nowak 1787/80) de Antón Bruckner (1824-1896), una “catedral del sonido” en duración y efectivos que el maestro de Ansfelden sometió a una reescritura continua y a la única que puso, por primera y última vez un título. Una colosal y sólida sinfonía, la más popular junto con la “Séptima” de todas sus sinfonías, que recoge la gran riqueza heredada de toda la tradición musical anterior. La magnífica batuta del maestro Eliahu Inbal, de gran efusividad expresiva, llevó esta fantástica pieza, desde el inicio del movimiento de la trompa y a través de sus cuatro movimientos, a buen puerto, con suma claridad y apoyado sobre todo en los maravillosos metales. Da un enorme placer ver dirigir a alguien, que debe saberse la partitura de memoria y sin embargo la tiene en cuenta en todo momento, y a quién, portador de tanta sabiduría y experiencia, podemos seguir en todos sus movimientos de batuta y brazos y ver cómo se concretan en los instrumentos que le siguen fielmente. Con esta obra Bruckner, cuando se estrenó con la Filarmónica de Viena, cosechó un gran éxito, algo muy raro hasta entonces en el breve corpus sinfónico del autor. Magnífica apertura de temporada del Ciclo de La Filarmónica con este concierto y con estas dos grandes obras de la literatura musical.