Trasversales
Enrique Bienzobas

Los primitivos anarquistas o la insolencia como arma política


Revista Trasversales número 46 febrero 2019


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Ese mismo desarraigo unido a la inseguridad y a la precariedad facilitaron la aparición de escuelas de pensadores que, siguiendo la tradición sofista, ofrecían soluciones, explicaciones de cómo alcanzar la felicidad, pues eso es lo que se buscaba. Entre esas escuelas las más importantes fueron la Escuela Platónica, la Estoica, la Epicúrea..., la Cínica. Y es de esta última de la que queremos decir algo.
Parece que denominar anarquistas a personas del siglo V a.C. cuando fue Proudhon el primero en emplear el término en el siglo XIX, sería algo fuera de lugar. Pero no lo consideramos tal. Y emplear un sinónimo de anarquista, tal como libertario, tampoco por ser eso: sinónimo, por lo tanto. Entonces, valiéndonos de un helenista como Carlos García Gual, que los considera como un preludio, les aplicaremos su verdadero nombre: anarquistas.

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Vivían en los caminos, calles, plazas, portales públicos, etc., lugares en los que explicaban su filosofía, que nada tenía que ver con los pensamientos complejos de Platón o Aristóteles, por poner dos ejemplos. Se trataba de una filosofía de la praxis enfrentada a las que practicaban los intelectuales orgánicos. Mostraban sus enseñanzas con la práctica cotidiana, la cual servía de razones contra la oficialidad en todos los aspectos: políticos, culturales, artísticos, sociales..., despreciando toda forma de Estado, incluidas sus normas que se basan en la hipocresía.

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