Volver la espalda a la realidad no sirve para nada. Hay que afrontarla. Hay que reconocer los problemas sociales. Hay que buscar soluciones efectivas y solidarias totalmente diferentes a las que proponen PP, Cs y Vox, que ni son efectivas ni son solidarias.
El que las instituciones se implicaran en ello sería útil y hay que exigirlo, pero no esperemos demasiado. No podemos dejar nuestras vidas en manos ajenas, de políticos profesionales o de tecnócratas. La construcción de un "sentido común" avanzado, de libertad e igualdad, no es algo que dependa de la evolución mental de invididuos separados entre sí, sólo es posible colectivamente, vinculada también al asociacionismo popular, al apoyo mutuo, a comportamientos que cuando inspiran confianza se hacen contagiosos, a las luchas cotidianas.
No se trata de "construir un pueblo" desde arriba, con populismo, con hiperliderazgos. Se trata de la autoconstrucción popular.
No tenemos nada que aprender de la demagogia populista, pues populismo no es la actividad autónoma del pueblo sino, por el contrario, la modelación de un pueblo a la imagen de tal o cual líder que en realidad está separado del pueblo y que basa su influencia precisamente en la construcción de su imagen como excepcional y superior. Infalibles, como el Papa. En esa tradición en la que cuando el jefe hablaba de autocrítica ya podían los demás echarse a temblar.

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