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Pero ante todo, esta novela de Cristina Morales, preñada de ética libertaria y clara conciencia feminista, con un humor verdaderamente corrosivo, se convierte en un ataque en toda regla al lector. Porque lo pone contra las cuerdas y porque no deja de señalarle continuamente sus contradicciones, su ignorancia en muchas cosas, su doble moral o sus prejuicios e hipocresías. Por todo ello es una narración verdaderamente incómoda ya que, en un momento u otro de su largo texto disruptivo y trasgresor, te deja tocado de una manera o de otra. Su autora es muy inteligente y mordaz, y muy exigente, y con su libro ataca directamente nuestra buena conciencia. Destila energía y genialidad de principio a fin y cuestiona la mediocridad circundante a fondo ("mediocre es lo inofensivo"), con su estilo apabullante y su salvaje desparpajo. Con su sexualidad intensa, con su lenguaje libre y con su sororidad compleja es demoledora, y, sobre todo, con su sarcasmo antiinstitucional, es muy combativa contra las instituciones y trasgresora de los límites marcados por lo políticamente correcto. Instintiva y visceral compagina la brutalidad con la ternura, y siempre con humor ya que a veces te surge la sonrisa irónica o te partes de risa. Una escritura muy poderosa que convierte a la autora en una de las voces más originales de la literatura actual, por su mirada única y muy diferente de las propuestas del momento literario, y en una de las voces más creativas y más potentes por su innovación e inconformismo de la literatura española.

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