Trasversales
Alina Bárbara López Hernández

Ética vs guerra: reciclando conflictos

Revista Trasversales número 58 marzo 2022 web

Texto publicado originalmente en La joven Cuba

Recomendamos la visita al texto original pues va acompañado de un material gráfico muy interesante.

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«Quien olvida su historia está obligado a repetirla». Esa reflexión del filósofo español George de Santayana está inscrita en la entrada del bloque 4 del campo de concentración de Auschwitz. Sin embargo, el escritor inglés Aldous Huxley, con una perspectiva pesimista y escéptica del mundo aseveraba: «Quizás la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia». Tenía razón.

La actitud del gobierno cubano, y de un sector que se considera parte de la izquierda, ante la invasión rusa a Ucrania ha sido francamente ambigua al no situarse con meridiana claridad en el único lugar éticamente posible: al lado del país agredido.

Claro que hay que exigir el cese de la estimulación norteamericana al diferendo entre los dos países, que se impone abogar por el no alineamiento, no solo de Ucrania sino del resto de Europa. Es necesario entender a la OTAN cual un remanente de la Guerra Fría que perdió sentido al desaparecer el campo socialista y ha sido utilizada por los gobiernos norteamericanos como compañera de aventuras militaristas. También hay que convenir en que la arquitectura de las relaciones internacionales post-campo socialista está favoreciendo el estallido de un conflicto bélico de proporciones globalizadas.

Pero ante todo, primero que todo, hay que denunciar la actitud del gobierno ruso como hiciera el filósofo norteamericano Noam Chomsky: «La invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense a Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner solo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante».

El pasado vuelve a nosotros. No es la primera ocasión en que los cubanos deben responder estos dilemas: ¿puede hacerse política al margen de principios éticos?, ¿el fin justifica los medios?, ¿podrá lograrse un humanismo futuro sin defender el humanismo presente?, ¿en dependencia del país agresor se modifica el carácter de una guerra?

Esto ya ocurrió. Reciclamos viejos conflictos históricos.



«Me pediréis perdón u os moriréis por mi sonrisa»: el nuevo rumbo de la política exterior estalinista

En 1938 el Partido Comunista de Cuba (PCC) fue legalizado luego de trece años de proscripción. Sería el partido de su tipo más exitoso de este lado del Atlántico y el único de un país capitalista en participar en el parlamento. Solo el de Chile logró algo similar pero por muy poco tiempo, pues al comenzar la Guerra Fría fue nuevamente prohibido.

Entre 1938 y 1953 —fecha en que Batista los ilegaliza otra vez al considerarlos erróneamente cómplices del asalto al Cuartel Moncada—, los comunistas cubanos dispusieron de un sistema de medios que incluía prensa plana, programas radiales y cinematografía, además de editoriales y librerías propias. Su órgano oficial era Noticias de Hoy, con periodicidad diaria y dos ediciones.

Las noticias del conflicto bélico que comenzó el 1ro de septiembre de 1939 pueden seguirse en sus páginas por investigadores e interesados en la historia. En esa fecha Alemania invadió Polonia. Dieciséis días más tarde la URSS haría lo mismo. Era el resultado de la firma del tratado soviético-alemán del 23 de agosto de 1939, conocido como Molotov-Ribentrop. Tropas soviéticas ocuparon casi la mitad de Polonia entrando por las fronteras orientales.

La existencia de una cláusula secreta en el referido tratado establecía que ante el estallido del conflicto, ambos países se atribuirían «esferas de influencia». Fue este un secreto bien guardado hasta que en 1945, durante la toma de Berlín, soldados británicos que revisaban papeles sobrevivientes a la quema por la parte alemana, encontraron documentos alusivos al tratado.

La Unión Soviética negó de plano las acusaciones y se mantuvo en esa posición durante medio siglo, asegurando que se pretendía desprestigiar su papel en la guerra. No fue hasta 1989, cuando se produjo una protesta masiva en los países cisbálticos, que fueron desclasificados los documentos y reconocida la existencia del vergonzoso acuerdo secreto.

¿Cuál fue la reacción de los comunistas cubanos?

Noticias de Hoy asumió como un hecho natural que las tropas soviéticas hubieran invadido la nación vecina. Diariamente se mostraba en mapas el avance de los frentes alemán y soviético y se ofrecían partes de guerra detallados. Las noticias eran tomadas de la agencia de noticias TASS.

El martes 19 de septiembre, en el hilo noticioso «Resumen de la guerra» se informaba: «Las tropas soviéticas han ocupado, sin resistencia, Vilma al Norte según se reporta y Tarnopol y Smatyn en el Sur avanzando hacia Coloja. (…) En el frente Este de Varsovia, en Brest, se encontraron los Ejércitos Rojo y Nazi».

Las noticias siempre presentaban la intervención soviética como aceptada por el país agredido. Un titular a gran puntaje afirmaba: ACLAMADO EL EJÉRCITO ROJO A SU PASO POR LAS CALLES POLACAS.

Bajo el titular El fin de Polonia. Una fecha histórica, se certificaba: «Polonia está virtualmente liquidada. La Unión Soviética ha movido varias divisiones a lo largo de la frontera polaco soviética, a fin de ocupar los territorios habitados por ucranianos y rusos blancos, y darles protección».

La crítica y periodista Emma Pérez (1901-1988) —esposa del novelista Carlos Montenegro, dueña de una pluma mediocre y una prosa ditirámbica—, en su columna «Mi verdad y la vuestra» correspondiente al 19 de septiembre de 1939, publicó el artículo «Pueblos liberados», un verdadero canto al expansionismo soviético:

«Si la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha mandado a sus soldados rojos a libertar a los pueblos de la Rusia Blanca y de la Ukrania polaca, es con una impetuosa alegría como todos los que luchamos por el triunfo del socialismo en el mundo, recibimos y gritamos después de la buena noticia.
Si a estas horas estos territorios del mundo no estuvieran bajo los pasos firmes de los más hermosos soldados de la tierra, se hallarían irremisiblemente condenados a ser ocupados por las tropas del fascismo alemán (…)
¿Le hubiera perdonado alguien a la URSS que, pudiendo defender a millones de hombres explotados por el capitalismo más bárbaro, los dejara hundidos en su vida de miseria y dolor? Claro que no. Claro que todas las regiones campesinas que ha ocupado el ejército rojo tienen que estar cruzadas de alegría por la llegada de sus salvadores. Claro que la única que ha perdido, tal vez con una sonrisa cuadrada, pero con una sorda ira interior, ha sido Alemania. Lo que la URSS ha hecho ha sido esto: llenarnos de alegría el corazón libertando a millones de labriegos y trabajadores de la bota nazista y afirmar su posición de justicia, basada en la grandeza de su ejército rojo, en la sabiduría de su diplomacia y en la comprensión humanísima de sus ciudadanos soviéticos (…)». (p. 2).

En el texto también se esclarecía el nuevo rumbo adoptado por las relaciones internacionales soviéticas. Stalin rompía sin embozo con los principios fundadores de la Revolución Socialista de Octubre: el respeto a la autodeterminación y la soberanía de las naciones. Los comunistas cubanos se hacían eco de esa actitud amenazante y guerrerista:

La URSS dejó de ser la cenicienta con quien no querían tratos ni contratos las «democracias europeas» para convertirse en una fuerza incontrastablemente hermosa. Ya ella se reía de los desaires y del odio de aquellos desde hacía tiempo: «Ya algún día me pediréis perdón u os moriréis por mi sonrisa». Esa hora ha llegado. Está sonando. Resuena con campanadas de oro en los oídos de los pueblos que hoy ocupan los soldados soviéticos con paso fraternal. Horrorizados por lo que ha venido ocurriendo en la vieja Europa, no encontrábamos la ocasión de alegrarnos con noticias de allá desde hacía mucho tiempo. Hoy nos reímos. La sangre corre y la risa no es pura (perfecta) pero arranca del mismo corazón, emocionado por la suerte de los pueblos sobre los que la URSS ha extendido sus soldados del pueblo. (Ibídem)

Esta obra maestra de cinismo solo podía ser hija del oportunismo más pedestre. No es de extrañar que, muchos años más tarde, tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, la adoradora del estalinismo pusiera su pluma al servicio de la dictadura de Batista, colaborara hasta el final con él y emigrara de Cuba en 1959.

Era tan evidente el abrupto cambio de la política exterior soviética luego del pacto firmado con Alemania, que otros medios habían comenzado ya a contrastar las figuras de Lenin y Stalin en tal sentido. El 3 de diciembre de 1939 —en un texto firmado bajo el seudónimo Esmeril, usado por Aníbal Escalante, director de Noticias de Hoy—, se deploraba que el periódico El País hubiera publicado:

 «(…) un dibujo antisoviético en el que se pretende enfrentar a Lenin con la actual política exterior de los dirigentes leninistas de la URSS (…) babean su bilis reaccionaria contra el baluarte de la revolución proletaria y contra ese gigante de la humanidad que es Stalin.
No importa. Toda esa propaganda es repudiada por el pueblo y por los trabajadores, que saben muy bien que la política exterior de la URSS, inspirada por sus grandes líderes, es una política justa de defensa de los intereses de los pueblos, de defensa de la paz y de los supremos intereses de la revolución del socialismo. Es la defensa del Marxismo-leninismo». (p. 2).

Mientras la cancillería soviética continuaba usando una terminología propia de la política exterior pacifista, su práctica expansionista la separaba radicalmente de aquella. Según Molotov —cuyos discursos e intervenciones eran citados cada día en Noticias de Hoy—: «Gracias a nuestra política de paz, invariablemente seguida, hemos podido reforzar la importancia internacional de la Unión Soviética». Fue incluso capaz de negar que la «postura de neutralidad» de la URSS hubiera sido violada por la entrada del Ejército Rojo en Polonia, pues: «Nuestras tropas entraron en el estado polaco solo después que el estado polaco se derrumbó y realmente dejó de existir».

Se intentaba cimentar la idea de que la invasión soviética, a diferencia de la alemana, era positiva para Polonia. Así lo indica esta imagen de la estación ferroviaria de Cracovia destruida por los alemanes y, en contraste, un titular que divulgaba una perspectiva muy diferente sobre los soviéticos. Después se sabría que en la masacre de Katyn, entre abril y mayo de 1940, casi 22 000 polacos —oficiales del ejército, policías, intelectuales y otros civiles—  fueron ejecutados por órdenes de la policía secreta de Stalin.

Además de Polonia, los soviéticos invadieron las repúblicas cisbálticas (Letonia, Estonia y Lituania); la Besarabia, que incluía una parte de Moldavia quitada a Rumanía, y la vecina Finlandia.

El ataque a Finlandia tuvo lugar el 30 de noviembre de 1939. Como consecuencia, la URSS fue expulsada de la Sociedad de Naciones el 14 de diciembre, acusada de iniciar una guerra de agresión.

Las exigencias soviéticas a la nación nórdica incluían la cesión de territorios fronterizos alegando razones de seguridad para la protección de la ciudad de Leningrado. Otra de las condiciones era similar a la que los norteamericanos impusieran a Cuba en 1901. Desde Noticias de Hoy, bajo el titular «Las proposiciones a Finlandia»,  Molotov explicaba: «Hemos propuesto un acuerdo para que Finlandia nos alquile, para emplear un término definido de tiempo, una pequeña sección en su territorio, cerca de la entrada del golfo de Finlandia podríamos establecer una base naval».

El gobierno títere creado por la URSS en Finlandia fue presentado como «Gobierno Popular Finlandés». El sábado 2 de diciembre de 1939, Noticias… replicaba una declaración de ese gobierno dada a conocer a través de la agencia de noticias TASS: «(…) las masas del pueblo de Finlandia han recibido con tremendo entusiasmo al valiente e invencible Ejército Rojo, bien convencidas de que este no marcha como conquistador, sino como amigo y liberador de nuestro pueblo». (p. 6).

Las hostilidades durarían poco más de tres meses, hasta el 30 de marzo de 1940 en que se firma el Tratado de Moscú, por medio del cual Finlandia fue obligada a ceder el once por ciento de su territorio al país agresor. A pesar de su victoria, los soviéticos tuvieron enormes pérdidas en muertos y heridos, incluso mayores que las de la parte derrotada.

Precisamente durante la agresión a Finlandia empezó a sesionar en Cuba la Asamblea Constituyente encargada de redactar la Constitución del 40. Allí se produjo un álgido debate sobre el tema que vale la pena conocer.


Un mensaje controversial

Luego de casi un lustro —contado desde la huelga de marzo de 1935 que cerrara el ciclo revolucionario de los años treinta—, se concretó una de las demandas populares de los cubanos: una Asamblea Nacional Constituyente. El 15 de noviembre de 1939 fueron elegidos sus setenta y seis delegados, que representaban a nueve partidos políticos. Seis de ellos eran comunistas.

La Constituyente sesionó públicamente durante casi seis meses. El 8 de marzo de 1940, en la sesión decimocuarta, el delegado Eduardo Chibás, por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), propuso a la Asamblea una moción para enviar un mensaje de solidaridad a Finlandia. Estaba redactada en los siguientes términos:

«POR CUANTO existe un natural sentimiento de solidaridad entre las naciones organizadas sobre la base de un principio liberal y democrático;
POR CUANTO este sentimiento es particularmente intenso cuando se trata de pequeñas nacionalidades que por su dimensión geográfica reducida y por su juventud histórica necesitan confiar para la preservación de su independencia y soberanía en el respeto internacional;
POR CUANTO la liberación de nuestra patria tuvo el carácter de un proceso de resistencia y victoriosa emancipación frente a una proyección imperialista, por lo cual nuestra República no puede menos que sentir profunda simpatía por los pueblos que resultan víctimas de análogos intentos de subyugación;
POR CUANTO existen lazos especiales de solidaridad entre la República de Cuba y la República de Finlandia;
POR CUANTO es notorio que la República de Finlandia está siendo objeto de una agresión imperialista improvocada y gratuita por parte de un estado que no obstante sus pretensiones en contrario ha atropellado los más elementales derechos internacionales y los más sagrados principios democráticos desatando sobre su vecina República de Finlandia una invasión sangrienta que ha alterado violentamente la paz de esa nación progresista, pacífica y ejemplar:
POR TANTO:
Los Delegados que suscriben, en nombre de un elevado principio de solidaridad democrática internacional, completamente ajeno a todo cálculo político interno y circunstancia, proponen a la Convención Constituyente la siguiente:
MOCIÓN:
Que por esta Asamblea se envíe al gobierno de Finlandia un mensaje expresivo de la profunda simpatía con que el pueblo de Cuba contempla la heroica resistencia del pueblo finlandés en defensa de su dignidad e independencia y los votos que el pueblo de Cuba hace por el triunfo de esa causa nobilísima.
En el Capitolio Nacional, a los 14 días del mes de febrero de 1940.
(Fdo). Eduardo R. Chibás, Carlos Prío Socarrás, Dr. E.L Ochoa y Dr. S. Acosta».

Esta declaración era coherente con la actitud de la sociedad cubana con motivo de la guerra que ocasionó la derrota de la República española a manos del franquismo en 1939. El triunfo y el fracaso de la República fueron vividos como propios en la Isla, donde se crearon numerosas organizaciones de apoyo e incluso más de un millar de cubanos lucharon como milicianos junto a los republicanos, y algunos murieron allí, como Pablo de la Torriente Brau.

No obstante, la oposición de los delegados comunistas a la moción fue absoluta. En los encendidos debates, que pueden ser consultados al detalle en el Diario de sesiones de la Asamblea, emergían antiguas rencillas políticas que databan de la lucha antimachadista y la Revolución del Treinta. Los auténticos no olvidaban que los comunistas habían desconocido al Gobierno de los Cien Días en 1933 y ahora les reprochaban su alianza con Batista, al que jamás dejaron de considerar el asesino de Antonio Guiteras.

Ante la argumentación de Blas Roca, secretario general de Unión Revolucionaria Comunista y delegado a la Asamblea, de que la URSS, lejos de invadir a Finlandia estaba ayudando a su pueblo oprimido por un gobierno reaccionario, Chibás respondió:

«Las huestes rusas que se mandan a Finlandia alegan lo mismo que las Camisas Negras que iban a la República Española y a Abisinia: que van a defender a un pueblo oprimido contra su gobierno opresor (…) Y esta defensa generosa, altruista, humanitaria, de salvación para el pueblo oprimido, la realizan lanzando sobre esos países los tanques, la artillería gruesa y abusando de sus mujeres y sembrando la ruina y la muerte por doquier.
¡Qué cinismo, que sarcasmo más inaudito el de este dictador Stalin que para cometer sus tropelías usa no solo las propias razones de Hitler, sino también las propias tesis fascistas justificativas de sus agresiones a las pequeñas nacionalidades (…)»

El nuevo rumbo del estalinismo, desde los procesos de Moscú y la represión al interior del Partido Bolchevique, fue debatido profundamente en la sesión de la Asamblea. Tras siete horas de acalorados intercambios, la moción fue sometida a voto ante los 43 delegados que permanecían en el recinto y aprobada por 37 a favor y seis en contra.


Daños colaterales

El mayor servicio que hiciera Stalin al fascismo no fue compartir parte de sus aventuras expansionistas, sino haber contribuido a que el movimiento revolucionario internacional fuera incapaz de discernir con rapidez la verdadera naturaleza de este modelo ideo-político nuevo y profundamente agresivo.

Al equiparar el fascismo alemán con los gobiernos de las «democracias decadentes occidentales», y presentar su agresividad apenas como un conflicto imperialista, la URSS favoreció que este tomara fuerza en los dos primeros años de la guerra previos al ataque a su territorio, el 22 de junio de 1941.

Los comunistas cubanos obedecieron esta estrategia y se opusieron a la aprobación del servicio militar obligatorio y a la entrada de Cuba a la guerra. El carácter justo de la lucha de los pueblos agredidos contra el fascismo fue desacreditado por esa doctrina, que solicitaba neutralidad a los gobiernos del mundo para que no se involucraran en el conflicto.

Finalmente, la entrada de la URSS en la Segunda Guerra Mundial y el heroísmo de sus hombres y mujeres, y de su ejército, decisivos en la derrota del fascismo, contribuyeron a atenuar el daño y a un cambio de actitud de los comunistas cubanos. Sin embargo, la influencia estalinista estaba a punto de expandirse con renovada fuerza por el establecimiento del campo socialista a fines de los años cuarenta.


«El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin»

Rememoro esta frase de Santayana mientras leo el artículo «La Izquierda ante la agresión a Ucrania, mantener el timón con firmeza», en el que Raúl Zibechi argumenta con razón que «Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían».

Desde que en los años treinta el movimiento comunista internacional admitiera la perniciosa influencia del estalinismo, justificándola en aras de objetivos futuros, encaminados a construir un sistema superior al capitalismo, se apartó del carácter revolucionario y liberador que debería ser el Norte de las ideas de izquierda. No puede construirse un mundo mejor, ni un «hombre nuevo», usando métodos violentos y represivos. No es posible declarar un humanismo para el futuro si no somos capaces de actuar con humanismo en cada momento del presente.

Y esa influencia es notable en tantos análisis que se enfocan en la cuestión política y el diferendo EEUU-OTAN-Rusia, que no es para ignorarse, pero no hablan del pueblo ucraniano agredido, de la soberanía de una nación violentada, del carácter justo de su resistencia ante el agresor. Porque no hay agresores buenos, como se afirmaba en Noticias de Hoy.

El viejo fantasma del expansionismo ruso nos coloca nuevamente ante un dilema. En el año 2005, el presidente ruso Vladimir Putin trató de justificar la actuación de Stalin al firmar el acuerdo soviético alemán, cuando aseguró que se debió a la necesidad de proteger la nación. En diciembre del 2019, defendió el pacto en una reunión con los líderes de la Comunidad de Estados Independientes en San Petersburgo, aunque reconoció que incluía protocolos secretos.

En vísperas de la invasión a Ucrania, en un discurso televisado afirmó: «La Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia, más precisamente por los bolcheviques (…) Este proceso comenzó inmediatamente después de la revolución de 1917, y, además, Lenin y sus socios lo hicieron de la manera más desordenada en relación con Rusia: dividiendo, arrancando de Rusia pedazos de su propio territorio histórico».

Igual que Stalin en otra época, Putin ataca hoy directamente el legado bolchevique y sus principios de política exterior. Lo curioso es que no se trata de un político posicionado a la izquierda, sino de un conservador profundamente ultranacionalista que ha financiado a los partidos políticos más derechistas del mundo. Aun así, gobiernos como el de Cuba se han posicionado a su lado al argüir que posee intereses en Ucrania que deberían ser tenidos en cuenta.

Salvando las diferencias, si en algo se asemeja Putin a Hitler, además de en sus exigencias territoriales, es en su estrategia «cínicamente genial», como la denominara Stefan Zweig en El mundo de ayer, al decir que «le prometió todo a todos».

Ya lo dije: reciclamos conflictos históricos. Ojalá no traigan una nueva guerra mundial. Podría ser la última.