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CON EL PUEBLO DE UCRANIA

NO A LA GUERRA DE PUTIN

Revista Trasversales número 58 marzo 2022

Editorial de Trasversales nº 58, marzo 2021
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El 24 de febrero de 2022 el gobierno de Vladimir Putin inició una invasión a gran escala de Ucrania con extensos bombardeos y la entrada masiva de tropas en su territorio. Se trata de la mayor operación bélica en Europa desde el final de la SeCon Ucrania, contra Putingunda Guerra Mundial. Y con ella ha llegado la destrucción a las ciudades ucranianas, los muertos y los heridos tanto civiles como militares, multitud de refugiados en países vecinos…

Ucrania se ha encontrado absolutamente sola para resistir y defenderse frente a una de las dos mayores potencias militares del mundo. Hay que retrotraerse a la política de expansión militar del nazismo iniciada en 1938 o a las invasiones soviéticas de Hungría en 1956 y Checoeslovaquia en 1968 para encontrar paralelismos en Europa con esta agresión que vulnera radicalmente las reglas del derecho internacional y el ejercicio por los pueblos de su libre determinación, devolviéndonos a políticas imperiales de otras épocas.

Ucrania venía siendo objeto de una continuada política de intervención por parte del gobierno de Putin desde la caída, en 2013, del gobierno de Viktor Yanukóvich después del Euromaidán. En realidad, Ucrania vivía en guerra desde 2014. En dicho año se produjo la anexión por parte de Rusia de la península de Crimea. También comenzó la guerra en el este de Ucrania, la llamada guerra del Donbás, que enfrentó al ejército ucraniano con milicias apoyadas por Rusia, que sostiene a las llamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Dichos enfrentamientos provocaron más de 14.000 muertos, 30.000 heridos y alrededor de 1,9 millones de desplazados.

La intervención por parte del gobierno ruso en Ucrania no es un caso excepcional, aunque sea la de mayor alcance, sino que forma parte de una línea de actuación continuada respecto a las antiguas repúblicas soviéticas y a algunos Estados que formaron parte del Pacto de Varsovia sin nunca haberlo decidido libremente. Esta política de rasgos imperiales fomenta y justifica la violación de las fronteras y explota las raíces étnicas de determinados conflictos regionales. Se expresó en las dos guerras de Chechenia, la primera en la época de Boris Yeltsin y la segunda con Putin. La posición rusa también es determinante en la situación de Transnistria, que dio lugar a un conflicto armado en esa zona de Moldavia limítrofe con Ucrania. El presidente Putin labró su carrera política con la guerra de Osetia del Norte contra Georgia.

Del mismo modo, el gobierno ruso ha sostenido las dictaduras de Bielorrusia y Kazajistán frente a las rebeliones populares de 2020 y 2022 respectivamente. Putin ha apoyado la represión que ocasionó cientos de víctimas y ha desplegado unidades militares para apoyar a los corruptos gobiernos dictatoriales de ambas repúblicas.

El autoritarismo de Putin también se manifiesta en el interior de Rusia con el hostigamiento a los opositores. Una reciente manifestación de ello es la prohibición hace algunas semanas de la asociación Memorial (que ha hecho una importante labor de recuperación de la memoria histórica de las víctimas del estalinismo).

El ultranacionalismo del gobierno de Vladimir Putin le lleva a exaltar la política imperial tanto del zarismo como la de Stalin, objeto de una creciente rehabilitación. La declaración de Putin del pasado 21 de febrero fue una muestra de un discurso fuertemente militarista, autoritario y pan-ruso. Una orientación agresiva que, tras invadir a Ucrania, no duda en amenazar las libertades y las fronteras de otros países de Europa Oriental.

Ucrania no representa ninguna amenaza para Rusia. Antes del inicio de la invasión nos preocupó la recepción entre cierta parte de la izquierda española del argumentario de Putin de que la responsabilidad de la actual crisis recaía fundamentalmente en la expansión de la OTAN, ocultando o minusvalorando las acciones militares e intervenciones concretas de Rusia. Observamos cómo se callaba sobre la responsabilidad directa y principal del gobierno de Vladimir Putin en una situación en la que se preparaba la guerra total. Parecía que, en lugar de solidarizarse con un pueblo amenazado, lo único importante para algunos era manifestarse en contra de un apoyo militar de la OTAN a Ucrania, que nunca se había planteado.

La equidistancia entre agresores y agredidos no es una muestra de pacifismo sino de falta de solidaridad humana y política con la población de un país invadido. Tras el desencadenamiento de la invasión se han hecho públicas posiciones y campañas de ciertos medios y organizaciones de la izquierda que en lugar de culpar a Putin y exigir la salida de Rusia de territorio ucraniano han difundido vagos y genéricos rechazos contra la guerra y contra la OTAN. Hay un No a la guerra que solo parece ser claro cuando el agresor es Estados Unidos. Una parte de la izquierda está presa de un “antiimperialismo” que solo es un simplista antiamericanismo, que ve los acontecimientos internacionales exclusivamente bajo ese prisma. La única luz de interpretación de los acontecimientos parece ser oponerse a lo que haga EE.UU. y el “imperialismo occidental”. La gente real, las naciones, los pueblos o las libertades importan muy poco frente a esa visión puramente ideológica, residuo de otra época e incapaz de comprender el mundo en que vivimos.

Hay una degradación ética y política en quienes se muestran incapaces de distinguir entre agresión y defensa. Lamentablemente no nos sorprende, porque dentro de una parte de la izquierda se arrastra una larga historia de falta de compromiso con pueblos víctimas de dictaduras, agresiones y guerras. Sin remontarnos a la época de la Guerra Fría, hay que decir que observamos una preocupante continuidad entre posiciones respecto a Bosnia y Kosovo durante el conflicto de los Balcanes, sobre la primavera árabe, sobre la guerra civil siria o en relación con el movimiento democrático de Hong Kong. Y también en la inhumana indiferencia ante la situación de las mujeres afganas tras la retirada de Estados Unidos.

La agresión concreta y directa de Rusia contra un país soberano no puede ni debe ser objeto de una lectura exclusivamente en clave geoestratégica, como parte de un conflicto entre bloques. Es la Rusia de Putin quien ha invadido a una Ucrania abandonada por la comunidad internacional como ocurrió con otras naciones agredidas por la Alemania nazi o la URSS en la historia europea del siglo XX.

Por supuesto que nos preocupa el aumento de la tensión entre las potencias militares. Es pueril que tengamos que decir que no somos unos defensores de la OTAN y que no confiamos en las estrategias ni actuaciones de los gobiernos de EE.UU. ni en los de la Unión Europea. Sobre todas esas cuestiones hemos opinado y seguiremos haciéndolo libremente. Pero nos negamos a la hipocresía de tener que vestir nuestro rechazo a la política criminal de Vladimir Putin con declaraciones y análisis grandilocuentes sobre todo lo que ocurre en la geoestrategia mundial. No pedimos perdón por decir claramente lo que pensamos sobre la invasión salvaje de una nación europea.

Nos negamos a elegir entre ser pro-OTAN y defensores del capitalismo neoliberal o tener que ser tolerantes con el régimen autoritario de Rusia o la dictadura china. Nuestro campo no es ninguno de esos, sino el espacio de los que se oponen a ellos, sin perder la capacidad de distinguir con claridad en cada crisis concreta quién es el responsable principal.

Tenemos un compromiso moral y político que nos hace sentirnos solidarios con la población de Ucrania, víctima de una agresión brutal. Estamos con los hombres y mujeres de Rusia que, a pesar de la represión, han salido a las calles contra la guerra de Putin.

Lo que en este momento hay que decir nos parece muy concreto:

-Condenamos la invasión de Ucrania por el gobierno de Vladimir Putin.

-Apoyamos la completa y libre determinación de la nación ucraniana para adoptar sus propias decisiones estratégicas, incluida la integración en la Unión Europea.

-Defendemos el derecho de Ucrania a fronteras seguras.

-Sostenemos el derecho a la defensa armada de Ucrania frente a la invasión

-Apoyamos la resistencia del pueblo ucraniano.

-Exigimos la retirada incondicional de las tropas rusas.



1 de marzo de 2022