Trasversales
Luis M. Sáenz

Ucrania necesita armas, con o sin aplausos

Revista Trasversales número 58 abril 2022 web

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Un hecho anecdótico alcanzó relevancia mediática: algun@s diputad@s no aplaudieron a Zelenski o no asistieron al pleno de las Cortes generales ante el que habló por teleconferencia el presidente de Ucrania. Un hecho poco relevante, pero que da pie a algunas reflexiones "disidentes" a varias bandas.

1. Nada obliga a aplaudir a un presidente de un gobierno, ni siquiera en situaciones extremas. No criticaré por eso a nadie. No es obligatorio aplaudir a cualquier presidente de un país invadido. Yo, como millones de españolas y españoles, me opuse frontalmente a la invasión de Irak, pero no habría aplaudido a ningún miembro del sanguinario gobierno iraquí ni a ninguno de sus partidarios.

Sin embargo, de haber estado en la sesión de las Cortes Generales, habría aplaudido a Zelenski, pese a mis distancias con él, pues el gobierno ucraniano no es lo mismo que el gobierno iraquí de entonces ni la relación entre Zelenski y el pueblo de Ucrania es similar a la relación entre Sadam y la población iraquí; dudo mucho que gran parte del pueblo iraquí se sintiese representado en Sadam, en realidad una gran parte de él le odiaba. Es obvio que el pueblo ucraniano sí se siente bastante representado en Zelenski en el curso de esta guerra, incluso la mayoría de quienes no le votaron.

Yo sí habría aplaudido a Zelenski, pero no por principios generales ni por fervor personal, sino por una evaluación concreta, sin duda discutible. Le habría aplaudido, como aplauso al pueblo ucraniano y a buena parte -no toda- de la actitud del propio Zelenski durante la guerra, pero no descalificaré a nadie por no haberlo hecho. No me gusta aplaudir a gobernantes y entiendo que a otras personas tampoco.

2. Lo que me separa radicalmente de esos y otros miembros de la izquierda española es su posición ante el conflicto, no la ausencia de aplauso. Considero despreciable, por la manera de ocultar la verdad, el manifiesto tramposo que, poco antes del comienzo de la invasión, firmaron Podemos, IU, En Comú Podem, Alianza Verde, EH Bildu, BNG, Compromís, Más País, Verdes Equo y CUP; puede consultarse mi crítica aquí; algunas de esas organizaciones han tomado luego posiciones distantes de las de ese manifiesto, y otras han insistido en ellas, pero ninguna ha dicho abiertamente que se equivocó, lo que es una mala costumbre y prolonga la desconfianza ante ellas. También me alejo de la posición, respetable, de quienes se han opuesto a la entrega de armas a Ucrania, hayan aplaudido o no a Zelenski; en realidad, parece algo hipócrita aplaudir a Zelenski tras haber estado haciendo todo lo posible para que España y la UE no aporten armas a Ucrania. Igualmente, veo hipocresía en la manera "racionada" en que se dan armas a Ucrania desde "Occidente", en vez de poner a su disposión el armamento que necesita para auto-defenderse, excepto, claro, armas nucleares, químicas, biológicas, minas antipersonales y otras similares.

3. No aplaudir a Zelenski puede argumentarse de muchas maneras. La de decir que es un fascista es una calumnia insostenible.Otras críticas no solo son legítimas sino también correctas. Por ejemplo, critico la decisión del Consejo nacional de defensa y seguridad de Ucrania de suspender temporalmente las actividades de varios partidos políticos ucranianos. En ese aspecto, comparto la crítica razonable hecha por el socialista Movimiento Social ucraniano, que puede consultarse aquí. Es una medida antidemocrática que no ayuda a la lucha contra la invasión de Putin. No lo digo desde la simpatía a esos partidos suspendidos, que no la tengo en absoluto, lo digo en el mismo sentido en que en España estaría en contra de ilegalizar a los neofascismos de Vox, FE y de las JONS, Democracia Nacional, o como estuve en contra de ilegalizar a Herri Batasuna, aún sin ignorar que la existencia de una guerra en Ucrania es un matiz importante.

El Movimiento Social también ha denunciado la limitación, con la excusa de la guerra, de los derechos laborales. Son prácticas habituales en toda guerra, pero que deben ser rechazadas desde perspectivas socialistas y/o democráticas. Solo se defiende la libertad de expresión y asociación si la defendemos para aquello que odiamos.

4. Han salido a relucir en estos días las leyes de "descomunistización" vigentes en Ucrania desde 2015, también criticadas por el socialista Movimiento Social. Mi posición ante esas leyes es similar a la que tengo respecto a cómo tratar el franquismo en la España actual. Por un lado, me parece necesario el apoyo a una memoria democrática que no iguale a víctimas y verdugos, que retire símbolos públicos que homenajeaban a esa opresión (sean yugos y flechas u hoces y martillos), que anule todas las condenas políticas emitidas por tribunales dictatoriales, cosas que en España estamos aún muy lejos de haber llevado a cabo en la forma debida pese a la presión del movimiento memorialista por la justicia y la reparación. Pues bien, aunque a algunos les moleste que se diga, los dirigentes de la dictadura burocrática y totalitaria en la URSS, que en Ucrania incluía una opresión nacional, no fueron mejores que Franco. Es decir, en Ucrania tenían pleno sentido medidas como las que exigimos aquí de cara a hacer, sin nostalgia, justicia histórica y fomentar una memoria democrática.

Ahora bien, al igual que en España estoy en contra de que se prohibiesen partidos ultraderechistas o de que se hiciese delito de la apología del franquismo o de la negación del holocausto o de la pandemia, también estoy en contra de que en Ucrania se prohibiese la propaganda de la "ideología comunista" o al propio Partido Comunista de Ucrania, como aquí estaría en contra de que se persiguiese la propaganda pro-franquista o a un hipotético "partido franquista de España". Por tanto, comparto la denuncia hecha en su momento por Amnistía Internacional respecto a esas leyes, y ahora, pese a la excepcionalidad bélica, defiendo la libertad de expresión en Ucrania, el levantamiento de las recientes suspensiones temporales de la actividad de diversos partidos y la legalización de partidos que quieran denominarse "comunistas", término que nació con un significado emancipador pero que hoy es difícil de usar precisamente por la manera criminal y tiránica en que ha sido usado. Insisto, lo digo en el mismo sentido en que en España no apoyo que se coharte la libertad de expresión o asociación de nadie, ni siquiera de la extrema derecha; en el mismo sentido, incluso aunque sepa que en condiciones de guerra todos los Estados tienden a recortar los derechos democráticos. Resulta paradójico, eso sí, que algunos que condenan la suspensión de partidos en Ucrania, o las medidas de centralización de medios de comunicación en plena guerra, den pleno y duradero apoyo a regímenes que desde hace décadas prohiben la formación de partidos políticos -salvo el suyo- y la existencia de prensa libre respecto al Estado.

5. En definitiva, se trata de tomarse en serio tanto el derecho a la resistencia frente la invasión como la libertad de opinión y de expresión y de asociación. Es muy baja la credibilidad de quienes, en plena invasión de Ucrania por Putin, insisten en que Ucrania sería una dictadura por el hecho de que el Partido Comunista de Ucrania esté prohibido pero dan un evidente apoyo al régimen castrista/post-castrista que es, constitucionalmente, un sistema de partido único y mantiene desde hace décadas la prohibición de que se formen otros partidos o sindicatos independientes del Estado. Si condeno la ilegalización del PCU estalinista en Ucrania no es por consideraciones sobre cómo era ese partido, estalinista y por tanto reaccionario, sino porque la libertad de expresión y de asociación debe ser cuidadas, incluso en tiempos de guerra aunque sea inevitable que la propia guerra las limite. Las opiniones no deben ser perseguidas, aunque sean odiosas. En cuanto a los hechos, deben juzgarse en cada caso. La libertad de opinar no es la libertad de hacer cualquier cosa, como pretende Ayuso salvo si hablamos del aborto, de la eutanasia y otros verdaderos derechos civiles, no del derecho de los fuertes o irresponsables a abusar de las demás personas o ponerlas en riesgo.

6. Estas diferencias respecto a algunas decisiones del gobierno Zelenski o de gobiernos ucranianos anteriores bastantes peores que el suyo son perfectamente compatibles con una plena solidaridad con Ucrania, que incluye el apoyo a su resistencia armada en tanto que Ucrania pueda y quiera mantenerla. Nadie tiene la obligación de aplaudir a Zelenski, ni cabe crítica por ello. Pero sí cabe crítica por oponerse a apoyar a la resistencia armada de Ucrania en aras de una "diplomacia" que, siendo necesaria, solo tiene una oportunidad de funcionar, más allá de la boca de algun@s politic@s, sobre la base de la capacidad de Ucrania para resistir, de la capacidad del pueblo ruso para oponerse a la agresión contra Ucrania y de la muchos menos arriesgada solidaridad de quienes vivimos en otros lugares. Eso es lo que importa, lo demás es humo y retórica.

Apoyar a Ucrania en su resistencia frente a la invasión de Putin no equivale ni debe equivaler a apoyar todo lo que haga su presidente, ni a apoyar cada acción que lleven a cabo las tropas ucranianas en su legítima defensa. No tengo ninguna duda de que en la guerra de 1936-1939 había que apoyar al bando anti-franquista pese a que desde ese bando, diverso, se cometieran graves crímenes que hay que condenar. Si yo habría aplaudido a Zelenski, y lo habría hecho, es como resultado de una evaluación de pros y contra, de equilibrios entre la persona y el símbolo, de ponderación de decisiones acertadas y de decisiones que no puedo compartir, de vías para aplaudir al pueblo ucraniano y de respeto a gran parte de la manera de enfrentar la guerra por Zelenski, pese a las diferencias.

Pero no es sobre eso con lo que polemizaría con nadie, sino sobre si se da o no apoyo claro a la resistencia ucraniana contra la invasión de Putin. Eso es lo que divide aguas. Zelenski no vino buscando aplausos, sino armas para Ucrania, y eso, entre otras cosas, es lo que hay que dar a Ucrania, no solo por solidaridad humana sino también porque hoy su lucha protege a la humanidad, no solo a Ucrania. Una lucha impura, como lo es toda que implica violencia por justa e inesquivable que sea. Ya lo sabía Bertolt Brecht, "Bien sabemos que el odio contra la ruindad deforma el rostro y la rabia contra la injusticia enronquece la voz", pero saberlo no justifica hacer cualquier cosa sino que nos reclama extremar nuestra mesura y autocontrol sin por ello ceder el paso a los opresores. Aunque perturbe nuestras comodidades, la defensa es legítima. No lo es hacer en ella más daño del imprescindible; solo sabiendo eso e intentándolo podremos pedir, como Brecht, acordaos de nosotros con comprensión.