Trasversales
Vitold Vasiletskyi

La izquierda mundial ante el abismo de la escalada imperialista

Revista Trasversales, número 60, noviembre 2022 web

Versión original en inglés


Desde que comenzó la guerra [24/2/2022] a gran escala entre Rusia y Ucrania ha pasado medio año [ya unos nueve meses en diciembre 2022].

Además de lo ocurrido en el campo de batalla, ha habido muchas discusiones políticas, particularmente entre la izquierda. Trataré de resumir sus aspectos principales y de presentar argumentos con respecto a la invasión rusa, como tema específico y también como parte de una más amplia crisis en las relaciones internacionales.

El militarismo como antítesis de la racionalidad colectiva

Una de las características más impresionantes del sistema capitalista es el contraste entre su enorme potencial material, técnico e intelectual, por un lado, y el nivel de bienestar de la mayoría de las personas, por otro. No utilizo el término "bienestar" en estricto sentido económico (mero poder adquisitivo), sino como una condición en la que las necesidades básicas se satisfacen de manera fidedigna y en la que hay oportunidades para aplicar las habilidades de cada persona a actividades socialmente útiles. Las necesidades básicas no se reducen a vivienda, alimentación, educación, etc., sino que también presuponen el cuidado de la salud, la estabilidad ambiental y la seguridad física. Desafortunadamente, falta incluso esta última. Durante los últimos tres años los ciudadanos ucranianos han experimentado dos cataclismos globales.

En 2020-2021 varias oleadas de COVID-19 dieron como resultado en Ucrania un 35% de exceso de mortalidad sobre años anteriores. Eso no es algo extraordinario comparado con Europa y con el mundo, pero pone de relieve poblemas que van más allá del ámbito nacional.

En primer lugar, destacaría la incapacidad para coordinar acciones globales oportunas para prevenir la pandemia en las primeras semanas posteriores al descubrimiento del virus. Algunos países lograron mantener la incidencia en casi cero durante un par de años, y finalmente se dieron cuenta de que su política era demasiado difícil de mantener y, a la larga, inútil dado que el resto del mundo dejó que el virus arrasara (con la notable excepción de China, pero sus duras medidas también pueden ser criticadas). La expansión de la agricultura industrial, esta vez en áreas remotas de China, podría haber causado la aparición de este patógeno. Por lo tanto, parece bastante probable que la gestión ambiental capitalista y la fragmentación política de la humanidad puedan provocar amenazas que conduzcan a un exceso de mortalidad sin precedentes en tiempos de paz. No hay razón para creer que estamos a salvo de que una situación semejante vuelva a ocurrir en el futuro.

El segundo cataclismo ha sido una invasión rusa a gran escala. Si bien la pandemia está relacionada con una amenaza externa a la humanidad, en esto son las personas mismas las que se están matando en masa unas a otras. Esta triunfante negligencia ante la vida humana es, sobre todo, una guerra de agresión llevada a cabo por Rusia. Sin embargo, los mismos factores ya citados hicieron posible la arbitrariedad de Putin, a saber, las instituciones internacionales incompetentes y las políticas cortas de miras de muchos estados. Y al hablar de cortedad de miras no solo me refiero a la confrontación de Occidente con el régimen de Putin, sino más bien a su larga cooperación con él.

Desde 1945, la anexión por Rusia de Crimea en 2014 fue el primer caso intra-europeo en el que un estado se apoderó de parte del territorio de otro estado y lo declaró como propio. Fue una especie de "Sudetes ruso". Sin embargo, incluso tras la anexión de Crimea y tras la decisiva participación encubierta rusa en la guerra de Donbass en 2014-2015, Europa Occidental siguió considerando a Rusia un importante socio comercial. Por ejemplo, Nord Stream-2 se construyó durante estos años como parte de la estrategia alemana. Además, los países occidentales exportaron muchas armas a Rusia. En general, el papel de políticos como Schröder y Merkel, cuya política estaba muy influenciada por las grandes empresas, tuvo mucho que ver con que la agresión rusa a gran escala se hiciera posible y Putin considerara improbables graves sanciones de Occidente.

La agresión rusa también implica un rechazo fundamental de los principios democráticos. Putin exigió oficialmente que Ucrania reconociera la independencia de las "republicas populares" de Donetsk y Lugansk [DPR/LPR] dentro de las fronteras de los respectivos oblasts (provincias), aunque es muy dudoso que los residentes de las partes controladas por Ucrania quisieran tal cambio de jurisdicción, especialmente siendo impuesta por medios militares. Además, Rusia se ha apoderado de grandes áreas en el sur de Ucrania, sin decir nada sobre su estatus durante meses y aterrorizando a sus habitantes, que no dan ningún signo de lealtad masiva a Rusia.

En Jersón, por ejemplo, la intención de celebrar un "referéndum" se difundió semioficialmente en junio, y solo el 20 de septiembre se convocaron los "refrendos" en las regiones ocupadas, a realizarse del 23 al 27 de septiembre. Además de ser obviamente un montaje y carecer de legitimidad, estos "refrendos" se llevan a cabo incluso sin tener el control total de las regiones en disputa. Por ejemplo, incluso antes de la invasión, menos de la mitad de la población del oblast de Zaporiyia vivía en la parte de este oblast actualmente controlada por Rusia.

Cuesta entender que una guerra que destruye ciudades enteras con poblaciones de hasta medio millón de habitantes pueda lanzarse en el siglo XXI por la voluntad de una sola persona. Al decir "una persona" no pretendo negar la responsabilidad política de la camarilla gobernante rusa, de los partidarios activos y pasivos de la guerra (estos grupos podrían incluir a la mayoría de la población rusa) o de Lukashenko y sus seguidores. Sin embargo, Putin tomó esta decisión él mismo, consultando, según parece, a un círculo de personas extremadamente limitado. Como en el caso de la pandemia, la comunidad mundial ha sido incapaz de diseñar mecanismos para detener la guerra y los crímenes que la acompañan: asesinatos y violaciones, deportación de personas a Rusia y Bielorrusia, "campos de filtración", etc.

Es muy difícil poner fin a la arbitrariedad de cada estado uno a uno, especialmente cuando tienen armas nucleares. Debemos hacer algo al respecto.

La guerra es también un insulto a la política climática. En primer lugar, las ganancias por las exportaciones de petróleo y gas contribuyen a la financiación de la guerra. Los gobiernos europeos, que descarbonizan sus economías con bastante lentitud, también compran combustibles fósiles rusos. En segundo lugar, la industria militar y las fuerzas armadas son vivos ejemplos de despilfarro. Producir, probar y desplegar tanto equipo militar terrestre, aéreo y naval, así como crear la infraestructura para ello, requiere un gasto masivo de recursos, incluyendo combustibles fósiles.

Además de recursos materiales, la esfera militar absorbe una parte sustancial del potencial humano. Se necesita una gran cantidad de ingenieros y científicos para diseñar aviones, tanques, barcos, submarinos, bombas, misiles, "salvo- sistemas", misiles termobáricos, radares y otros tipos de armas y equipos, sin mencionar las armas nucleares. Personas que de otro modo podrían trabajar en beneficio de las instituciones que afirman la vida (atención médica, energía limpia, conservación del medio ambiente, etc.) se involucran en actividades de beneficio social negativo (si no desde la perspectiva de los estados individuales, sí desde la perspectiva de la humanidad en general).

Es cierto que algunas notables tecnologías civiles se desarrollaron inicialmente con fines militares. Aún menos dudas tengo sobre los beneficios que trae la investigación básica. Sin embargo, aún sería mucho mejor asignar desde el primer momento el potencial intelectual e industrial a las necesidades humanas básicas.

Desafotunadamente, resultó más bien lo contrario: tanto en los estados de bienestar occidentales como en la Unión Soviética las instituciones que afirman la vida se desarrollaron en combinación con las necesidades militares. Como señala Georgi Derluguian, el estado moderno es una máquina militar-industrial, donde el ejército y la industria militar se complementan con el sistema policial y de control de pasaportes, el sistema fiscal, la propaganda patriótica, los sistemas educativos y la atención médica. La URSS fue un ejemplo particularmente vivido de tal tipo de Estado. Como escribe Derluguian, "la militarización de la superpotencia soviética subyacía en diversas esferas, como la industria, la ciencia, la investigación espacial, la ideología patriótica, la política nacional, el deporte, la educación y la socialización de la población masculina".

El mundo ha cambiado desde entonces. Por ejemplo, los ejércitos se han vuelto más dependientes de los soldados profesionales. Como muestra el ejemplo ruso, la desigualdad social posibilita su reclutamiento al hacer del servicio militar una de las pocas opciones para ganar dinero. Sin embargo, debemos recordar la naturaleza de los estados construidos por socialdemócratas y bolcheviques, para inmunizarnos contra la nostalgia innecesaria y la sovietofilia.

Ciertamente no sostengo que el estado de bienestar sea una mala idea. Lo que quiero decir es que los ejemplos históricos de estados de bienestar tuvieron un precio demasiado alto. Además, es fácil llegar a tal conclusión basándose en ideas humanísticas abstractas, beneficiándose de ese sistema de bienestar y manteniéndose lejos de las áreas donde los productos del complejo militar-industrial están siendo utilizados intensivamente. Pero reflexionar sobre esta cuestión escondido en un refugio mientras un ejército invasor intenta entrar en tu ciudad es una experiencia completamente diferente. Así que tiendo a estar de acuerdo con Derluguian, quien cree que los socialistas del siglo XXI deberían resolver los problemas planteados por los movimientos contra la guerra, ambientales y otros surgidos a partir de 1968.

Por lo tanto, el antimilitarismo debe ser, sin duda, una prioridad estratégica de la izquierda. Al mismo tiempo, quiero advertir contra algunas interpretaciones simplistas y erróneas de esta conclusión. Desafortunadamente, es fácil caer en el pacifismo ingenuo o en el antiimperialismo abstracto usando consignas pegadizas pero cuestionables.

Los enfoques doctrinarios como forma de apoyo pasivo a la invasión rusa

Consideremos un artículo del socialista británico Colin Wilson, en el que veo un descollante ejemplo de antiimperialismo abstracto (o de "Izquierda Evasiva"). El autor afirma correctamente que la guerra en Ucrania es una agresión imperialista rusa. Al mismo tiempo, afirma que lo que creó el contexto para ello fue la política de la OTAN para aislar a Rusia. Además, Wilson llama legítimamente a que la lucha sea contra el imperialismo como producto del sistema capitalista, en vez de luchar contra tal o cual imperialismo en singular. Desea que la guerra desacredite a las clases dominantes de todos los estados imperialistas, lo que ayudaría a la clase obrera a establecer su unidad internacional. Finalmente, el autor plantea algunas reivindicaciones específicas: retirada de las tropas rusas de Ucrania, cancelación de la deuda externa de Ucrania, acoger a los refugiados ucranianos en Gran Bretaña sin necesidad de visados. Finalmente, Wilson menciona que la OTAN debe disolverse y que Gran Bretaña debe abandonar la organización.

¿Qué tiene de malo este manifiesto? En primer lugar, no está claro qué papel juega la exigencia de retirada de tropas. Putin debería ser el destinatario de ella, pero ¿escuchará los llamamientos de la izquierda británica? Para responder a esta pregunta, definamos el papel de la OTAN en el estallido del conflicto.

Una idea común entre la izquierda es que la OTAN es un atavismo de la Guerra Fría que hubiera debido ser abolido inmediatamente después de la desaparición de la URSS. En cambio, permaneció en funcionamiento y se expandió en gran medida hacia el Este, lo que generó tensiones con Rusia.

Entiendo que la política occidental hacia la Rusia postsoviética podría haber sido más eficiente, no solo en términos de seguridad sino también en la esfera económica. A pesar de ello, destacaré que la OTAN no es un factor principal de la guerra ruso-ucraniana y que la ambición imperial de Rusia es una razón mucho más influyente en la guerra ruso-ucraniana.

En 2008, durante la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest, en la que los jefes de Estado y de gobierno de los miembros de la OTAN mantuvieron una reunión con Putin, este nombró a Ucrania como un "estado artificial". En 2021, expresó pensamientos similares en su artículo sobre la "unidad histórica" de rusos y ucranianos. Hizo lo mismo en su discurso con motivo del reconocimiento de DPR/LPR en febrero de 2022. Al afirmar que Ucrania es parte de la "Rusia histórica", Putin niega de hecho su derecho a existir fuera de la esfera de influencia rusa. Según el canciller Scholz, en una conversación privada poco antes de la invasión, Putin le dijo lo mismo: Ucrania y Bielorrusia no pueden ser estados soberanos. Putin parece creer sinceramente que los ucranianos y los rusos son "un solo pueblo" y considera que el posible acercamiento de Ucrania a Europa es una amenaza para su propia dominación.

Añadamos a esto que Ucrania, a pesar de tener un Estado económicamente débil antes de la invasión, es un activo potencialmente valioso con suelos fértiles, materias primas, mano de obra calificada y potencial industrial (incluyendo industria militar). La inclusión de Ucrania en la alianza entre Rusia y Bielorrusia podría dar lugar a una potencia mucho mayor en la política mundial, al menos si no hubiera sanciones severas.

No evaluaré la proporción de motivos "históricos" y "económicos estratégicos" en la cabeza de Putin. Solo enfatizo que parecen jugar un papel crucial en la voluntad de Putin de llegar tan lejos en la específica lucha por Ucrania. Esto no quiere decir que la entrada o el acercamiento de Ucrania hacia la OTAN no importaran nada Pero si la posibilidad del despliegue de la infraestructura militar de la OTAN fuera una amenaza tan grande, ¿por qué el Kremlin reaccionó tan moderadamente ante el ingreso de Finlandia en la OTAN? Finlandia está tan cerca de Moscú como Ucrania, y también se puede alcanzar San Petersburgo fácilmente desde allí. Sin embargo Rusia no tiene ninguna disputa territorial con Finlandia, a diferencia de la disputa con Ucrania por Crimea.

Pero si es así, digámoslo claro: el problema no está en la expansión de la OTAN, sino en la de Rusia, a través de la agresión militar, para ser precisos. Por otro lado, el estatus político inestable de Crimea (así como del Donbass) es una poderosa salvaguardia contra el ingreso de Ucrania en la OTAN. E incluso antes de que surgiera esa situación, allá por 2008, Alemania y Francia bloquearon el plan de acción para la adhesión a la OTAN de Ucrania y Georgia.

Resumiendo una larga historia, no fueron la OTAN u otras formas de expansión occidental lo que condujo a la guerra. Los objetivos revanchistas de Rusia en el espacio postsoviético y sus pretensiones al estatus de gran potencia son los culpables. Rusia pretende ser uno de los polos del mundo multipolar y tener su propia esfera de influencia. Incluso si la OTAN se desmoronara en este momento, eso solo facilitaría la tarea de Putin en Ucrania. Por lo tanto, si bien comparto las críticas comunes de la izquierda occidental a la OTAN, no considero que estemos en una oportunidad adecuada para añadir la guerra actual a esas críticas.

También hay un problema con los llamamientos a la solidaridad internacional de los trabajadores. No estoy seguro de que los socialistas británicos hicieran tales llamamientos en 1940-1941 cuando los aviones nazis atacaron su país. Pero, como podemos ver, tales llamamientos aparecieron cuando las tropas rusas llegaron a los suburbios de Kiev, exterminando a la población civil. Al mismo tiempo, no está claro cómo puede surgir en semanas o meses un movimiento antibélico ruso de masas capaz de detener la guerra. ¿Hay algún caso de tales revueltas en la historia? Teniendo en cuenta la asimetría de las partes, lo que realmente se necesita es una combinación de la resistencia armada ucraniana (y la verdad es que Kiev se salvó de la ocupación gracias a esa resistencia, no a las consignas pacifistas) con el movimiento contra la guerra en Rusia y Bielorrusia. Pasará algún tiempo hasta que se hagan sentir los resultados de la actividad contra la guerra.

Sin duda, es necesario exigir ayuda para las personas refugiadas, pero debemos respetar la subjetividad de las personas ucranianas y no percibirlas como víctimas pasivas. Es significativo que Wilson expresó su solidaridad con los valientes participantes en el movimiento ruso contra la guerra, pero no usó tales palabras para ningún grupo de ucranianos.

¿Por qué no ayudar a Ucrania a repeler las ofensivas rusas, lo que podría evitar que muchos ucranianos se convirtiesen en refugiados? Sin embargo, numerosos manifiestos y artículos reiteran que la ayuda militar a Ucrania solo prolonga el conflicto o incluso aumenta la amenaza de una escalada internacional. Según esta lógica, la mejor vía para la desescalada es la rendición de Ucrania. Parece que a algunos no les molestaría que Rusia se apoderara rápidamente de Ucrania, pero no lo dicen claramente para no arriesgar su reputación, a menos que sean abiertamente partidarios de Rusia. Por lo tanto, deben envolverlo en lemas "por la paz" sin discutir las condiciones específicas de un acuerdo de paz ni considerar a la opinión pública en Ucrania. Aún así, no faltan en la izquierda occidental quienes llegan a criticar a la OTAN por evitar que Putin obtenga una victoria que le permita "salvar la cara" en Donbass.

Como resultado, esta posición aparentemente antiimperialista conduce de hecho a un apoyo pasivo a la invasión rusa. Permítanme agregar una nota personal: en las primeras semanas de la guerra me complacía cualquier declaración contra la guerra. Pero hoy me cuesta tomarme en serio consignas como "no a la guerra", "por la retirada de las tropas rusas", etc., sin una explicación clara de cómo lograr estos objetivos.

Se argumenta que, en lugar de apoyar a uno de los bandos, la izquierda debería adherirse al derrotismo revolucionario como hicieron los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, hoy no tenemos una guerra mundial sino una guerra ruso-ucraniana. Y, además, durante la Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de los socialistas no fue problemático apoyar a la coalición anti-Hitler, a pesar de que estaba dirigida por el mayor estado del mundo capitalista. En todo caso, el derrotismo revolucionario tiene sentido si es posible una revolución dirigida por la izquierda. Desafortunadamente, ahora este no es el caso en Ucrania, Rusia u Occidente. En estas circunstancias, es muy irresponsable desear la derrota de Ucrania en una guerra defensiva; de hecho, esto es nuevamente solo una forma de apoyo pasivo al imperialismo ruso.

¿Contra la guerra o contra EEUU?

En algunos casos la crítica a la invasión rusa parece una mera reverencia retórica. Por ejemplo, los editores de Monthly Review parecen condenar la guerra. Sin embargo, su análisis implica que la culpa la tiene la expansión estadounidense después de la Guerra Fría, es decir, la expansión de la OTAN y la reorientación pro-occidental de Ucrania. Se considera que Euromaidán fue repentinamente orquestado por Estados Unidos. Esta perspectiva se basa en el supuesto implícito (en algunos textos similares incluso explícito) de "realismo político" por el que la antigua URSS es una esfera de influencia rusa "natural", por lo que intervenir en ese ámbito sería provocar a Rusia, planteando nada menos que una amenaza existencial para ella.

De esta forma, la negación de la subjetividad ucraniana se hace absoluta. Por ejemplo, sus autores consideran que la posible entrada de Ucrania en la OTAN, o la estrecha cooperación con ella, son una amenaza para la seguridad de Rusia. Al mismo tiempo, se ignora por completo la presencia militar rusa en Bielorrusia. Parece que las hipotéticas bases de misiles de la OTAN en Ucrania son un problema, mientras que no lo son los verdaderos ataques con misiles, bombardeos aéreos y la ofensiva terrestre de las fuerzas armadas rusas desde el territorio de Bielorrusia.

En las negociaciones ruso-estadounidenses a principios de 2022, EEUU estaba dispuesto a aceptar restricciones sobre el emplazamiento de armas en Europa del Este, pero Rusia no estaba interesada en un compromiso similar a la solución de la crisis del Caribe y el Kremlin hacía precisamente demandas maximalistas. Rechazado de hecho este ultimátum, Rusia decidió "continuar la política por otros medios".

Incluso antes, la política de Occidente hacia Rusia no era tan hostil como se describe. Por ejemplo, inmediatamente después del colapso de la URSS, los estados occidentales hicieron muchos esfuerzos para asegurarse de que todo el arsenal nuclear soviético terminara en manos de Rusia. Fueron ellos quienes decidieron pasar por alto las brutales guerras de Rusia en Chechenia. Quedaron prácticamente impunes violaciones masivas de los derechos humanos cometidas por el Estado ruso: ataques indiscriminados en áreas pobladas (en 2003, la ONU reconoció a Grozni como la ciudad más destruida del mundo), campos de "filtración", ejecuciones de civiles, etcétera.

Curiosamente, circulaba otro mensaje antes de la invasión: EEUU y Reino Unido estaban empujando a Ucrania al borde de la guerra a la vez que acusaban a Rusia de prepararla. Cuando este mensaje se evidenció como infundado, la izquierda campista/tanquista se buscó otra explicación: Rusia se vio obligada a enviar tropas para proteger a la población del Donbass y, de todos modos, Ucrania estaba a punto de atacar. Pero era Rusia la que había estado realizando una gran acumulación de tropas en la frontera con Ucrania desde la primavera de 2021, y no solo alrededor del Donbass. Al principio, parecía más un esfuerzo de diplomacia coercitiva, pero hacia finales de año se transformó en una verdadera preparación para la guerra. Para el actual gobierno ucraniano, por el contrario, el alto el fuego casi total en Donbass alcanzado en 2020 fue uno de sus mayores logros políticos.

Supongamos que estamos de acuerdo en que Ucrania debería haberse implicado más en la implementación de los acuerdos de Minsk (no entraré aquí a discutirlo). Incluso en tal caso, es ridículo imaginar que Zelensky se esforzó no solo en deshacer su propio logro de pacificación, sino también en provocar un inevitable conflicto armado abierto con Rusia atacando el Donbass. Para Rusia, la situación en Donbass no es más que una excusa para encubrir la invasión de toda Ucrania.

En cuanto a EEUU, han estado siguiendo una política imperialista hacia Ucrania durante mucho tiempo: desde misiones y esfuerzos del FMI para controlar parcialmente los nombramientos gubernamentales hasta financiar a la sociedad civil ucraniana, que tiene un tono claramente prooccidental, nacionalista y neoliberal.

Al mismo tiempo, la imagen de Euromaidán como un golpe de Estado orquestado por EEUU no resiste el escrutinio. Indiscutiblemente, los funcionarios estadounidenses jugaron un papel en las actividades de oposición, pero intervinieron en un conflicto político interno ya existente, moldeado por la división de las élites y por protestas masivas en varias ciudades. Esto no implica que la izquierda considere como progresista a Maidan. Tampoco niega las actividades violentas en Euromaidán, en las que los grupos de extrema derecha jugaron un papel crucial.

En ningún momento de la historia de la Ucrania independiente los Estados Unidos consideraron la posibilidad de una invasión militar. Esto los distingue fundamentalmente de Rusia, cuya su política hacia el espacio postsoviético se basa en la lealtad de las élites gobernantes (en su mayoría "hombres fuertes" como Lukashenko y Nazarbayev) o en la fuerza bruta, como contra Ucrania en 2014 y especialmente en 2022.

Putin no solo se atrevió a iniciar una invasión a gran escala, sino que también anunció en junio que tenía la intención de devolver "tierras históricamente rusas" a Rusia, como creía que había hecho el emperador Pedro I. Tras el fracaso del intento de cambio de régimen en Ucrania, Putin lanzó el Plan B a mediados de septiembre, insinuando la anexión no solo de Donbass sino también la de los territorios ocupados en el sur de Ucrania. Por tanto, la causa fundamental de la guerra actual está en Moscú, no en Washington. Aunque existan características propias de un conflicto interimperialista, esta guerra se trata ante todo de una guerra de Rusia contra Ucrania.

Argumentos a favor de apoyar a Ucrania

Explicaré con más detalle por qué creo que es vital apoyar a Ucrania en esta guerra y buscar lo antes posible la derrota, o al menos el debilitamiento, del régimen antiucraniano y, me atrevo a decir, antirruso de Putin.

La guerra ruso-ucraniana es la mayor guerra posterior a 1945 en Europa y una de las mayores del mundo en ese periodo. Por parte de Rusia es una guerra de agresión. Esto es muy evidente en la región de Jersón y en otras partes del sur de Ucrania, donde no se observaron actitudes significativas a favor de Rusia y mucho menos el deseo de unirse a Rusia. Si tal intento de expansión territorial tiene éxito, sentará un terrible precedente para la comunidad mundial.

Los mismos métodos empleados por Putin merecen atención. No es solo una agresión contra Ucrania basada en una doctrina militar que hace que los crímenes de guerra masivos sean prácticamente inevitables. También es una intimidación al mundo entero utilizando para el hambre para ello, de lo que ya se han regocijado los propagandistas del Kremlin.

Si Putin lograse convertir a Ucrania en un Estado satélite de Rusia, es poco probable que se detenga ahí. Por el contrario, esto permitirá más actos de agresión, incluso desde el territorio de Ucrania. Los apetitos de Rusia pueden expandirse a otros estados satélites postsoviéticos y exsoviéticos. Es un desafío imaginar tal conflicto hoy. Sin embargo, en el futuro más fuerzas aislacionistas podrían llegar al poder en miembros clave de la OTAN, y no se preocuparían por proteger a sus aliados de Europa del Este. Mientras tanto, Rusia podría restaurar su potencial militar, apoyándose en los recursos y en la industria de Ucrania. En el peor de los casos, Rusia podría incluso utilizar a los ucranianos como carne de cañón, de forma similar a cómo movilizó a una proporción considerable de la población masculina de DPR/LPR; de hecho, en septiembre de 2022 el Kremlin comenzó a utilizar similares métodos de reclutamiento en la propia Rusia.

En cuanto a Ucrania, la gran mayoría de la población está muy en contra de la invasión rusa. Incluso si Rusia lograra capturar Kiev y establecer un gobierno títere, este sería claramente ilegítimo. Incluso antes de la invasión, la opinión pública en Ucrania estaba a favor de la integración en la UE. ¿Los ucranianos piensan irracionalmente y deberían cambiar de opinión? En mi opinión, en general no.

La fragmentación del país romperá la integridad de la comunidad ucraniana, unida por lazos humanos, culturales y económicos. Además, si Rusia lleva Ucrania a su esfera de influencia, se impondrá al país un régimen político autoritario, similar a los actuales regímenes de Putin y Lukashenko. Su ideología está en oposición a las democracias burguesas de Occidente y a la hegemonía de los Estados Unidos, pero su alternativa es claramente conservadora.

La Rusia de Putin está imbuida de "valores tradicionales", principalmente la homofobia y la negación del feminismo, que casi se convierten en señas de su identidad nacional/civilizacional, junto con el revanchismo imperial y el nacionalismo étnico ruso. Con la invasión de Ucrania, el régimen se volvió aún más represivo, no solo hacia cualquier discurso contra la guerra sino incluso hacia la autoorganización de los partidarios del régimen.

Las crecientes tensiones con Occidente dieron como resultado que Rusia abandonara la jurisdicción del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En consecuencia, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, que se consideraba que tenía un efecto positivo sobre el sistema de Justicia en Rusia, perdió su vigencia en el país. Un ejemplo menos significativo pero sorprendente de la lucha de Rusia con Occidente es su amenaza de bloquear Wikipedia por violar la legislación rusa (esto es, por apartarse de la interpretación oficial de la guerra ruso-ucraniana). Rusia está tratando de reemplazar ese espacio con otro proyecto llamado Runiversalis, basado en "valores tradicionales", en particular rechazando la homosexualidad como una norma impuesta por Occidente, particularmente a través de Wikipedia. Un representante del comité parlamentario sobre política informativa elogió el proyecto por eliminar el "sesgo liberal de izquierda y centrado en Occidente" de los artículos.

Creo que un régimen en Ucrania moldeado a imagen de los de Rusia y Bielorrusia sería extremadamente desfavorable para la izquierda ucraniana. Además, dadas las circunstancias de Ucrania, dicho régimen tendría que ser aún más represivo, ya que se enfrentaría a una resistencia masiva. Este escenario sería mucho peor que una transición gradual hacia una democracia liberal con la perspectiva de adhesión a la UE, incluso aunque considerásemos que la propia UE necesita ser reformada o incluso disuelta.

Subrayaría que no hay expectativas demasiado optimistas para la integración europea en términos económicos. Al contrario, Ucrania seguirá siendo una parte profundamente periférica de Europa; por ejemplo, puede convertirse en un importante proveedor de hidrógeno para Europa Occidental. Y al hablar de la transición a la democracia liberal, admito que la Ucrania actual no se ajusta ni siquiera a estos estándares.

Hay violaciones de los derechos civiles en Ucrania. Por ejemplo, la prohibición extrajudicial de medios de comunicación y la censura ideológica en asuntos relacionados con la URSS (las llamadas leyes de descomunización). También es imposible eludir la violencia de extrema derecha. Desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala, han aumentado en Ucrania los problemas con las libertades políticas y los derechos laborales. Además, la Ucrania postsoviética es un estado que se mueve por un camino neoliberal y no puede presumir de una economía social eficiente. Pero el primer paso a dar en estos asuntos debe ser la eliminación de la invasión extranjera.

Vemos que unidades armadas con antecedentes de extrema derecha se han convertido en héroes nacionales, e incluso los símbolos de esas unidades se han hecho menos marginales. Esto demuestra no tanto una reconfiguración ideológica de la sociedad ucraniana sino su consolidación frente al agresor. Bien podría disminuir si la guerra se prolonga; al menos Putin podría esperar un escenario de agotamiento y capitulación de Ucrania. Pero incluso si esto sucede, todavía habrá un terreno fértil para los sentimientos revanchistas. Por el contrario, si la paz llega a Ucrania en términos aceptables, el gobierno ya no podrá encubrir iniciativas antisociales y antidemocráticas con consignas patrióticas, y el sentimiento nacionalista decaerá gradualmente. Por eso, hoy, la expresión más deseable de solidaridad con los ucranianos es ayudarlos a derrotar a los invasores lo antes posible.

Armar a Ucrania no contradice el deseo de un acuerdo diplomático. Como ucraniano, claramente no deseo una guerra prolongada. La dificultad, sin embargo, radica en las condiciones en las que se puede alcanzar la paz. Rusia exige oficialmente importantes concesiones territoriales de Ucrania, incluyendo los territorios que ha ocupado en 2022 e incluso algunos de los que siguen bajo el control de Ucrania. No veo otra forma de arreglar esto que no sea una contraofensiva ucraniana exitosa.

Otro problema es la falta de confianza entre las partes. Incluso si se llega a algún tipo de acuerdo, no hay garantías de que Putin no vuelva a atacar a Ucrania. Por lo tanto, Ucrania necesita garantías de seguridad internacional efectivas. Pero esto sería más probable que sucediera si Rusia se vuelve más democrática y menos agresiva. Supongo que la significativa derrota de Putin en Ucrania ayudaría a la lucha por tales cambios en Rusia. También contribuiría a la democratización de Bielorrusia ya que el régimen de Lukashenko depende en gran medida de su lealtad a Putin.

En consecuencia, no podemos justificar la negativa a suministrar armas con llamamientos a la paz. No importa de dónde venga la ayuda. Para ser claros, en las condiciones actuales estamos hablando efectivamente de la ayuda de estados de la OTAN. Pero es irracional renunciar a esta asistencia solo por oponerse a la OTAN. La lucha contra ella es razonable cuando la OTAN es un agresor, y ha habido muchos casos de este tipo en las últimas décadas. Mi posición se diferencia tanto del pacifismo ingenuo como del campismo. No creo que ninguno de los campos geopolíticos merezca un apoyo incondicional. Sin embargo, eso no significa que debamos seguir acríticamente el principio "contra todos", "el principal enemigo en tu propio país" o "el principal enemigo está en Washington".

Apoyar a Ucrania no debe hacernos olvidar posibles problemas. Por ejemplo, si Ucrania recupera parte del territorio perdido antes de 2022, existirá un grave riesgo de una ola de represión con el pretexto de castigar a los colaboracionistas. La legislación ucraniana actual interpreta el concepto de "colaboracionismo" de manera bastante amplia. Por ejemplo, incluye un artículo sobre "implementación de estándares educativos" del estado agresor, que potencialmente podría relacionarse con cualquier trabajador docente. Además, ha habido ejemplos inquietantes de veredictos severos contra soldados rusos cautivos que antes habían sido reclutados por la fuerza en DPR/LPR.

En mi opinión, el mejore escenario sería un acuerdo diplomático sobre el estatus del Donbass (así como de Crimea). ¿Qué debemos hacer si existe una posibilidad real de recuperar los territorios controlados por la DPR/LPR, pero Rusia aún no acepta negociaciones significativas? En este caso, será apropiado que la ayuda militar y financiera a Ucrania y la perspectiva de su ingreso en la UE dependan de la observancia de los derechos humanos. Sin duda, la izquierda ucraniana también tendrá que luchar por estos derechos. Aparte de esto, las políticas en algunos ámbitos, incluido el idioma, deben considerar las peculiaridades de esas regiones.

El estatus de la izquierda en condiciones de fragmentación global

Como ucraniano, me preocupa el impacto directo de esta guerra en mi país. Sin embargo, me gustaría hacer algunos comentarios relevantes a escala mundial.

La invasión rusa y la respuesta occidental llevaron a una fragmentación mucho más profunda del mundo en campos geopolíticos. Esto no es deseable dado que la humanidad enfrenta desafíos críticos que solo pueden resolverse a escala global. En cambio, por un lado, existen instituciones globales que carecen de responsabilidad democrática, sin poder ni influencia; por otro, hay una confrontación violenta entre estados o bloques geopolíticos.

En el siglo XX, la competencia entre los campos occidental y soviético de alguna manera estimuló transformaciones progresivas en varias partes del mundo, pero esos cambios tenían sus raíces en el productivismo. Hoy, por el contrario, deberíamos apuntar al abandono de los combustibles fósiles, al decrecimiento del consumo de manera socialmente justa y a la desmilitarización. Todo esto es muy poco probable que suceda en el caso de una "nueva guerra fría". No tengo una buena solución para este problema político, pero me gustaría advertir contra la idea de "llevarse bien" con Rusia a costa de Ucrania u otros países. Así como hablamos de justicia climática en el contexto de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, debemos asegurarnos de que ningún acuerdo entre "grandes potencias" coaccione a naciones enteras, incluso por el bien del futuro de la humanidad.

La desafortunada experiencia ucraniana también demuestra la vulnerabilidad de los estados neutrales. Los críticos de la OTAN tienden a referirse a una promesa verbal de no expansión supuestamente dada a Gorbachov. Aún así, estas personas no suelen mencionar ni el memorándum de Budapest, firmado a cambio de la renuncia de Ucrania a su arsenal nuclear, ni el tratado bilateral de amistad, cooperación y asociación entre Ucrania y Rusia.

La razón por la que Rusia incumplió tan descaradamente sus obligaciones radica en gran medida en su confianza en que Ucrania sería incapaz de resistir con éxito y en que la comunidad mundial generalmente se mantendría distante. De manera similar, para los estados bálticos y antiguos satélites de la URSS, su pertenencia a la OTAN es la mejor garantía de seguridad disponible contra una posible agresión rusa. Así fue percibida la expansión de la OTAN en esos países. Sin embargo, mientras todos se enfocan hacia la crítica del expansionismo estadounidense, la subjetividad de la población de esos países es nuevamente ignorada, al igual que ocurre con Ucrania.

En resumen, cualquier llamamiento a abolir la OTAN y bloques similares debe ir acompañado con sugerencias sobre cómo salvar a los pequeños estados, para los cuales estos bloques son alianzas defensivas primarias. Tal enfoque sería mucho más responsable que limitarse a criticar interminablemente a la OTAN por su expansión hacia el Este y recientemente también hacia el norte, sin prestar atención al revanchismo ruso.

Supongo que necesitamos un programa de desarme mundial, análogo al de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, por otro lado, a los tratados de reducción de armas estratégicas soviético-estadounidenses (pero esta vez multilaterales y de mayor alcance). Debería considerarse tanto la desigualdad actual de los excedentes militares como también diseñarse de manera que hiciera imposibles desequilibrios peligrosos en cualquier etapa de su implementación. Incluso si no hay muchas esperanzas de que dicho programa se implemente bajo el capitalismo, puede contribuir a la movilización política global en torno a valores universalistas.

Finalmente, me gustaría destacar un hecho evidente que surgió el 24 de febrero: una grave crisis de credibilidad de los "expertos". Aunque la invasión rusa no fue de ninguna manera un cisne negro, muchos científicos sociales y analistas no lograron predecir la guerra, incluso cuando Rusia ya había reconocido a DPR/LPR unos días antes de la invasión. A veces, esto puede reflejar un sesgo político, pero creo que hay un problema aún mayor: un malentendido fundamental sobre el imperialismo ruso. La retórica constantemente antiucraniana de Putin desde al menos 2008 permaneció en gran parte ignorada, y su voluntad de sacrificar Nord Stream 2 y/o muchos soldados rusos fue subestimada en gran medida.

En promedio, los analistas de izquierda no comprendieron mejor la crisis actual. Incluso cuando la inteligencia estadounidense y británica publicaron datos sobre la intención de Putin de invadir Ucrania e instalar un gobierno títere, y mientras que la mayoría de los propagandistas rusos decían más o menos lo mismo, muchos socialistas se limitaban a acusar a los gobiernos occidentales de "belicismo". Espero que este asombroso fracaso estimule una mejora del análisis geopolítico dentro del marco marxista o de otros marcos. Todos cometemos errores. Sin embargo, cualquier experto que quiera ser tomado en serio debe darse cuenta de la responsabilidad intelectual que suponen sus análisis, porque para algunas personas no solo su actividad política sino también su supervivencia física puede depender de decisiones influenciadas por ese análisis.

Por ejemplo, la invasión rusa tomó por sorpresa a muchos ucranianos. Incluso en los primeros días posteriores a su inicio algunas personas no se dieron cuenta de cuán violentas eran las hostilidades que se avecinaban. Quizás les hubiese ayudado mucho haber tenido acceso a un buen análisis político que indicase la alta probabilidad de guerra meses o al menos semanas antes. Si los autores de tal análisis tuvieran puntos de vista socialistas, podrían haber ayudado a promover ideas de izquierda. Por último, pero no menos importante, mejorar nuestra comprensión de los procesos políticos globales ayudaría a la izquierda a elaborar mejor su propia estrategia.

6 septiembre 2022

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