Luis M.
Saenz La guerra de Netanyahu contra Gaza Revista Trasversales, nº 64 noviembre 2023 web
Mientras escribo, día de "tregua", el primero de cuatro previstos, se ha informado de que soldados israelíes han matado hoy mismo a un agricultor palestino, y herido a otro, en el campo de refugiados de Maghazi, en el centro de la Franja de Gaza. En todo caso, el Estado de Israel ha destruido casi completamente la ciudad de Gaza, bombardeando también el resto de la Franja, incluyendo la zona sur hacia la que ordena el desplazamiento de la población de la zona norte. Natanyahu ha prometido seguir su obra de destrucción. En esa "obra" destructiva, contando sólo la posterior al 7 de octubre, ha asesinado a miles de niñas y niñas (en torno al 40% de las muertes), así como, a fecha 14/11/2023, a miles de civiles desarmados y a 108 trabajadores de la UNRWA (agencia de la ONU para refugiad@s de Palestina); también bombardean escuelas de la UNRWA en las que están refugiadas decenas de miles de personas. Todo acompañado de agresiones, asesinatos y expulsiones en Jerusalén Este y Cisjordania a manos de soldados y de colonos instalados por la fuerza en los "territorios palestinos ocupados", violando la legalidad internacional y varias resoluciones de la ONU. Igualmente, tras los ataques y crímenes de Hamás el 7 de octubre, se están produciendo despidos masivos de trabajadores palestinos, incluso entre aquellos que tienen ciudadanía israelí, y prohibiciones de entrada en Israel a trabajadores que trabajan allí pero viven en la zona ocupada. Como todo país invadido arbitraria e injustamente, el pueblo palestino tiene derecho a la resistencia, incluso a la armada, correspondiendo sólo a él decidir cuáles utilizar. Sin embargo, el 7 de octubre Hamás fue mucho más allá, con sus crímenes contra hogares civiles y contra asistentes a un concierto por la paz, que en nada han favorecido la causa palestina; no califico esos crímenes de guerra como "terroristas" porque minimizaría su significado, ya que Hamás no es un grupo terrorista más, como Al Qaeda, sino un "paraEstado" por su control sobre la Franja de Gaza. Podría hablarse de "Estado terrorista", pero eso sería aplicable también al Estado de Israel, al Estado ruso, etc., siendo mejor no perder el matiz conceptual entre el terror "terrorista" y el aún peor "terror de Estado". No se trata sólo de la evidente "desmesura" y criminalidad de los actos de Hamás y Netanyahu, ni de una diferencia cuantitativa entre ellos, aunque sea obvia. Esta guerra no es una "operación de castigo" contra Hamás, es una guerra de Netanyahu y sus aliados contra Gaza y contra el pueblo palestino sobre la base de una desigualdad básica: el Estado de Israel es, desde hace mucho tiempo, ocupante de los territorios palestinos, y, también desde hace mucho tiempo la población palestina es acosada, reprimida, cercada o discriminada en todo el territorio de la Palestina histórica. La ofensiva lanzada por Netanyahu con el lamentable apoyo del presidente de Estados Unidos, Biden, y de gobernantes europeos como Macron y Scholz, o de Feijóo en España, no es una respuesta a los ataques del 7 de octubre ni se hace "por las víctimas" del 7O. No estamos ante una guerra entre Israel y Hamás, sino ante una operación brutal del gobierno de Netanyahu contra el conjunto de la población de Gaza. Uno de los factores que pueden haber influido en esa decisión era la difícil situación en que se encontraba ante las masivas movilizaciones en Israel contra sus planes internos para eludir los controles judiciales, ya que así ha logrado que desaparezcan ante un impulso hacia la "unidad nacional". Sin embargo, ante todo, esta operación supone una aceleración oportunista de un proyecto permanente de integración definitiva de la totalidad del territorio -no de la población- de la Palestina histórica en el Estado Israel, con buena parte de la población palestina expulsada y quedando la parte restante como mano de obra mantenida en la subalternidad, aunque el Estado israelí prefiere llevar una política de contratación masiva de mano de obra no-palestina procedente del exterior, como en el reciente acuerdo con Sri Lanka para la contratación de diez mil trabajadores agrícolas; el sueño de Netanyahu no es tanto la explotación colonial de la población palestina, sino la limpieza étnica, un Israel ocupando la totalidad de la Palestina histórica y con el menor número de palestinos posible. En estas condiciones, no es momento para especular sobre cuál sería la "mejor solución", si un único Estado binacional, laico o democrático, o dos Estados vecinos en paz y en convivencia, ambas mucho mejores que lo existente. Y no es momento por que "lo mejor" debe tener también un horizonte de posibilidad y porque en definitiva sobre eso tendrían que decidir quienes pueblan aquella tierra, no quienes somos ajenos a ella. Y ahora no hay condiciones para ninguna de esas opciones; ni siquiera parece viable iniciar una negociación sobre ello, pues el Estado de Israel no para de establecer asentamientos por toda Cisjordania, de expulsar a la población palestina, de desalojar a las familias palestinas de sus viviendas en Jerusalén Este, etc. El único Estado unico hoy pensable -pero terrible-, "desde el río hasta el mar", sería aquel que quiere Netanyahu, en el que la población palestina que quedase sería poca y discriminada, mientras que la formación de dos estados viables requeriría la salida israelí de Gaza, una pacificación entre ambas naciones y la descolonización de Cisjordania y Jerusalén Este, lo que el actual Estado de Israel no aceptará, cuando ni siquiera renuncia a instalar cada vez más asentamientos y podría ocupar la totalidad de la Franja, o al menos la mitad. Lo que podemos decir es que cualquier visión en la que sobre la Palestina histórica no quedasen palestinos o no quedasen israelíes es una visión reaccionaria sólo alcanzable a sangre y fuego. La única esperanza para el pueblo palestino de disponer de un país que sienta como propio y la única esperanza para el pueblo israelí de vivir en paz y sin miedo a las respuestas palestinas ante la ocupación pasa por un profundo cambio en la relación de fuerzas, tanto en el seno de ambas naciones, la israelí y la palestina, como entre el Estado de Israel y el pueblo palestino. En particular, no hay ninguna esperanza mientras que la sociedad israelí esté dirigida por una extrema derecha racista y colonialista, y no haya un ascenso considerable de fuerzas políticas y de población con voluntad de convivencia con la nación palestina; por otra parte, mientras que Hamás o fuerzas similares tengan una influencia dominante similar a la alcanzada en Gaza (desde 2006 no hay elecciones, aunque de eso también tiene la culpa la burocratizada Autoridad Palestina) el pueblo palestino no dispondrá de democracia y libertad, y será más difícil que progresen en Israel los movimientos por la paz y la convivencia. Pero también es difícil que casi toda la población palestina repudie a Hamás mientras que la tarea prioritaria sea liberarse de la ocupación y de la dominación del Estado de Israel y toda ella padezca esa opresión. La única posibilidad de salir de ese "atasco" pasa por romper ese escenario y esa relación de fuerzas en favor del pueblo palestino en su conjunto, en primer lugar, y de las franjas más democráticas en cada una de las dos naciones, la israelí y la palestina. No hay una fórmula mágica para ello, entre otras cosas porque "La idea de que el pueblo palestino puede lograr su emancipación nacional mediante una derrota militar del Estado israelí, Estado con una superioridad militar abrumadora, es una ilusión" (declaración Comité Internacional de la Cuarta Internacional). La ilusión en que una internalización del conflicto en la región pudiera favorecer al pueblo palestino carece de todo fundamento, pues en el marco de una guerra en la que Irán, Hézbola y otros derrotaran a Israel -lo que sería difícil- el pueblo palestino no obtendría nada y pasaría a ser pasto de varios lobos, pues nunca ha obtenido nada de los gobiernos de países vecinos, como ilustra el "septiembre negro" de 1970, cuando el Estado jordano masacró a mucha población palestina, aunque eso no quita al pueblo palestino su derecho a aprovechar cualquier ayuda proceda de donde proceda. Pero sí hay caminos. En primer lugar, la propia lucha y resistencia del pueblo palestino, en los términos (posiblemente diversos) que esa misma población vaya eligiendo, lo que debe ser apoyado sin por eso aceptar o dejar de condenar actos criminales como los ataques a civiles el 7 de octubre, pero también sin olvidar nunca que hay un Estado ocupante y una nación ocupada con pleno derecho a defenderse. En segundo lugar, la solidaridad internacional desde abajo. Desde luego, la que pueda darse entre los pueblos árabes, a los que no hay que confundir con sus gobiernos. La muy importante, aunque por ahora escasa, que puedan recibir desde la propia sociedad israelí, como es muy valiosa la que la resistencia ucraniana recibe desde la sociedad rusa. Importantísima la movilización y las protestas solidarias que tienen lugar en EEUU, ya que el apoyo de Biden a Netanyahu y a la ofensiva contra Gaza es con mucha diferencia el principal sostén con que cuenta esa política criminal; un sostén que daña mucho al pueblo palestino pero que también daña al pueblo de EEUU y puede favorecer a Trump, dado que posiblemente conlleve que el Partido Demócrata pierda muchos votos entre la población de origen árabe, bastantes entre la población negra y algunos entre la población latina o población "blanca" con sentido de la solidaridad humana. En España, que llevaba bastante tiempo "parca" en cuanto a solidaridad activa y movilizada con otros pueblos agredidos o sufriendo extrema opresión, también ha habido movilizaciones significativas, entre las que me parecen especialmente significativas las nacidas muy desde abajo, como las que hubo en colegios de Madrid. A destacar también el apoyo explícito a Palestina dado por ciudadan@s ucranian@s que forman parte de la resistencia a la invasión rusa, distanciándose así de la postura de Zelenski que en nada favorece que la población mundial entienda que ambas resistencias, la ucraniana y la palestina, son justas y deben ser apoyadas. En tercer lugar, esa solidaridad desde abajo debe tener entre sus objetivos la presión sobre instituciones "nacionales" o internacionales para que estas a su vez tomen medidas inmediatas ante la ofensiva contra Gaza y medidas de presión contra la ocupación de los territorios palestinos. La UE parece empeñada en jugar un papel insignificante en este conflicto así como en muchos otros, moviéndose desde el inicial apoyo incondicional dado a Netanyahu por Von der Leyen hasta las posturas más críticas de los comisarios Lenarcic y Josep Borrell; algo similar ha ocurrido en el ámbito de los estados, desde el apoyo incondicional a la ofensiva dado por Alemania o Francia -pese a tener ambas bastante población de origen árabe- hasta la posición más avanzada de España y Bélgica, que ha tendido a mejorar a medida que la sociedad española se movilizaba desde abajo contra la masacre en Gaza y en respuesta a la agresividad mostrada por el gobierno israelí tras la visita de Pedro Sánchez. En el ámbito de ONU, es reivindicable el esfuerzo, limitado por la impotente institucionalidad de la ONU, de António Guterres, su secretario general portugués, católico y socialdemócrata, como lo es, ya sin matices, el esfuerzo realizado por el personal de entidades como la UNRAW o Médicos Sin Fronteras. Sin embargo, tanto los esfuerzos de Guterres como las resoluciones de la Asamblea General de la ONU chocan una y otra vez con la capacidad de veto que en el Consejo de Seguridad tienen Rusia y Estados Unidos, que neutralizan las propuestas favorables a Ucrania o a Palestina. Tal vez no lo consigamos, pero, además de reclamar un inmediato y duradero alto el fuego y la liberación de presos palestinos y de rehenes tomados por Hamás, hay que insistir en que Netanyahu debe ser llevado ante el Tribunal Penal Internacional, en que debe suspenderse cualquier venta de armas o material bélico a Israel, en que la diplomacía española debe mantener posiciones claras y firmes en las instituciones internacionales, especialmente en la UE. Acoger a la población palestina refugiada que llegue a España o lo solicite. Seguir enviando y aumentando la ayuda humanitaria, junto a una postura firme frente al Estado de Israel exigiendo que esa ayuda pueda entrar y distribuirse en la Franja de Gaza y denunciando ante las instituciones internacionales si lo impiden. También es necesario reclamar que Israel compense el coste de reconstrucción de todo lo que han destruido en la Franja de Gaza y que fue construido con aportaciones españolas o internacionales. Esto sería sólo una parte de un objetivo que, aunque no pareza ahora inmediato, va a tener una importancia estratégica: Gaza debe ser reconstruida para que en ella puedan vivir dignamente las personas que aún quedan allí entre las ruinas así como las muchas más que vivían allí hace unos días, impidiendo una reconstrucción comandada por el Estado de Israel y pensada para expandir la ocupación y colonizar la zona con nueva población. Es la hora de la solidaridad. Puede haber opiniones diferentes sobre el camino hacia la paz. Pero es evidente que destrozar la Franja de Gaza y expandir la ocupación con nuevos desalojos y nuevos asentamientos no lleva a la paz. La solidaridad con la población palestina -que no es solidaridad con Hamás, fuerza muy reaccionaria en toda su concepción- es un deber de decencia. ¡URGE PALESTINA! Epílogo: No es admisible que se intoxique a la población mundial haciendo ver que toda denuncia de lo que hace el Estado de Israel es antisemitismo. No tiene más valor que la afirmación de que quienes se opusieron al nazismo eran antialemanes, o de que oponerse a Franco era antiespañol. La mejor manera de repudiar el antisemitismo y honrar al pueblo judio que sufrió el Holacausto y sistemáticas persecuciones durante siglos en Europa y otros lugares del mundo es mantener vivo el recuerdo de aquellas atrocidades y mantener un compromiso de solidaridad inquebrantable con quienes sufren conquistas, opresiones, discriminaciones y persecuciones. Que es lo que hacen las personas de origen judío que en todo el mundo exigen el fin de la matanza de Gaza, honrando así a las víctimas del Ghetto de Varsovia, mucho más cercanas a la población gazatí que a Netanyahu. Por descontado, todo mi desprecio a los verdaderos antisemitas, que existen y actúan, y todo mi rechazo a agresiones a personas por ser de origen judío, o a sinagogas, propiedades, etc., por el mismo motivo. El mismo desprecio hacia quienes hagan actos similares contra población de origen árabe. |